Vivir en el Espíritu – Pistas para los ocho días de Ejercicios

Hace años, el jesuita y teólogo Ferran Manresa, en un acompañamiento espiritual en Bolivia, hizo una propuesta personalizada del mes de Ejercicios a una religiosa en Cochabamba. Ahora, seis meses después de su muerte, EIDES ha recuperado este texto y lo publica en su último cuaderno de la colección «Ayudar», con el título Vivir en el Espíritu. El también jesuita Carlos Marcet ha sido el encargado de adaptar este material, reconvirtiéndolo en un proceso de ocho días de Ejercicios, y lo ha hecho «como homenaje a quien fue maestro y amigo».

Ferran Manresa, nacido en Barcelona en 1934, fue jesuita y doctor en Teología. Profesor durante muchos años en la Facultad de Teología de Cataluña, estuvo muy vinculado a la formación y el acompañamiento espiritual tanto en Cataluña como en Bolivia, país donde pasaba largas temporadas.

Pero a pesar de su extensa actividad docente y pastoral, casi no publicó: solía romper sus escritos una vez utilizados por sus clases, ya que consideraba que Dios y la teología eran algo vivo, que no podía quedar atrapado en ningún manual. Esta vez, sin embargo, el texto fue mecanografiado y acabó en manos del jesuita boliviano Edil Calero, que lo hizo llegar a Carlos Marcet: «he adaptado este material inmenso y lo he reconvertido en un proceso de ocho días de ejercicios respetando la integridad del texto original».

Se puede descargar el cuaderno aquí:  Vivir en el Espíritu – Fernando Manresa

Fuente: infosj.es

Reflexión del Evangelio – Domingo 1 de noviembre

Evangelio según San Mateo 5,1-12a.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.»

Reflexión por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Suena el timbre de la puerta y sale el niño a ver quién es. Pregunta un señor por su mamá. Viene ofreciendo repuestos para ollas a presión. Va el niño hasta la cocina donde la mamá está atareada por las labores domésticas y le dice: “Mamá, te busca un señor en la puerta”. La mamá, un poco desesperada porque llega la hora del almuerzo y todavía no está todo listo, le dice: “Ve y dile que no estoy; que venga después”. El niño, en su inocencia, regresa a la puerta y le dice al señor: “Manda decir mi mamá que no está; que por favor vuelva más tarde”. El señor, evidentemente, como los personajes de Condorito, se cae para atrás… Esta escena, con variables muy diversas, se suele repetir en medio de nuestras familias con mucha frecuencia… Luego, cuando el niño le dice a la mamá que estaba haciendo tareas en la casa de un vecino, pero llega sudando y con los zapatos raspados de tanto jugar fútbol en el parque, recibe una fuerte reprimenda por mentiroso.

Hace unos días leía una frase de algún famoso pensador que decía: «El ejemplo no es la mejor manera de enseñar. Es la única». Lo que vemos hacer a las personas importantes en nuestra vida, es lo que aprendemos. Lo que nos dicen y enseñan, no acaba de consolidarse en nuestro interior si no está corroborado y respaldado por el testimonio de vida de aquellos que nos forman desde nuestra infancia.

Jesús le dice a la gente y a sus discípulos que obedezcan y hagan todo lo que los maestros de la ley y los fariseos les enseñan. Pero les advierte que no deben seguir su ejemplo, “porque ellos dicen una cosa y hacen otra”. Más coloquialmente, entre nosotros, esto se ha traducido con la famosa frase: “El cura predica, pero no aplica”, cosa que no sólo se acomoda a lo curas, evidentemente… Cada uno tiene que preguntarse, con mucha sinceridad, por su coherencia personal entre lo que enseña en su casa, en su trabajo, en las relaciones con los demás, y lo que hace.

