Camino de Adviento… Soñar con Francisco Javier
Todos soñamos y todos tenemos sueños. Los primeros pueden ser fugaces, quedar en lo banal y no ser tan significativos para nuestras vidas. Pero en los otros, que anidan en todo corazón, podemos encontrar un sinfín de posibilidades para construir, para compartir y para comprometernos.
Tomemos nota de ellos porque tienen el potencial de cimentar un anuncio mucho mayor; en ellos podemos reconocer una cantidad de oportunidades para salir hacia los demás; y, a menudo, comprometiéndonos con ellos es que podremos, quizás ofrecer la mejor versión de nosotros mismos.
En la historia podemos encontrar ejemplos clarísimos de esta triple dimensión de grandes sueños de grandes soñadores: Gandhi, Luther King, Mandela…el mismo Ignacio de Loyola o Francisco Javier. Sueños de servicio y entrega, de justicia y paz, de fraternidad, de lucha y esperanza. Sueños por los que vale la pena dar la vida. Sueños que inspiran otros soñadores… como fuegos encendiendo otros fuegos, como dijeron de A. Hurtado sj.
¿Qué sueños inspiran tu corazón?
Francisco de Jayo y Javier descubrió un sueño en la vida, allá por el siglo XVI. Un hombre de acción, noble y con un futuro de oportunidades vanas fue capaz de reconocer un Sueño por el que vivir y dar la vida. Sin renunciar a la aventura, se lanzó a desplegar todo su potencial; se inscribió en el pequeño grupo de primeros compañeros de Ignacio para sumarse a la causa de anunciar el Reino a todas las naciones; comprometido hasta el final, ofreció su vida en los confines remotos del mundo conocido, flaco de cuerpo y rebosante el corazón.
Y murió soñando… soñando sumar más compañeros al compromiso por el Reino, estudiantes de las Universidades europeas, que abrieran los ojos a las verdades del Evangelio. Soñando con el valor infinito de una vida verdadera, en comparación a las riquezas del mundo. Soñando el sueño de amar hasta dar la vida por la invitación de su Señor.
No caigamos en el error de subestimar los sueños. Ignacio, Francisco, Hurtado y tantos otros se permitieron soñar en grande y asumiendo sus sueños –como cimiento, compañía y compromiso-, se toparon con desafíos y oportunidades de cambiar corazones y realidades. Hoy sabemos que también cambiaron el mundo aunque no se lo hayan planteado así.
¿Estás dispuesto a soñar en grande y dejarte inspirar? ¿Vas a dejar pasar la ocasión de responder a lo que late dentro? Ninguno de nosotros está llamado a ser otro Ignacio, Alberto o Francisco pero en todos germina un sueño, un gran sueño tras el cual orientar la vida.
Y frente a los ´peros´ que nos impidan correr por ese camino, dejémonos iluminar por una realidad: la excusa más grande no es que nos sintamos inadecuados, incapaces, sin fuerzas suficientes para correr tras ese sueño. El miedo más grande –o al menos el más discreto que será el último que enfrentemos-, es que ese sueño es nuestro, es lo que somos en germen: ¿quién soy yo para evitarlo, desoírlo, boicotearlo si soy yo mismo? Nacimos para Dios, como Él, frágiles y necesitados en este mundo; llenos de su gracia y luz. Dejemos brillar esa luz. Alcemos la mirada, hacia el propio corazón y, en la intimidad, llenémonos del sueño de Dios.
Así también, inconscientemente, daremos permiso a otros para hacer lo mismo (N. Mandela)