Oración Domingo 1° de Mayo
Te proponemos tomarte un tiempo para dejarte encontrar por Dios. Por ese Dios que antes que nosotros lo busquemos, ya nos está buscando, llamando y amando.
Lectura del Evangelio: Juan 14, 23-29
Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama, será fiel a mi palabra: iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama, no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es mas grande que yo. Les he dicho esto antes para que, cuando suceda, ustedes crean.
Para Reflexionar…
Jesús va preparando a los discípulos para su partida. El domingo siguiente lo verán ascender al Cielo. Ya no estará físicamente con ellos.
Pero no los deja solos. En su amor infinito, el Señor se da cuenta del sinsentido que es la vida de sus amigos cuando él no está. Entonces les deja el regalo de su Paz. Para que habite en sus corazones, los consuele, los anime…
Y les hace una invitación: la de volver al amor del Padre. Que ha sido el refugio, el impulso y la fuente de Jesús a lo largo de su vida. Ahora, el señor invita a sus amigos a ese lugar donde él mismo recurre en busca de descanso, sanación, consuelo, compañía, abrazo… Para que nunca se sientan solos y sepan que él está junto a su padre, esperando abrazar y habitar sus corazones.
Esa invitación no se queda en los discípulos. Se actualiza todos los días y a cada momento de nuestra vida. A veces, nuestra existencia puede tener mucho del sinsentido que habitaba a los apóstoles cuando estaban sin Jesús. Porque la rutina puede perder sabor y convertirse en un simple transcurrir. Porque nos cuesta hacer carne la Buena Nueva y seguimos llorando sepulcros vacíos. Porque las seguridades se desvanecen y con ellas, las ganas de caminar. O porque a veces el miedo es capaz de robarnos los motivos.
Frente a eso, la invitación de Jesús resuena como un oasis en el desierto. Nos recuerda lo que es fundamental en nuestra vida. Necesitamos volver una y otra vez a su amor. Al amor del Padre. Y allí permanecer, para dejarnos abrazar y consolar por el amor infinito.
¿Qué depiertan las palabras de Jesús a tu corazón? ¿A qué cosas de tu vida te parece que les está hablando?