El P. Arrupe, cuando era Superior General de los jesuitas, fue un hombre que siempre respaldó su palabra con su vida; el P. Luis González cuenta una anécdota que me parece que confirma esto: Dice Luis González que Arrupe acostumbraba ir a orar largos ratos al piso bajo de la casa del Gesù, en Roma, donde hay varias capillas que guardan los recuerdos de los años romanos de san Ignacio de Loyola. Una vez, mientras estaba haciendo oración en una de esas pequeñas capillas, un jesuita norteamericano se presentó para celebrar la eucaristía en una de esas capillas. El P. Arrupe se ofreció a ayudarle. Él mismo comentaba, no sin malicia, que el jesuita celebró la eucaristía con ciertas licencias litúrgicas… Cuando terminó la celebración, ya en la sacristía, el Padre norteamericano le preguntó amablemente a su ayudante:

  • Y ¿cómo se llama, hermano?
  • “Arrupe”, le contestó el gentil sacristán…

El jesuita norteamericano por poco se cae del susto, como el señor que golpeó a la puerta de la casa que comenzaba esta página.

Fuente: jesuitas.lat

Emmanuel Sicre, SJ: ¿De qué egoísmo hablamos cuando decimos “egoísmo”?

Muchas veces he escuchado a algunas personas decir que cuando piensan en sí mismas van a ser “un poco egoístas por un ratito”. Siempre me ha hecho pensar esa expresión en qué entendemos por egoísmo entonces.

Creo que hay un egoísmo bueno y uno malo. Sí, así de simple. Lo que sucede es que tendríamos que ponerle un nombre mejor al “egoísmo bueno” porque resulta una contradicción.

El “buen egoísmo” creo que se trata de una realidad de contacto con uno mismo, de autorreconocimiento y amor por lo que uno va siendo. Algo que implica la reconciliación con lo que somos y con la propia existencia. El hablarse a uno mismo sobre lo que le está pasando en su mundo de relaciones, en su intimidad y comprender nuestro “yo” muchas veces cuesta, sobre todo si las voces negativas o de la autoexigencia nos llevan a gritarnos, insultarnos o maltratarnos interiormente. Un egoísmo sano nos propone tratarnos bien, con ternura, con esperanza, y sobre todo, con paciencia.

Por el contrario, el mal egoísmo sería el encerrarse en el ego. Una especia de solipsismo. Supone la autoconmiseración, o autocompasión victimista que me pone en el centro de todo el universo. El ego inflado que todo lo demanda, todo lo quiere para sí y no se ve más que a sí mismo, provoca muchas veces insensibilidad o un sentimiento de ser víctima porque nadie me comprende. Este egoísmo es el que mata al yo poniéndolo por encima de los demás (soberbia, vanagloria, arrogancia) o por debajo (autodesprecio, rebajarse, autoagresión), pero nunca al lado de otro ser humano. Es como si el ego se comiera lo que realmente somos -el yo-, y lo convierte en una caricatura de lo que somos destacando por lo general nuestra peor versión.

Es necesario amarnos a nosotros mismos. Lo decía Jesús: ama a tu prójimo como a ti mismo. Quien se ama a sí mismo puede, sin contradicción, preocuparse por lo que es justo, lo prudente y actuar de acuerdo con la virtud del amor por los demás, por la Creación, por la sociedad. Pero claro, amarse a uno mismo con un amor que nos libere, que nos abra, que nos reconcilie y nos ayude a vivir desde lo que está sembrado en lo hondo de nuestro ser: el amor originario del Dios de la vida.

Fuente: emmanuelsicre.blogspot.com

El buen samaritano: La vida con diferentes viajeros

Una reflexión de James Hanvey, SJ sobre la nueva encíclica del Papa Francisco: «Fratelli tutti».

Por James Hanvey, SJ

La parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) da marco a Fratelli tutti. Nos invita a una lectura contemplativa y reflexiva de la carta.

