¿Internet favorece el bien común?

Las nuevas tecnologías modifican la realidad en que vivimos, el modo en que nos relacionamos y cómo trabajamos y nos movemos en sociedad. Frente a estos cambios, surge la inquietud sobre si colaborar con la construcción de una sociedad más justa o por el contrario, profundizan las diferencias.

Aquí algunos puntos para reflexionar.

Por José Fernando Juan

Común parece, internet no lo es. Internet, por sí mismo, no favorece el bien común. La brecha digital, que no sufren aquellos que pueden leer este artículo, diferencia no sólo dos grandes ámbitos globales, sino que también potencia la desigualdad dentro de las mismas sociedades. Pero dicho esto, ¿puede favorecer el bien común?

Lo común en los paradigmas digitales

El paradigma de “lo compartido”.

En primer lugar conocimiento y relación, pero se extienden las fórmulas a través de las cuales se comparte transporte, casa, incluso tiempo. Estas fórmulas de consumo colaborativo sirven más para rentabilizar bienes que para hacerlos propiamente comunes. La lógica que subyace sigue siendo por tanto la propia del mercado liberal, potenciado además por su crecimiento sin regulación en la mayor parte de los casos y basado en el acuerdo entre usuarios.

La gran reflexión, muy importante, es el desaprovechamiento de nuestros propios bienes. Nos sobra mucho de lo que tenemos, nos aporta compartirlo. Construir comunidades en las que este intercambio se hace posible ofrece muchas posibilidades de futuro, aunque por el momento sigan siendo limitadas contribuciones a la construcción y contribución de lo común. Para empezar, educa en compartir sin miedos y en el respeto a lo no apropiable, enseña a leer las necesidades de otros y nuestras propias posibilidades de contribución.

El paradigma de “lo gratuito”.

En no pocas ocasiones, lo gratuito no es tal. Hay una sensación enorme de gratuidad en lo que se refiere a internet, impulsada de la mano de numerosas aplicaciones para móvil y plataformas online, aunque finalmente no lo son. El usuario “intercambia” sus datos a cambio de servicios. De donde se deduce que la identidad (individual o colectiva) es un valor de futuro indiscutible. A este respecto cabe puntualizar que muchos usuarios hacen uso de estos servicios propiciando un auténtico espacio de relación y vinculación de cara a un bien común universalmente compartido, pero sin tener excesivamente presente la cesión de derechos que hacen.

Este paradigma también contribuye, y constituye, uno de los grandes retos de lo común: la gratuidad entendida como la vivencia del desinterés y de la corresponsabilidad. Junto al desinterés con el que se viven determinadas contribuciones también conviene reflexionar explícitamente sobre la dinámica que supone recibir de esta manera, y si no supone un salto más en la construcción de una persona capaz de reconocer el valor de lo común.

El paradigma de “lo libre”.

En relación con lo anterior, “lo libre” sería aquello que generosa y desinteresadamente, participando de una comunidad cada vez más global, las personas ponen a disposición de los otros para que se pueda usar lo que ellos han desarrollado por cualquier otro usuario. La relación entre ambos no es muy directa, en ocasiones ni reconocida suficientemente.

Es fundamental preguntarse sobre qué tipo de libertad ofrece, porque si sólo se trata de “consumo” o “uso”, pero no capacita a la persona para empoderarse y desarrollar proyectos de futuro, en el sentido amplio, se puede convertir fácilmente en una forma más de sometimiento a los “productos” ajenos.

El paradigma de “lo abierto”.

Internet no está hecho, se construye y cambia a un ritmo enorme. Su alcance, todavía desconocido, vemos que se hace presente en todos los aspectos de la vida y transforma, al mismo tiempo que se implanta, el medio y los hábitos de las personas involucradas.

¿Somos conscientes de que internet se crea, se autocreará en un futuro, que es una novedad permanente que permite una innovación continua? ¿Hacia dónde y de quién será? Sitúa a muchas personas en la misma dirección sin la capacidad de apropiación absoluta, construyendo inteligentemente. Es una auténtica filosofía de vida la que sostiene este tipo de procesos.

Supone, a su vez, un verdadero empoderamiento estructural de quien comparte espacio digital con otros.

Fuente: Entre Paréntesis

 

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