Los Fe de los Mártires, según Scorsese

Tres aspectos de una misma Fe para observar en la Película Silencio de Martin Scorsese y que pueden resumirse en uno: una fe que da sentido.

Los santos inocentes son los protagonistas silenciosos y sangrantes de buena parte de la historia de la humanidad. En términos cristianos, esto remite a la matanza de niños pequeños acaecida en tiempos de nacimiento de Jesús (recogida en el capítulo 2 del evangelio según Mateo).

Una nueva ocasión nos la brinda la última película de Martin Scorsese, Silencio, que está a punto de estrenarse a nivel mundial. Basada en la novela de Shûsaku Endô, trata de la tremenda persecución sufrida por las comunidades cristianas en el Japón del siglo XVII.

En este contexto, ofrecemos a continuación algunas reflexiones sobre la vida y la fe, agrupadas en una triple distinción: una fe por la que matar, una fe por la que morir, una fe por la que vivir.

Una fe por la que matar

Mucho se ha hablado de las guerras de religión, de las Cruzadas y de otras violencias asociadas al cristianismo. Desgraciadamente, a lo largo de la historia, muchas veces se ha entendido que la fe es algo que justifica la muerte de otros. Por supuesto, este engaño y esta depravación no son exclusivos de la fe cristiana. En la película de Scorsese, la brutalidad de los budistas japoneses es de una crueldad espeluznante. En nuestros días, el yihadismo islámico está a la orden del día. También las ideologías “laicas” han practicado esta convicción con una fe que les lleva a matar: pensemos en Hitler, en Stalin o en Pol Pot. O, más cerca de nosotros en el tiempo y el espacio, las miles de muertes cotidianas intentando cruzar fronteras: la fe en el Estado-nación o la fe en el bienestar económico también matan. Por ejemplo, este 2016 ha batido el récord de muertes en el Mediterráneo, más de 5000. Como dijo el papa Francisco en su documento programático de 2013, “hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esta economía mata” (Evangelii Gaudium, n. 53).

Una fe por la que morir

La película de Scorsese muestra bien, y de manera dramática, la firmeza y la fortaleza de las comunidades cristianas ante la persecución del imperio japonés. Comunidades pobres, perseguidas, clandestinas, humilladas, torturadas, martirizadas. Su vida y su sufrimiento plasman con bastante nitidez que la fe cristiana tiene gran resonancia con la no-violencia activa. Y que ambas están emparentadas con palabras y realidades como aguante, fidelidad, sostén, consistencia… En hebreo, la palabra emounah (fe, firmeza) tiene la misma raíz que amén (el “sí” litúrgico). Como decía Gandhi, la no-violencia no es para los débiles, sino para los fuertes. Hay que tener mucha fe y mucha fuerza para dejarse matar. Así lo muestran los cristianos japoneses del siglo XVII. Y así lo muestran numerosos cristianos de hoy, que siguen sufriendo persecución y martirio. El día 26 de diciembre de 2016, el papa Francisco afirmó con claridad que “la persecución que sufren los cristianos es mayor e igual de cruel que la que se vivió en los primeros siglos de la cristiandad”. Pensemos, por ejemplo, en los cristianos de Alepo (Siria), los de Belén (Palestina) o los de Pakistán. Son, sin duda, santos inocentes.

Una fe por la que vivir

Uno de los núcleos más dramáticos de la película Silencio, de Scorsese, es el discernimiento que deben hacer los misioneros jesuitas. ¿Deben mantenerse fieles a la fe, interna y externamente, aun a costa de que eso suponga la tortura y el asesinato de los campesinos cristianos japoneses? ¿O deben pisar el fumie, de modo que la propia incoherencia externa sea una fuente de vida y salvación? Dicho de otra manera: ¿deben apostar por una “fe por la que morir” o, más bien, redescubrir una “fe por la que vivir”? Más allá de la situación concreta, difícil y delicada, que aborda la película, la cuestión es que, con frecuencia, hay santos inocentes que sobreviven con el peso de la violencia y que, a veces, se intenta justificar esa violencia con argumentos religiosos. Pues no: hay cruces que no son cristianas.

La fe cristiana es una fe para vivir en plenitud. Dios es el Dios de la Vida y de los vivos. El Amor es el principio y el fin del plan de Dios para la humanidad. Ojalá que la vida de tantos santos inocentes nos ayuden a redescubrirlo, a vivirlo, a compartirlo.

Fuente: Entre Paréntesis

El Silencio de Scorsese No Pisa al Más Pobre

A la luz de la película ‘Silencio’ de Martín Scorsese sobre la Fe, el valor de las palabras, los símbolos, y el lugar de los excluídos.

Por Fernando Vidal

Negarnos a pisar al más pobre o su imagen aunque sea lo más útil, lo más pragmático, lo que impone el poder, lo que más interesa, lo que nos prolongue la vida. De mucho de eso va la película Silencio de Martin Scorsese. Pueden quitarnos vida pero nadie puede obligarnos a hacer el mal.

Al discurrir tan en el fondo, la película tiene muchos alcances, pero quisiera resaltar uno que se me repetía: debemos negarnos a pisar a las víctimas, aunque solo sea a su imagen o un símbolo de éstas.