Ese tipo de enfoque contemplativo y orante es el que propone San Ignacio en los Ejercicios. Hace del evangelio una realidad contemporánea: el evangelio re-lee y re-escribe nuestra experiencia y nuestro mundo. Así como Jesús usó la parábola en su propio tiempo, así ahora en el nuestro el Buen Samaritano no sólo expone las realidades de nuestras heridas sociales, sino que nos ofrece una cura para ellas. Podemos reconocernos en cada uno de los personajes de la parábola.

Sin embargo, es tan característico de Jesús en estas grandes parábolas de redención no sólo arrojar una luz sobre el quebrantamiento de nuestra situación, sino siempre abrir una puerta para que cambiemos. Cada parábola nos muestra el camino hacia una mejor forma de ser y vivir: una nueva posibilidad, tal vez una que habíamos pensado que era imposible. De hecho, es el encuentro mismo con Jesús lo que hace posible el nuevo camino; él rompe todos nuestros determinismos, tanto sociales como personales.

La vida está hecha de muchos viajes. Hay viajes que hacemos por negocios, otros por deber, algunos por amor y otros por aventura. A veces el camino es fácil y en compañía; otras, difícil y en solitario. No sabemos por qué el hombre hacía el largo camino de Jerusalén a Jericó; sólo topamos con él, malherido a golpes, robado y medio muerto.

Existe una violencia implícita en nuestra vida social provocada por la ley del mercado que dicta que compitamos entre nosotros o que consumamos productos y recursos naturales cada vez en menor abundancia que todos necesitamos para vivir. Los medios de comunicación no sólo nos informan, sino que quieren controlarnos y manipularnos: nosotros, los consumidores, somos nosotros mismos consumidos. Hasta las personas mismas se han convertido en mercancía para ser traficada. Nos sirven una cultura de individualismo que constantemente legitima la prioridad del “yo” sobre los demás.

En la parábola, el hombre golpeado y robado iba solo pero no estaba solo. Varias personas pasaban a su lado. (…) Y sin embargo, sorprendentemente, quien se detuvo fue un samaritano. Al hacerlo, quizá se ponía en peligro, ya que, en esa parte del mundo, él era el forastero, el que debía ser rechazado. El samaritano no se detiene a hacer una evaluación de riesgos ni se pone a calcular ni a comprobar si el herido estaba cubierto por el seguro. Su respuesta es inmediata e incondicional; sólo puede ver la urgencia: una vida pende de un hilo.

También sucede algo más. Cualquiera que sea la forma que tome, no hay modo de describir la sensación de aislamiento y soledad que sufre la víctima de la violencia. Todas las seguridades cuidadosamente construidas que nos dan un sentido de quiénes somos son destruidas inmediatamente. El samaritano no sólo atiende a las heridas físicas, sino también a las heridas más profundas al nivel de la conciencia de sí mismo. Sin decir una palabra, le hace comprender a la víctima que tiene valor y que es digno de atención. De ello no hay duda alguna, miren lo generoso que es el cuidado que proporciona, incluso previendo futuras necesidades.

La parábola del Buen Samaritano nos muestra que nuestra sociedad, nuestras comunidades y relaciones no están permanentemente rotas. Podemos restaurarlas. Y todo puede comenzar con llegar al otro, quienquiera que sea, en cualquier estado en que se encuentre. Podemos decidir que no dejaremos que nadie, ni ninguna circunstancia, disminuyan nuestra humanidad o la de otra persona.

Fuente: jesuits.global/es

Encuentro Internacional de Oración y firma del llamamiento común por la Paz

La tarde del 20 de octubre, el Papa Francisco participó en el Encuentro Internacional de Oración por la Paz titulado «Nadie se salva solo. Paz y Fraternidad», organizado por la comunidad Sant’Egidio.

El evento contó con la participación del Patriarca Bartolomé I junto con representantes del Judaísmo, el Islam y el Budismo, así como con la presencia del presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella.

