«El Acuerdo de Paz lo Protege todo el Mundo, menos los Colombianos»

Continuamos compartiendo testimonios sobre la situación actual de los procesos de paz en Colombia.

En entrevista con Olga Lucía Criollo y Diego Martínez Lloreda -periodistas del diario El País, de Cali- el P. Francisco de Roux, S.J., habla sobre el proceso de paz en Colombia.

“Lo que estamos encontrando frente a las elecciones es: o usted apoya la paz y escoge unos candidatos o está en contra de la paz y escoge otros, y eso nos hace mucho daño, porque la paz deja de tener la fuerza gratuita que tiene como valor moral y se convierte en un debate, y allí todo vale, sobre todo cuando de todos lados se ha aprendido a utilizar posverdades, a crear miedos y a generar inseguridades”.

Así habla, con la autoridad que le da haber luchado durante más de tres décadas en favor de la paz, el sacerdote jesuita Francisco De Roux, quien asegura que el proceso de paz de Colombia “es una de las cosas más cuidadas por el mundo hoy, porque se lo considera el más exitoso, todo el mundo lo está protegiendo, solo los colombianos no lo estamos haciendo”.

¿Cómo interpreta que un gran sector de colombianos no haya dimensionado lo que está pasando con las FARC y siga insastisfecho con los acuerdos de paz?

Creo que hay dos cosas. Por una parte, hay dolores muy profundos, de familias que sufrieron el secuestro, de personas que murieron en desplazamiento o en masacres, que tienen desaparecidos, fueron heridas o muertas en minas antipersona y, por otra parte, la oposición política ha sido muy eficaz en la generación de la desconfianza. Las dos cosas han contribuido a esta atmósfera, que siento no solo de polarización sino de desconfianza. Tengo la convicción de que la paz es un valor moral y los valores morales son objetivos por los que uno lucha de la manera más gratuita posible. La paz es un valor gratuito, por la cual uno debe entregarse, pero no esperar a cambio ni votos ni premios ni dinero, pero cuando a la paz se la toma la política, en política no hay nada gratis, porque todo lo que usted gana, yo lo pierdo y yo no lo puedo dejar ganar nada y entonces las cosas sí se complican. Lo que estamos encontrando frente a las elecciones es: o usted apoya la paz y entonces escoge unos candidatos o está en contra de la paz y escoge otros, y eso nos hace mucho daño, porque la paz deja de tener la fuerza gratuita que tiene como valor moral y se convierte en un debate y allí todo vale, sobre todo cuando de todos lados se ha aprendido a utilizar posverdades, a crear miedos y a generar inseguridades, porque así se hace hoy en día la campaña política.

O sea que es de los que piensa que la paz volverá a ser el tema de las presidenciales del 2018…

Desafortunadamente, y los que hemos estado metidos en esto desde 1984 sabemos que la situación que hoy en día tenemos en Colombia con el proceso de paz hubiese sido imposible si los presidentes desde Belisario Betancur hasta ahora no hubieran hecho todos un aporte para encontrarle una salida a esto… me parece muy valioso que Santos se haya jugado todo su capital político para que finalmente pudiéramos tener este acuerdo en el país y claro, porque la política es así, aunque esto es el resultado de todos, ahora estamos peleando porque tenemos la paz. Hace dos semanas estaba en Frankfurt en un debate sobre la paz y me llamó la atención que el sentir de la gente que estaba presente era que el acuerdo entre las Farc y el Gobierno colombiano es la mejor noticia internacional del Siglo XXI, y llego al país y me dicen: es que la peor noticia es que le hayamos entregado el país a esos narcoterroristas. Claro, inmediatamente uno se da cuenta de la realidad. Qué bueno sería que independientemente de quién sea el presidente el año entrante, estuviéramos en la idea de metámonos todos a este proceso, pero proactivamente, desde los distintos puntos de vista, para garantizar que se diga toda la verdad, que se reparen a todas las víctimas, para garantizar que se hagan los ajustes en la JEP para que no haya impunidad, metámonos todos para que esto sea irreversible, pero empujemos en lugar de ponernos a crear desconfianzas que no nos llevan a nada.

Dicen que hay sectores que tienen mucho miedo a que se sepa la verdad en los tribunales de la JEP y por eso la insistencia en volver trizas los acuerdos, ¿qué piensa?

Sí, incluso creo que en el decreto que quedó finalmente en el ‘fast track’ se hacen limitaciones, porque se le tiene mucho miedo a la verdad. Y es que la verdad es muy difícil en esto. Para el 2010, en Colombia los ‘paras’ habían hecho 1166 masacres y la guerrilla había hecho 375.

¿Quién financió a los ‘paras’? Entre otras porque muchas de esas acciones fueron apoyadas por ganaderos y empresarios que estaban desesperados por el secuestro y la inseguridad y porque sentían que el Ejército no era contundente para frenar una guerrilla que era inmensamente fuerte en los 90. A mí me tocó vivir esas masacres en el Magdalena Medio. Por ejemplo, en la parroquia San Pedro Claver nos mataron 34 muchachos y el día del sepelio teníamos solo siete ataúdes con cadáveres, los otros 27 estaban vacíos y jamás los encontramos y me acuerdo con mucho dolor que estuvimos absolutamente solos.

