Reflexión del Evangelio – Domingo 26 de Julio

Evangelio según San Mateo 13,44-52.

Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Hugo Canavan, teólogo carmelita norteamericano, especializado en estudios bíblicos y en la animación de pequeñas comunidades de base entre los campesinos de Colombia, ya fallecido, estaba dando un curso de Biblia en un barrio popular de Bogotá. Yo colaboraba en esa época en las pequeñas y frágiles Asambleas familiares que iban creciendo en medio de las luchas entre las pandillas y el hambre que produce el desempleo y la falta de oportunidades. Recuerdo, como si fuera ayer, la manera como Hugo fue explicando, en la casa de don Carlos y doña Isabel, la importancia de la Palabra de Dios para nosotros. Estando en medio de la gente, éramos unas treinta y 35, contando a las mujeres y los niños, se quitó las gafas y comenzó a contar:

«Había una vez un señor que pertenecía a una comunidad de base. Su nombre era Marcos. Todas las semanas participaba de la reunión en la que hablaban de los problemas del barrio, leían la Biblia y rezaban juntos pidiendo a Dios o dándole gracias por lo que iba realizando en medio de ellos. Un buen día don Marcos, que ya tenía setenta y siete años, comenzó a saludar a la gente con otro nombre; a doña Belén la saludó como si fuera Ángela; a Ángela la confundió con Mariela; a Saulo lo confundió con Benjamín; a don José lo saludó como si fuera la señora Josefina. Mientras Hugo contaba la historia, iba haciendo la representación de lo que iba diciendo con los miembros de la comunidad a los que daba el curso confundiendo los nombres.

Los que estaban presentes no corrigieron a don Marcos. Lo saludaban naturalmente, aunque sabían que estaba equivocándose. Algunos, después de la reunión, comentaron lo sucedido. Don Marcos estaba perdiendo la vista… por eso, decidieron recoger una platica para llevarlo al médico, para que le formularan unas gafas. Así se hizo. La señora Mercedes se encargó de recoger la colaboración de todos y de llevar a don Marcos al médico. A los quince días llegó don Marcos otra vez a la reunión con las gafas en las manos y mostrándole a todo el mundo el regalo que le habían hecho. Evidentemente, como llevaba las gafas en las manos, volvió a confundir a todo el mundo. Le decía a Carlos: «¡Mire don Saulo las gafas tan bonitas que me regalaron!»; y a doña Belén le dijo: «¡Cuánto les agradezco doña Josefina por estas gafas tan buenas que me han regalado entre todos! ¡Dios se lo ha de pagar!». Hugo iba representando a don Marcos con las gafas en sus manos y mostrándoselas a la gente, confundiéndoles el nombre».

Después de contar la historia y representarla, Hugo lanzó la pregunta, «¿Entienden ustedes lo que esto significa?» Y fue recogiendo las conclusiones que la gente iba sacando: Por ejemplo, decían: «Así pasa con la Biblia; la gente la recibe y está muy orgullosa de tenerla, pero no la utilizan para lo que es». «La Biblia no es para mostrarla a los demás, sino para poder ver a los hermanos que tenemos al lado; es para reconocer a los que sufren junto a nosotros». «La Biblia es como unas gafas que nos sirven para ver la realidad con los ojos de Dios; no es para quedarnos viéndola a ella sola y mostrándola orgullosamente a los demás». «Tener gafas y no colocárselas es como los que compran la Biblia y luego la colocan en un lugar bien bonito de la casa, pero nunca la leen en grupo, ni personalmente. Es como un adorno más en la casa». Y así, sucesivamente…

Las parábolas, que fue la forma como Jesús comunicó los secretos del Reino a los hombres y mujeres de su época, siguen teniendo hoy un valor incalculable. Implican a los que las escuchamos en el aprendizaje. No nos deja por fuera de lo que se está enseñando, sino que nos toca interiormente. Más que comentar el contenido de la predicación de Jesús, deberíamos hacer como Hugo Canavan a la hora de comunicar nuestro mensaje a los que tenemos alrededor… copiarnos su estilo…

 

Fuente: jesuitas.lat

Nuevo video de Jesuitas Acústico

Jesuitas Acústico ha preparado su nuevo vídeo con una canción compuesta por el P. Enric Puiggrós que sigue el poema de Lluis Espinal SJ (1932-1980) «Gastar la vida». El estreno fue el pasado domingo 19 de julio por las redes sociales.

