La Cátedra de Filosofía de la UCC reflexiona sobre la realidad actual

Profesores y estudiantes de la cátedra de Filosofía de la Naturaleza de la Universidad Católica de Córdoba, comparten algunas reflexiones que intentan encontrar el sentido a lo que vivimos con respecto a la crisis global del coronavirus. Así lo presentaban:

«Iniciamos la última clase presencial del curso de Filosofía de la Naturaleza con la siguiente cita de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS: «Esta no es solo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo deben participar en la lucha». Seguidamente nos preguntamos retóricamente: «¿Cuál es nuestro sector?» a lo que no dudamos en responder, que nuestra tarea en un curso de filosofía es Pensar.»

Compartimos la reflexión presentada por la Cátedra:

La morada del Pensar en los tiempos de pandemia

Una de las ideas trabajadas ronda en torno a la radicalidad de la experiencia de indefensión en la que nos coloca la pandemia COVID-19, la cual ha puesto entre paréntesis nuestra cotidianeidad y nuestros proyectos, pero ha posibilitado la presentación de las preguntas existenciales. La pandemia a nivel global, devino en un tiempo y espacio abiertos en el que todos, tarde o temprano, nos detenemos a reflexionar ante la evidente fragilidad de la cual estamos hechos.

Distraídos en la urgencia de un hacer ordenado a la efectividad, hiperconectados, demorados en la futilidad de modas y novedades, nos deshumanizamos. El tercer planeta desde el sol, el pálido punto azul, la Tierra y su especie dominante, luchamos contra un micro-organismo invisible que amenaza nuestra vida, pero que paradójicamente, nos conecta con el pensar, con el filosofar acerca del lugar que ocupamos en la naturaleza, con la importancia de respetar la vida, con el valor de la solidaridad y de la sustentabilidad.

En este tiempo, nos preguntamos junto a María Zambrano «¿Por qué no aceptar que el medio propio de un ser como el hombre sea justamente éste que contiene una constante amenaza que lo obliga a despertar a una superior vigilia?». Pareciera que los Estados, países y personas sólo desean que esta crisis finalice: que la vacuna se encuentre y que el virus desaparezca, mientras aguardamos refugiados tras nuestras fronteras ¿No es acaso esto, seguir viviendo desde el deseo de control y poder del ser humano sobre sí mismo y su entorno?

La amenaza de este virus inhóspito nos invita a cuestionarnos y actuar, percatándonos que la reflexión es el ecosistema adecuado para inmunizarnos contra los excesos. El filosofar, al par que se vuelve inexorable, se torna un deber moral, y es al interior del hogar, en la intimidad de las familias, en lo vincular, donde el Pensar en tiempos de pandemia ha encontrado su nueva morada.

¿Hacia nuevos modos de relacionarnos?

El aislamiento preventivo, que ha suspendido el girar irreflexivo del mundo, nos da la enorme oportunidad de crecer en nuestra conciencia social, pero de manera intimista, en el vínculo con los cercanos, y en una proximidad ampliada por las nuevas tecnologías, que vienen a mostrarnos sus potencialidades, podemos conectarnos de otros modos, menos superfluos. Nos permite plantearnos nuevas perspectivas para construir juntos y desde la libertad, sociedades más justas y fraternas.

Estamos perplejos y no sabemos qué será de nosotros, pero ésta es una ocasión para replantear nuestro destino, individual y colectivo. La filosofía se propone clarificar conceptos y puede ayudarnos en estos tiempos donde “quedarse en casa” se vuelve ocasión para ser más libres y humanos. En la última página de La peste de Camus leemos: «Esto es lo que se aprende en medio de las plagas, hay más cosas en los hombres a admirar que despreciar».