Entonces, qué bueno que pudiésemos saber la verdad sobre quién lo hizo, por qué, quién estaba financiando. Por eso le doy más importancia a la Comisión de la Verdad y al Reconocimiento de Responsabilidades.

¿O sea que es más importante la verdad que el juzgamiento de los culpables?

Me parece más importante que se sepa la verdad de todo lo que ha pasado, pero no me atrevería a decir si una cosa es más importante que la otra. Necesitamos que no haya impunidad, que haya sentencias y que se cumplan, pero hay que pensar también en que los magistrados de esos tribunales van a estar a la vista. Hay un enorme respeto de la comunidad jurídica internacional sobre lo que se acordó en la JEP y va a estar encima midiendo si estos hombres hacen procedimientos completos, si se acogen a lo acordado, si las sentencias son rigurosas y si la limitación de la libertad corresponde a patrones de la exigencia de la justicia. El proceso de paz de Colombia es una de las cosas más cuidadas por el mundo hoy en día, porque se lo considera el más exitoso, todo el mundo lo está protegiendo, solo los colombianos no lo estamos haciendo.

¿Cómo explicar que las víctimas están más dispuestas a perdonar que los demás colombianos?

Cuando uno ha vivido dentro de la guerra y le ha tocado recoger gente herida por las minas e ir a sacar secuestrados y meterse en el corazón de una masacre, uno entiende por qué… La víctima ha sentido en su cuerpo y en sus seres queridos aquello de que somos capaces los seres humanos en un momento de confusión y de locura, sabe la capacidad de barbarie, de ignominia y de destrucción al otro que existe en el ser humano y por eso sabe lo importante que es que nos levantemos de esa situación y construyamos una cosa totalmente distinta. Las víctimas cambiaron completamente el proceso de paz. Lo puedo decir porque estuve repetidamente en La Habana y al principio las conversaciones fueron sobre asuntos estructurales muy difíciles, las Farc querían que hubiera constituyente, reforma agraria radical, exigían la transformación del Ejército y el cambio del Congreso, pero todo eso fue a dar al refrigerador, porque esas cosas no se podían negociar en una mesa, pero la pregunta era: cuándo se van a arreglar esos problemas, y había razón porque Colombia es uno de los diez países más inequitativos del mundo y uno de los cinco más corruptos, pero llegan las víctimas, cada una presentó su dolor y les dicen: ‘aquí hay problemas estructurales muy grandes, eso es muy cierto, pero el primer problema somos nosotros mismos, veamos primero que nos odiamos, que nos hemos venido matando, arreglemos este problema del ser humano en Colombia y luego, en democracia, aceptando la discusión de todo el mundo, sin armas en la política, pongámonos a arreglar esos líos que nunca arreglamos.

¿Cómo fue posible que ellas actuaran así?

Es el efecto de las víctimas, que llegan allá a contar lo pasado en el Club El Nogal, en Bojayá, en El Salado, o con el general Mendieta o Alan Jara, en doce cárceles de alambre distintas, y después de poner en evidencia ante sus perpetradores lo que sufrieron, dicen: ‘no venimos a pedir que a ustedes los metan en la cárcel ni que los hagan sufrir lo que nos hicieron sufrir, venimos a pedir que esto nunca más vuelva a pasar en Colombia’. Eso fue muy impactante: se olvidaron del refrigerador y La Habana se centró en el problema humano. De ahí salió la Comisión de Búsqueda de Desaparecidos, la Comisión de Verdad y de Aceptación de Responsabilidades, y se comenzó a consolidar la JEP, que es una justicia para que nos restauremos todos, que usted pague las penas restaurando a la comunidad a la cual le hizo daño y que usted mismo se restaure… Eso le dio una vuelta al proceso y, a mi juicio, ahí empezó el cambio de la gente de las Farc. Es que es muy distinto el Pablo Catatumbo que en la Iglesia de San Francisco, después de oír a las víctimas que los trataran de criminales, dice: ‘nosotros los matamos, los teníamos en nuestras manos, somos responsables. Les pedimos perdón y estamos dispuestos a reparar’. O escuchar a Carlos Lozada decir del Club El Nogal: ‘Asumimos la responsabilidad como secretariado de las Farc y estamos dispuesto a reparar, pero no solo moral sino materialmente. Lo que determine la JEP, lo vamos a hacer’. Y añadir: ‘humildemente, les pedimos perdón’.

¿Hubo otros casos que lo conmovieron?

