Jorge Lugones: «si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie»

En una entrevista para el portal Religión Digital, el obispo argentino y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social Jorge Lugones reflexiona sobre la Semana Social de la Iglesia argentina y otros retos tras la pandemia. Apostando por el diálogo y la ecología para la reconstrucción social, Lugones reivindica acompañar «a los pobres no por un momento cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga». Cree que, después de la pandemia «no debería continuar la preeminencia del mundo financiero sobre el productivo» y asegura que Francisco es un gran líder «criticado, pero también valorado», porque va siempre un paso por delante, en alas del Espíritu.

Una Semana Social atípica y marcada por la pandemia, ¿verdad?. Como ya lo expresamos en el mensaje final, y a pesar de que no pudimos realizarlo como todos los años presencialmente con toda la riqueza de lo interpersonal, la tecnología permitió, por primera vez para nosotros, llegar a mayor número de personas de todo el país y del exterior, que de otra manera no hubieran podido participar de los paneles en simultáneo.

¿Ha sido un éxito, a pesar de todo?. Creemos que sí ya que sólo el primer día (recordamos que fueron cinco encuentros en cinco días consecutivos), tuvimos 5.843 visualizaciones, y casi 900 participantes en simultáneo. Además del interés que suscitó el sistema de chat que permitió hacer preguntas a los panelistas cada día.

En el mensaje final se hace un triple llamamiento:

Primero, a la unidad. ¿Por qué?

El lema de esta semana Social fue “Nadie se salva solo” pues hace referencia a la necesidad de unirnos por encima del conflicto. Creo que la unidad tiene como finalidad  la necesidad de cuidar y cuidarnos, y cuidarnos para cuidar a otros. El tema del cuidado creo que es muy importante. Para englobarlo diría que tenemos tres ejes que no podemos perder de vista y que debemos fortalecer si queremos consolidar la unidad, que son: el encuentro, el diálogo y el cuidado.

El encuentro, porque si no hay encuentro y cada uno va a seguir particularizando su sector político o social, no aportando al bien común, vamos a tener un problema.

Diálogo porque si no hay encuentro no hay diálogo. Para que haya diálogo nos tenemos que encontrar. Ahora, ¿pero qué diálogo queremos? ¿Un diálogo en el que voy a dejar que el otro hable pero yo estoy pensando en otra cosa? ¿O realmente respeto la opinión del otro y además a lo mejor empezamos por las coincidencias y no por las diferencias? Si empezamos por las diferencias después se hace todo muy difícil.

Finalmente el tema del cuidado. Es fundamental para el futuro. Cómo cuidamos el planeta pero, además, cómo cuidamos a la persona humana. Ante el hecho de no poder cuidar a la gente en situación de vulnerabilidad en los barrios populares o en las villas, lo que hemos visto es la toma de conciencia de la organización comunitaria, social, solidaria y fraterna.

En segundo lugar «a la esperanza para los pobres»

La esperanza se comunica a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado alimento, abrigo, o un poco de nuestro tiempo, -como expresa LS- sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa.

La virtud de la esperanza se nutre de la confianza. Una de las notas de la esperanza es la “espera confiada”, por ello confiamos en la reserva de nuestro pueblo, teniendo siempre presente que “si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie”.

Y en tercer lugar, a «una economía con rostro humano»

Más que nunca es necesario repensar la economía con rostro humano para el escenario post pandemia. Una economía que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo como factor articulador de las diferencias políticas y sociales. En una economía de la producción y el consumo antes que en una economía de la especulación.

Por eso Laudato Si no habla de crisis laboral ni económica, sino de “crisis ecológica”, porque lo engloba todo: la diversidad del ambiente y de la persona, la cuestión de la “tres T” (tierra-techo-trabajo). La crisis ecológica es un problema cultural antes que económico y su resolución -según nos dice el Papa- es la conversión de las estructuras culturales mediante la política, entendida esta como “la forma más alta de caridad”.

Necesitamos mejorar nuestro rumbo, un rumbo que, para ser sostenible, necesita colocar en el centro del sistema económico a la persona humana -que siempre es un trabajador y una trabajadora-, integrando la problemática laboral con la ambiental.

La cuestión laboral reclama la responsabilidad del Estado, al cual compete la función de promover la creación de oportunidades de trabajo, incentivando para ello al mundo productivo tanto como al científico-tecnológico y cultural, que se debe corresponder con un mundo de acceso social a los bienes y el consumo.

Fortalecer la realidad de los trabajadores de la economía popular con sus unidades productivas, y diseñar, en diálogo con todos los involucrados, políticas que contemplen las diferentes necesidades del sector y las modalidades de integración a la sociedad y al aparato productivo nacional.

Nada parece será igual, después de la pandemia, la armonía entre los diferentes sectores sociales y políticos debe aportar para realizar los cambios necesarios. No debería continuar la preeminencia del mundo financiero sobre el productivo.

¿Qué cambios visibles y concretos debe arbitrar la Iglesia después del coronavirus? Hemos sido sorprendidos por el hambre de Dios de nuestra gente, la iglesia doméstica se ha visto fortalecida, la oración en familia, la vida espiritual robustecida por la participación masiva a través de los actos religiosos y de piedad por la web es un signo del valor intangible de la fe en nuestro pueblo. Como pastores hemos corroborado la paciencia y el amor con que los fieles han demostrado su confianza en Dios, en su Madre la Virgen y en el fructuoso hábito de compartir la Palabra de Dios.  Sólo crecemos cuando dejamos atrás nuestro pesimismo, nuestra forma nostálgica y amarga de mirar la vida, y nos animamos a buscar a Dios que está siempre delante nuestro para guiarnos, para orientarnos.

