Promotio Iustitiae: Renovar el compromiso por una fe que obra la justicia

En el mes de abril de este año 2015, mientras se celebra el cuarenta aniversario de la Congregación General 32 de la Compañía de Jesús, nos hemos reunido en Roma los Coordinadores Sociales de las Conferencias. Hemos dialogado sobre cómo renovar hoy ese empeño por la justicia que brota de la fe. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

En el mes de abril de este año 2015, mientras celebramos el cuarenta aniversario de aquel decreto 4º y nos acercamos a la Congregación General 36 que tendrá lugar el próximo año, nos hemos reunido en Roma los Coordinadores Sociales de las Conferencias. Hemos dialogado sobre cómo renovar hoy ese empeño por la justicia que brota de la fe. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

Queremos dirigirlo a nuestros compañeros jesuitas y laicos –ellas y ellos– que comparten misión con nosotros. Pero nos gustaría que también pudiera ayudar a las muchas personas que forman parte de la familia ignaciana. Esperamos que lo puedas disfrutar.

Querido P. Arrupe,

Cuentan que pocos años después de la Congregación General 31, que le eligiera allí por el año 1965, se convenció usted de la necesidad de convocar una nueva. Confiaba que con ella la Compañía pudiera completar el proceso de adaptación que el Concilio Vaticano II había requerido a las congregaciones y órdenes religiosas.

Muchos de los teólogos jesuitas que habían participado en el Concilio fueron elegidos como miembros de la Congregación General 31. En ella se extrajeron las consecuencias que la novedad del Concilio aportaba a la Compañía. Dicen sus intérpretes que representó un gran giro en la Compañía. Pero pasados unos años, a usted aún le parecía insuficiente. Pensaba que había que dar un paso más.

El Concilio había supuesto una verdadera revolución en el interior de la Iglesia. Al profundizar en la fe y ahondar en el misterio de Cristo y de la Trinidad, transformó la comprensión de sí misma y adoptó una nueva actitud ante el mundo. Ya no lo miraba con severidad, sino con misericordia. Lo vio transido de sufrimientos ante los cuales no podía permanecer ajena.

A usted, Padre, le dolía el mundo, lo miraba con la ternura de quienes lo observan con los ojos de Dios. Desde su juventud se había acercado a barriadas habitadas por gente pobre; su vocación médica le acercó al sufrimiento de los enfermos; la catástrofe de la bomba atómica y sus innumerables víctimas le sorprendieron en el centro de la hecatombe en su querido Japón.

De otra parte, había compartido momentos entrañables con jesuitas entregados a la causa de los empobrecidos. Siempre los acompañó y le conmovió su generosidad. Su corazón vibraba con el de ellos. Era usted clarividente al percibir que el mundo se adentraba en una encrucijada histórica, en un proceso de grandes transformaciones que afectarían a todos sus rincones, algo que hoy ya es obvio. En particular, le estremecía saber que la humanidad disponía de los medios para acabar con el hambre, el subdesarrollo y las guerras, pero carecía de la voluntad requerida.

No le cabía a usted duda, la Compañía precisaba una puesta a punto. Decía el P. Kolvenbach en una ocasión que usted se había aventurado por los riscos de las altas cumbres, allí donde el horizonte se ve más nítido. Se convirtió en un gran guía para la Compañía, porque escuchaba la voz del Espíritu y nunca perdió de vista la “nube del Señor”que la orientaba.

Finalmente convocó aquella Congregación General (CG) 32 que comenzó el año 1974. No estuvo exenta de conflictos. Mirada en retrospectiva, fueron debates creativos que abrieron camino a la penetración del Espíritu en el cuerpo de una Compañía dispuesta a acogerlo. A esta Congregación le debemos la reformulación de nuestra misión: “la misión de la Compañía hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta…”. La promoción de la justicia quería contribuir a la llegada del Reino de Dios en la compleja realidad del mundo. Miraba el mundo entero, sin dividirlo, lo miraba con compasión, con el deseo de sanarlo en su conjunto y con la determinación de contribuir a ello.

El decreto 4º de la CG 32 fue como un estallido en el conjunto de la Compañía. En algunos liberó la energía de una generosidad completa, hasta dar la vida. En otros acrecentó el miedo a lo nuevo por desconocido, que pensaban que traicionaba el legado de nuestros primeros compañeros.

Usted sufrió los excesos, las acusaciones, la incomprensión, la pérdida de la confianza que en su persona habían depositado. Sin embargo, nunca abandonó el timón, ni lo dirigió a otro norte. Estaba convencido de que el Espíritu se había comunicado a la Compañía en aquel momento histórico y quiso serle fiel. Como pedía S. Ignacio al P. General, mostró “la magnanimidad y fortaleza de ánimo… para sufrir las flaquezas de muchos, y para comenzar cosas grandes en servicio de Dios nuestro Señor y perseverar constantemente en ellas cuanto conviene, sin perder ánimo en las contradicciones”.

No se lo agradeceremos nunca lo suficiente. Aquello nos puso en buena compañía, en la de los pobres y en la de tantos amigos que trabajan por un mundo más bello y más justo. Entre ellos hemos descubierto el rostro del Cristo pobre y humilde del Evangelio.

Perdimos muchos compañeros por el camino. De algunas de sus muertes supo usted cuando ya estaba incapacitado para comunicarse. Ya no pudo decirnos lo que sentía. Con certeza, un gran dolor. Posiblemente también una confirmación de la llamada recibida y consolación de que el Cuerpo de la Compañía pudiera acompañar al Cristo del Evangelio, que “padece en la humanidad” (EE 195).

El mundo no es hoy más justo que cuando usted lo conoció. Se ha hecho más pequeño, ya que está más comunicado y vinculado. Continúa atravesado por la injusticia, el hambre, la guerra y la violencia. La misión formulada en aquel famoso decreto 4º se ha hecho más perentoria y actual que nunca. Hoy ya no suscita oposición entre nosotros. Nuestro modo de leer la Escritura, contemplar el Evangelio y comprender la fe está teñido por esta misión, que entendemos que es la de Cristo, en la cual Él nos invita a colaborar.

Los jesuitas somos menos que en el año 1975 y aún disminuiremos más. Nuestra Compañía habla hoy muchas más lenguas y es más multicolor, más variada. Hoy seguiría usted disfrutando del encuentro con sus compañeros jesuitas. Le encantaría su diversidad y compartir con ellos el mismo espíritu de Ignacio, que fue también el suyo, el que le animaba.

Ha sido usted todo un ejemplo de que la tradición ignaciana ayuda a crecer a una persona en humanidad y en familiaridad con Dios. En el mes de abril de este año 2015, mientras celebramos el cuarenta aniversario de aquel decreto 4º y nos acercamos a la Congregación General 36 que tendrá lugar el próximo año, nos hemos reunido en Roma los coordinadores sociales de las Conferencias. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

Queremos dirigirlo a nuestros compañeros jesuitas y laicos –ellas y ellos– que comparten misión con nosotros. Pero nos gustaría que también pudiera ayudar a las muchas personas que forman parte de la familia ignaciana. Con él queremos también ofrecerle a usted un pequeño homenaje: nuestro empeño por continuar hoy el servicio al Cristo pobre y humilde del Evangelio, en el que comprometió a la Compañía.

Coordinadores Sociales de las Conferencias

 

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