La película Silencio no va del sentido del honor que no quiere mancillar la propia ideología, religión o patria. No es una película sobre el honor ni el idealismo ni morir por las ideas. Se trata de la misma vida, habla de las Cazas de Brujas que se repiten en la historia.

En la película, Scorsese nos sitúa en la persecución del Estado japonés contra los cristianos, las torturas, ejecuciones y represión por todos los medios imaginables. Para demostrar que la persona era cristiana se le ponía ante él una imagen de Cristo crucificado y se le exigía que la pisara o escupiera sobre ella. Ese momento de pisar la imagen del crucificado es el centro de Silencio y se repite en distintos momentos.

Pero se pone a los sacerdotes ante un dilema aún mayor: si pisa la imagen del crucificado, podrá salvar la vida de numerosos fieles que en ese momento están siendo torturados ante él. Sin duda el primer impulso es pisar la imagen del crucificado. Y así lo afirma el protagonista. ¿Qué importa un símbolo? Ya lo dice el Inquisidor: es sólo una formalidad, es sólo un icono, es sólo un símbolo, una imagen. Solo son palabras, meras palabras. Ninguna bandera merece un solo muerto. Silencio está exquisitamente realizada y uno no puede sino sentir compasión por los presos, torturados y amenazados de muerte. Y hasta por la propia vida. ¿Cómo no va a pisar lo que parece ser sólo una imagen? Salvarles lo excusa todo. ¿Sí?

A la vez sentí un choque: identificado con ellos, no quería pisar ni la imagen del crucificado. Rechazaba la idea de pisar a un excluido, a una víctima. Quizás me hubiera resignado a pisar la imagen de un Rey, una Bandera, un Partido, un Papa, mi propia imagen o incluso la de los míos. Pero no la de un crucificado, un ejecutado, un inocente condenado, un pobre, un excluido. Si la piso seguirán siendo pisados siempre. A veces se debe cortar la cadena de la violencia con la paz de la propia renuncia, haciendo silencio incluso a uno mismo.

No tenía razón el Inquisidor: no era solo un símbolo ni un principio ni una formalidad ni solo una idea. Hay ocasiones en que las palabras son hechos. Hay veces en que lo que nos queda es ser personas de palabra o personas de silencio. Estoy pensando en Jesús ante Pilato: un hombre de silencio, un hombre de palabra, una Palabra de Silencio.

Una vida sin sentido

Los inquisidores pedían a los presos que fueran pragmáticos y decidieran desde la lógica de la utilidad. Y lo útil era seguir vivos a cualquier precio. Y eso hacía que las palabras y los símbolos no valieran nada. Pero un hombre sin palabra no vale tampoco nada. Quienes negaron una y otra vez al crucificado se convirtieron no sólo en hombres sin palabra sino en hombres sin vida. Una vida sin Palabra es una vida sin sentido.

Se fue formando en mí una convicción conforme transcurría la película: no debemos pisar a los crucificados, a las víctimas, a los excluidos, a los pobres. Ni siquiera sus imágenes, que frecuentemente es lo único que queda de ellos. Hoy no nos amenazan de muerte para que los pisemos, pero ¿cuántas veces pisamos su memoria o les usamos para demostrar que somos más fuertes, más ricos, más útiles, más santos, más poderosos, más carismáticos? Quien usa la imagen del pobre para ganar en carisma o popularidad, pisa su imagen y le pisa a él. ¿Qué pobres o símbolos de ellos pisamos hoy para mantenernos en nuestro estatus?

Los símbolos son cruciales porque hablan del valor de las cosas. El valor de las palabras son el corazón de la condición humana. Si no sabemos qué decir, cómo resolver el dilema sin pisotear al más débil, siempre nos queda el no-poder del Silencio.

Fuente: Entre Paréntesis

ImPACtando: Síntesis de las 3 primeras prioridades del PAC

La semana pasada, jesuitas de todo América Latina y el Caribe estuvieron reunidos en Perú, para revisar y re-lanzar su Proyecto Apostólico Común (PAC). Compartimos aquí el resumen de la discusión sobre las tres primeras prioridades del PAC.

Prioridad 1: Cercanía y Compromiso con quienes viven en la frontera de la exclusión

¿De qué manera se hace visible esta prioridad? Al finalizar las discusiones en torno a esta temática, se elaboró un documento resumen que refleja cómo se ha desarrollado la prioridad en los últimos años:

  • A lo largo de los años hemos tenido experiencias de cercanía, solidaridad, presencia y compromiso con los pobres y los excluidos… Es un asunto que está presente en el origen de toda vocación de servicio.
  • En cada provincia encontramos acciones vinculadas a esta prioridad, unas más visibles que otras. Habría que distinguir entre la presencia (el estar con los pobres , marginados y excluidos), el trabajar con ellos y el trabajar para ellos.
  • Se percibe cierta dispersión en las iniciativas y faltaría una mayor cohesión. Se habla de la necesidad de aumentar el trabajo intersectorial. Tal vez aquí estaría la tarea del gobierno provincial y de la CPAL.
  • No es una mayoría en nuestras provincias los que asumen esta prioridad. La mayoría lo vivimos de forma corporativa, por las opciones y presencia que hace el colectivo apostólico.
  • Habría que definir las nuevas “exclusiones” y “fronteras”.
  • Hay una preocupación por la disminución de jesuitas preparados para esta Misión.
  • En esta prioridad una acción que nos deja contentos es el trabajo  en red que integra obras sociales, universidades, colegios, parroquias. El SJM: desarrollo del trabajo con refugiados y migrantes y la consolidación de la red en los últimos años.
  • Hay una crisis socio ambiental, hay una deuda de integrar la crisis socio ambiental con nuestra preocupación por la justicia. Hace falta incluir el tema de la ecología.

