Francisco con los Jesuitas de Chile y Perú – Parte I: ‘El Pontificado’
Compartimos un fragmento de la conversación que tuvo el Papa durante su visita a Latinoamérica con jesuitas de Chile y Perú. En él, le hicieron preguntas relacionadas con diferentes temas. Aquí, las primeras dos en las que habla del modo de llevar adelante su Pontificado.
Francisco comenzó con estas palabras: ¡Me alegra ver al padre Carlos! Fue mi director espiritual en el año 1960 durante mi juniorado. José era el maestro de novicios en aquella época, después lo hicieron provincial… Carlos era bedel y era… el rey del sentido común. Aconsejaba espiritualmente con mucho sentido común. Una vez, me acuerdo que fui a verlo porque estaba con mucha rabia contra una persona. Quería decirle cuatro frescas, decirle esto no va, vos sos esto y esto… Él me dijo: «Tranquilo… No conviene romper armas de entrada. Busque otros caminos…». Ese consejo no lo olvidé nunca y le agradezco ahora por esto. Sí. En Chile me sentí bien enseguida. Llegué ayer. Durante el día de hoy he sido muy bien recibido. He visto muchos gestos de gran afecto. Ahora, pregunten lo que quieran.
Se adelanta un jesuita: «Quisiera preguntarle cuáles han sido las grandes alegrías y los grandes dolores que ha tenido Ud. durante su pontificado».
Ha sido un tiempo tranquilo este del pontificado. Desde el momento en que en el Cónclave me di cuenta de lo que se venía —una cosa de golpe, sorpresiva para mí—, sentí mucha paz. Y esa paz no me dejó hasta el día de hoy. Es un don del Señor que le agradezco. Y de verdad espero que no me lo saque. Es una paz que siento como regalo puro, un regalo puro. Las cosas que no me quitan la paz, pero sí me dan pena, son los chismes. A mí los chismes me duelen, me ponen triste. Sucede a menudo en los mundos cerrados. Cuando esto se da en un contexto de sacerdotes o religiosos me viene preguntar a las personas: ¿pero cómo es posible? Vos que dejaste todo, decidiste no tener al lado a una mujer, no te casaste, no tuviste hijos, ¿querés terminar como un solterón chismoso? ¡Qué vida triste, Dios mío!
Un jesuita de la Provincia argentino-uruguaya pregunta: «¿Qué resistencias has encontrado durante tu pontificado y cómo las has vivido y discernido?»
Nunca, frente a la dificultad nunca digo que es una «resistencia». Eso sería faltar al deber de discernir. Es fácil decir «es resistencia» y no darse cuenta de que en esa disputa puede haber aunque sea un poquito así de verdad. Y yo me hago ayudar con eso.
A menudo pregunto a una persona: «¿qué piensa de esto?». Esto me ayuda también a relativizar muchas cosas que, a primera vista parecen resistencia, pero que en realidad son una reacción que nace de un malentendido, del hecho de que algunas cosas hay que repetirlas, explicarlas mejor…
Puede ser un defecto mío el hecho de que a veces doy por sentadas algunas cosas o pego un salto lógico sin explicar bien el proceso porque estoy convencido de que el otro entendió al vuelo el razonamiento que hago. Me doy cuenta que si vuelvo atrás y explico mejor entonces ahí el otro dice: «Ah, sí, está bien…» O sea, me ayuda mucho examinar bien el significado de las disputas. Ahora, cuando me doy cuenta de que hay verdadera resistencia, la sufro. Algunos me dicen que es normal que haya resistencias cuando alguno quiere hacer cambios. El famoso «siempre se hizo así» reina en todas partes: «Si siempre se hizo así, para qué vamos a cambiar? Si las cosas son así, si siempre se hizo así para qué hacerlas de manera diversa?».
Esta es una tentación grande que todos hemos vivido. Por ejemplo, todos las vivimos en el posconcilio. Las resistencias después del Concilio Vaticano II, que todavía están presentes, y llevan a relativizar el Concilio, aguar el Concilio.
Y me duele más todavía cuando alguno se enrola en una campaña de resistencia. Lamentablemente veo esto también. Vos me preguntaste por las resistencias, y no puedo negar que están. Las veo y las conozco.
Después están las resistencias doctrinales, que ustedes las conocen mejor que yo. Por salud mental yo no leo los sitios de internet de esta así llamada «resistencia». Sé quiénes son, conozco los grupos, pero no los leo, simplemente por salud mental. Si hay algo muy serio, me lo avisan para que yo sepa. Ustedes los conocen… Es una pena, pero creo que hay que seguir adelante.
Los historiadores dicen que para que un concilio arraigue hace falta un siglo. Estamos a mitad de camino. A veces uno se pregunta: pero este hombre, esta mujer, ¿leyó el Concilio? Y hay gente que no leyó el Concilio. Y si lo leyó, no lo entendió. ¡Cincuenta años después!
Nosotros estudiamos filosofía antes del Concilio, pero tuvimos la ventaja de estudiar teología después. Vivimos el cambio de perspectiva, y ya estaban los documentos conciliares. Cuando percibo resistencias, trato de dialogar, cuando el diálogo es posible, pero algunas resistencias vienen de personas que creen poseer la vera doctrina y te acusan de hereje. Cuando en estas personas, por lo que dicen o escriben, no encuentro bondad espiritual, yo simplemente rezo por ellos. Siento pena, pero no me detengo en este sentimiento por salud mental.
Fuente: CPAL Social