La ceremonia culminó con la firma del llamamiento común por la paz, cuyo texto compartimos a continuación de manera integral:

Llamamiento común por la paz

Congregados en Roma en el «espíritu de Asís», espiritualmente unidos a los creyentes de todo el mundo y a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, hemos rezado todos juntos para implorar el don de la paz en nuestra tierra. Hemos recordado las heridas de la humanidad, tenemos en el corazón la oración silenciosa de tantas personas que sufren, frecuentemente sin nombre y sin voz. Por esto nos comprometemos a vivir y a proponer solemnemente a los responsables de los Estados y a los ciudadanos del mundo este llamamiento a la paz.

En esta plaza del Campidoglio, poco después del mayor conflicto bélico que la historia recuerde, las naciones que se habían enfrentado estipularon un pacto, fundado sobre un sueño de unidad, que posteriormente se llevó a cabo: la Europa unida. Hoy, en este tiempo de desorientación, golpeados por las consecuencias de la pandemia de Covid-19, que amenaza la paz aumentando las desigualdades y los miedos, decimos con fuerza: nadie puede salvarse solo, ningún pueblo, nadie.

«¡Nunca más la guerra!»

Las guerras y la paz, las pandemias y el cuidado de la salud, el hambre y el acceso al alimento, el calentamiento global y la sostenibilidad del desarrollo, los desplazamientos de las poblaciones, la eliminación del peligro nuclear y la reducción de las desigualdades no afectan únicamente a cada nación. Lo entendemos mejor hoy, en un mundo lleno de conexiones, pero que frecuentemente pierde el sentido de la fraternidad. Somos hermanas y hermanos, ¡todos! Recemos al Altísimo que, después de este tiempo de prueba, no haya más un “los otros”, sino un gran “nosotros” rico de diversidad. Es tiempo de soñar de nuevo, con valentía, que la paz es posible, que la paz es necesaria, que un mundo sin guerras no es una utopía. Por eso queremos decir una vez más: «¡Nunca más la guerra!».

Desgraciadamente, la guerra ha vuelto a parecerle a muchos un camino posible para la solución de las controversias internacionales. No es así. Antes de que sea demasiado tarde, queremos recordar a todos que la guerra deja siempre el mundo peor de como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad.

Trabajar por una nueva arquitectura de la paz

Requerimos a los gobernantes que rechacen el lenguaje de la división, que está sostenida frecuentemente por sentimientos de miedo y de desconfianza, y para que no se emprendan caminos de vuelta atrás. Miremos juntos a las víctimas. Hay muchos, demasiados conflictos todavía abiertos.

A los responsables de los Estados les decimos: trabajemos juntos por una nueva arquitectura de la paz. Unamos las fuerzas por la vida, la salud, la educación y la paz. Ha llegado el momento de utilizar los recursos empleados en producir armas cada vez más destructivas, promotoras de muerte, para elegir la vida, curar la humanidad y nuestra casa común. ¡No perdamos el tiempo! Comencemos por objetivos alcanzables: unamos desde hoy los esfuerzos para contener la difusión del virus hasta que tengamos una vacuna que sea idónea e accesible a todos. Esta pandemia nos está recordando que somos hermanas y hermanos de sangre.

Seamos con creatividad artesanos de la paz

A todos los creyentes, a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, les decimos: seamos con creatividad artesanos de la paz, construyamos amistad social, hagamos nuestra la cultura del diálogo. El diálogo leal, perseverante y valiente es el antídoto contra la desconfianza, la división y la violencia. El diálogo disuelve desde la raíz las razones de las guerras, que destruyen el proyecto de fraternidad inscrito en la vocación de la familia humana.

Nadie puede sentirse que debe lavarse las manos. Somos todos corresponsables. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón.

Que Dios inspire estos ideales en todos nosotros y este camino que hacemos juntos, plasmando los corazones de cada uno y haciéndonos mensajeros de paz.

Roma, Campidoglio, 20 de octubre de 2020.

 

Fuente: vaticannews.va

Reflexión del Evangelio – Domingo 25 de octubre

Evangelio según San Mateo 22,34-40

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?».
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».