Decididamente el Discernimiento Social de la Iglesia insta a encontrar maneras de poner en práctica la fraternidad como un principio regulador de orden económico. Donde otras líneas de pensamiento sólo hablan de la solidaridad, el Discernimiento Social de la Iglesia habla también de fraternidad. Reconocer al otro en forma personal implica visibilizarlo con bondad, implica no prejuzgarlo, y con lucidez, es decir con discernimiento, percibir, descubrir cuál es la urgencia, la necesidad o la situación particular de mi prójimo.

La situación vivida nos invita a repensar nuestros proyectos pastorales, a cuestionar nuestra escala de valores, a pensarnos como personas interdependientes, a unir voluntades, a repensar nuestras catequesis desde la dimensión social de la fe y de una  Iglesia cercana, abierta, samaritana, encarnada y arraigada en del mandamiento del amor.

Como expresa el Papa Francisco: No sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos… La exigencia ineludible del amor al prójimo.

Podes encontrar la entrevista completa en: www.religiondigital.org

Oscar Freites SJ: «he podido resignificar el deseo de entregar la vida por los demás»

Desde la frontera Colombo-Venezolana, Oscar Freites nos cuenta sobre su experiencia apostólica desde que ingresó a la Compañia de Jesús hasta hoy: el acompañamiento a los jóvenes y  su labor en el Servicio Jesuita a Refugiados. «Voy vislumbrando que las fortalezas metodológicas, estratégicas y proyectivas del apostolado social tienen mucho para aportar a nuestro servicio entre los jóvenes.», afirma.

Testimonios SJ

Soy Oscar Freites, oriundo de la ciudad Río Cuarto en el sur de la provincia de Córdoba; hijo de Oscar Esteban y Delia del Carmen, y hermano de Julio César. Tengo 34 años de edad e ingresé a la Compañía de Jesús en marzo de 2011. Actualmente me encuentro estudiando teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

Mis principales horizontes apostólicos, antes de ingresar a la Compañía y durante los primeros años de la formación, han estado vinculados con la pastoral entre los jóvenes. Desde los grupos misioneros de jóvenes hasta las pastorales juveniles diocesanas en Río Cuarto y en San Miguel (Buenos Aires), acompañando grupos del MEJ y alentando la articulación de la Red Juvenil Ignaciana. El magisterio también fue un tiempo para profundizar y hacer síntesis de este trabajo entre los jóvenes colaborando en el Centro Manresa de Córdoba. Así mismo, las horas de clases de las materias de formación en la UCC también me ubicaron dentro del mundo juvenil cordobés.

Frente a estas experiencias, el apostolado durante la teología me ha propiciado un escenario pastoral muy diferente: el Servicio Jesuita a Refugiados – Colombia (JRS/COL). El trabajo entre los migrantes y desplazados forzados me ha vinculado novedosamente con el sector social de la Compañía de Jesús, siendo una oportunidad de crecimiento personal y de fructuosos aprendizajes en torno a los institucionales modos de proceder en el servicio entre los más pobres.

Una de las experiencias más significativas de este tiempo en Colombia ha sido poder estar cerca de las comunidades campesinas que se dedican al cultivo de coca en la frontera colombo-venezolana. Comunidades víctimas del conflicto, desplazados forzados y migrantes que aún viven entre el fuego cruzado de los grupos armados y bajo la presión de los narcotraficantes. Allí, junto a sus líderes sociales, he podido resignificar el deseo de entregar la vida por los demás, el valor silencioso del servicio, la gratuidad de lo celebrativo y la fortaleza de aquello que se construye comunitariamente. Así también, desde esta experiencia de resistencia, compromiso y esperanza comunitaria estoy escribiendo mi trabajo de grado.

Colaborando con el Servicio Jesuita a Refugiados Colombia he descubierto que las herramientas y los aprendizajes del trabajo entre los jóvenes me han sido muy útiles para el acompañamiento a nuestros asesores y colaboradores. Profesionales jóvenes que, en medio de la diaria tarea de acompañar, servir y defender a la población en situación de movilidad humana, siguen discerniendo su personal proyecto de vida. Personas que también van reconociendo en su propia historia heridas que necesitan narrarse y ser escuchadas para comenzar a reconciliarse. Pero así también, voy vislumbrando que las fortalezas metodológicas, estratégicas y proyectivas del apostolado social tienen mucho para aportar a nuestro servicio entre los jóvenes. Frente a ello, me voy sintiendo llamado a poder establecer este diálogo y articulación; reconociendo la importancia de la proyección social de nuestra tarea entre los jóvenes y del acompañamiento discerniente con cada uno de nuestros colaboradores del sector social.

La vocación de hermano jesuita

San Ignacio creía profundamente en la diversidad de vocaciones basada en el hecho de que Dios llama a cada uno por su nombre. Por ello, la figura del hermano es, desde la fundación de la Compañía de Jesús, una forma diferente de incorporarse a un único Cuerpo y de servir a una misma misión. Ya la Congregación General 31 afirmaba que “la actividad apostólica de los hermanos se define por los mismos principios por los que se define el apostolado de toda la Compañía”.

