Mi vocación: «Dios que me quiere se adelanta»

Por Joan Ribalta Ballet, S.I.

¿Qué soy yo, porque Dios se haya fijado en mí?

Es una pregunta que me he hecho, frecuentemente ahora, en el anochecer de la vida. ¿Es posible que la mirada de Dios se haya encendido apasionadamente ante un niño, desde los 6 años monaguillo de la Cueva de San Ignacio, Manresa, que ingresó a los 10 en el Seminario menor y los 15 en el Noviciado, en Italia- y escogido- como uno de sus mejores amigos en su «Compañía …? ¡Siempre me ha parecido una locura! ¡La locura de un «Dios que me ama!»

Si bien Él se ha mantenido fiel en su amistad, yo, en cambio, no he correspondido de la misma manera. Mi comportamiento religioso no acababa de acoplarse a las normas del Noviciado. Más de una vez me había dicho el Ayudante del Maestro de novicios que «siguiendo así, tendría que salir de la Compañía». Y hasta el Maestro de novicios se le acabó la paciencia el día que me dijo: «Escribe a tus padres para comunicarles que tienes que dejar el Noviciado … Yo ya tengo la carta escrita para enviarla … «Todo yo hundido y llorando, de rodillas ante él, prometí un cambio de vida que, afortunadamente perduró.

¿Qué soy yo -Me he preguntado a menudo- porque Dios, a pesar de mis carencias y debilidades, haya continuado enriqueciendo me con su amistad y haya caminado Él a mi lado, guiándome por sus caminos?

Carencias mías, dudas, debilidades, miedos, desconfianza, traiciones … durante los quince años de formación, le movieron el corazón para alargarme su mano en cada situación, darme nuevo aliento para seguir adelante, haciéndome sentir que confiara en Él que me quería y que nunca me abandonaría. En la cola del talento de mis compañeros, tenía que tragarme fracasos académicos que me herían muy adentro, dudas persistentes de si sería apto para trabajar en una empresa, la extensión del Reino dentro de la Compañía para la que Él me había escogido … Las dificultades se me acumulan en los estudios de filosofía y teología, mientras avanzaba hacia la meta definitiva del sacerdocio. En filosofía, me hacían mucho daño las reacciones de un profesor en mi ignorancia: «a ti no te lo pregunto, porque no lo sabes». Yo sólo sabía llorar, cuando lo recordaba por la noche. Lo que no sabía el profesor era el daño que me estaba haciendo. En los cursos de teología estaba el estudio de la «moral» con un examen final que se llamaba «ad audiendas»; la gran prueba para acceder a ser ordenado sacerdote. Durante todo el año tuve que hacer un gran esfuerzo de estudio. ¿Aprobaría? Dudas, preocupaciones, dolores de cabeza y un estado constante depresivo ... hasta que lo dejé todo en manos de Dios: Que se haga lo que Él quiera. Él me ha traído hasta aquí, Él me llevará hasta donde le plazca. Sé que me quiere … Y ¡aprobé!

Terminada la carrera, Dios ha continuado iluminando y guiando mis pasos hasta ahora en los 66 años de actividad sacerdotal y de trabajo en los colegios. Desde la cima de los 96, puedo contemplar, con agradecimiento y gozo toda una vida jesuítica, codo a codo con mi Amigo, de la que nunca me he arrepentido porque, a pesar de todo, «Dios que me quiere» me la ha llevada hasta el término de su felicidad.

¿Qué soy yo, para que Dios se haya fijado en mí?

Raimat, diciembre 2014

Fuente: Ser Jesuita

 

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