Reflexión por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J

En la manija interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de un trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado, dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por el otro, dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada, pero me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.

Recordando la sugerencia del libro del Deuteronomio que decía: “Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (Dt. 6, 8-9), le propuse, hace algunos años, a los niños y niñas de Mejorada del Campo, una pequeña población a las afueras de Madrid, España, que ataran estos lazos de lana con la tirita de papel en sus muñecas y que luego la colocaran en las puertas de sus cuartos. Los niños salieron felices de la misa con sus pulseras de lana y, estoy seguro de que compartieron con sus familias lo que habían descubierto en la Eucaristía ese día.

El sentido del compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy a la Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes que llevar la otra; pues, “si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).

Cuando los fariseos le preguntan a Jesús, “para tenderle una trampa”, “¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba a dar un compendio de “toda la ley y de las enseñanzas de los profetas”. Para Jesús estos dos mandamientos son muy “parecidos” … No son dos, sino uno mismo.

Siempre que cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar, reviso el día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos, inseparables, que nos recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo. Revisarnos sobre el amor a Dios y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas que no podemos nunca separar, tal como lo expresa Benjamín González Buelta, S.J. en uno de sus poemas:

“Soy la misma relación en todo en­cuentro.

Si en verdad soy contigo fue­go,

con sólo abrir los ojos y dar un paso,

no seré con el hermano, hielo”.

Fuente: jesuitas.lat

La última frase de Pedro Arrupe antes de morir

Pedro Miguel Lamet SJ, periodista y escritor español, nos recuerda las últimas palabras del P. Pedro Arrupe y las recupera para reflexionar sobre la vivencia del tiempo presente, del aquí y ahora.

Por Pedro Miguel Lamet SJ

En estos tiempos tan tumultuosos me gusta recordar algunas frases del padre Arrupe, porque sin duda era uno de esos hombres que, como a él le gustaba decir, tenía “el futuro en la médula”. Quizás mi preferida es la última que pronunció antes de morir. La oyó el padre Mariano Ballester, SJ, que le atendió mucho en los últimos días de su vida y que durante su enfermedad le ayudó en la logopedia con mucha dificultad a hablar y escribir después de la trombosis que sufrió de regreso de su viaje a Tailandia y Filipinas.

Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”.

Tiene más miga de lo que parece. El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada. Sobre todo, al saber que el amor de Dios lo quema, los perdona. Darle vueltas a lo negativo del pasado es una forma de protagonismo absurdo, una falta de fe y una tortura inútil.

Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios. La amargura brota de no aceptar este momento tal como es. Eso no indica que no queramos transformar y mejorar el mundo. Pero poco haremos si lo hacemos desde la frustración y la amargura. Si nos pasamos la vida violentados por lo que no conseguimos, protestando porque no tenemos esto o aquello, dando coces a la vida, nada haremos de provecho. Este instante, este presente mío es lo que tengo y lo que Dios quiere para mí, taladra hacia el infinito. Vivir en este instante es un modo de instalarse en la eternidad, porque en el fondo de mí mismo habito en el todo, aunque no me dé cuenta. Por tanto “para el presente amén”.

Y “para el futuro aleluya”. Acusaban al padre Arrupe de ser “un optimista patológico”. Él respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?” La gente hoy está muy preocupada con el futuro: “Qué va a ser de mí, de mi familia, del mundo. ¿A dónde nos va a llevar esta pandemia? ¿Cómo vamos a salir de esta enorme crisis sanitaria y económica?” Y en lo personal, el futuro de mi trabajo, la esposa, el marido, los hijos y un largo etcétera.

Teilhard de Chardin, que concebía el cosmos como una flecha con sentido, decía: “Todo cuanto acontece es adorable”. Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios

Y Arrupe con el rosario en la mano, durante la última entrevista que concedió para mi biografía en Roma, muy enfermo me decía: “En manos de Dios” forzando una sonrisa desde sus labios hemipléjicos.