El grupo está formado por Enric Puiggrós (España), Cristóbal Fones (Chile), David Pantaleón (Antillas- Superior de Cuba) y Jorge Ochoa (México). En diálogo con el equipo de jesuitas.lat, Enric comparte sobre el nuevo lanzamiento:

El recorrido de Jesuitas Acústico

«El inicio de este proyecto es del año 2016, en el que se reunieron David, Jorge y Cristóbal en Bogotá. El proyecto nace en primer lugar para dar respuesta al deseo de encontrarnos entre compañeros que tenemos en la música una pasión que cultivamos y usamos para transmitir nuestra vida y nuestra fe. Lo hacemos con cariño y empeño, como un complemento a la misión encomendada por la Compañía. En el 2017 yo ya me añadí para ir a México y en los dos años siguientes nos adentramos en el Caribe yendo a Cuba (2018) y a República Dominicana (2019).»

Los proyectos para el año

«Nuestra pretensión era ir a Bolivia. De hecho, ya estábamos preparando algunos detalles de la organización, pero el estallido del COVID hizo inviable el viaje para Mayo» cuenta Enric. «En primer lugar, queríamos unirnos al 40º aniversario del martirio de Lluís Espinal, jesuita de una localidad cerca de Manresa (..) La segunda razón era aprovechar el contacto con la zona de las reducciones para aprovechar el reciente Sínodo de la Amazonía y colaborar con la preferencia apostólica del cuidado de la casa común.», explica.

El poema

«El mensaje es muy sencillo pero muy potente: a pesar de que tengamos miedo, la vida nos ha sido regalada por Dios y no la podemos conservar artificialmente. Dios nos la ha dado para gastarla. Espinal, en otro momento del texto (parte no musicada) habla de que somos antorchas, que tienen sentido en la medida en que ardemos para dar luz. Es esa paradoja tan propia de nuestra vida de vivir desde el servicio.»

La canción

«La canción tiene ya unos 24/25 años, porque fue compuesta por Oriol, un antiguo compañero jesuita, con quien formamos, junto con otros jesuitas, un grupo llamado Arass (..) Esta canción fue compuesta en catalán y tuvo una aceptación muy buena. Varias generaciones la han asumido como su propio himno. Y faltaba hacer una buena traducción y adaptación para acercar esta canción a los hispanohablantes.»

El vídeo

Marta Romay, Núria y Sol Quiñónez se encargaron de la imagen, «han expresado en imágenes lo que la canción no llega a comunicar», cuenta Edgar. Además, la producción de audio y video ha sido coordinada por Óscar Santos, el responsable del proyecto MUNDOSÍ, una iniciativa de la Compañía de Jesús en España que pretende apoyar la música para comunicar la espiritualidad ignaciana. «A todos ellos no podemos más que agradecerles la generosidad que han puesto en un momento del curso en el que estábamos ya muy cansados después del confinamiento».

 

 

Fuente: jesuitas.lat

Reflexión del Evangelio – Domingo 19 de julio

Evangelio según San Mateo 13,24-43

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, Arzobispo emérito de Medellín, a propósito de los conflictos y problemas que vivimos todos los días, y recordando el documento de Puebla, decía en una entrevista: “la línea divisoria entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno. No podemos decir: ustedes son los malos, nosotros los buenos”. Muy fácilmente, en medio de los conflictos humanos, tomamos posición y señalamos a los demás como los malos, sintiéndonos nosotros libres de toda culpa y como voceros de los ‘buenos’. Esto no sólo pasa en el ámbito sociopolítico, sino también en las relaciones cotidianas, corriendo el peligro de pensar que los problemas se solucionan desapareciendo al que piensa diferente. Desde luego, esta es una falacia de la que despertamos tan pronto eliminamos al primer ‘contrario’, porque más nos demoramos en hacerlo, que lo que demora la aparición de uno nuevo, en versión mejorada…

La contradicción está sembrada en el corazón de nuestra propia existencia. Heráclito (ca. 540-480 a.C.), filósofo griego, solía decir: “Pólemos, la guerra, es el padre de todas las cosas”. Y también afirmaba: “El camino de subida y de bajada es uno solo y el mismo”, queriendo recoger la percepción que él tenía de la realidad, en la cual está siempre presente la contradicción… Nuestra vida no es muy distinta. También en nosotros viven enfrentados el bien y el mal, y querer negarlo o eliminar totalmente la raíz de lo negativo, es muy arriesgado, porque se puede dañar también lo bueno.