Pareciera que la palabra que define esta situación mundial es miedo, que sale a la luz cuando la realidad desvela nuestra impotencia esencial, a la que definimos y llamamos crisis; Hannah Arendt en uno de sus escritos nos dice que las crisis nos obligan a «volver a las preguntas». Hacen nacer en nosotros toda la necesidad de significado de nuestro yo, en el nexo profundo entre nuestra relación con la realidad y nuestra autoconciencia como hombres. Otra de las preguntas que surge en este momento es ¿qué nos rescata del miedo? ¿qué vence el nihilismo que vivimos? Los discursos políticos, la información válida o el apoyo moral no logran responder a nuestro deseo de una verdadera presencia que venza nuestra fragilidad, de allí que nos preguntamos también ¿En dónde tenemos fundada nuestra esperanza?

Cuando llegue el fin de esta pandemia y retorne la normalidad en nuestras vidas, quizá sin darnos cuenta, habremos adoptado un modo de vivir diferente; hemos aprendido que podemos prescindir de las cosas, pero no podemos prescindir de los otros, hemos aprendido, dolorosamente, qué no necesitamos y qué sí necesitamos. El verbo central de este tiempo es cambiar. ¿Qué cosas? Perspectivas humanas y sociales. Modo de ser y de proceder. Escala de valores. Estructuras sociales y relacionales. ¿Crecer de una lógica individualista a una más solidaria que ancle en la dignidad de la persona humana?

Se trata de un cambio gestado desde la intimidad de los hogares, múltiples, y que demanda la presencia de todas las voces y requiere habitar el espacio del pensar, un pensar situado, un pensar plural e interdisciplinario, que posibilite la expresión de nuestra naturaleza humana que se nos descubre en la capacidad de la trascendencia, para comprender ¿A qué vigilia mayor nos está llamando nuestra relación con el Coronavirus?

Este virus que tiene algo nuestro, algo humano (en tanto virus, necesita de un organismo huésped). El coronavirus «es» lo que «es», debido a nuestra propia naturaleza humana; el miedo que provoca es nuestro miedo, la crisis que evidencia es nuestra crisis; el virus es nuestro virus. Ese «nuestro» lo dota de algo de humanidad y la humanidad es ciertamente más que la crisis que provoca. «Algo más» que acontece en la proximidad existencial con el otro y en los hogares, más allá o más acá de las grandes categorías, donde lo fundante hace su emergencia en lo mínimo de las acciones cotidianas.

 

Fuente: uccor.edu.ar

Contacto:
José G. Funes, S.J.
jfunes@ucc.edu.ar

La crisis como oportunidad para la unidad

Monseñor Jorge Lugones SJ, Obispo de Lomas de Zamora y Presidente de la Comisión Episcopal Argentina de Pastoral Social, emitió un comunicado sobre la situación socioeconómica actual de nuestro país, en el que afirma: “Debe convertirse en una oportunidad para la unidad de todos los argentinos”

«Es un tiempo que nos obliga a buscar nuevas formas de encuentro y solidaridad en medio de las dificultades. Que nos iguala en el dolor pero que nos compromete con la ayuda a los desiguales en términos de la salud, la alimentación, el riesgo humano y también la supervivencia en relación al trabajo y a la producción.», expresó.

En el mensaje repasa la dificultad económica que atraviesan tanto las grandes industrias como las pequeñas y medianas empresas, y afirma: “intentan con muchísima dificultad, encontrar caminos que les permitan mantener mínimos de producción y preservar empleos.” Además, afirma que la emergencia sanitaria viene a sumarse la delicada situación de emergencia alimentaria y social que tantos ya venían atravesando.

Resalta la importancia de mantener el diálogo y la cooperación entre los diversos actores sociales,“entendiendo que estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente. Será sólo con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el Papa Francisco- estamos todos en la misma barca y sólo saldremos juntos.”

Por último, nos propone una actitud comprensiva, solidaria y colaborativa tanto ahora como después de la pandemia, “Sabemos que ya se habla de una lenta y ardua recuperación de la pandemia, pero tengamos cuidado, como dijo el Papa, que no nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a los pobres e inmolando en el altar del progreso al que se queda atrás. Esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.