Por Haydée Rojas

¿Ser sacerdote o hermano? Es la pregunta que al menos se hicieron, en los últimos años, cinco hombres mientras realizaban su noviciado en la Compañía de Jesús y que hoy están apostólicamente activos, realizando múltiples tareas. Una pregunta que recuerda también la que muchos otros se han hecho a lo largo de la historia de la Compañía en Chile y en otros países.

Leopoldo Labrín (médico que trabaja en África en el hospital de Goundi, en el Tchad); René Cortínez abogado, profesor de Derecho en la U. Alberto Hurtado y responsable del Archivo de la Provincia); Pablo Escobar (médico, trabaja en el CESFAM de Puerto Montt y en la Pastoral del Colegio San Francisco Javier); Pablo Mayorga (estudia Pedagogía en Artes y Teología en la Universidad Javeriana de Colombia), y Hernán Rojas (está terminando un doctorado en teología en Innsbruck, Austria), optaron por su vocación de hermanos jesuitas.

Ellos también han consagrado su vida a Dios y profesado los votos de obediencia, castidad y pobreza, pero no se sienten llamados a ejercer el ministerio sacerdotal. Su vocación religiosa la viven a través de su profesión u oficio y con disponibilidad total para el servicio a los demás.

Una concordancia total con lo que San Ignacio definía como vocación: el deseo de amar más, de servir siempre, de construir un mundo más inclusivo, y de hacerlo en la Iglesia.

Los primeros hermanos siguen hoy inspirando estas vocaciones. Es el caso del español Alonso Rodríguez SJ, patrono de los hermanos jesuitas, quien vivió en profunda humildad y sencillez, y ganó merecida fama por la mística y santidad a la que llegó en su trabajo como portero en el Colegio Montesión, en Palma de Mallorca.

Quiénes han sentido esta vocación, aseguran que es un llamado muy fuerte que expresa su radicalidad evangélica en el servicio a los demás.

Pablo Mayorga SJ, explica desde Colombia que la decisión de ser hermano vino en el noviciado. “Un día, durante la oración, me surgió la pregunta de si ser hermano no sería una opción más radical. Eso me quedó dando vueltas, al punto que me pareció importante hablarlo con el maestro de novicios (Pablo Peña SJ, en aquel entonces). Él me hizo ver que no necesariamente el ser hermano era más radical que ser sacerdote, pero que pusiera atención a esas preguntas. Así, durante casi los dos años que estuve en Melipilla intenté sondear por qué camino me estaba invitando el Señor. En ese proceso conté con la ayuda de varias personas, pero particularmente importante fue la orientación que me dio el hermano René Cortínez SJ.

Pablo Escobar SJ, quien hizo los votos en 2017, lo explica: —Ser hermano jesuita es como una vocación dentro de la vocación. Mi elección tiene que ver con que me sentí más llamado a acompañar que a pastorear.

Dice que no se sintió llamado a administrar sacramentos, sino que a vivirlos como los laicos, pero consagrado a Dios. “Entendí que Dios me pedía que me consagrara a través de la medicina”, puntualiza.

En tanto, desde Austria, el hermano Hernán Rojas SJ nos cuenta que ingresó a la Compañía sin decidir aún por qué optaría. Intuía que “la decisión más relevante para mí era ser jesuita, más allá de ser sacerdote o no”. Explica que “me sentía invitado a consagrar mi vida entera a Jesús, al modo de la Compañía, por medio de los votos religiosos. Y esa consagración me parecía que se veía con mayor claridad, si era religioso ‘a secas’”.

¿Qué te decidió a ser hermano?

Estar en la parte del Pueblo de Dios que es “asamblea” en la misa y a la vez tener muchos amigos que están en la parte del Pueblo de Dios que es “presbiterio”, contesta Rojas.

Mayorga, en cambio, cree que lo que más ha gozado de ser hermano es que se ha liberado de buscar cargos y reconocimientos, “algo que, personalmente, siempre me ha tentado mucho”, reconoce con humildad. Y agrega que “junto a lo anterior, lo que a ratos se vive como tensión pero que también siento como gracia, es el ejercicio constante de discernimiento al que esta vocación me somete. Sin un rol tan definido dentro de la vida de la Iglesia (en contraste con el escolar o el sacerdote), el ser hermano me invita constantemente a preguntarme por lo que soy y por mi misión particular.

Dos opciones que se potencian

Antiguamente, a los hermanos se les llamaba “coadjutor temporal”, es decir, persona que ayuda a otra en el desempeño de un cargo, especialmente el eclesiástico. La denominación quedó obsoleta y en la Congregación General 34 se determinó que se usaría en adelante solo el término “hermano”, o “hermano jesuita”.

Pablo Escobar explica que San Ignacio creó esta figura orientado hacia el trabajo al interior de las comunidades y que por eso los primeros hermanos se dedicaban a las labores más domésticas. Pero con el tiempo eso fue cambiando y hoy esa consagración se vive a través de una profesión u oficio.

A lo mismo apunta Hernán Rojas, quien reconoce que por mucho tiempo “se hizo una diferencia muy grande entre los sacerdotes que trabajaban en tareas ‘espirituales’ en la misión apostólica de la Compañía (‘ad extra’), y los hermanos, que se ocupaban de las tareas prácticas (se las llamaba ‘temporales’) o en los ‘oficios humildes’ al interior de nuestras comunidades (‘ad intra’). Esa diferenciación está agotada. Todos los jesuitas somos responsables de nuestra vida comunitaria y todas nuestras tareas son apostólicas. Y, es , todos debiéramos ser humildes en nuestros servicios,sean cuales sean… aunque la humildad no nos salga tan fácil”.