Esto es, precisamente, lo que señala Jesús en la parábola del trigo y la cizaña. Dentro de cada uno de nosotros habita la contradicción y vivimos, permanentemente, movidos por, lo que san Ignacio de Loyola llama, el Buen Espíritu y el enemigo de natura humana. Por eso es muy importante discernir constantemente las mociones (los movimientos) interiores, que pueden manifestarse como pensamientos, sentimientos o sensaciones que tenemos frente a los acontecimientos cotidianos de nuestra vida.

Podríamos decir que el Reino de los cielos se parece a una madre de familia que le sirve a sus tres hijos un suculento plato de bocachico (pescado de los ríos de Colombia que tiene la característica de tener muchas espinas) para el almuerzo. El primer hijo opta por escarbar un poco el pescado y comerse sólo lo pulpito por miedo a las espinas. Deja casi todo el alimento en el plato. El segundo hijo, se come el pescado sin mucho cuidado y se atraganta con las espinas hasta que le tienen que dar un pedazo de yuca o de papa para que no se ahogue. Y el tercero, pacientemente, va masticando con cuidado cada bocado y va sacando a un lado las espinas, hasta que termina de comerse el delicioso bocachico que su mamá le ofreció.

En nuestra vida podemos tener una de estas tres actitudes. O esquivar siempre los obstáculos por miedo a las espinas; o comernos todo sin darnos cuenta de lo que nos puede hacer daño; o, finalmente, saborear la vida y degustar con paciencia toda su riqueza, seleccionando bien cada bocado, para quedarnos con lo bueno, con lo nutritivo, con lo que nos alimenta, sin despreciar nada de lo que Dios nos brinda con amor, pero sin tragarnos el veneno y la cizaña que nunca se pueden eliminar completamente.

 

Fuente: jesuitas.lat

Reflexión del Evangelio – Domingo 12 de julio

Evangelio según San Mateo 13,1-23

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!».
Los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?».
El les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».

Reflexión por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J

Padre amoroso y bueno,

sembrador incansable de los tiempos,

tu que desde el principio del mundo,

cuando todo era caos y oscuridad,

saliste a los caminos de la historia

con tu costal repleto de semillas generosas

y fuiste repartiendo con paciencia

los gérmenes fecundos de una vida nueva.

No nos dejes caer en la tentación

de hacernos caminos resbalosos

que no recogen en su seno

las maravillas infinitas

de tu exuberante creación.

Señor Jesús,

semilla primordial,

tu que sabes de siembras dadivosas,

de dar sin recibir,

de amor hasta el extremo,

enséñanos a estar dispuestos

para acoger tu vida

que explota hasta nosotros.

No nos dejes caer en la tentación

del crecimiento fácil y veloz

que brota sin raíces

y muere prematuro

sin ofrecer al mundo

su cosecha amanecida de belleza.

Espíritu de sabiduría,

luz que penetras las almas,

e iluminas sin descanso

nuestras oscuras tinieblas,

haz germinar en nosotros

la Palabra de la vida.

No nos dejes caer en la tentación

de ahogar en nuestro surco

la semilla humilde y débil

que crece vacilante

en medio de las preocupaciones,

las riquezas y placeres de la vida.

 

Dios uno y trino,

que sigues repartiendo tus semillas

con paciencia sin fronteras

y la libertad del viento,

ayúdanos a ser tierra buena,

que se abre a tu Palabra

para recibir sin condiciones

tu semilla siempre nueva.

Hágase tu voluntad en nuestra tierra

y danos un corazón perseverante,

para ofrecer al mundo

los desbordantes gozos

de una cosecha centuplicada

que salte con la alegría

de la espiga agradecida.