La frase preferida de otro gran santo jesuita, el padre José María Rubio, lo formulaba de otra forma: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y Bernanos, “todo es gracia”.

Recuerdo un film, de esos que un personaje vuelve desde del cielo, que afirmaba: “Hay un plan”. Sí, hay un plan. Lo que pasa es que aquí vemos el tapiz por el lado de los cosidos y todavía no podemos captar el colorido y la maravilla del paisaje que puede verse del otro lado. Pero es el mismo tapiz.

Así que atrapemos este instante, cerremos los ojos para ver de otra manera y abrámoslos para disfrutar de lo que tenemos, aunque nos parezca solo una brizna de felicidad. No deja de ser un sacramento y no nos enredamos con un pasado que ya no existe y un futuro que ignoramos, y que para los creyentes siempre será un “happy end».

Fuente: Religión Digital

Carlo Acutis, su testimonio sobre Cristo en las calles digitales

Internet y la Eucaristía. Al parecer, esta combinación podría considerarse un poco arriesgada pero si nos fijamos en la figura de Carlo Acutis – beatificado hace apenas diez días – resulta que no es así. En efecto, se puede decir con certeza que desde muy joven aprendió por sí mismo los secretos de la Red para utilizarla como medio para dar a conocer y amar a Dios hasta los confines de la Tierra. Prueba evidente es su exposición virtual sobre los milagros eucarísticos, diseñada y construida cuando solo tenía 14 años, que todavía atrae a miles de visitantes de todo el mundo. Carlo también utilizó Internet para acercarse a sus compañeros, ayudándolos desde la distancia a superar las dificultades escolares, ya sean pequeñas o grandes.

Vivir el entorno digital, una misión de amor

“La corta vida terrenal de Carlo – explica Fortunato Ammendolia, informático, estudioso de pastoral digital e inteligencia artificial en COP, el Centro de Orientación Pastoral – se transfiguró por la palabra de Dios y la Eucaristía. Por eso empezó a escribir en la Red, con páginas web, el mensaje de fe, un mensaje de su amor por la Eucaristía. Entendió que era necesario habitar el entorno digital para una transfiguración del hombre, que es el objetivo de la pastoral digital ”. Carlo permaneció muy cerca de Jesús incluso cuando recorrió los inmensos caminos virtuales: “Y esto – agrega Fortunato Ammendolia – debe haber impresionado fuerte y positivamente a sus amigos. No hay duda».

Mensaje fuertemente educativo

El Beato Acutis ha entregado a un mundo cada vez más tecnológico y conectado un mensaje que difícilmente puede ser ignorado. Fortunato Ammendolia intenta resumirlo argumentando que “la orientación que heredamos es fundamentalmente educativa a una espiritualidad eucarística que se encarna con una acción marcada por el Evangelio. Carlo seguramente habrá soñado con proyectos de educación eucarística que se realicen entre la realidad y lo digital. Si hubiera tenido tiempo, estoy seguro de que también habría aprovechado la realidad virtual y aumentada ”.

Un gran legado: el uso ético de la red

Carlo Acutis también deja un legado a todos los informáticos del mundo y a los jóvenes nativos digitales. Una verdadera brújula a seguir escrupulosamente: «El Papa Francisco – explica Fortunato Ammendolia – presentándolo como modelo de santidad en la era digital, en la encíclica post-sinodal Christus vivit, escribe que Carlos sabía muy bien que los mecanismos de comunicación y redes sociales pueden usarse para hacernos dormir. Pero supo utilizarlos para transmitir la belleza del Evangelio. Bueno, me gusta leer esta frase como una invitación a un uso ético de la red ”.

Por Federico Piana- Ciudad del Vaticano

 

Fuente: www.riial.org

Reflexión del Evangelio – Domingo 18 de octubre

Evangelio según San Mateo 22,15-21.

Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.
Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.
Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?».
Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?
Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario.
Y él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?».
Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

En la Biblioteca Mario Valenzuela, que contiene la colección de libros de la Comunidad de Profesores María Inmaculada, de la Compañía de Jesús en Colombia, y que actualmente está en el edificio Pedro Arrupe de la Universidad Javeriana, hay una vitrina en la que se expone una hermosísima colección de arqueología bíblica. Son objetos de gran valor, encontrados en Tierra Santa por el P. Gustavo Baena, S.J. Uno de los objetos que más me llamó la atención la primera vez que vi esta colección fue una moneda que tiene grabado un rostro y una inscripción: “TI CLAUDIUS CAESAR AUG PM TRUMPH”. Afortunadamente, junto a la moneda, hay una explicación de su origen y la traducción de su inscripción: “Tiberio Claudio César Augusto Pontífice Máximo Triunfador”. Es una moneda en bronce, de la época de la dominación de Judea bajo Tiberio César, Emperador romano desde el año 14 al 37 de nuestra era, justamente la época de la vida de Jesús.

Después de las tres parábolas que hemos leído durante los domingos anteriores que, desde luego, habían movido el piso de los jefes de los sacerdotes y los ancianos del templo, vienen dos escenas en las que Mateo quiere resaltar la forma como los fariseos primero, y los saduceos después, tienden sendas trampas a Jesús para tener cómo acusarlo delante de las autoridades romanas y judías, respectivamente.

Mateo nos cuenta hoy cómo “los fariseos fueron y se pusieron de acuerdo para hacerle decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo. Así que mandaron a algunos de sus partidarios, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: – Maestro, sabemos que tú dices la verdad, y que enseñas de veras a vivir como Dios exige, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. Danos, pues tu opinión: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?”

Si Jesús dice que está bien pagar impuestos al emperador romano, sería acusado por los que rechazaban la dominación romana y reclamaban la independencia política y religiosa judía, que eran muy radicales y, en algunos casos, violentos… Si dice que no se deben pagar los impuestos al imperio, sería detenido y castigado por los invasores… No era fácil la coyuntura. Pero Jesús, que, como dicen los españoles, no tenía ni un pelo de tonto, “dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo: – Hipócritas, ¿por qué me tienden trampas? Enséñenme la moneda con que se paga el impuesto. Le trajeron un denario, y Jesús les preguntó: ¿De quién es esta cara y el nombre que aquí está escrito?”

Evidentemente, el que estaba allí retratado era el César. Y Jesús les dice la famosa frase que hoy se sigue utilizando a nivel popular: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Nadie le había preguntado por Dios, pero Jesús les recuerda que sus compromisos políticos no los exime de su compromiso con Dios, que debe estar por encima de todo lo demás. Desde luego, “cuando oyeron esto, se quedaron admirados; y dejándolo, se fueron”. La moneda que está en la Biblioteca Mario Valenzuela nos recuerda hoy la pregunta de Jesús: ¿Le estamos dando a Dios lo que es suyo?

Fuente: jesuitas.lat

Cardenal Czerny sobre Fratelli Tutti: «Una advertencia y una llamada a la esperanza»

El 4 de octubre de 2020 el Papa Francisco ha publicado un nueva carta encíclica dirigida a todos los fieles e incluso a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sobre la fraternidad humana. Desde la oficina de comunicaciones de la Curia General en Roma, entrevistaron a uno de los colaboradores más cercanos, el cardenal Michael Czerny SJ, para dialogar en torno al significado de este importante documento dentro de la enseñanza del Papa.

Después de escribir una encíclica sobre la ecología, en una época en la que era fuerte y claro el grito de alarma de la naturaleza..

¿Por qué el Papa elige este momento histórico para una encíclica sobre la fraternidad humana?

El grito de alarma de nuestra casa común sigue presente, y quizás resuena con más urgencia ante tanto desperdicio y enorme destrucción ambiental y humana, tal como lo está mostrando la COVID-19. Es probable que al escribir Fratelli tutti el Santo Padre nos llame a comprender que la única manera de vivir es reconocernos hermanos y hermanas todos, y actuar en consecuencia. Fratelli tutti puede ser un anuncio y un llamado a la esperanza, una luz que quiere disipar las sombras y abrir el mundo y nuestros corazones.