Indistintamente, ellos coinciden en que están plenamente incorporados a sus comunidades y que se sienten valorados por sus compañeros sacerdotes, porque, como recalca Escobar, “soy uno más, son dos vocaciones distintas, pero que se potencian”.

No obstante, reconoce que a los laicos les cuesta entender la figura del hermano jesuita. “En la mayoría de los lugares no termina de comprenderse del todo. En el consultorio no soy el médico habitual, a veces tengo criterios distintos y no cumplo con el estereotipo. Y, por otro lado, en el colegio la gente no me termina de ver como al resto de los jesuitas porque trabajo en un consultorio y porque no hago misa. Cuando le conté a un hermano jesuita argentino que había elegido esta vocación, lo primero que me dijo fue: “Bienvenido a algo que solo tú y Dios saben de qué se trata”. Y tiene un poco de eso, pero el tema es que, si uno siente que las piezas encajan, que está en el lugar adecuado, que es su identidad, su vocación, entonces está todo bien. Poco a poco la gente va entendiendo lo que es un hermano”.

Para Pablo Mayorga, “si bien es muy claro para todos que los hermanos no presidimos la celebración de los distintos sacramentos, a muchas personas les resulta difícil entender por qué alguien querría renunciar a tanto sin obtener nada a cambio. Creo que esto delata una visión sobre el sacerdocio que es bastante común y que no contribuye mucho a la vida de la Iglesia, esa idea del sacerdocio como una cuestión económica (yo renuncio, pero gano atribuciones que no todo el mundo tiene), más que como un servicio, como un modo de servir”.

Lo mismo piensa Rojas: “A veces la gente cree que los votos son como ‘el precio a pagar’ para ser sacerdote. Que existan los hermanos es un signo de que los votos son un bien en sí mismo para nosotros los jesuitas (hermanos y sacerdotes), no solo un ‘medio’ para alcanzar algo. Pero claro, como todo signo eso resulta solo si nuestro testimonio es coherente con nuestra consagración”.

Algo de eso vivió Escobar cuando, al terminar sus estudios de Medicina en la Universidad de Chile, contó que entraría al noviciado:

El primer shock fue que entraba a la Compañía y renunciaba a la medicina. El segundo impacto fue que no iba a ser sacerdote, sino hermano. Más de alguien me comentó que eso “no era ni chicha ni limonada”. Ha sido un proceso largo, pero han entendido que estoy feliz y que no dejé mi profesión.

Pablo Mayorga concluye que “ser hermano, sobre todo al comienzo, se presenta más como una variedad de posibilidades que como una certeza y, por lo tanto, solo el tiempo y la vida van permitiendo que tanto uno como los más cercanos podamos ir comprendiendo cómo se encarna esta vocación”

 

Artículo publicado en revista Jesuitas Chile n. 50

Aprendiendo a promover la justicia en un contexto chino

Fernando Azpiroz SJ escribió un artículo para el anuario 2020 de la Compañía de Jesús en el que comparte su experiencia de misión en China, desde el enfoque de la espiritualidad ignaciana. 

El texto

Vivir una fe que promueve la justicia significa también actuar y tomar decisiones en medio de ambientes difíciles y desafiantes. Cuando nos enfrentamos a contextos así, diversas imágenes llenan nuestros sentimientos, imaginación, mente y corazón. La espiritualidad ignaciana presta una atención especial al discernimiento de las imágenes, en el momento en que aún estamos buscando un sentido, como condición previa antes de buscar soluciones sólidas a problemas concretos.

En estas líneas quisiera compartir unas reflexiones sobre tres imágenes que tienen raíces tanto en la tradición ignaciana como en la cultura china. Expresan mi aprendizaje personal y mi integración de aquellos elementos ignacianos que han influido en la manera en que yo llevo a cabo nuestra misión en China. Estas imágenes y aprendizajes se expresan con tres caracteres chinos: aprender a dialogar con el diferente, representado por el carácter «Ren» (仁), que significa «humanidad»; aprender a esperar lo improbable, representado por el carácter «Wang» (望), que significa «esperanza»; y aprender cómo hacerse innecesario construyendo un «juntos para la misión», representado por el carácter «Dao» (道), que significa «el Camino».

Desde los tiempos de Matteo Ricci, los jesuitas se han sentido atraídos por el carácter Ren , que representa a una persona con un número dos. Lo que nos hace humanos es la relación con el otro. Los modernos confucianos expresan esto como la capacidad de sentir con el corazón de otra persona. Cuanto mayor es la brecha que separa a esas dos personas, más fuerte resulta esta experiencia de hacerse humano. En mis 13 años en China, colaborando en Ricci Social Services (Servicios sociales Ricci), he sido bendecido entrando en estrecha relación con personas que eran muy diferentes a mí. Personas con lepra, niños y adultos que vivían con el VIH/SIDA, las religiosas chinas que los servían, trabajadores del sexo, funcionarios públicos, etc. Después de todos estos años, me resulta imposible entenderme a mí mismo sin ellos: se han convertido en parte de quién soy y de cómo entiendo nuestra misión, que es la fuente de nuestra identidad como jesuitas. Muchos de ellos, incluidos los funcionarios, se han convertido en mis amigos, mis compañeros de misión y mis mejores maestros.