Finalmente, nos anima a volver la mirada a Jesús Resucitado, «para que sea Él quien renueve nuestra esperanza y nuestra confianza de que siempre camina junto a nuestro pueblo (..) Aprovechemos entonces esta situación como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

Papa Francisco: la memoria del primer encuentro

En su homilía de hoy,  el Papa Francisco pidió “que el Señor nos dé a todos la gracia de la creatividad en este momento”, en una Eucaristía que dedicó a los artistas, “que han puesto sus capacidades al servicio de la belleza”.

Comentando el Evangelio del día (Jn 6, 22-29), relata el reproche de Jesús a la muchedumbre que lo busca después de la multiplicación de los panes y los peces, sólo porque se han satisfecho y les exhorta a trabajar no por el alimento que no dura, sino por el alimento que permanece para la vida eterna y que el Hijo del Hombre dará.  Corrigió el camino de la gente que había tomado un camino más mundano que evangélico.

Esto también nos sucede cuando nos alejamos del camino del Evangelio y perdemos la memoria del primer entusiasmo por la palabra del Señor. Jesús nos hace volver al primer encuentro; esto es una gracia, frente a las tentaciones de alejarse. La gracia de volver siempre a la primera llamada, cuando Jesús nos miró con amor. Cada uno de nosotros tiene la experiencia del primer encuentro en el que Jesús nos dijo: «Sígueme».

En el camino muchas veces nos alejamos y perdemos la frescura de la primera llamada. El Papa nos invita a rezar para que el Señor nos dé la gracia de volver al momento en el que tuvimos la experiencia de encontrar a Jesús.

Fuente: vaticannews.va

P. Rafael Velasco SJ: El ahora y el después de la pandemia

En una columna para el diario La Nación, el P. Provincial Rafael Velasco SJ, comparte una reflexión sobre el «ahora» y el «después» de la pandemia del coronavirus. Hace hincapié en las desigualdades sociales que quedan a la vista día a día,  y también nos invita a pensar en las consecuencias de esta situación que nos atraviesa a todos.

Compartimos la nota completa:

23 de abril de 2020 – Por Rafael Velasco, SJ.

Mucho se habla en estos días del «después» de la pandemia y de los cambios y transformaciones que vendrán. Algunos hablan de un futuro venturoso, otros son más pesimistas. Como sea, el «después» depende de las conclusiones que saquemos del «ahora», en el que como humanidad estamos siendo puestos en jaque por un micro organismo maligno.

Y en el «ahora» estamos experimentando muchas cosas, por ejemplo que dependemos unos de otros más de lo que pensábamos, y que al caer muchas de las cosas por las que nos afanábamos y con las que vivíamos distraídos, nos damos cuenta de que hay pocas cosas esenciales: en primer lugar la vida que es sagrada y no tiene precio. Constatamos además, que las realidades fundamentales como el amor y el cuidado, no dependen del dinero sino de nuestra atención y dedicación.

Los creyentes de la tradición judeocristiana tenemos un relato de origen bastante conocido: el diluvio universal. Este texto relata que la tierra se había llenado de violencia a causa de la maldad del ser humano, por eso Dios decide destruir la creación, pero preserva a un puñado de seres humanos, encabezados por Noé, y a un grupo de animales, para volver a comenzar. La saga es conocida; también sus consecuencias. Después del diluvio Noé y los suyos no tardaron mucho en volver a las andadas; por eso -a la luz de ese texto- el mundo esta como está, por la incapacidad o la rebeldía del ser humano para aprender de sus errores. Todo relato es interpretación. Este no es la excepción. El autor bíblico explica una desgracia natural, como algo ocurrido a consecuencia de sus malas acciones que atrajeron un «castigo divino». Es una interpretación. Ahora bien, pasada mucha agua debajo del puente de la historia, vamos aprendiendo que las desgracias que solíamos atribuirlas a Dios, no son más que consecuencias de nuestras acciones u omisiones. En el caso de esta pandemia lo vemos claramente. La causa de nuestro sufrimiento está vinculada a acciones humanas y la pandemia deja a la luz las injusticias, las inequidades que nosotros hemos edificado. Vemos como muchos quedan expuestos al contagio y a la muerte porque hemos construido sociedades a costa del ser humano, con la sangre y el sudor de muchos para el disfrute de una minoría.