 

Amén

Escribí esta oración para algún encuentro, intentando combinar las imágenes de la parábola del sembador con algunas peticiones del Padrenuestro… A través de esas cuatro imágenes que Jesús nos ofrece en su parábola, nos invita a revisar cómo nos disponemos para el “Encuentro con la Palabra”. Podemos ser resbalosos y duros como el camino que permite que las aves se coman lo que Dios quiere sembrar en nosotros; o producir resultados rápidos y superficiales que no soportan el castigo del sol, por falta de raíces y hondura en el corazón; podemos también dejar que los espinos nos ahoguen en medio de la preocupaciones y afanes de la vida. Por último, es posible que la Palabra encuentre en nosotros tierra buena, que acoge la semilla y la deja crecer, para ofrecer al mundo los desbordantes gozos de una cosecha centuplicada.

 

Fuente: jesuitas.lat

Semana Social: los Obispos llaman a «remar juntos» hacia la unidad

La Comisión Episcopal para la Pastoral Social (Cepas) inauguró este lunes 6 de julio la tradicional Semana Social, por primera vez en modalidad virtual, con la consigna «Nadie se salva solo. Es tiempo de actuar ahora para el futuro».

En el acto de apertura, que se transmitió por Youtube, participaron el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Vicente Ojea, y el obispo de Lomas de Zamora y presidente de la Cepas, monseñor Jorge Rubén Lugones SJ.

Monseñor Ojea se refirió a la nueva ética del sistema financiero que propugna el Papa Francisco. «He aquí que nos encontramos frente a esta pandemia, una suerte de noche, de tinieblas, todos en la misma barca”, afirmó en relación con la crisis que vive el mundo.

El prelado dijo que lo primero que le surge es que han quedado expuestas las falsas seguridades en las que habíamos construido nuestras agendas. El segundo mensaje, sostuvo, es animarse a ser creativos incubando la posibilidad de un mundo distinto. En tercer lugar, generar una nueva conversión para dejar de idolatrar el dinero y el consumo. “En cada crisis sale lo mejor y lo peor de cada uno”, señaló.

El presidente de la CEA planteó que la situación de los desocupados, del hambre, de la marginalidad requiere la unidad de pensamiento, por lo que consideró que el objetivo es trabajar juntos para lograr una unidad poliédrica, como define el Papa, una unidad con los que piensan distinto.

Agregó que el Estado, lógicamente, no puede estar ausente en una situación como la que padecemos, pero no todo puede venir del Estado. “Hay experiencias conmovedoras en nuestro pueblo que se brindan por el prójimo en la adversidad”, aseguró.

Para finalizar, monseñor Ojea manifestó que “es momento impostergable de repensar la economía y los valores culturales de nuestra sociedad”.

Por su parte, monseñor Lugones adviritió que “la pandemia ha puesto en evidencia la enorme cantidad de excluidos o descartados del sistema, como dice el papa Francisco, que hoy requieren de cuidados y atención, además de oportunidades para el futuro», por lo que pidió: «No caigamos en las mezquindades que nos han llevado a visualizar en esta pandemia las desigualdades que hemos generado”.

“América latina no es el continente más pobre pero sí el más desigual. La Argentina no es una excepción, la pandemia ha manifestado todas las desigualdades, desigualdad educativa, desigualdad sanitaria, desigualdad de conectividad, desigualdad en la bancarización, etc.”, puntualizó.

El presidente de la Cepas consideró que “más que nunca es necesario repensar la economía con rostro humano para el escenario post pandemia”, y enfatizó: “Una economía que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo como factor articulador de las diferencias políticas y sociales. En una economía de la producción y el consumo antes que en una economía de la especulación”.

Monseñor Lugones sostuvo que urge deponer “odios que nos despersonalizan, distanciamientos ideológicos y acusaciones constantes que no hacen más que generar enemistad, descalificación, mediocridad y culpabilizaciones sin solución”.

“Estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente, será posible con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el papa Francisco- ‘estamos todos en la misma barca’ y sólo saldremos juntos”, concluyó.

Podés ver los encuentros de toda la semana en el canal de Youtube: Comisión Episcopal de Pastoral Social

Fuente: aica.org

Rezamos a un Padre que está en el cielo pero, ¿dónde está hoy el cielo?

