Erradicación de la esclavitud

El pasado mes de febrero se presentó el informe ‘Apoyando a las víctimas de trata con fines de explotación sexual’, una investigación llevada a cabo por un equipo multidisciplinar de investigadores de las facultades de Derecho, Ciencias Económicas y Empresariales, Ciencias Humanas y Sociales, e Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, España. Este artículo se basa en el mismo y relata el calvario que sufren las víctimas de la trata.

La trata de seres humanos con fines de explotación sexual

Hace más de 150 años que se abolió la esclavitud y ochenta años que se firmó la Convención sobre la Esclavitud para su erradicación definitiva. Sin embargo ésta aún sigue existiendo con distintas finalidades: la explotación laboral, la explotación sexual o el tráfico de órganos. Hoy queremos compartir aquí las historias que nuestro equipo ha recogido en la investigación sobre la trata con fines de explotación sexual, y hacerlos partícipe de ellas desde la perspectiva de las víctimas.

En busca de un Futuro Mejor

Es posible que alguien cercano a una joven subsahariana le ofrezca un trabajo en Europa con el que podrá sacar a su familia de la pobreza. O podría ser una joven rumana, cuyo ficticio novio la enamore y la engatuse para venir a trabajar juntos a España en la hostelería; en realidad, cuando llegue será vendida por unos tres mil euros a una red que la prostituirá. O podría ser también una joven brasileña, o dominicana, a la que se le ofrece un trabajo de camarera, bailarina o servicio doméstico, con el que conseguirá suficiente dinero para mantener a toda su familia. Los tratantes la convencerán a ella y a su familia de las ventajas de su partida, ofreciéndoles un dinero inicial por el trabajo que conseguirá nada más pisar tierra española.

Todas estas mujeres jóvenes cuando lleguen a España descubrirán el engaño, no encontrarán el trabajo prometido y se darán cuenta que lo que les espera es prostituirse.

Ninguna de ellas podrá elegir a los clientes, ni decidir sobre las prácticas sexuales que le soliciten, ni protegerse contra las enfermedades de transmisión sexual. Si se niega, será maltratada, violada y agredida hasta doblegarla.

Si alguna de estas jóvenes es madre y tiene a sus hijos en su país, estos serán objeto de chantaje, incluso la red no dudará en hacerles daño, o asesinar a alguno de los miembros de su familia para que sirva como ejemplo al resto de las víctimas.

Se enterará además que ha contraído – sin ella saberlo– una deuda con sus tratantes de 6.000 a 80.000 euros. Esta cuantía será más alta para las subsaharianas. Le quitarán el pasaporte, será vigilada en todo momento, no dispondrá de dinero propio y no se permitirá que se relacione con nadie que no sean los clientes. Recibirá sanciones de todo aquello que a sus tratantes no les guste, incrementando su deuda.

Es posible también que alguna de estas jóvenes que sea captada y engañada tenga entre los 15 y 17 años, porque los tratantes saben que hay clientes que pagaran mucho más si quien les proporciona los servicios sexuales son niñas o menores. Estarán ocultas en pisos en las que costará detectarlas e identificarlas. Si la policía las localiza se intentará datar su edad a través de pruebas oseométricas, que en algunas ocasiones fallan con un error de ±2 años, pudiendo declarar una ficticia mayoría de edad que las ponga en la calle y facilite su explotación por los tratantes.

También es posible que sea declarada como menor y enviada a un centro de protección de menores que no está preparado para protegerla. Lo más probable es que sea de nuevo captada por la red para explotarla, o que sea coaccionada para que ella capte para la prostitución a otras menores vulnerables del centro de protección.

Las expectativas de rescate

Si la policía consigue realizar una redada y liberarla de donde está siendo esclavizada –un local de alterne, o casas de citas–, tendrá que ser identificada como víctima. Sin embargo, ella no se reconocerá como tal por diversos motivos, entre ellos el terrible miedo que tiene a la red de tratantes que la ha captado, engañado y maltratado. Sabe lo que le pueden hacer a ella o a sus seres queridos. La policía necesita que las víctimas pongan una denuncia a sus tratantes para poderles otorgar el estatuto de protección y no deportarla a su país de origen.

Si se produce el rescate irá a una casa refugio llevada por una ONG que la protegerá y ayudará a superar el trauma que ha vivido. Sin embargo, no siempre las entidades dedicadas a esta tarea cuentan con todos los recursos que necesitan para atenderla de forma integral.

Será la cercanía de los profesionales y voluntarios que encuentre en su proceso de recuperación, el cariño que le ofrezcan y la confianza en nuevas relaciones, lo que le permitirá recuperar su dignidad y la seguridad en sí misma.

Si tiene alguna discapacidad, problemas de consumo de drogas –dado que los tratantes las obligan a consumir sustancias psicoactivas–, o trastornos mentales, será muy difícil que sea acogida en un centro especializado.

Si el rescate se ha producido en poco tiempo, uno o dos meses, podrá recuperarse de sus secuelas, pero si la identificación como víctima se produce en meses o años posteriores, la prostitución podrá ser una opción de sustento en su vida. A fin de cuentas han abusado tanto de ella que ha cambiado su sistema de valores.

Posibilidades de que haya justicia

Si denuncia a sus tratantes tendrá que esperar a que se celebre el juicio, y dependerá del juez el disfrutar o no de toda la protección que precise tanto en el proceso judicial como en su vida cotidiana. La lentitud de la justicia española hace que, después de varios años, en los que es posible que haya rehecho su vida y superado el trauma, vuelva a revivirlo de nuevo. Recordará las agresiones, las violaciones y esclavitud a la que fue sometida.

En ese momento volverá a ser víctima. Quizás no pueda regresar a su país, ya que las redes están esperándola para saldar las deudas pendientes. Seguramente en el proceso judicial se la catalogue en mayor medida como una prostituta que como una víctima. Es posible que al fiscal y a los agentes policiales les cueste demostrar el delito de trata de la que ella es víctima y verá que, para castigar a sus tratantes, solo queda su declaración. La realizará muerta de miedo y con el único aliciente de que a otras jóvenes y niñas no les suceda la situación de esclavitud que vivió en España y que no olvidará mientras viva.

H. Carmen Meneses*E

Revista Jesuitas España

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