«Estamos todos en la misma barca», nos lo recordó Francisco . Y es verdad. El problema es que mientras unos viajan en primera otros van amontonados en la bodega. Unos pudiendo disfrutar de las bondades del restaurante de cubierta y otros anónimos y valientes a la fuerza, trabajando para que todos estemos a salvo, dentro de lo posible, arriesgando sus vidas en el intento. Si hoy valoramos y aplaudimos a los que trabajan para que la nave no naufrague, sería ya un aprendizaje que no los lancemos por la borda cuando el peligro haya pasado.

Se dice que después de la pandemia hasta la democracia ya no será igual. Ojalá. La revolución francesa que nos legó este modelo democrático, proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad. Durante los siglos posteriores, los defensores de la libertad y los de la igualdad han tenido numerosas reyertas. Libertad e igualdad han tenido movimientos que las enarbolan. La hija pobre y postergada de la revolución ha sido la fraternidad. Justo la que hoy puede salvarnos. Tal vez un aprendizaje que nos va ofreciendo el «ahora», es que no hay igualdad, ni libertad si no vivimos más fraternamente, haciendo más lugar en la mesa, superando grietas, trabajando juntos los de diverso espacio político, las diversas religiones, los de diferente ideología, etc para que los más vulnerables no sean lanzados como lastre por estribor y puedan vivir un poco mejor en la misma barca.

«Ahora» estamos pasando momentos oscuros, en los que sin embargo vemos con claridad cosas fundamentales. ¿Alcanzará para que el día «después» no perdamos la memoria?

Fuente: lanacion.com.ar

Cura apostolica et cura personalis: siempre para la misión

¿Cómo pensaba San Ignacio conservar la unidad de sus compañeros jesuitas, mientras que desde los primeros años de existencia de la Compañía de Jesús sus compañeros estaban dispersos por todo el mundo? Instituyó un «sistema de cartas» muy eficaz, que todavía hoy sirve de base para la información que necesita el Superior General.

Entre todas las cartas recibidas y enviadas al General -todas ellas numeradas y archivadas, desde la fundación- están las «cartas anuales» o «cartas ex officio«. Al comienzo de cada año, todos los Provinciales, sus asistentes, los superiores de comunidad y a menudo otros jesuitas y responsables laicos de las obras jesuitas envían al Padre General su evaluación de la vida de la Compañía, de las fortalezas y debilidades que han marcado el apostolado y la presencia de los jesuitas en su medio durante el año anterior. A menudo, el General especifica algún punto sobre el que desea ser informado.

Así, al inicio del 2019, las «cartas ex officio» pudieron arrojar luz sobre el modo en que se armonizan la cura apostólica – el cuidado que debe prestarse a la acción y a los compromisos de la Compañía – y la cura personalis – la atención que debe prestarse, sobre todo por parte del superior, a la calidad humana y espiritual de la vida de sus compañeros. Después de recibir miles de cartas y de meditar sobre la información recibida, el P. Arturo Sosa publicó, el 25 de marzo pasado, una carta «a toda la Compañía» en la que resume y comenta esta rica documentación.

El Padre General señala en primer lugar que la tensión que existe entre estas dos formas de liderazgo es propia del carisma y del modo de proceder de la Compañía de Jesús. Añade que esta tensión merece una atención especial en el contexto de “cambio de época” en el que vivimos, en el que la colaboración, el discernimiento en común y la planificación apostólica son instrumentos habituales de gobierno.