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Prioridad 2: Profundización y articulación del trabajo con jóvenes

Esta prioridad se ha concretado, con altos y bajos, en nuevas iniciativas de trabajo con jóvenes. En muchos casos, la RJI -Red Juventud Ignaciana – ha ayudado a los muchos procesos ya existentes de trabajo con jóvenes, con laicos, otros religiosos y religiosas, voluntariado, iniciativas intersectoriales y obras de la Compañía.

Sin embargo, se percibe una necesidad de profundizar en conceptos como trabajo con jóvenes y liderazgo, optimizar metodologías de trabajo, iniciativas intersectoriales y la sistematización de experiencias. Se debe tomar en cuenta la diversidad de realidades y contextos de los jóvenes, sin homogenizar, por ejemplo, jóvenes indígenas y mayores y menores de 18 años.

Otro de los puntos que destacaron como las debilidades que se tienen a la hora de conocer y responder a las expectativas y necesidades de los jóvenes, fueron las siguientes:

  • Comprender. Sale con fuerza la necesidad de conocer y comprender con profundidad el mundo (los mundos) de los jóvenes.
  • Protagonistas. En muchos casos los jóvenes son sujetos-objetos del trabajo y nos falta ponerlos más decididamente como protagonistas aprovechando los espacios ya existentes con más acciones donde se explicite la Fe; pensar menos en eventos y más en procesos con metas medibles; fomentar la dimensión eclesial, de ciudadanía y política.
  • Discontinuidad. Tenemos una alta rotación de los referentes del trabajo con jóvenes lo que dificulta la continuidad de los procesos, la conformación de equipos sólidos y el mejor aprovechamiento de los escasos recursos.
  • Investigar. Impulsar el Observatorio Juvenil y las vinculaciones con instituciones propias y de otros para hacer un mapeo de cuántos somos, qué hacemos, dónde estamos.

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Prioridad 3: Diálogo fe y culturas

Es un objetivo que exige a los colaboradores laicos y jesuitas de Latinoamérica asumir nuevas identidades que permitan abrir horizontes, con cuatro temas fundamentales que son: la  importancia y complejidad del tema; el carácter transversal; los principios generales de acción; y las propuestas concretas para reorientar la actual formulación de la prioridad.

Algunas de las reflexiones que se destacaron:

  • Hay que tener una comprensión y un análisis mucho más a fondo sobre sus alcances, sus límites y sus aportes.
  • Se insiste en que la reformulación de la prioridad no se vea limitada a los jesuitas, especialmente en lo que se refiere a formación y equipos de estudios sobre el tema. Tampoco que sea reducida a comisiones de expertos.
  • Debemos preguntarnos en todo momento qué podemos aprender de los escenarios de diversidad cultural en los que nos movemos.
  • Tener como punto de apoyo la dignidad de la persona humana como creación de Dios, sobre todo en los escenarios donde las expresiones humanas parezcan opuestas a lo que estimamos como correcto.
  • Ser conscientes de los límites del diálogo: no siempre los interlocutores están en disposición de entrar en él.
  • Desarrollar una línea de acción en torno a la ecología en defensa de la Casa Común evidenciando el carácter cultural de la crisis civilizatoria en la que nos encontramos.
  • Proponerse actuar en redes en el momento de divulgación de ideas alternativas, contando especialmente con la diversidad de sujetos que actúan a través de los medios de comunicación masiva y con los múltiples grupos que en América Latina promueven la interculturalidad.

Fuente: impactandosj.org

Curas Villeros: Declaración sobre la Inmigración

El tema de la inmigración está en boga. Incialmente debido a medidas y declaraciones que se sucedieron en el contexto internacional. Ahora en Argentina también, la situación de los migrantes se ha endurecido debido a recientes medidas políticas. Los ‘Curas Villeros’ se pronuncian al respecto en la declaración que compartimos aquí.

En un contexto internacional donde hay un creciente deseo de levantar muros en lugar de tender puentes entre los pueblos, en un escenario local de declaraciones racistas y xenófobas de gran parte del arco político, replicadas hasta el hartazgo por los medios masivos de comunicación, surge un decreto de necesidad y urgencia que endurece las leyes de migración y de ciudadanía, salteando la discusión legislativa, espacio apropiado para el tratamiento de un tema tan delicado.

Los sacerdotes que vivimos en las villas, barriadas y asentamientos de GBA y CABA (Gran Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires) estamos muy preocupados por las consecuencias discriminatorias de la medida implementada desde el gobierno nacional, y por su consecuente incentivación del racismo y la xenofobia en nuestro pueblo.

