Crónica de la Reunión de Electores de CPAL

Por Rafael Velasco SJ

La reunión de los electores de CPAL se realizó del 2 al 5 de noviembre, en el Centro de espiritualidad Loyola de Santiago de Chile (más conocido como Padre Hurtado). Participamos 34 electores. El clima del encuentro fue de una profunda fraternidad.

Con este encuentro comenzaron oficialmente los trabajos de la CG 36 para nuestra Conferencia. Durante estos cuatro días compartimos nuestras expectativas respecto de la CG 36. Reflexionamos acerca de las llamadas que la Compañía siente de parte de Dios hoy y también acerca del documento preparado por el Coetus Previus, que reúne los postulados que las provincias enviaron con sus propuestas e inquietudes de cara a la Congregación. En ese documento se distinguen dos grandes temas: La necesidad de renovación espiritual de nuestra misión y estilo de vida, y  la convicción de que hay que revisar nuestras estructuras de gobierno. Hubo espacio, también, para compartir los sentires respecto del perfil del futuro General.

Impresiones Personales

Hubo una profunda coincidencia en la necesidad de conversión espiritual, personal, apostólica y comunitaria; que implique volver a la fuente de nuestra fe; a un Dios que se hace pobre y para los pobres. Y a responder a esta experiencia con nuestro estilo de vida comunitaria y apostólica. Para hacerlo más cercano a los pobres, afectiva y efectivamente. Claramente, nuestro estilo de vida es clave para nuestra misión, puesto que allí se juega la capacidad de ser “signo” de algo diferente en este mundo.

A su vez, coincidimos en que necesitamos algo que movilice a la Compañía desde la base; como, en su momento lo hizo la CGXXXII. Ésta movilizó a la Compañía tocando el nervio fundamental de la opción evangélica por los pobres, la urgencia de volver al estilo de Jesús pobre y humilde y nuestra llamada a ponernos al servicio de los pobres, con los pobres y desde los pobres, movilizando nuestras obras y alentando nuestras opciones apostólicas y vitales.

Otro punto en común fue: el Papa Francisco como fuente de inspiración para la Compañía y la encíclica “Laudato si” como un documento que marca caminos importantes a seguir. No sentimos la necesidad de desarrollar como Compañía, una suerte de magisterio respecto del problema ecológico ya que la Encíclica lo aborda en profundidad. En todo caso, deberíamos expresar nuestra “recepción” de ese documento y cuál será nuestro compromiso con el medio ambiente, los desplazados, las víctimas de este mundo herido por la desigualdad y cómo vamos a dejar que esos clamores cuestionen nuestro estilo de vida comunitario y nuestras opciones apostólicas.

Al mismo tiempo, consideramos que la Congregación General debe hablarle a los jesuitas, al corazón de la Compañía. No debemos caer en la tentación de pretender decir una palabra al mundo como si fuéramos la ONU.

A lo largo de días de socializar deseos y experiencias; de orar y reflexionar en comunidad, compartimos la convicción de que el Señor se nos sigue revelando allí donde dijo que lo encontraríamos: en los pobres, las víctimas del odio y la violencia, en los desplazados, los migrantes. Esos rostros son signos de un Dios, que, en esos pobres, nos sigue esperando para anunciarnos el Evangelio. Ellos son nuestros maestros también, en cuanto a nuestro estilo de vida comunitario y fraterno. Los pobres son el signo de Dios en nuestro tiempo. Son los cristos crucificados ante lo que debemos preguntarnos: ¿qué hicimos por Cristo? ¿Qué hacemos por Cristo? ¿Qué debemos hacer por Cristo?

Al comienzo mencioné la coincidencia en la necesidad de una conversión profunda. ¿En qué sentido? En ponernos en espíritu de Primera Semana delante del Señor: para que él nos muestra nuestro pecado, el desorden de nuestras operaciones y lo mundano en nosotros para aborrecerlo. Y así poder abrirnos al Señor pobre y humilde que nos invita a anunciarlo en este mundo.

Dos aspectos en los que pueden manifestarse algo de lo mundano en nosotros:

-Por un lado, en esa pretensión de decirle una palabra al mundo sobre todos los temas; o en asumir acríticamente los criterios del management y la gestión, dejando de lado lo propiamente nuestro, que es el liderazgo apostólico, el discernimiento, la cercanía con Dios para decidir de acuerdo a Su Corazón y su proyecto para nosotros.

-Por otro algo en las estructuras de gestión, que no terminan de dar cuenta del sentir de la Compañía y que en vez de facilitar el gobierno, lo complican.

-Pero lo más importante es dar la espalda a los pobres, ponerlos sólo como una opción más, vivir alejados de ellos física y espiritualmente.

Hemos compartido los electores la necesidad de un estilo de gobierno más simple, que vuelva a las fuentes; con una gran necesidad de “volver a las provincias”. Vemos que los desafíos se presentan en la realidad concreta de las provincias, y por lo tanto, es allí donde se afrontan. Desde allí se asume lo regional y universal.

Nos parece necesario revisar nuestro modo de gobierno para evitar quedar enredados en una red de estructuras y un estilo de gestión que acabe por apartarnos de lo fundamental: la llamada del Señor a estar cerca.

Finalmente elegimos cuatro electores para integrar las cuatro comisiones preparatorias de la CG 36. Se votó a Jorge Cela para la Comisión Coordinadora; a Arturo Susa para la Comisión del Estado de la Compañía; a Rafael Velasco para la Comisión de Renovación Espiritual de Nuestra Vida y Misión; y a Miguel Cruzado para la Comisión sobre Gobierno de la Compañía.

Estos compañeros se reunirán con los elegidos en las otras conferencias de provinciales para ir perfilando el armado de la CG y algunos textos que servirán para la reflexión y discernimiento.

Al plantearnos las tareas para este tiempo que viene, coincidimos en que este año previo debe ser un tiempo de preparación espiritual de toda la Compañía; de lo contrario la Congregación será sólo una cosa de los “electores” y poco más. Para eso se propuso articular algunos medios, con el fin de ayudar a orar personal y comunitariamente por la CG36.

Recemos, entonces, por la CG para que de verdad signifique una renovación profunda de nuestra vida y misión.

 

 

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