Dialogar con nuestras diferencias ha supuesto un largo proceso de comprender lo que nos une, lo que nos complementa y lo que nos empuja en direcciones opuestas. Este diálogo ha significado la construcción de un espacio de libertad mutua, que ha transformado y hecho más profundas nuestras identidades. El diálogo – especialmente con aquellos que parecen estar contra nosotros – está inscrito en el fondo de nuestro ADN jesuita. No es solo una forma de negociar con contextos difíciles para llevar adelante nuestra misión. El diálogo ha sido y es en sí mismo una parte fundamental de nuestra misión de reconciliación y justicia, como dice la Congregación General 36.

Pero el diálogo en China no funciona tan rápido, así que tuve que empezar a «aprender a esperar lo improbable». Cuando comenzamos nuestro servicio a las personas afectadas por la lepra en China hace 30 años, las condiciones eran terribles. Ni siquiera los pacientes de lepra lograban entender por qué las religiosas que trabajaban con nosotros querían venir a los lugares más inhóspitos de China para quedarse y vivir con ellos. «¿Cuándo se van a marchar?» era la pregunta habitual que les hacían a aquellas heroicas religiosas en aquellos días. Lo mismo ocurrió cuando empezamos a servir a los enfermos de VIH/SIDA hace 15 años, o a las mujeres en riesgo hace cinco años. El carácter chino que significa «esperanza» representa un sabio mirando a la luna, pero firmemente plantado en el suelo. Para mí, esto ha significado amar el presente y sus circunstancias y tener esperanza en el futuro; servir y dialogar cada día con la realidad presente, sabiendo que al hacerlo nos estábamos preparando para el don del futuro. «Esperanza» ha sido una de las palabras más importantes en nuestras recientes congregaciones y uno de los mayores regalos que he recibido en mi misión en China.

Esto nos lleva a mi tercer carácter: aprender cómo hacerse innecesario. Lao-Tse escribió que los mejores gobernantes con aquellos cuya existencia es casi ignorada por el pueblo. «El mejor gobernante permanece detrás de la escena y su voz rara vez se escucha». Cuando cumple sus tareas, el pueblo dice: «Lo hemos hecho nosotros». Un elemento central de nuestro modo de proceder jesuita es la construcción de un cuerpo apostólico para la misión. La misión – que no nos pertenece – no se confía a individuos sino a todo el cuerpo apostólico. El camino jesuita coincide en esto con el camino chino o Dao (道), «el Camino del Rey Sabio». Esto es muy importante cuando hace falta construir confianza mutua en un contexto chino, donde todo cambia con mucha rapidez. Los 30 años de servicio en China deRicci Social Services demuestran que es la continuidad de toda una comunidad y no la de personas individuales la que hace que una misión progrese.

Aprender a dialogar con el diferente, a esperar lo improbable y a hacerse innecesario. A mí me falta mucho para graduarme. Como decimos en China, cuanto más tiempo vives, más tienes que aprender.

 

Fuente: jesuits.global

Se presentó la versión digital del anuario 2020 de la Compañía de Jesús

A comienzos del mes de Julio se presentó la versión digital del anuario de la Compañía de Jesús del año 2020, cuya versión impresa fue distribuida el pasado mes de diciembre.

En la portada vemos la imagen de un indígena ticuna con mirada hacia el futuro en el Lago Tarapoto de Puerto Nariño, en la Amazonía; una fotografía de María Teresa Urueña, del Servicio Jesuita Panamazónico. Es una oportunidad para tener en mente el trabajo del Sínodo sobre la Amazonia celebrado en octubre de 2019. El tema de este encuentro, «Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral», está directamente relacionado con las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, en particular con el cuidado que se debe dar a «nuestra casa común».

El Padre General Arturo Sosa SJ comenta en la presentación que “Todos sus artículos cuentan una historia, que es la historia de Jesús, la historia del Evangelio. Les presentamos un relato diferente sobre nuestro mundo: un relato en el que los pobres son bendecidos, los últimos son los primeros, el liderazgo consiste en el servicio y la vida se manifiesta incluso en medio de la muerte y la oscuridad.”

La publicación ofrece en la primera parte ejemplos de la implementación de cada una de las cuatro Preferencias Apostólicas Universales. Y en la segunda parte, artículos sobre el apostolado social de la Compañía, contribuyendo a las celebraciones del 50º aniversario del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología.

Haciendo click en la imagen podrás descargar el anuario en formato pdf.

 

Fuente: noticias.jesuitas.pe

«Pausa Ignaciana: Dignidad, bienvenido todo lo que hagamos para salvarla» – Por Pablo Walker SJ

Inspirado en la película «Hijos del Hombre», el sacerdote jesuita chileno Pablo Walker SJ, escribió una columna para la web jesuitas.cl: «Pausa Ignaciana: Dignidad, bienvenido todo lo que hagamos para salvarla».

Por Pablo Walker SJ

No están los tiempos para pontificar sobre nada. Sólo sé que desgraciadamente esta escena ya la habíamos visto en el cine: noticieros del mundo entero repitiendo una misma tragedia que sucede en todas partes. Grandes ciudades con avenidas desiertas. Y rostros demacrados apareciendo en el umbral de las puertas de la casa, del hospital, de la oficina. Lívidos, tratando de sobrevivir a la catástrofe.