Rechazamos la estigmatización del migrante, identificándolo con el delito, responsabilizándolo del problema de la droga, la inseguridad y de todos los aspectos negativos de la sociedad. El problema no es la inmigración, el problema es el delito.

Advierte el Papa Francisco que “ningún pueblo es criminal o narcotraficante o violento. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”.

¿Cómo llamar “igualdad de oportunidades” a una medida que deporta a un extranjero sin condena, por el hecho de ser acusado de resistir a la autoridad, vender en la vía pública, ejercer la prostitución o ser protagonista de un accidente automovilístico grave? Entendemos que aunque el objetivo de la norma fuera el de dar celeridad a la deportación de narcotraficantes y delincuentes, en la práctica la medida lleva a una persecución de todos los inmigrantes, que ya no podrán ni sonreír delante de un policía por miedo a ser deportados.

¿Cómo hablar de “igualdad de oportunidades” cuando como sociedad escuchamos a diario el llanto de las niñas y niños, hijos de los migrantes, que en las escuelas sufren la discriminación y la violencia cotidiana; cuando vemos el modo en que muchos migrantes son explotados a causa de su situación aceptando trabajos indignos?

Como sacerdotes católicos afirmamos que los posicionamientos discriminatorios son profundamente anticristianos.

Como vecinos de las villas, barriadas y asentamientos en que vivimos somos testigos diarios del sufrimiento causado por la xenofobia y el racismo. Estamos convencidos de que la explotación que a menudo sufren los migrantes es causada por los muros invisibles de la discriminación, que nos separan de ellos como de los otros, insensibilizándonos e instalándonos en la defensa imaginaria de un miedo que sólo se justifica en el prejuicio.

La Dirección Nacional de Política Criminal en Materia de Justicia y Legislación Penal publicó en 2016 el “Sistema Nacional de Estadística sobre ejecución de la Pena” (SNEEP) 2015. En el informe se indica que solo el 6% de los privados de su libertad son extranjeros. Es casi la misma proporción que la de extranjeros en la población general. Es decir, de los casi 2.000.000 de extranjeros que habitan nuestra patria, solo el 0,2 están privados de su libertad. ¿De dónde nace entonces la identificación del inmigrante con el delito? ¿Cuál era la urgencia que instaló el tema en la agenda política y mediática?

Vemos en este momento el inmenso riesgo de profundizar la fragmentación de nuestra patria, aniquilando nuestro sueño nacional de pueblo, y dejándonos con los horizontes fragmentados de grupos divididos y autorreferenciales. Esperamos que nuestros dirigentes, del espacio político que sean, nos ayuden a mirar más lejos, a vislumbrar el horizonte de Nación que como pueblo nos merecemos, superando la búsqueda cortoplacista del impacto mediático y el rédito político.

Entendemos el dolor y la impotencia de quienes sufrieron algún hecho de inseguridad, pero queremos afirmar que una cosa es ser delincuente y otra muy distinta es ser inmigrante, y que la relación entre ambas situaciones solo se origina en posicionamientos públicos, políticos y mediáticos nacionales e internacionales que calan hondo en el pueblo, conduciéndolo a la división y el racismo.

Estamos convencidos de que debemos recibir a los migrantes como recibiríamos al mismo Jesús. Que en lugar de los posicionamientos discriminatorios, xenófobos y racistas, nuestro pueblo tiene reservas morales que nos invitan a la solidaridad y a la hospitalidad. Por eso preferimos una legislación que no se enfoque tanto en castigos sino en tratar de dirigir todo el potencial de los migrantes para el bien común de nuestra Nación.

Creemos necesario señalar que los narcotraficantes, los delincuentes de la trata de personas, los terroristas y criminales, no ingresan por los controles migratorios. La droga no ingresa por los controles oficiales, y si lo hace, es con la complicidad de funcionarios que lo permiten. El endurecimiento de las medidas migratorias no es contra los delincuentes, sino contra la familia trabajadora.

Aproximaciones al tema desde la Sagrada Escritura, el Magisterio y la Historia Argentina

La Biblia está llena de migraciones. A Abram, el padre de la fe, le toca vivir un momento muy difícil migrando al país de Negue.

El pueblo de Israel estuvo esclavo en Egipto, y migró por el desierto rumbo a la tierra prometida, que estaba ocupada, viviendo la situación traumática de tener que instalarse precariamente en los alrededores de la ciudad. Luego, cuando el pueblo estuvo cómodamente establecido y había perdido la memoria de sus sufrimientos pasados, Dios le recuerda su deber de solidaridad. “También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros en Egipto”. Era necesario que Dios lo recordara porque la comodidad adormece el corazón, y el satisfecho deja de percibir el dolor de su hermano.

En el Antiguo Testamento los inmigrantes constituyen, junto con los huérfanos y las viudas, la trilogía típica del mundo de los marginados. Una y otra vez, se recuerda el deber para con ellos. En la actualidad, no están en una situación muy distinta.