Una buena parte del texto del Padre General destaca las buenas prácticas, algunas dificultades, y los principales desafíos en la interacción entre cura personalis y cura apostolica, tal como se desprenden de las cartas que recibió. Una de sus conclusiones es que las dificultades que se presentan tienen como origen principal la separación entre estas dos formas de cura, de cuidado. Esta proviene de una separación de competencias entre el superior de la comunidad y el director de la obra. Ahora bien, insiste el Padre Sosa, la solución a los posibles desequilibrios está en la toma de conciencia, por ambas partes, de que en el fondo no hay más que una única cura que se ocupa de las personas, de las comunidades y de las obras, al servicio de la misión. Es la misión de la Compañía – y la misión de la Compañía tal como se encarna en tal o cual ámbito, por tal o cual obra – la que da sentido al cuidado que todos los responsables deben tener por las personas comprometidas en la misión.

Esta atención personalizada, señala el Padre General, es también asunto de todos, no sólo de los superiores y directores. Cada jesuita que se preocupa por la misión de la Compañía debe ocuparse de los demás según su nivel de responsabilidad y teniendo en cuenta las vocaciones particulares de cada uno.

Después de haber puesto de relieve algunos instrumentos útiles para la cura de la vida y la misión de la Compañía, el padre Sosa afirma que es posible vivir de manera fructífera la tensión entre cura apostolica y cura personalis. Para apoyar esta integración, el propone medidas concretas que pueden tomarse desde ahora: cultivar la transparencia y la libertad interior, promover la conversación espiritual, construir una cultura del diálogo. Y concluye recordando, en el espíritu de un decreto de la 36ª Congregación General, que la comunidad jesuita es un lugar privilegiado de discernimiento apostólico y que si bien los lazos fraternos de «amigos en el Señor» están orientados al servicio de la misión, ellos son también, en sí mismos, una forma de misión.

Texto completo de la carta del Padre General.

Fuente: jesuits.global

La Semana Santa de los jesuitas que realizan la Tercera Probación

Hace unas semanas atrás, celebrábamos la finalización del mes de Ejercicios Espirituales de nuestros compañeros jesuitas que se encuentran transitando la etapa de la Tercera Probación en Cochabamba, Bolivia. En el día de ayer, el P. Emmanuel Sicre SJ, nos compartía la experiencia que vivieron como grupo durante la Semana Santa. Aquí compartimos su mensaje:

Por Emmanuel Sicre SJ

Después del mes de Ejercicios Espirituales, la comunidad de tercerones junto a su instructor Agustín Rivarola SJ, de la Provincia Argentino Uruguaya y el ministro Freddy Quilo Quispe SJ,  de la Provinicia Boliviana,  llevó a cabo un discernimiento comunitario para ver cómo es que Dios la invitaba a vivir esta Semana Santa tan particular en el contexto del COVID-19 que impidió las misiones a las distintas comunidades del país.

La moción principal fue la de “vivir el recogimiento espiritual y el encuentro con el Señor Crucificado/Resucitado en los crucificados del mundo, buscando de signos de resurrección en comunidad”. Esto nos llevó concretamente a intensificar en nuestras oraciones personales y comunitarias la intercesión por aquellas personas que nos pedían oraciones vía redes sociales.

Fue una manera muy bella de vivir este tiempo complejo que nos tiene dentro de casa, pero abiertos; aislados pero conectados; distanciados, pero en comunión con los dolores y los gozos de la gente.

Y ahora, con el espíritu pascual de este tiempo, nos encontramos estudiando las Constituciones y las Normas Complementarias de la Compañía. Cada día, en medio de las tareas domésticas necesarias, leemos, reflexionamos, compartimos y rezamos el origen de nuestro carisma a la luz de las actualizaciones sucesivas.

