Reflexión del Evangelio – Domingo 21 de Mayo

Evangelio según San Juan 14, 15-21

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.

Reflexión del Evangelio – por Fabio Solti SJ

En este evangelio de Juan de este domingo Jesús en su palabra, nos invita a reflexionar diferentes cuestiones:

Por un lado, acentúa el tema del amor: “Si me aman cumplirán mis mandamientos”. ¿Qué nos querrá decir Jesús con esto? ¿A qué mandamientos se refiere?Seguramente se refiere a ese mandamiento que reza “les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” de Jn 13,34, puesto que todos los mandamientos hacen síntesis allí. O, dicho de otro modo, a partir del amor surge todo obrar plenamente humano. Nuestra humanización viene de allí. La invitación de Jesús es a examinarnos en el amor, discernir en él y colocar el resultado en nuestro obrar. El movimiento es contracultural, es de adentro hacia afuera: si me aman (en nuestra interioridad), cumplirán mis mandamientos (el obrar surge solo: derrame consecuente con lo que siento por el que me amó primero).

En segundo lugar, me gustaría poner énfasis en las palabras de Jesús que continúa diciendo que conocemos al Espíritu porque habita entre nosotros: una invitación a recordar que somos templo del Espíritu, casa de él. Él tiene en nosotros su “morada” y se queda con nosotros. ¡Vos sos morada del Espíritu, yo soy morada del Espíritu, nosotros somos morada del Espíritu! ¡Qué hermoso es sabernos habitados por aquel que es vida y vida en abundancia!

Ahora bien, Jesús termina sus palabras diciendo que lo veremos porque el permanece vivo. Acá podemos unir las dos ideas primeras. Por un lado, si el otro es habitado por el mismo espíritu que yo, entonces nos sabemos hijos de un mismo padre: hermanos en Cristo. Palabra tan sagrada que me hace una invitación y un llamado al respeto y la acogida que desde el discernimiento y desde el amor me convoca a un actuar ético-fraterno. Allí descubro a Jesús que permanece vivo cumpliendo su promesa de no dejarnos desamparados. Allí descubro el Reino, que Él sigue prometiendo, haciéndome tierra fértil adhiriéndome verdaderamente a la Palabra.

Porque a Jesús no se llega directo, sino oblicuo: a través del otro.

¡Qué hermoso sabernos con la libertad y la responsabilidad de continuar una misión que tantos empezaron y ahora nos toca a nosotros continuar!

Que el Espíritu nos regale la gracia para hacernos virtuosos discípulos de su Amor.

 ¡Dios nos Bendiga!

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe 

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