En sus normas de conducta, Israel tiene clara la prohibición de oprimir, de explotar, atropellar, defraudar el derecho del migrante: «No oprimirás al extranjero»; «No lo molestarás»; «No lo explotarás»; «No defraudarás el derecho del emigrante»; «Maldito quien defrauda de sus derechos al emigrante». Porque es muy fácil aprovecharse del inmigrante, incluso hoy pareciera que queremos y buscamos su trabajo (en la albañilería, los talleres textiles, las quintas, etc.) pero a ellos no los queremos.

Ya en el Nuevo Testamento María y José sufren la discriminación del migrante y son rechazados en Belén, llegando incluso a improvisar el lugar de nacimiento del niño Jesús en un establo.

Jesús, el Señor, eleva al extranjero a signo de la acogida de su Reino y se identifica personalmente con el inmigrante: «Fui extranjero y me acogisteis» (Mt. 25,35). La tradición espiritual de la Iglesia recoge la identificación, y la regla de San Benito sentencia: “El huésped es Cristo”.

San Pablo proclamará que la unidad es más profunda que la división: «Ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque todos sois uno en Cristo» (Gal. 3,28).

El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en su decreto Erga Migrantis Caritas Christi del 2004, denuncia que la globalización es del capital pero no del hombre.

El tema aparece con mucha fuerza en el Papa Francisco, quien una y otra vez llama a la hospitalidad que nace de la fe y a la memoria familiar adormecida por la comodidad: “en la experiencia dolorosa de estos hermanos y hermanas volvemos a ver la del niño Jesús, que en el momento del nacimiento no encontró alojamiento y vio la luz en la gruta de Belén”; “las personas de este continente no le tememos a los extranjeros porque muchos de nosotros fuimos extranjeros. Lo digo como hijo de inmigrantes, consciente de que muchos de ustedes también descienden de inmigrantes”. “Es, en verdad, un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades.”

En nuestro país desde hace más de un siglo que el porcentaje de inmigrantes se ha ido reduciendo poco a poco. En 1917 el 30% de los habitantes era extranjero. Hoy apenas el 4% por ciento lo es. Sin embargo nos presentan una realidad ficticia donde estamos “invadidos de extranjeros”.

Desde el punto de vista cultural e histórico, nunca hemos considerado “extranjero” a un boliviano, a un peruano, a un uruguayo o a los latinoamericanos en general.

¿Cómo considerar extranjero a un boliviano si el primer Presidente de nuestro territorio fue Cornelio Saavedra, nacido en Potosí, titular de la Primera Junta en 1810?

¿Cómo considerar extranjero a un peruano, si Ignacio Álvarez Thomas, nacido en Arequipa, fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, cargo equivalente a Presidente de la Nación?

¿Cómo considerar extranjero a un paraguayo, si fue Asunción la fundadora de Buenos Aires?

¿Cómo despreciar a los inmigrantes si históricamente muchos argentinos han debido emigrar por motivos políticos, laborales y de otra índole?

¿No fue José de San Martín el Libertador de Sudamérica?

En nuestra declaración del año 2007 sobre la urbanización de los barrios obreros habíamos señalado que: “Valoramos la cultura que se da en la villa, surgida del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía, y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos”.

Ya señalábamos el aporte de los migrantes. Ellos no se llevan nada. Llegan con sus manos llenas de experiencias, vivencias, historias y culturas que no hacen más que enriquecernos como personas y como sociedad. Incluso los jóvenes que vienen a estudiar nos aportan también sus conocimientos y mantienen nuestra amistad e influencia social y cultural. Los migrantes aportan una fuerza económica insustituible y dignificadora: el trabajo. La construcción de nuestras casas, la ropa que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de nuestros enfermos y de nuestros mayores… todo está relacionado al trabajo de inmigrantes que nos ofrecen su cuidado y dedicación.

Que la Virgen de Guadalupe, patrona de toda América, nos enseñe el camino de la inclusión y la hospitalidad. Que no sea el miedo el que nos conduzca, sino el amor a todas las personas que pisan nuestro suelo argentino.

Fuente: Arg21 Noticias

Criterios de Discernimiento para Pensar la Teología del Pueblo

Cómo construir una Iglesia ‘pobre y para los pobres’, que funcione como un cuerpo integrado desde la propuesta del Papa Francisco y la Teología del Pueblo.

Por Félix Palazzi

Una opción teológica y pastoral de inspiración latinoamericana

A lo largo de sus discursos, el Papa Francisco viene teologizando su acción pastoral desde criterios que provienen de la “Teología del Pueblo” o también conocida como “Teología de la cultura”. (…)

La teología del pueblo se inspira en el llamado que hicieron los obispos argentinos en 1969 con la publicación del “Documento de San Miguel”. En él encontramos algunos de los criterios de discernimiento y las líneas de acción pastoral que el Papa viene promoviendo en fidelidad al Concilio Vaticano II (1962-65) y a las Asambleas Generales de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas, especialmente las reunidas en Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2007). En esta última el entonces Cardenal Bergoglio hizo sendas reflexiones sobre el sentido liberador de la “evangelización de la cultura”.