Yo conocí la prepotencia y el cinismo, pero le oí decir a Iván Márquez en Cuba, después de un momento de esos tremendos con las víctimas: ‘este dolor no lo puede arreglar nadie, es demasiado dolor. No podemos reparar esto con nada, la única forma es jamás volver a repetir esto en Colombia’. Y hay un caso muy bello, el de Pastor Alape, y lo digo porque en mis años en el Magdalena Medio él era el comandante general de las Farc y secuestraron a nueve ingenieros y me pidieron que fuera a mediar. De entrada le dije: ‘aquí no va a haber plata, si a mí me piden que ayude en un secuestro, no acepto eso, porque me parece lo más indigno que haya que pagar por la libertad humana’. Me dijeron que eran las órdenes de Pastor y que entonces ya tenían listas las nueve bolsas de polietileno y que cada mes nos iban a mandar un cadáver… Ese Pastor Alape es muy distinto del que va a Bojayá, se enfrenta a toda la comunidad y dice: sí, nosotros somos los responsables’, y no da ninguna explicación, que es lo que más me gustó, porque hubiera podido decir ‘es que los ‘paras’ estaban en el pueblo o estábamos en guerra’, sino que dijo: ‘esperamos que algún día ustedes nos perdonen’, lo cual es muy bello, porque no se puede obligar a nadie a perdonar’. Todavía no son perfectos, claro, son seres humanos, pero necesitamos que la gente ayude y apoye.

¿Qué les falta a las Farc para que Colombia les crea?

A las Farc les va a tomar mucho rato ganarse la confianza de Colombia, porque, y es muy duro decirlo, la mayor parte de los crímenes de los paramilitares fueron sobre campesinos que nadie conocía, pero las Farc golpearon sectores de la sociedad que tienen mucho poder, que por supuesto sufrieron dolores indecibles, secuestros, extorsiones, amenazas y atentados, y desde allí se generalizó una desconfianza inmensa y un odio.

¿Qué tan optimista es con el proceso de paz del ELN?

Me da mucho dolor lo que está pasando en el ELN. Estuve dando los ejercicios espirituales a los sacerdotes de Istmina, Chocó, y la guerra está allá. Qué dolor el de esas comunidades, porque es la guerra entre el ELN y los paras por disputar los terrenos que dejaron las Farc y eso es minería criminal y coca y, por supuesto, está entrando el Ejército con todo. Me duele que el ELN continúe en el secuestro y que sus hombres, que son muy inteligentes, piensen que el secuestro es una cosa que hay que negociar con el Gobierno, cuando ese no es un crimen contra el Estado, sino que es una herida al alma del pueblo colombiano… Estoy seguro que si Camilo Torres viviera, seguiría convencido de que hay que trabajar con las mayorías, y la inmensa mayoría de los colombianos lo que está diciendo es ‘paren esa guerra, párenla de todos los lados, paren el secuestro’. Estoy convencido que Camilo sería el primero en decir que lo que quiere el pueblo colombiano es la paz.

¿Cree que con la venida del Papa a Colombia se logrará el cese bilateral con esa guerrilla?

Ojalá, porque el ELN tiene gente muy valiosa que, venida a la democracia, sin fusiles, podría participar enormemente en la construcción de este país. Además, me encantaría que estuvieran como los de las Farc, porque van a obligar a los políticos de Colombia a que se pongan las pilas. No creo que lleguen a tener muchas personas en el Congreso, tendrán el 10 o 15 %, pero van a ser durísimos, como tener 20 o 30 senadores Robledo metidos en el Congreso, y eso hace crecer al país y a la democracia.

¿Cómo evitar que la visita de Francisco sea usada políticamente?

Creo que tenemos que arrebatarles la paz a los políticos. Volver a mostrar que la paz es un valor ético. Nosotros luchamos por la paz y cuando lo hacemos no nos importa el futuro político del partido de la Unidad Nacional, o sea, no nos importa el futuro político de Santos, ni el de Uribe, no nos importa el futuro de la alianza Uribe Pastrana ni el futuro político de las Farc ni del ELN. Nos importa es que podamos vivir como seres humanos en Colombia y es hacia allá que hay que empujar las cosas. Eso es lo que viene a hacer el Papa: ‘Por favor, lo más importante son ustedes mismos, colombianos’. De lo que se trata es que saquemos las armas de la política para siempre.

¿Qué tan optimista es con el ELN?

Me da mucho dolor lo que está pasando en el ELN. Vengo de Istmina, Chocó, y la guerra está allá. Qué dolor el de esas comunidades, porque es la guerra entre el ELN y los ‘paras’ por disputar los terrenos que dejaron las Farc y eso es minería criminal y coca, y, por supuesto, está entrando el Ejército con todo. Me duele que el ELN continúe en el secuestro y que sus hombres, que son muy inteligentes, piensen que eso es una cosa que hay que negociar con el Gobierno, cuando no es un crimen contra el Estado, sino una herida al alma del pueblo colombiano… Estoy seguro que si Camilo Torres viviera, seguiría convencido de que hay que trabajar con las mayorías y la inmensa mayoría de los colombianos lo que está diciendo es paren esa guerra.

Fuente: Jesuitas Colombia

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