Rezamos a un Padre que está en el cielo. Tal afirmación o nos salva y pone en camino, o bien nos lleva a un letargo insospechado. Así de radical. Lo segundo, porque podemos quedarnos sentados mirando al cielo y volvernos cristianos acomodados a la espera de un Dios romántico, que en algún momento decida escucharnos y tomar parte de nuestros deseos. El cielo ha sido siempre la imagen de un lugar en el cual hallamos salvación, pero ¿dónde está hoy el cielo? ¿dónde encontrar a nuestro Padre para experimentar esa sensación de sentirnos salvados, seguros, abrazados?

Es curioso oír diferentes canciones populares que conectan el ‘cielo’ con alguna persona a la que se ama profundamente. Eric Clapton, en su canción Tears in Heaven, canta con un amor paternal enorme a su hijo fallecido: «¿Me tomarías de la mano si te viese en el cielo?/ Más allá de la puerta, hay paz, estoy seguro». Acá la experiencia del cielo hace conectarse al ser humano con aquella persona que lo hace sentirse vivo, pleno, completo. Led Zeppelin en Stairway to Heaven, termina hablando del cielo en estas palabras: «y si escuchas muy atento,/ la melodía vendrá al fin a ti,/ cuando todos sean uno y uno sean todo». Sientes acá cómo el cielo se conecta con una experiencia universal, común a todo ser humano: nuestro hondo deseo de comunión. Esto hace al hablante de la canción, movilizarse e ir en busca de esa ‘escalera’ que le permita alcanzar tan profundo anhelo.

Y, así, muchas otras expresiones humanas en el arte invitan a mirar al cielo no como algo etéreo, separado de nuestra realidad, sino como algo que habita en cada uno de nosotros. El ‘cielo’ se halla en aquellas situaciones y relaciones que hacen a la mujer y al hombre apasionarse por la vida. Es bello ver cómo Dios se manifiesta en este deseo del ser humano, y pone algo tan trascendental y misterioso, al alcance de nuestra cultura y entendimiento. Quizás por esto cuando se nos narra en el libro de los Hechos de los Apostóles, la Ascensión de Jesús al cielo (cf. Hch 1, 6-11), y los discípulos se quedan mirando absortos hacia este, unos hombres vestidos de blanco los reprenden y dicen: «¿Qué hacéis mirando al cielo?» La pregunta los saca de su abstracción, los lleva al amor, de vuelta a Jerusalén; al lugar donde comenzarán a construir la Iglesia. La pregunta los ubica en el lugar donde encontrarán en esta vida el cielo que Dios quiere regalarles.

Un jesuita chileno, Pepe Aldunate, dijo una vez que: «la eternidad (=cielo) es importante, pero la eternidad se construye en el tiempo y, el tiempo es importante». Como vemos, el cielo nos moviliza e interpela, nos lleva a aquellos lugares, personas y situaciones en las cuales experimentamos el profundo deseo de unirnos con la humanidad; también la humanidad más frágil y necesitada de comunión. Y ahí, en ese deseo de construir el cielo en la tierra y de encontrarnos unos con otros, hallamos a Dios, ahí nuestro Padre, hablándonos con pasión, ternura y amor.

Max Echeverría Burgos, sj

Fuente: pastoral.sj

Reflexión del Evangelio – Domingo 5 de julio

Evangelio según San Mateo 11,25-30.

Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J

Conocí a Carlos Riesgo en Madrid, en una comunidad de Fe y Luz que lleva por nombre Ephetá, que significa: ¡Ábrete! Una comunidad que reúne, alrededor de la Palabra de Dios y de la construcción de la fraternidad, a niños y niñas con alguna deficiencia mental o psíquica, a sus familiares y a sus amigos. Jean Vanier y Marie Hélène Mathieu, fundaron estas comunidades hace ya más de treinta años y se han ido extendiendo a lo largo y ancho del mundo. En Colombia existe ya una comunidad de Fe y Luz que se llama ‘Camino de Betania’ y en muchos países estas comunidades han ido creciendo de modo lento y pausado, como debe ser el proceso de cualquier obra que de verdad quiera llegar a ser grande, como las ceibas de nuestros campos o el grano de mostaza del Evangelio.