Francisco viene proponiendo un nuevo modo de ser de Iglesia que asuma su talante profético en la vida pública.(…) En fin, si apostamos por «una Iglesia pobre y para los pobres» con todas sus «consecuencias en la vida de fe de todos» (EG 198). Lo que el Papa propone no es una mera aplicación radical de la doctrina social de la Iglesia, como muchos analistas suelen entender al no estar familiarizados con la opción teológica y pastoral latinoamericana de fondo que inspira al magisterio de Francisco.

Ser ciudadanos en el seno de un pueblo

En el discurso de Apertura de la Congregación Provincial XIV de los Jesuitas en 1974, Bergoglio manifiesta «la convicción de que es necesario superar contradicciones estériles intraeclesiásticas para poder enrolarnos en una real estrategia apostólica que visualice al enemigo y una nuestras fuerzas frente a él». Argentina vivía entre conflictos sociales y divisiones al interno de la Iglesia Católica. Una parte importante del clero y la vida religiosa apoyaba al peronismo. En medio de esta situación, el padre Bergoglio, quien era para ese entonces provincial superior de los jesuitas en Argentina, pide «recordar los infecundos enfrentamientos con la Jerarquía, los conflictos desgastantes entre ‘alas’ (por ejemplo, ‘progresista’ o ‘reaccionaria’) dentro de la Iglesia. Terminamos dando más importancia a las partes que al todo».

A raíz de esta experiencia de divisiones y fracturas sociopolíticas y eclesiásticas, nace un nuevo ideal, el de construir un proyecto de nación y de Iglesia. Bergoglio se propuso fomentar una unidad mayor a la coyuntural entendiendo que el bien común, que es «el todo», es más importante que cada postura y opción individual, a las que se refiere como «las partes». Al absolutizar la visión individual de la realidad, se anula el diálogo y toda posibilidad de alcanzar al bien común. El tema de construir esta unidad mayor, o bien común, aparece como central en la teología que inspira a Bergoglio.

Sin embargo, como solía decir Lucio Gera, padre de la Teología del Pueblo, es necesario el cambio de algunas «mentalidades» que impiden alcanzar este fin. ¿Qué criterios debemos tomar en cuenta, entonces, para lograr el bien y el desarrollo integral del pueblo? (…)

Hacia mediados de la década del 70, el padre Bergoglio comienza a formalizar algunos criterios que ayuden a discernir la participación en la vida pública. Propone los siguientes: «la unidad es superior al conflicto, el todo es superior a la parte, y el tiempo es superior al espacio». Casi 40 años después, en el 2010, los retomará como Cardenal en la Conferencia que diera con motivo del Bicentenario de la Independencia, y ahí agregará un cuarto criterio de discernimiento: «la realidad sobre la idea». (…) Hagamos una breve reflexión en torno a estos criterios de discernimiento que propone Francisco.

El primero es: ‘el tiempo es superior al espacio’. Lo más importante en cualquier praxis pastoral, o sociopolítica, es iniciar procesos porque «uno de los pecados que a veces hay en la actividad socio-política es privilegiar los espacios de poder sobre los tiempos de los procesos» (2010). Para muchos agentes pastorales, académicos y políticos, es más importante la cantidad que la calidad, el poder que el servicio, la estructura y los proyectos que la relación real y próxima al otro. La consecuencia es clara: «somos una sociedad fragmentada que ha cortado sus lazos comunitarios» (Cf. La nación por construir, 2005). De ahí la necesidad de superar el individualismo feroz que domina en los países más desarrollados y construir la fraternidad entre los pueblos, pasando de la creciente globalización de la indiferencia a otro modelo que privilegie el encuentro antes que la ocupación de los espacios ¬—políticos y religiosos— y la obtención de ganancias —económicos— como fines en sí mismos.

El segundo criterio es: ‘la unidad es superior al conflicto’. Esto significa que para que se logre el bien común hay que «meterse en el conflicto, sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de una cadena, en un proceso» (2010). El fin de esto ha de ser la unidad mayor y así la superación de las divisiones y los conflictos coyunturales que podamos estar atravesando. Construir la unidad significa recuperar tres elementos: la memoria de las raíces, la captación de la realidad presente y el coraje del futuro. El reto está en construir «una unidad plurifacética. Alejada de lo hegemónico, tanto de un proyecto globalizante, que uniformiza y elimina la diversidad, como de un relativismo atomizador y despersonalizante» (2005).

El tercer criterio, y quizás el más interesante frente a la creciente cultura de la indiferencia, es: ‘la realidad sobre la idea’. Como él nos explica: «la realidad es, mientras que la idea se elabora». Pero, se pregunta: «entre realidad e idea: ¿qué está primero? La realidad. Ella es superior a la idea» (2010). Aquí hace eco del método teológico latinoamericano al reconocer la necesidad de «ver» primero aquello que se muestra y es evidente ante nuestra mirada, lo que no puede ocultarse porque es un «hecho». Entre otros, podemos mencionar al consumismo derrochador y a la inequidad social que afectan a las grandes mayorías de la humanidad (Laudato Si, 48.49.90.109). Si nos quedamos en «lo ideal» podemos vivir la falsa ilusión de valorar positivamente el actual proceso de globalización, pero al «ver la realidad» que nos rodea descubrimos que nos estamos deshumanizando, que estamos perdiendo «toda referencia a lo común y con todo intento por fortalecer los lazos sociales» (LS 116).

