Jueves Santo – Propuesta de Oración

“Él, que había amado a los suyos, los amó hasta el fin”.

Son quizás, estas palabras de Juan en su relato de la última cena las que acaban por englobar toda la vida de Jesús y dan sentido a lo que viene después de esa noche: la pasión, la cruz, la muerte y claro, la Resurrección.

Contemplar a Jesús en la última cena es contemplar a un hombre desarmado de amor por la humanidad, y al mismo tiempo, en extremo fiel a la misión que le ha sido encomendada.

Al llegar a ese punto de su vida, podría decirse que Jesús ha acumulado muchos más fracasos que victorias: sabía que lo estaban persiguiendo, sobre él se decían todo tipo de mentiras y comentarios malintencionados; y encima, sus amigos más cercanos, que tanto habían compartido con él, no entendían nada de lo que decía.

Sin duda Jesús debe haber ido sintiéndose, progresivamente, más solo e incomprendido. Sin embargo, su mirada siempre estuvo puesta en aquellos a quienes amaba. Sabe que su incomprensión no ha sido adrede. No han entendido porque no han podido, porque sus corazones aún están cerrados, estructurados, duros…

Jesús lo ve, lo comprende, pero no se da por vencido. Su amor es tan grande y tan profundo, que hasta el último momento vale la pena el esfuerzo para que entiendan algo de lo que está pasando.

Por eso en esta última cena sus gestos más concretos y sencillos. Les lava los pies. Parte el pan. Y les pregunta ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes?

Propuesta

Luego de esta descripción de la escena vuelvo a leer Juan 13, 1-15. Contemplo a ese Jesús que se mueve, habla y mira con profunda ternura a cada uno de los presentes. Me detengo a observar su modo, sin prisa, sin forzar nada… cómo se acerca a cada uno, cómo les lava los pies, cómo les habla, cómo los observa…

Me dejo mirar por Jesús, me dejo lavar, me dejo hablar al oído, me dejo abrazar, con la confianza de esta frente a alguien para quien valgo hasta el último esfuerzo, hasta dar la vida.

Algunas preguntas

Sin dejar de lado esa mirada de profunda ternura que Jesús tiene sobre mí me pregunto:

¿Qué aspectos de mi vida necesito mirar hoy con la ternura de Jesús?

Si tuviera que elegir una parte de mí para que Jesús lavara ¿Cuál sería?

Jesús tiene paciencia frene a la incomprensión de los discípulos. Yo ¿tengo esa paciencia conmigo mismo cuando las circunstancias se me vuelven incomprensibles?

Los discípulos se dejan lavar, porque, aunque no entiendan nada, confían en su maestro. Yo ¿confío? ¿Me dejo lavar? ¿Me dejo lavar? ¿Me permito creer en esa mirada misericordiosa que el Señor posa sobre todo mi ser, aún sobre aquello que más aborrezco?

 

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