Escribir esta columna sale a contrapelo. Esto no es película, este miedo es sin música de fondo. Pero podemos recurrir una vez más al arte, y a sus guiños a la fe en un Jesús Vivo, para ayudarnos a desactivar la proximidad de lo inhumano y para buscar el sentido de dignidad en medio de la pandemia y de lo que venga.

Una de aquellas películas sobre distopías me tocó ver estos días: Children of Men (Hijos de los hombres) film del 2006 dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón. Así como Joker del 2019 nos había preparado las retinas para no cerrar los ojos ante la violencia demencial que se desató en nuestras calles, así como nos ayudó a ver detrás de las capuchas las cicatrices de las biografías heridas, Hijos de los hombres nos ayudará a hacer ese ejercicio que hará posible salir vivos de ésta. Aunque esa vida sea para la generación que venga.

En esta obra de Alfonso Cuarón corre el año 2027 y se cumplen dos décadas de que ya no nacen niños(as) en el mundo. Ninguna ciencia ha podido esclarecer la causa. En Londres oleadas de inmigrantes ilegales son acorralados en jaulas para luego llevarlos a ghettos. La clase dirigente vive entre parques y obras de arte. Como resistencia se ha levantado en armas un grupo insurgente que devuelve las balas que les lanzan. Una espiral suicida perfecta…

Entonces sucede un milagro que podría devolver la esperanza: una mujer ha quedado embarazada, llora una criatura recién nacida…el único problema es que es una migrante ilegal. ¿Se recibirá ese milagro con todos los trastornos que trae a los poderosos de turno o se perseverará en el circuito mortal?.

También han sucedido milagros en estos meses de pandemia. No me refiero a que se limpie el aire en Hong Kong, aparezcan jabalíes en Barcelona y delfines en Venecia. Ni siquiera a las “oportunidades humanizadoras” que han aparecido vinculadas a la cuarentena, el volver a la mesa en familia, el teletrabajo en casa, el contar con los vecinos, el priorizar el cuidado de los viejos. El milagro es algo más radical: constatar que el sufrimiento devastador quizá nos podría hermanar a quienes el mercado nos segregó con violencia.

Podría… ¿Qué tendría que suceder? Benito Baranda nos ha advertido ante la ingenuidad de creer que la pandemia “nos hará bien”, pase lo que pase. No es así, estamos ante un cruce de caminos. Humanización y barbarie están a igual distancia. Mientras tanto aumentan los muertos, cesantes, arruinados y quebrados. Y se empobrecen los que ya eran pobres. Quedan exhaustos y expuestos los que en la trinchera dan la cara y cuidan la vida arriesgando la propia. Aquí no hay happy end:  aún cuando las medidas sanitarias acierten, no necesariamente saldremos de ésta mejores personas. Hoy el corona virus está quitándonos vida. Mirar esta pandemia como una oportunidad para otra cosa es frívolo. Esta crisis mundial y la recesión que vendrá será un calvario para millones. Sus frutos posibles no justifican ningún muerto.

Así dicho me tranquilizo y recuerdo que hace poco conmemoramos que Jesús no vino a blindarnos ante la muerte ni a castigarnos con ella, ni a invitarnos a la resignación. Pero que pudo con su vida y muerte abrirnos un camino para resistir la invasión de lo inhumano, justamente cuando la muerte y la pobreza nos acechan.

Si el miedo a terminar entubados nos hermana, si el temor o a no tener para nuestro padre un respirador nos hace iguales…aquí puede haber un milagro que nos salve como país. Y paradójicamente es el mismo cambio de mirada exigido en cada grito, en cada rayado, en cada piedrazo y cabildo durante el estallido social. Un milagro de horizontalidad. En esos días gritábamos en la Alameda “¿por qué tiene que sufrirse la represión y la tortura para que se escuche el simple anhelo de igualdad?”. Cinco meses después la venda de nuestros ojos ha caído: ante el miedo a una enfermedad que nos arrebate lo más querido, ante un miedo que no hace diferencias entre ricos y pobres, el privilegio, el apellido, el colegio caro y el barrio seguro se vuelven patéticos e impotentes. Nada nos blinda. Es el momento de la lucidez. Desde esa lucidez nos conectamos con quienes viven la cuarentena hacinados, cesantes, encarcelados, agolpados en un conventillo…y hacemos que esa lucidez se proyecte al futuro en un país distinto.Si ahora descubrimos que la dignidad era una vulnerabilidad compartida y no una marca de auto, si ella nos permite reconocer que nadie se salvará sólo, ¿podremos cambiar nuestro modo de vida para que Chile sea viable? ¿Podremos renunciar a lo que impide relacionarnos como iguales? ¿Revertiremos la segregación social? ¿Asumiremos nuestro destino colectivo priorizando la justicia social?

Recuerdo que el único momento de la película “Hijos del Hombre”, en que los antagonistas dejan de agarrarse a balazos, es cuando escuchan por primera vez lo inaudito…el llanto de una niña recién nacida. Sólo por un minuto dejan de disparar, de reprimir, de escapar, de estar horrorizados. Se miran con complicidad sólo por un minuto. Aquí también nos llegó una recién nacida. Se llamó Dignidad. Bienvenido todo lo que hagamos para salvarla.