El cuarto y último criterio es: ‘el todo es superior a la parte’. Esto significa que «un ciudadano que conserva su peculiaridad personal, su idea personal, está unido a una comunidad, como sucede con la figura del poliedro. Por ello, la característica fundamental del ser ciudadano es la projimidad» (2010). Con esta expresión, el entonces Cardenal Bergoglio proponía un estilo de vida evangélico que permitiría superar el individualismo atroz que nos distingue como sociedad moderna, pero que, a la vez, frustra a tantos que viven sumergidos bajo la cultura de la indiferencia y la indolencia, donde cada uno vela por sus propios proyectos e intereses, mientras considera al otro como uno más del montón, de la masa, con quien no logra edificar una conexión real, una relación prolongada o un mundo de vida compartido.

(…)

Las consecuencias para la institución eclesiástica son claras. Necesita una conversión pastoral o cambio de mentalidad como decía Lucio Gera. Lo que vio suceder en los procesos sociopolíticos, ahora lo ve en la Iglesia. Por eso, su palabra sigue vigente, llamando a superar «la lucha por el poder que sirve a intereses individuales y sectoriales; de posicionamientos y ocupación de espacios, más que de conducción de procesos» (2010).

Fuente: Teología Hoy

El Rol del Alumno en el Proceso de Enseñanza-Aprendizaje

Estamos de acuerdo en que el rol del docente es fundamental para el proceso educativo. Pero igual de fundamental es el del educando, no sólo porque si no hay a quién ‘enseñarle’, no tiene ningún sentido, sino porque, más allá de las estrategias y recursos que posea el profesor, lo que Él alumno aprenda depende en gran medida de sí mismo…

Por José Fernando Juan

Una de las grandes renovaciones de la pedagogía moderna ha sido conectar la enseñanza y el aprendizaje. Es decir, la tarea del profesor y del alumno. Cada cual en su lugar. Sin embargo, cuando revisamos estas aportaciones nos encontramos, una y otra vez, con exigencias sobre el docente y muy pocas, por no decir nulas, sobre el discente. Algunas reflexiones:

El alumno que quiere, aprende

Sea cual sea, me atrevería a decir, la metodología docente. Aunque no todas sean iguales, la verdad, porque unas favorecen más que otras. Dicho de otro modo, aprender requiere voluntad sin que la voluntad lo pueda todo, una voluntad fuerte y humilde. Y el debilitamiento de la voluntad, del hábito de estudio y trabajo, de la consideración del esfuerzo para alcanzar sus metas, deviene en carencias notables en su aprendizaje. Sobre esta cuestión no se habla, quizá no interese. Peor sería reconocer que es preferible una generación con una voluntad ausente. Aplaudo a aquellos de mis alumnos que se esfuerzan cada día, incluso cuando no alcanzan las metas esperadas y siguen intentándolo una y otra vez. Su esfuerzo es parte natural del aprendizaje y de su formación.

El alumno motivado, aprende

Sin lugar a dudas. Pero cuando hablamos de motivación, las referencias se hacen al profesor más que al alumno. Como si este, por mucho protagonismo que decimos que tiene, no tuviera nada, absolutamente nada que aportar. O como si no fuera tarea primera, casi obligatoria, de la familia. No queriendo ofender a nadie, se nota tremendamente en el progreso y desarrollo de los alumnos el impacto que tiene el interés y trabajo que las familias hacen. Aplaudo a aquellos de mis alumnos que van desarrollando esa responsabilidad personal y ellos mismos son su primera motivación, estima y acicate.

El alumno que respeta, aprende

Hablemos de lo que ocurre en las aulas y de la actitud de los alumnos hacia las normas. Porque, si bien muchos padres comprenden en la adolescencia -si no antes- lo exigente que es mantenerse firme y no ceder por comodidad, pensemos en un aula en la que hay 30 adolescentes juntos, que se refuerzan mutuamente. En esta situación, las cosas no se dan en calma y, no pocas veces, por mucho que se dialogue, llega el momento en el que el profesor debe imponerse. No por su bien y su comodidad, sin por el propio alumno. Aplaudo a aquellos de mis alumnos, y no son pocos, cuya buena educación hace tremendamente sencillo y fácil su aprendizaje. Son personas y se comportan con la dignidad que corresponde a este título.

El alumno ordenado, aprende

No me hace ninguna gracia el desorden en el que viven los jóvenes, dejando todo para el final o como si diariamente no tuvieran nada que hacer. Tampoco entiendo que los padres se lo crean o lo permitan. Todos los días se debe aprender algo nuevo y se puede hacer de muchas maneras. La vida no se puede reducir a estudiar o no hacer nada. El orden cultiva un modo de estar en el mundo, en muchas ocasiones decisivo. No diré nada respecto al móvil, como caso concreto, pero imagino que la mayoría puede darse cuenta de lo que sucede cuando hay desorden. Aplaudo a aquellos de mis alumnos que dejan el móvil fuera de la habitación cuando se ponen a estudiar.