Carlos sufre de una parálisis cerebral y tiene muchos problemas para moverse y para hablar; pero sus ojos, vivos como centellas, dicen más de lo que sus difíciles palabras alcanzan a expresar. Un buen día, a propósito de un encuentro al que fuimos un fin de semana junto con otras comunidades llegadas de otras ciudades, me pidieron que estuviera especialmente pendiente de Carlos los tres días que estaríamos reunidos. Él se defiende muy bien y hace prácticamente todo por sí mismo; lo único que necesitaba era apoyo y respaldo por cualquier eventualidad. Yo acepté el reto con mucho gusto.

Ese bendito fin de semana recibí una de las lecciones más importantes de mi vida; en esos tiempos estaba yo haciendo unos estudios de especialización en teología y contaba con un grupo de distinguidos profesores, todos ellos doctores. Sin embargo, el mejor profesor que tuve durante esos años fue Carlos Riesgo, no lo puedo dudar. Él necesitaba apoyo y yo necesité paciencia… mucha paciencia, porque Carlos lo hace todo lentamente, a su ritmo: comer, moverse de un lugar a otro, acomodarse en su silla, arreglarse por las mañanas… Y, dentro de lo que hace lentamente, lo que más me costó trabajo fue su forma de hablar… Desacelerarse un fin de semana completo, para los que vamos por la vida como una moto, no resulta un trabajo fácil.

Cada vez que Carlos quería decirme algo, comenzaba a articular difícilmente las palabras, tratando de hacer una frase comprensible. Y yo, con el acelere de siempre, trataba de adivinar lo que quería decir, sin dejar que él terminara. Tan pronto yo lo interrumpía con una frase que no era la que él estaba tratando de armar, hacía un gesto con la mano y comenzaba de nuevo su tortuoso esfuerzo por expresarse. De nuevo, el hábil sabelotodo, que quiere apurar el paso y ganar tiempo, se me salía con otra frase que tampoco lograba adivinar el trabalenguas. Y vuelva a empezar… Hasta que, poco a poco, fui aprendiendo que cuando yo me quedaba callado y esperaba a que Carlos terminara de decir lo que quería decir, a la velocidad que él iba, entonces, ¡oh milagro!, entendía que lo que quería era un vaso con agua o que le alcanzara fruta…

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido”. Este grito de júbilo de Jesús debió nacer después de haberse encontrado con alguna de estas personas que la sociedad desprecia o considera inútiles. Son ellos los depositarios de los secretos del Reino de Dios. Por eso, gracias a Carlos, el Señor me gritó: ¡Ephetá! para enseñarme a escuchar a los demás sin interrumpirlos; para aprender a callar y a respetar el ritmo de los sencillos… No se si he logrado vivir todo esto, pero siento la responsabilidad de alabar con Jesús la ocurrencia de Dios de revelarle los misterios del Reino a los más pequeños, ocultándolos de los sabios y entendidos. Por eso, tenemos que pedir todos los días que el Señor quiera abrir nuestros oídos para saber escuchar sus mensajes y dejarnos evangelizar por los más pobres de nuestra sociedad. “Sí, Padre, porque así lo has querido”.

Fuente: jesuitas.lat

Los Centros Ignacianos de Espiritualidad de América Latina comparten sus experiencias con la virtualidad

El pasado jueves 18 de junio, miembros de los Centros Ignacianos de Espiritualidad (CIEs) de América Latina y el Caribe se reunieron vía online para compartir las nuevas experiencias vividas durante los meses de la pandemia del Covid-19. Un encuentro que estuvo liderado por el P. Jorge Ochoa, S.J, Coordinador de la Confederación Latinoamericana de Centros Ignacianos de Espiritualidad – CLACIES, con el propósito de compartir ideas, materiales y nuevas formas de realizar su misión.

Un total de 31 personas participaron del encuentro (1 religiosa, 1 dominico, 12 jesuitas y 17 laicos). Cada uno tuvo una intervención de cinco minutos para presentar las actividades organizadas por sus CIEs a través de las redes sociales y los medios virtuales, durante el periodo de marzo y mayo de este año.