¿Por qué firmar una encíclica en Asís, en la tumba de San Francisco?

Al Papa Francisco le gusta de comunicarse no sólo con palabras, sino también con gestos que son señales que envía. Así que me gustaría devolver esta pregunta a cada lector: ¿Qué me comunica el Papa Francisco con la firma de este documento desde la tumba de Francisco, el santo, el reformador, el hermano de todos, de todas y de todo?

¿Cuál es la fortaleza de esta encíclica?

La encíclica invitará “a todas las personas que llevan en el corazón la fe en Dios y la fe en la fraternidad humana a unirse y a trabajar juntas, para que sea una guía para las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco, en la comprensión de la inmensa gracia divina que hace hermanos a todos los seres humanos”. Está en consonancia con su Documento sobre la Fraternidad Humana publicado con ocasión de la visita papal a los Emiratos Árabes Unidos en febrero de 2019.

Fratelli tutti, el mismo título, contiene ya la propuesta: ser una fraternidad, reconocernos hermanos y hermanas, responsables unos de otros, llamados a detenernos ante los que sufren. Es decir, llamados no sólo a reconocernos como “vecinos” (prójimos), sino hermanos y hermanas. Creo que su fuerza reside en una “universalidad” que no pierde el contacto con “la persona individual” concreta, real, de aquí y ahora, en la familia, en la comunidad.

Francisco de Asís, hombre de fraternidad. ¿Se trata de un nuevo gesto de Bergoglio para confirmar el nombre que eligió?

No es un secreto la inspiración que provoca san Francisco de Asís en el Papa Francisco. Dos de sus tres Encíclicas recogen en sus títulos las palabras de este reconstructor, el santo pobre y fraternal. Recuerden lo que la imagen de Cristo crucificado le dijo al joven caballero: “Francisco – lo llamó por su nombre -, ve y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas”. Más que un nombre, se trata de confirmar un modo de ser Iglesia que está en el corazón del Santo Padre, indicado varias veces como el camino sinodal. Es confirmar un horizonte de su pontificado trazado por el Concilio Vaticano II.

¿Cómo pueden las tres primeras visitas del Papa Francisco a Asís haber inspirado la redacción de la encíclica?

Encuentros con la gente, con los discapacitados y niños enfermos, con los pobres, con las religiones… Oración, paz y diálogo y silencio son quizás las notas características de las tres visitas anteriores a Asís del Santo Padre. No sé si puedo decir que estas visitas inspiraron la redacción de la encíclica, o si más bien, expresan lo que está en el corazón del Papa Francisco. Lo que es cierto es que Asís es un lugar donde el Papa va a menudo, tanto en persona como espiritualmente.

¿Deben considerarse los sucesos de Lesbos, el incendio de un campo de refugiados, y demás atrocidades en otros lugares como un insulto a la fraternidad humana?

Estos eventos trágicos son un escándalo, son la expresión de la miseria a la que podemos llegar cuando nos vemos como extranjeros. Son la expresión de la peor versión de la humanidad. Hay que darnos cuenta no sólo del dolor de nuestros hermanos y hermanas, sino de la pobreza de nuestra respuesta, de la vergüenza de nuestra indiferencia, de la incapacidad de los gobiernos. Ante tan miserable fracaso, expresado y simbolizado por las ruinas quemadas de un campo de concentración, hay que darnos cuenta de que, al igual que en Auschwitz, Dios escucha el clamor de todas estas personas y nos llama, nos llama a responder con Él a esta tragedia, así como a las muchas, demasiadas tragedias que caracterizan nuestro tiempo. Roguemos que Dios nos regale escucha, sensibilidad, penitencia, creatividad, misericordia, caridad y justicia para nuestros hermanos y hermanas.

Fuente: jesuits.global/es