Una nueva mirada en la reconciliación con Dios

Este escrito surge como reflexión al finalizar la tercera sesión del curso “Fundamentos para una cultura de la reconciliación”, con la ponencia de Xavier Melloni.

Por Núria Romay. 

La imagen inicial, una sala repleta que albergaba distintas generaciones, orígenes, historias, anhelos. Algunos, de pie, intentaban tomar algún apunte hasta asumir que no todo lo que se escucha y se siente puede ser anotado en un folio.  Otros pocos, junto con los que no gozamos del don de la puntualidad, nos encontramos sentados en el suelo, intuyendo que estar ahí abajo era señal de algo bueno. Así, desde una esquina y a la altura del suelo, pensamos que quizás seamos muchos los que nos vimos interpelados por el título de la sesión (“reconciliación con Dios”) y asistimos buscando alguna pauta o algún “truco” o alguna respuesta sobre cómo convivir con esta necesidad, a veces urgente, de reconciliarnos con Dios. Cada uno desde su lugar, desde el rincón donde se halla, junto con otros buscadores llamados a entrar a un mundo interior que a menudo supera lo que comprendemos y controlamos.

A lo largo de la sesión, Xavier Melloni hizo un recorrido por distintas imágenes que nos separan de Dios hasta encontrar una nueva mirada en la reconciliación con Dios. Comenzó situándonos ante el icono influyente en nuestra historia, del Dios Padre-Madre. Una imagen ambivalente y que para muchas generaciones llega a ser fuente de frustración. “Podemos decir que la existencia humana comienza desde una herida infinita, de sentirnos separados. Salimos del vientre materno para tener vida y dejar de morir. Al nacer aparecen dos figuras inmediatamente: el padre y la madre. Son ellos en forma de nosotros. Los vemos separados. La experiencia parental la proyectamos hacia el invisible y trascendente en dos momentos”: el del miedo al abandono de ese Dios-Madre unido a la relación normativa con la que se ha asociado a un Dios-Padre (que prohíbe y castiga. Esto lleva a Melloni a reconocer que mucho del ateísmo actual nace de “una atrofia del concepto nuestro de Dios“. Estas dinámicas que distorsionan la imagen de Dios  (transmisiones educativas repletas de limitaciones nuestras, el dominio de lo cognitivo más que emocional) no son sencillas de cambiar y requieren de un “giro”. Exacto: un giro. Un giro en la mirada, una nueva perspectiva que según Xavier Melloni pasa por “crecer hacia una fe madura, hacia un Dios que es maduro porque también, al mismo tiempo, nosotros maduramos”.

Aquello que nos permite reubicar el concepto de reconciliación con Dios se encuentra, precisamente, en el Jesús en la cruz y resucitado al tercer día. “En Jesús crucificado asumimos que somos sin el madre-padre que salva, eliminamos esta idea de salvación a través de un Padre poderosos que nos llevaría a la sensación de abandono ante la cruz” dice Xavier Melloni sj “y en el Jesús resucitado se asoma una forma de ver que el amor vence, atravesando la muerte, aceptando mi propia muerte ante una divinidad que se esconde. Pero allí donde se esconde, también se revela”. Y con esta certeza de una divinidad latente en lo humano de Jesús, podemos comprender qué supone la reconciliación con Dios en la medida que “Dios y lo humano están en la misma persona”.

Gracias a la muerte y resurrección de Jesús entendemos que la divinidad está junto a su ser más humano y que ambas dimensiones siguen siendo unidad, también, en nosotros. Justo ahí, llegados a este punto, Xavier Melloni nos planteó una nueva forma de entender esta dinámica de reconciliación. Un cambio en el lenguaje que llegó a cada rincón de aquella sala aún repleta “la reconciliación tiene que ver con una comprensión en la que nosotros también revelamos este Dios porque también somos humanos y divinidad a la vez. Y que es Dios quien está ahí, sosteniéndome, siendo presencia cuando desfallecemos”.

Tal vez fruto de una reacción espontánea, de aquel que siente que se le regala un fragmento de Verdad, brotó en silencio, casi como reactiva desde el suelo una pregunta: muy bien, y ahora entonces, ¿con quién nos reconciliamos si surge esta fuerte necesidad?

Xavier Melloni siguió mostrando que esta idea de reconciliación “es ya una forma arcaica porque sería hablar de reconciliarse con alguna cosa que está, también, en nosotros”. Puede que, al final, cada uno de nosotros, desde allí donde nos encontramos “con lo que nos hemos de reconciliar es con nuestros propios miedos: miedo a pensar que Dios es más infinito de lo que pensamos, miedo a ver nuestras limitaciones, miedo a intuir que no somos dos imágenes separadas, somos Dios y hombre una misma cosa”.

Fuente: Blog Cristianisme y Justícia

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