Ascensión del Señor y Envío Misionero

Una reflexión e interpretación de la Ascensión de Jesús que pone la mirada en una Iglesia que se llena de esperanza y que es enviada a comunicarla al mundo.

Iglesia ha vivido durante muchos siglos una tradición antiquísima que interpretaba el día cuadragésimo después de la Pascua como fecha de la Ascensión del Señor.

Pero tal interpretación matemática está en clara contradicción con la descripción que el mismo evangelista hace de la Ascensión al final del tercer evangelio, según la cual Jesús sube al cielo en la mañanita de la Pascua de Resurrección. San Lucas contaba a buen seguro con que el número cuarenta tenía en toda la tradición bíblica un sentido lo excesivamente simbólico como para que a nadie se le ocurriera darle otro sentido.

Y el simbolismo no apunta hacia la persona de Jesús, como si hubiera necesitado un período de tiempo para prepararse a su entrada gloriosa en el cielo. El simbolismo de esta descripción apunta más bien a los discípulos y a la necesidad que tenían de prepararse para realizar la misión que el Señor les iba a encomendar a lo largo de sus apariciones pascuales. Tal es el sentido de la frase “se les apareció durante cuarenta días hablándoles del Reino de Dios”.

Esta frase resume el contenido del encargo misionero de Jesús a sus discípulos al final del evangelio en cumplimiento de la Escritura: “Así está escrito… tiene que predicarse el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones empezando a partir de Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto… (Lc 24,44-48). Esta perspectiva de los discípulos y de la misión que habían de llevar a cabo en este mundo ilumina todo el sentido que san Lucas quiso dar a esta descripción de la Ascensión.

Efectivamente, una lectura atenta del texto pone en evidencia que la Ascensión de Jesús a los cielos nada tiene que ver con un viaje celeste o con la apoteosis de un héroe. No se describen las estaciones como lo hacen los viajes celestes y mucho menos el ceremonial solemne de la entronización gloriosa en el cielo a la derecha de Dios, como es el acto solemne al que alude la aparición del Resucitado en el evangelio de san Mateo.

Lo importante es el punto de vista de los espectadores unido a la interpretación del acontecimiento que hacen los dos varones que se aparecen corrigiendo una actitud equivocada de los discípulos. Mientras estos miran de hito en hito al cielo tratando de seguir el curso de la nube que sustrae a Jesús de su vista, los ángeles intérpretes les revelan el sentido de lo que están viendo: “Galileos, ¿qué hacéis ahí parados mirando el cielo? Este Jesús a quien habéis visto subir al cielo, volverá del mismo modo”.

Se afirma la certeza de la vuelta gloriosa del Señor sobre las nubes del cielo, conforme a la fe de la tradición eclesial, pero se deja en suspenso el tiempo de la demora. Entretanto la función de los discípulos en este mundo no ha de ser quedarse extáticos mirando ociosamente al cielo hasta que el Señor vuelva, sino llevar adelante una misión desempeñando por medio de la predicación el papel irrenunciable de “testigos de la resurrección”: “Serán mis testigos de todo lo que han visto y oído”.

Este motivo central de los testigos nos pone de relieve el sentido siempre actual e interpelante que tiene la misión cristiana para todos los cristianos de todos los tiempos. Este encargo misionero de Jesús no sólo viene a decirnos que la misión cristiana de la Iglesia es la que da sentido a la historia del hombre en este mundo.

Fuente: Jesuitas Loyola

 

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