Algunas de las iniciativas más significativas fueron las siguientes:

  • Ejercicios Espirituales de ocho y quince días a través de la Web, haciendo uso de diversas plataformas y redes: Youtube, Zoom, Whatsapp, Facebook, entre otros.
  • Diplomados de formación de acompañantes espirituales y de EE.
  • Distribución de Materiales (documentos, oraciones, conferencias…) a través de las redes sociales.
  • Acompañamiento espiritual a través de distintos medios: Whatsapp, Zoom, Meet, teléfono…).
  • Oraciones grabadas en video y distribuídas a través de Youtube.
  • Encuentros virtuales semanales de oración.
  • Actualizaciones de páginas web, boletines y plataformas digitales.

Este encuentro ayudó a los Centros Ignacianos de Espiritualidad a tomar conciencia de la necesidad de adaptarse a las herramientas tecnológicas digitales para continuar con el trabajo programado. También sirvió hacerse conscientes de que esta nueva modalidad ha dejado de lado el acompañamiento a las personas que carecen de internet. Esta dificultad, se ha convertido en un reto para encontrar la manera de llegar a la población más vulnerable.

El P. Hermann Rodríguez, Delegado de Espiritualidad de la CPAL también participó en este encuentro y dejó algunas preguntas abiertas como reflexión: ¿Cómo garantizar el acompañamiento en estas propuestas de servicio virtual? ¿Cómo ampliar este grupo con otras muchas experiencias que se han suscitado por causa de la pademia? ¿Cómo dar seguimiento a los acompañantes que se han formado?

Fuente: jesuitas.lat

 

La devoción al Corazón de Jesús, una larga historia y muchos jesuitas

La devoción al Corazón de Jesús tiene una larga historia, desde el “corazón traspasado de Jesús” en el Evangelio de San Juan, interpretado en la mística medieval como herida que manifiesta la profundidad de su amor, pasando por las revelaciones a santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII y el culto posterior al Sagrado Corazón en el siglo XIX, con su inscripción en una dinámica apostólica con el Apostolado de la Oración, hasta la Divina Misericordia con santa Faustina Kowalska a principios del siglo XX. Incluso el Papa Pío XII llegó a escribir una Encíclica sobre el Sagrado Corazón, Haurietes aquas (1956). A lo largo de la historia ha habido diversas inculturaciones de esta devoción, con diversas formas y lenguajes, pero siempre para que el Padre nos revelara en toda su profundidad el misterio de su Amor a través de un símbolo privilegiado: el corazón vivo de su Hijo resucitado. Pues “el Corazón de Cristo, es el centro de la misericordia”, dice Francisco.

Celebramos este año el centenario de Margarita María de Alacoque, canonizada el 13 de mayo 1920 por el Papa Benedicto XV. Es con la ayuda del Padre Claude de la Colombière, un jesuita, que dará a conocer el mensaje que el Resucitado le reveló sobre la profundidad de su misericordia. En 1688, seis años después de la muerte del padre Claude, la Hermana Margarita tuvo una visión final en la que, a través de María, el Señor confiaba a las Hermanas de la Visitación y a los Padres de la Compañía de Jesús la tarea de transmitir a todos la experiencia y la comprensión del misterio del Sagrado Corazón. Doscientos años más tarde, la Compañía de Jesús aceptó oficialmente esta “misión agradable» (munus suavissimum), por el Decreto 46 de la 23ª Congregación General (1883), y la confió al Apostolado de la Oración.

Desde 1861, el P. Henri Ramière SJ, director del Apostolado de la Oración, había iniciado la publicación del “Mensajero del Corazón de Jesús” y animaba una red de más de 13 millones de miembros. Este Apostolado, iniciado por los jesuitas, hoy conocido como Red Mundial de Oración del Papa, inscribe su misión en la dinámica del Corazón de Jesús, en una perspectiva de disponibilidad apostólica.

El P. Adolfo Nicolás SJ impulsó el proceso de recreación de este servicio eclesial en 2009, que condujo a una profundización de la tradición espiritual del Apostolado de la Oración y a una actualización de la devoción al Corazón de Jesús para hoy. La Red Mundial de Oración del Papa tiene una manera propia de entrar en la dinámica del Corazón de Jesús que llama “El Camino del Corazón”. Como dijo el Papa Francisco en ocasión del 175 aniversario del movimiento, es el fundamento de su misión, una misión de compasión por el mundo.

