S. Alberto Hurtado SJ: ‘¿Cómo Vivir la Vida?’

En el día de San Alberto Hurtado, compartimos un fragmento de uno de sus escritos más populares.

¿Cómo vivir por tanto, mi Vida?

En espíritu de fe. Lo que supone antes que nada comprensión de que Dios es Dios y yo soy yo. Que él lo es todo, la primera, la grande, la inmensa realidad nunca pasada de moda. El primer sitio es el suyo: a su luz deberá mirar todas las demás cosas. La grandeza inmensa de Dios dominando los mundos todos, los hombres, mi vida y tratando de tener los oídos abiertos para conocer su santísima voluntad, norma de toda mi vida. Para el sacerdote lo mismo que para el seglar esta voluntad divina es la suprema realidad.

1.- La voluntad de Dios es nuestra santificación. Hambre y sed de justicia, de santidad. En la jerarquía de amores o valores, lo primero mi santificación, a velas desplegadas, a pesar de vivir en el siglo XX, o mejor santificándome en el siglo XX y santificando el siglo XX. Y esto no es problema de prácticas, más o menos: es problema de pedir, suplicar, clamar al Señor, el serle fiel en lo grande y en lo chico y la resolución de poner por obra sus inspiraciones y de organizar mi vida en forma que mi santificación sea una gran realidad.

2.- Un gran amor a Cristo, autor y modelo de nuestra santificación. Contemplar con amor su vida para copiar en la mía sus rasgos, para seguir sus consejos, que son dados para el siglo XX, para mí. Y con inmenso valor -eso es tener fe- arrojar la red, lanzarme a realizar el plan de Cristo por más difícil que me parezca…. por más que me asisten temores… con la consulta prudente para determinadas resoluciones. Seguir a Cristo y realizar sus designios sobre mí.

Mi ideal central es ser otro Cristo, obrar como él, dar a cada problema su solución. El cuadro de mi vida será aquél en que la Divina Providencia me ha colocado, con mis deberes de estado, pero todo realizado cayendo en la cuenta de que Cristo y yo somos uno: que trabajamos.

Entre los deseos más queridos de Cristo está el de que amemos a nuestros hermanos con el mismo amor que él demostró por ellos. Por eso mi vida cristiana, ha de estar llena de celo apostólico, del deseo de ayudar a los demás, de dar más alegría, de hacer más feliz este mundo. No sólo “nota” apostólica sino consagración entera en mi espíritu y en las obras. Una vida sin compartimentos, sin jubilación, sin jornada de ocho o doce horas.

Toda la vida entera y siempre para vivir la vida de Cristo. Al avanzar en años disminuye el ritmo vital, el idealismo primero es menos intenso, pero por la fe no disminuirá en nada la consagración de mi vida a Cristo. Y esto en cualquier género de trabajo. Lo normal en la vida cristiana, al contrario del Ejército, es que al avanzar en años se ocupan puestos secundarios… Eso no influye en nada. ¡Para lo que Cristo quiera servirse de mí!

3.- Y esta vida de fe, que es sustancialmente un amor alimentado por una intensa vida interior: vida de oración, vida de meditación, vida de sacramentos, vida de ejercicios, vida de lectura espiritual, de amistades espirituales, de ambiente espiritual para poder, sin salir del mundo, ser sal del mundo y su luz.

4.- Así tendremos el cristiano que el siglo XX necesita, realista y santo. Una legión de éstos salvará la humanidad.

Fuente: CPAL SJ

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