El viaje del Papa Francisco a México y la renovación política y eclesial
Por Ismael Bárcenas SJ
En los pocos días que lleva visitando tierras mexicanas, Francisco ha podido palpar el cariño de muchedumbres que se mide en decibeles, por ruidosas ovaciones. Como nos tiene acostumbrados, el Papa ha dado interesantes declaraciones.
El primer día que llegó, salió a saludar a los reunidos afuera de la Nunciatura, lugar donde pernocta. Había gritos y gente deseosa de cantarle serenata. Francisco pidió un momento de silencio y traer a la mente a los seres queridos y a los no tan queridos, y orar por ellos. Había que descansar después del largo e intenso viaje, con escala en Cuba donde se encontró con el Patriarca Ruso.
Al siguiente día, en un encuentro con el Presidente y la clase política, Francisco habló de que la principal riqueza de México son los jóvenes. Ante la incertidumbre que atraviesa el país, recalcó que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común. Y siendo discreto, pero apuntando a la diana, dijo: “La experiencia nos demuestra que, cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Posteriormente fue a la Catedral de la Ciudad de México, ahí en la homilía se dirigió a los obispos y con sinceridad y aguda puntería, resaltó (hago resumen):
• Sean Obispos de mirada limpia, de alma trasparente, de rostro luminoso.
• No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa.
• Tengan una mirada capaz de interceptar la pregunta que grita en el corazón de vuestra gente. Estén atentos y aprendan a leer sus miradas.
• No pierdan tiempo y energías en cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias.
• Que vuestras miradas sean capaces de cruzarse con las miradas de los jóvenes, de amarlos y de captar lo que ellos buscan.
• Les ruego no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana.
• La proporción del fenómeno del narcotráfico, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas sino que exigen un coraje profético.
• Les pido una mirada de singular delicadeza para los pueblos indígenas, para ellos y sus fascinantes, y no pocas veces, masacradas culturas.
• Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas.
• Los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial, hermanos (aquí el Papa hizo una pausa, volteó a ver a los obispos y dijo que lo que seguía no venía en lo que había escrito): Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan; pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios que después van a rezar juntos, a discernir juntos. Y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Comunión y unidad entre ustedes.
• No se necesitan «príncipes», sino una comunidad de testigos del Señor.
Este discurso será motivo de análisis y reflexión, el mensaje no es exclusivo para mitrados, sino para cualquier cristiano del mundo (especialmente, claro, para los ministros de culto). Recordemos que los verdaderos amigos son los que, con y por cariño, son capaces de decirnos verdades, a ratos incómodas, viéndonos a los ojos.
En la Basílica de Guadalupe, dedicó bellas palabras a la Virgen Morena. A familiares de las víctimas de la violencia, les brindó consuelo: “Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”. Y recordó lo que la Madre del Cielo dijo al indio Juan Diego: «¿Qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» (Nican Mopohua, 118-119).
En los próximos días estará en Chiapas, en Michoacán y en Ciudad Juárez. Estaremos atentos a los mensajes, gestos y detalles que tenga. Seguramente habrá sorpresas. Bien dice Juan Villoro, escritor mexicano, que intentar adivinar lo que hará o dirá el Papa Francisco es tan incierto como tratar de marcar a su paisano Lionel Messi.
Que este viaje papal siga impulsando el entusiasmo, aumentando nuestra fe y renueve nuestra esperanza.
En lo personal, a distancia, festejo lo que hace y dice el Papa Francisco como cuando Messi mete un golazo con el Barcelona.