 

Fuente: https: jesuitas.cl

Las redes globales de incidencia pública ignaciana sobre los efectos de la pandemia

Convocados por el Secretariado de Justicia Social y Ecología, de la Compañía de Jesús, los líderes de las redes internacionales de incidencia pública (GIAN por sus siglas en inglés) sobre derecho a la educación, migraciones,  ecología y justicia en minería se reunieron virtualmente y hablaron, entre otras cuestiones, de los efectos de la pandemia: ¿Cómo está afectando a las migraciones forzosas, la educación, el medio ambiente y la ecología, a las personas y comunidades más vulnerables?

La situación de los migrantes

La compañía de Jesús trabaja en todo el mundo con migrantes forzosos desde hace muchos años. Su situación se ha agravado con la COVID-19. El líder de la red, Javier Cortegoso, que coordina la Red Jesuita a Migrantes en América Latina, denuncia la situación de los centros de detención en diversos lugares del mundo, en los que el hacinamiento y las deplorables condiciones imposibilitan las medidas para evitar el contagio; el aprovechamiento de muchos gobiernos de la situación para continuar las deportaciones de personas migrantes sin garantías respecto a su salud; el abandono de las personas en tránsito y en frontera, la limitación de su acceso a los sistemas de salud, y el incremento en el rechazo y la xenofobia hacia las personas migrantes, a las que en demasiadas ocasiones se acusa falsamente de propagar el virus.

Un motivo de preocupación es la precariedad económica de las personas migrantes debido al confinamiento, puesto que están en la economía informal y deben ganarse el sustento diario. Esto, además, perjudica gravemente a numerosas familias y comunidades de muchos países ya en situación de pobreza, debido al acentuado descenso en las remesas que los migrantes enviaban a sus países de origen.

Repensar la educación

Los niños y niñas migrantes -como también aquellos que viven en pobreza y exclusión, en zonas rurales remotas, las niñas, los niños y niñas indígenas, o aquellos con necesidades especiales- sufren de manera aguda las consecuencias del cierre de colegios en 193 países del mundo.

Aunque las organizaciones que aglutinan la red han tratado de adaptarse a través de la educación virtual y por radio en la etapa de confinamiento, esta alternativa presenta enormes retos, como la carencia de material pedagógico o la brecha digital, que hacen que gran parte de estos niños y niñas queden fuera del sistema.

El coordinador de la Red internacional de Educación, Carlos Fritzen, Considera relevante “repensar” la educación e influir en las políticas públicas para que los gobiernos adopten medidas que protejan a los sectores más vulnerables e inviertan fuertemente en educación.

El deterioro del medio ambiente

Pedro Walpole SJ vive en Filipinas desde hace más de 40 años y desde allí coordina la red sobre Ecología, Ecojesuit. Insiste con vehemencia en que en los próximos años, las temperaturas alcanzarán máximos y que la escasez de agua será un problema cada vez mayor. También en que la continua violación de los límites planetarios, en particular la destrucción de hábitats y la pérdida de biodiversidad por los desastrosos cambios de uso de la tierra desde el Amazonas hasta Australia, ha hecho que la COVID-19 y las futuras pandemias sean inevitables.

Guillermo Otano, coordinador de la Red  Justicia en Minería, denuncia la reducción del espacio y libertades cívicas, el peligro de la situación de confinamiento para los defensores de derechos humanos, el impacto de las medidas de confinamiento en la minería artesanal o las interrupciones en las cadenas de suministro de minerales.

Las acciones de las redes se centrarán, entre otras, en denunciar las vulneraciones de derechos, realizar propuestas y acompañar a las personas y poblaciones más vulnerables.

 

Fuente: blog.cristianismeijusticia.net

UCA: Aportes para pensar la economía argentina más allá de la pandemia

La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina (UCA) presentó el informe “La economía post Covid-19: Aportes para pensar la economía argentina más allá de la pandemia”.

Este trabajo es una propuesta que tiene como objetivo, explican sus autores, “movilizar opiniones, análisis y discusiones”.

“Es un aporte que simplemente intenta llamar la atención acerca de la importancia que tiene para el destino de la Argentina trabajar ya en los enormes desafíos que no son exclusivamente el control de la pandemia”, sostienen.

“Fuimos alcanzados por el virus cuando la situación de base de nuestra economía era definitivamente frágil. Y hablar de economía implica hablar de sociedad, de familias, de personas. Para que la población de un país viva en condiciones de bienestar, la economía debe estar sana”, indican.

“Debe tenerse en cuenta la no linealidad en la relación de la extensión de la cuarentena y la caída del PBI. A medida que se extiende la cuarentena el impacto se potencia mediante la mayor dificultad en recuperar la tendencia previa. Así, el costo económico de cada semana adicional no es constante, sino creciente”, afirman.

El empleo, otras de las variables de análisis

En este estudio también se analiza el empleo, por categoría ocupacional y por regiones, estimando el empleo afectado por la cuarentena, tanto en la fase 1, como en la entrada en vigencia de la fase 4 en el interior y la fase 3 en el AMBA. Este análisis se centra en el empleo formal público y privado con apertura por sectores productivos, por tratase de la mejor estadística existente.

La estimación respecto al empleo indica que a fines de la fase 1, el 25,7% del empleo privado formal estaba realizando sus tareas habituales, bajo diversas formas de trabajo, mientras que en la fase 3 en AMBA y fase 4 en Interior, se alcanzaría un 41,5% del empleo formal ocupado.