Para los apostolados nos estamos poniendo a disposición del acompañamiento de Ejercicios y de cursos de pedagogía y espiritualidad ignacianas para quienes colaboran en distintas obras de la Compañía en Bolivia, especialmente con Fe y Alegría. También estamos buscando ayudar a distancia con las Parroquias de Moxos.

Seguimos agradeciendo sus oraciones y continuamos pidiendo a Dios para que nos ayude a responder de la mejor manera a los desafíos que la realidad nos presenta.

AMDG 21/04/2020, Cochabamba, BOLIVIA

Papa Francisco: un plan para resucitar

El papa Francisco escribe una nueva reflexión para Pascua. Se trata de una meditación de puño y letra para la revista Vida Nueva Digital y para toda la Iglesia. A partir del «Alégrense» de Jesús a las mujeres, envía un mensaje de esperanza que nace de la alegría pascual y que anima la vida en estos tiempos que corren.

Presentamos a continuación el texto íntegro de la meditación escrita por el Papa:

Un plan para resucitar

“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

 

Texto publicado por la revista en formato pdf para leer y descargar: click aquí

Fuente: vidanuevadigital.com

 

Papa Francisco: Buscar la paz siempre y de todas maneras

En la catequesis de este miércoles 15 de abril, el Papa Francisco reflexionó sobre la séptima bienaventuranza: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Los «artesanos de paz», los que actúan de forma activa y artesanal, colaborando en la obra de la creación.

Además, profundizó sobre el significado de la palabra paz y dos concepciones que hay sobre ella:

La primera idea es la bíblica, donde aparece la hermosa palabra shalom, que expresa abundancia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebreo se desea el shalom, se desea una vida bella, plena y próspera, pero también la verdad y la justicia, que se cumplirán en el Mesías, expresó.

El otro sentido de paz es el sentido subjetivo  y  está muy difundido en nuestra sociedad, es el de tranquilidad y equilibrio personal, que en ocasiones no corresponde a un crecimiento interior, explicó el Papa.

La paz que viene del Señor es la que hace de dos pueblos uno solo

La verdadera shalom y el verdadero equilibrio interior – asegura finalmente el Pontífice – brotan de la paz de Cristo, capaz de generar una nueva humanidad, encarnada en una  infinita fila de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado formas siempre nuevas de amar. «En esta vida como hijos de Dios, está la verdadera felicidad. Bienaventurados aquellos que van por este camino”.

«El amor por su nacimiento es creativo y busca la reconciliación a cualquier costo. Los que han aprendido el arte de la paz y lo practican saben que no hay reconciliación sin el don de la vida, y que hay que buscar la paz siempre y de todas maneras. Siempre y de todas maneras. ¡No olviden esto!»

Sean constructores de paz

Francisco anima a todos los fieles «a colaborar con Dios en la tarea de construir la paz, en cada momento y lugar, comenzando por aquellas situaciones particulares que cada uno vive y con las personas que tienen alrededor; especialmente, en estos momentos que estamos viviendo a causa de la pandemia, para que, con un gesto concreto de bien, puedan llevar la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado».

 

Fuente: vaticannews.va

Un llamado a discernir y actuar a favor de los pobres y los marginados

El P. Xavier Jeyaraj,  jesuita indio de la Provincia de Calcuta y actual secretario para la Justicia Social y la Ecología, dirigió un mensaje para animarnos y darnos algunas orientaciones en el contexto de la pandemia mundial. Compartimos el mensaje completo:

Por Xavier Jeyaraj SJ

Mis queridos hermanos y hermanas:

¡Saludos desde SJES – Roma!