El discípulo a quien Jesús más amaba, el que mejor conocía el Corazón de Jesús, recostado junto a él (Jn 13,23) fue también el primero en reconocer a Jesús Resucitado a la orilla del lago de Galilea (Jn 21, 7). Cuanto más cerca uno está del Corazón de Jesús, más percibe sus alegrías y sus sufrimientos por los hombres, mujeres y niños de este mundo; y reconoce su presencia hoy como ayer, obrando en el mundo. Cuanto más cercanos somos al Corazón de Cristo, menos indiferentes somos a lo que nos rodea, deseando comprometernos con Jesucristo en este mundo, al servicio de su misión de compasión. El P. Pedro Arrupe veía la esencia de la devoción al Corazón de Cristo en la unidad del amor a Dios y al prójimo, y es lo que deseaba vivir: “nuestro modo de proceder es el modo de proceder tuyo.”

Fuente: jesuits.global

Reflexión del Evangelio – Domingo 28 de junio

Evangelio según San Mateo 10,37-42

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa».

Reflexión por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Alguna vez mi maestro de novicios me contó la historia de uno de los Padres del desierto al que acudían muchos discípulos en busca de una guía para recorrer el camino de la santidad. Uno de los jóvenes buscadores estaba particularmente preocupado por el secreto de la perseverancia; veía que eran muchos los llamados y pocos los que, efectivamente, se mantenían firmes hasta el final de sus días en el camino comenzado. El Abba, como se les solía llamar a estos Padres durante los primeros siglos de la Iglesia, le dijo al joven novicio:

Cuando un hombre sale con su jauría de perros a cazar, va buscando un venado o una liebre entre los montes y los valles. En un momento determinado uno de los perros reconoce con su olfato la presencia de la presa a lo lejos. Sin perder un instante, comienza a correr y a ladrar, señalando el rumbo a los demás perros y al cazador. Los demás perros también corren y ladran, pero no saben, propiamente hablando, detrás de qué van… por eso, cuando aparecen los obstáculos en el camino, los matorrales cerrados, las quebradas profundas, las cimas infranqueables, se llenan de miedo y dejan de correr. No tienen la culpa, porque, sencillamente, no saben a dónde van, ni qué buscan. Pero el perro que logró olfatear la presa, no tiene inconveniente en superar todas las dificultades que se le puedan presentar en su camino, hasta que llega a atrapar a su presa en compañía de su Señor.

Algo parecido nos pasa en la vida a todos los cristianos. Si no tenemos claro detrás de quién vamos, si nos enredamos haciendo relativo lo absoluto y absoluto lo relativo, terminamos perdiendo el rumbo y olvidando para dónde vamos y qué es lo que buscamos. Esto mismo es lo que pretende San Ignacio de Loyola al proponerle a la persona que quiere hacer los Ejercicios Espirituales, una reflexión que se conoce como el ‘Principio y Fundamento’. Les recuerda que el fin último del ser humano es Dios mismo y que “todas las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado” (Ejercicios Espirituales 23).

La conclusión a la que llega San Ignacio de Loyola es que debemos hacernos “indiferentes a todas las cosas creadas (…) en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados” (Ibíd.). La palabra indiferentes no significa aquí que no nos importen las cosas, sino que no queramos escoger sino aquello que nos conduce al fin para el que hemos sido creados. Todo está coloreado por este amor absoluto y último de nuestra vida.

Allí es donde está señalando Jesús cuando dice: “El quiere a su padre o a su madre más que a mí, no merece ser mío; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no merece ser mío”. Jesús no nos dice que no queramos a nuestros padres o hijos; no faltaba más. Lo que dice es que no se puede querer nada ni a nadie, más que a él. El absoluto es él. Es más, ni siquiera es posible quererse a sí mismo más que a él. Para ser discípulos de Jesús tenemos que estar dispuestos a tomar nuestra cruz y seguirlo cada día… tomar nuestra cruz, no la suya, porque la suya ya la llevó él, como bien recuerda don Miguel de Unamuno. Como el perro cazador, debemos tener claro detrás de qué vamos en nuestra vida, para llegar a alcanzar el fin último para el que fuimos creados. Haber experimentado el amor absoluto que le da sentido a todos nuestros amores, sea en el sacerdocio, en la vida religiosa o en la vida matrimonial, es lo único que garantiza que llevemos a feliz término el plan de Dios en nosotros.

 

Fuente: jesuitas.lat