Es claro que el área AMBA y la actividad de algunos servicios claves en las grandes ciudades (hoteles, restaurantes, grandes comercios, galerías, y buena parte de autónomos y monotributistas), como así también una gran mayoría de trabajadores informales son los más afectados y ven postergado por ahora su regreso a la actividad.

Entre las condiciones necesarias para el despegue de la economía, se necesita consensuar  -aseguran-  los objetivos de un proyecto de país a largo plazo. Esto implica aprender a dialogar y a ceder. Buscar la estabilidad macroeconómica, crecer en competitividad, mejorar la infraestructura y reducir la pobreza pueden ser algunos de estos objetivos de largo plazo.

“La apertura a otros mercados nos incentiva a innovar y nos permite acceder al conocimiento desarrollado por otras sociedades para así potenciar nuestra investigación local”, añaden.

Los responsables del informen consideran que “la mejor manera de reducir la pobreza es crear empleos formales, para ello es necesario invertir, y toda inversión necesita ser financiada. De allí la importancia del sistema financiero y el mercado de capitales”.

El estudio fue elaborado por:

Alicia Caballero, decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA;

Federico Cuba, docente de Economía Pública de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA;

Ernesto O’Connor, director de la maestría en Economía Aplicada de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA,

Andrés Roberts, director de la Licenciatura en Economía de la UCA.

 

Podés acceder al informe haciendo click aquí: Aportes para pensar la economía argentina más allá de la pandemia.  

Mensaje del papa Francisco a los miembros de la Asociación de Prensa Católica

El pasado martes, el Papa Francisco envió un mensaje a los miembros de la Asociación de Prensa Católica (Catholic Press Association) en ocasión de la Conferencia de Medios Católicos que tuvo lugar desde el 30 de junio hasta el día de ayer. “Juntos mientras estamos separados” fue el tema de la convocatoria.

En este año, en el que la Conferencia se celebra por primera vez de forma virtual, el Santo Padre señala que el lema de este año “expresa elocuentemente el sentido de unión que, paradójicamente, ha surgido de la experiencia de distanciamiento social impuesta por la pandemia”.

Francisco recordó que, en su mensaje del año pasado para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, reflexionó sobre cómo la comunicación nos permite ser, “como dice San Pablo, ‘miembros unos de otros’, llamados a vivir en comunión dentro de una red de relaciones en continua expansión”.

Así, la pandemia permitió percibir más plenamente dicha verdad: “De hecho, la experiencia de estos meses pasados nos ha demostrado que la misión de los medios de comunicación es esencial para acercar a las personas, acortar las distancias, proveer la información necesaria y abrir las mentes y los corazones a la verdad”, explicó el pontífice.

En esta línea, el Santo Padre señala que se necesitan “medios de comunicación capaces de construir puentes, defender la vida y abatir los muros, visibles e invisibles, que impiden el diálogo sincero y la comunicación verdadera entre personas y comunidades”.

Y continúa: “Necesitamos medios de comunicación que puedan ayudar a las personas, especialmente a los jóvenes, a distinguir el bien del mal; a desarrollar juicios sólidos basados en una presentación clara e imparcial de los hechos; y a comprender la importancia de trabajar por la justicia, la concordia social y el respeto a nuestra casa común”.

Igualmente, Francisco subrayó que son necesarios “hombres y mujeres con sólidos valores que protejan la comunicación de todo lo que puede distorsionarla o desviarla hacia otros propósitos”.

Por otro lado, el obispo de Roma apuntó que “un verdadero comunicador se dedica completamente al bien de los demás en todos los niveles, desde la vida de cada persona a la vida de toda la familia humana. No podemos comunicar verdaderamente si no nos involucramos personalmente, si no podemos testimoniar personalmente la verdad del mensaje que transmitimos”.

Finalmente, invita a contemplar a los demás y a las situaciones “con los ojos del espíritu”: “Que cuando nuestro mundo hable apresuradamente con adjetivos y adverbios, los comunicadores cristianos hablen con sustantivos que reconozcan y presenten la silenciosa reivindicación de la verdad y promuevan la dignidad humana” y que “donde el mundo ve conflictos y divisiones, puedan ustedes mirar a los pobres y a quienes sufren, y dar voz a las súplicas de nuestros hermanos y hermanas necesitados de misericordia y comprensión”.

Fuente: aica.org

Se presentó la quinta edición de la revista Aurora

La Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina presentó la quinta edición de la revista Aurora, voces jesuitas sobre la pandemia. Hace un poco más de dos meses que nació este proyecto, que recopila las contribuciones de más de setenta compañeros y compañeras de este cuerpo apostólico.

El P. Roberto Jaramillo SJ, presentó esta nueva publicación: «Cada uno de los doce participantes en esta edición desarrolla sus pensamientos (reflexión…) con “el ojo de la intención” -diría San Ignacio- puesto en el camino (…ando); el camino recorrido y el que falta por recorrer, el conocido (con sus aciertos y errores) y el largo que intentamos vislumbrar para ir preparados y unidos. Como resalta Paul Palacios: “La resistencia no es sólo aguantar sino construir algo nuevo”, y en consecuencia pregunta: ¿Qué es ese “algo nuevo” que se está construyendo?.»

Para descargar la revista haz clic aquí: Revista Aurora