Hace unos meses, celebramos el 50 aniversario del Secretariado de Justicia Social y Ecología (SJES) con un Congreso en Roma en el que participaron más de 200 delegados y delegadas de todas partes del mundo. El Santo Padre Francisco, en su audiencia, nos animó e invitó a: «abrirnos de par en par al futuro, crear posibilidades e imaginar alternativas». Nos recordó que: «por encima de todo, el apostolado social debe promover procesos y fomentar la esperanza». En las conclusiones del Congreso, identificamos cuatro procesos de conversión que el apostolado social debe asumir: la transformación necesaria para la sociedad, la colaboración, la sinodalidad y la creación de nuevas narrativas. Este año planeábamos trabajar en la preparación de un documento basado en estos procesos de conversión a fin de proporcionar información para el discernimiento y la planificación apostólica en línea con las Preferencias Apostólicas Universales.

No podíamos prever entonces que, en los meses siguientes, nuestras vidas y el mundo, tal como lo conocíamos, cambiarían drásticamente. No sabíamos entonces que, en pocos meses, nos encontraríamos en una crisis de salud global, sin precedentes, debido a la Pandemia COVID-19. Con cifras que aumentan cada día desde su nivel actual de casi 1.300.000 casos y más de 70.000 muertes en 183 países a 6 de abril de 2020, el virus ha interrumpido la vida en casi todos los rincones del mundo. En respuesta a su rápida propagación, muchos países han decidido cerrar sus fronteras, cesar todas las actividades no esenciales e imponer cuarentenas a todos los residentes.

Los sistemas de salud corren el riesgo de verse aún más colapsados a medida que la pandemia se extienda. La salud y las consecuencias socioeconómicas y políticas serán devastadoras y afectarán -de hecho, ya están afectando – a las personas y comunidades más vulnerables, incluyendo, en particular, a los ancianos, niños y niñas, personas migrantes refugiadas y desplazadas forzosas y a los pueblos indígenas. ¿Cómo afrontarán los pobres y los excluidos esta crisis? ¿Cómo mantendrán la “distancia social” en los barrios marginales de muchas de las ciudades de nuestro mundo? ¿Dónde encontrarán los “sin techo” una casa segura? ¿Cómo se encerrarán durante días y semanas aquellos que tienen que ganarse el sustento diario? Como muchos ya están diciendo: si tienen que elegir entre el hambre y el coronavirus, elegirán el último. Al mismo tiempo, esta crisis global nos da un sentido de interconexión y de ser parte de la misma familia humana en una casa común.

En la situación actual, creo sinceramente que muchos de nosotros, en el apostolado social de la Compañía de Jesús hemos respondido a esta crisis global de manera creativa pero prudente. Me siento profundamente consolado e interpelado por las palabras del Padre General en su reciente seminario web del 2 de abril de 2020, a los miembros y colaboradores de la Compañía de Jesús, cuando dijo: «Mi primer pensamiento es para los pobres y aquellos que viven al margen de nuestra sociedad».

Entonces, ¿a qué nos está llamando Dios? Me gusta escuchar de muchos de ustedes que, a pesar de las grandes dificultades debido al confinamiento, están estableciendo redes y conexiones, “creando posibilidades e imaginando alternativas” para llegar a las personas afectadas, en particular a los pobres, a los migrantes, a los trabajadores, a los ancianos, a los abandonados y a los desamparados. Muchos de ustedes han encontrado creativamente maneras de ser solidarios con los pobres y de expresar su cercanía y afecto.

Creo que a todos los niveles estamos discerniendo y activando procesos colectivamente, estrategias y acciones que alivien la difícil situación de las personas y comunidades marginadas y que les ayuden a elevar su voz en la esfera pública. Las Preferencias Apostólicas Universales nos dan una excelente hoja de ruta. En el plano internacional, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030 también pueden ser un buen marco para nuestras iniciativas de incidencia pública.

A pesar de las limitaciones impuestas por el confinamiento, desde el Secretariado de Justicia Social y Ecología nos sentimos obligados a aceptar este desafío y a dar respuestas. Por ello, hemos iniciado las siguientes líneas de trabajo:

a) Mantuvimos reuniones virtuales con los seis delegados de las Conferencias, los cuatro líderes de los GIAN, junto con el grupo de emergencia de la Red Xavier (XN), espacios éstos en los que compartimos sobre las situaciones en los distintos países, conferencias y redes.

b) Con el apoyo de la Red Xavier, el Secretariado inició una encuesta el pasado 30 de marzo de 2020 para obtener información básica sobre las dificultades encontradas, las medidas adoptadas y los planes hechos por los centros, instituciones y redes de la Compañía de Jesús. Este estudio incluye a las redes internacionales de los jesuitas como Fe y Alegría y el Servicio Jesuita a Refugiados. Esperamos que esta encuesta nos proporcione información clave para un discernimiento colectivo con el fin de favorecer la articulación global, en base a una planificación estratégica conjunta tanto para la acción inmediata como en el medio plazo durante la fase de recuperación. Les invitamos a compartir sus sugerencias y unirse a estos esfuerzos.

c) El Secretariado también ha creado una nueva sección, Covid-19, dentro de nuestro sitio web: https://www.sjesjesuits.global/en/index.php/covid-19/. Confiamos en que fortalecerá nuestras estrategias de comunicación global, para compartir noticias y reflexiones, preocupaciones mundiales y buenas prácticas de la Compañía de Jesús en este momento de la pandemia. Les animo a compartir sus experiencias, aprendizajes y buenas prácticas, especialmente en esta época de crisis.

d) Estamos actualizando los cuatro procesos de conversión que identificamos al final del Congreso: la transformación de nuestra sociedad, la colaboración, la “sinodalidad” y la creación de nuevas narrativas, también durante esta crisis sanitaria mundial.

Estamos viviendo la prueba más dura e inesperada que podíamos imaginar. Sin embargo, llegaremos a mejor puerto si nos acordamos de cómo el padre Pedro Arrupe llegó a las víctimas de la bomba atómica de Nagasaki el 6 de agosto de 1945. Sigamos su ejemplo y recordemos sus palabras: «El Señor nunca había estado tan cerca de nosotros, porque nunca nos habíamos sentido tan inseguros». Pedimos que, por su intercesión, la luz del Espíritu nos guíe para que podamos responder adecuadamente en esta crisis mundial, defendiendo la dignidad y los derechos de las comunidades pobres y marginadas, y ayudando a construir un mundo más sano, sostenible y fraterno para todos.

Con profunda gratitud y los mejores deseos de una Semana Santa llena de gracia y la convicción de que resucitaremos con Cristo.

Fuente: jesuitas.lat

Mensaje del Papa Francisco en apoyo a la campaña solidaria #SeamosUno

El pasado 2 de abril, el Papa Francisco envió por escrito un mensaje al P. Provincial Rafael Velasco SJ, mostrando su compromiso y agradecimiento personal por el trabajo que se está realizando para llevar adelante el proyecto de recaudación de fondos y donaciones #SeamosUno.

«Estoy contento con lo que han organizado. Iniciativas como éstas son las que se necesitan en todas partes, para el momento presente y también para sostener las medidas del “después”, expresó.

La campaña tiene como objetivo confeccionar un total de un millón de cajas para cubrir las necesidades alimentarias y de higiene de personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. La semana pasada ya se entregaron un total de 100.000 cajas y están en proceso de finalización del armado de un total de 350.000.

Tanto empresas como individuos pueden colaborar a través de la página web www.seamosuno.com.ar.

El texto:

2-4-2020

R.P Rafael Velasco

Buenos Aires

Querido hermano,

Me ha llegado información sobre el emprendimiento “Seamos Uno” del cual forma parte la Provincia Argentina de la Compañía de Jesús.

Estoy contento con lo que han organizado. Iniciativas como éstas son las que se necesitan en todas partes, para el momento presente y también para sostener las medidas del “después”.

Gracias por el testimonio. Me hace bien.

Rezo por vos. Por favor no te olvides de hacerlo por mí.

Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide.

Fraternalmente,  Francisco