El alumno que aprovecha el tiempo, aprende

Una hora no es una hora igual para todos. Algunas personas aprovechan el tiempo mientras otras pierden la mitad del tiempo al inicio y otra mitad al final. Así de sencillo. Quien es cuidadoso con el tiempo, como con el orden, y sabe sacar provecho no deja para luego lo que puede hacer ahora, reconoce que hay tiempo para unas cosas y para otras, sabe estar en cada momento como corresponde. Una de las grandes tragedias de muchos jóvenes es acostumbrarse a perder el tiempo hasta el final, hasta cuando ya no hay tiempo para nada. Otro de sus grandes males es dilatar sus tareas como si por las tardes no tuvieran nada que hacer, salvo estar en la habitación. Y otro, del que tendríamos que hablar largo y tendido, es dejarse interrumpir incansablemente por las alertas del teléfono, por distracciones digitales. Aplaudo a los que aprovechan su tiempo, porque sólo ellos saben lo que vale.

El alumno interesado, aprende

En relación a la motivación, pero también en lo que respecta a la curiosidad. Desarrollar los propios intereses vinculados al aprendizaje y favorecerlos resulta decisivo. Cuando los intereses van por otro camino, tan diferentes o incluso opuestos a la educación y al desarrollo personal, lo que sucede son tensiones. Muchas familias y profesores deberíamos reflexionar juntos sobre qué intereses se han cultivado en sus hijos, quién lo ha favorecido y quiénes lo hemos permitido. También sobre las repercusiones. Aplaudo a aquellos de mis alumnos cuyos intereses les hacen crecer a ellos y, dentro de no muy poco, harán de nuestra sociedad un lugar mejor.

El alumno que pregunta, aprende

Es decir, el que tiene dudas. No el que dice estar perdido dos meses después de comenzar la evaluación, sino el que atiende y pregunta lo que no sabe. El que tiene dudas, está centrado. El que tiene dudas, impide su propia pérdida, su desconexión, su avance. No es tan fácil preguntar en clase, sobre todo si no hay ambiente propicio para ello. Pero puedo decir que al profesor no suelen incomodarle las dudas, porque no son ninguna pérdida de tiempo sino todo lo contrario. Porque preguntar es situarse, dice dónde estamos, y espera una respuesta. Aplaudo la valentía de quienes saben preguntar.

El alumno que repasa, aprende

El que llega a casa, sin saber qué tiene que hacer o de qué va el tema, no aprende. Algunos tienen que compensar en casa lo que no hacen en clase. Pero no suele darse. Repasar es dedicar tiempo a asentar, fortalecer el conocimiento. Creo que es una actitud humilde, que no cree que con una vez escuchado ya se tiene aprendido. Quizá en ese trabajo, tantas veces solitario, se llegue a más de lo que pensamos. Aquí se construye mucho de la confianza persona, de su resistencia, de su hábito y carácter. Es parte del aprendizaje, tanto o más que lo que sucede en clase. Aquí el alumno puede adaptar, personalizar, hacer suyo auténticamente lo aprendido, seguir cuestionándose, seguir su propio ritmo. Aplaudo a aquellos de mis alumnos que son constantes en esta tarea.

El alumno que sabe relacionarse, aprende

Sin ánimo de ofender a nadie, ¡cuánto bien o cuánto mal pueden hacer las relaciones a cualquier edad! A mis alumnos les planteo muchas veces esta cuestión. Si tienes un entorno de amigos que facilita o que impide, que centra o que distrae. Son relaciones esenciales en las que deben saber elegir. No sólo por lo que tengan los demás que aportarles a ellos, también por lo que aportan a los demás. Acoger y respetar a los demás significa ayudarse mutuamente, no condescender con falsas tolerancias o ceder a las presiones de los otros. Aplaudo a aquellos de mis alumnos que no son veletas al viento, sino personas con principios, con criterio.

El alumno que crea ambiente, aprende

Seamos claros: uno de los grandes problemas de la educación es que el alumno no adquiere sus propios hábitos y formas de estudio. Evidentemente, son diferentes, tienen que encontrar las estrategias que mejor se adapten a sus necesidades. Y saber contrarrestar debilidades. Pero la educación no termina en tener una habitación o en pasar horas delante de libro. ¡Mira que lo repetimos veces, y no hay manera! Aplaudo a aquellos alumnos cuya actitud en clase crea buen ambiente, clima propicio para las sanas relaciones y para el aprendizaje.

Fuente: Entre Paréntesis

 

¿Estamos solos en el Universo?

Entrevista a José Gabriel Funes SJ, exdirector del Observatorio Astronómico Vaticano y actual investigador en la Universidad Católica de Córdoba. Su proyecto de investigación multidisciplinar tiene como objetivo estudiar las implicancias antropológicas y religiosas del potencial descubrimiento de vidas extraterrestres.

¿Qué significa este descubrimiento para la humanidad en general?

Uno de los primeros hexoplanetas fue descubierto en 1995, desde entonces hasta ahora se han ido descubriendo nuevos planetas que giran alrededor de otras estrellas. La cuestión es poder encontrar planetas semejantes a la Tierra y que, además, estén en una zona habitable. Eso significa que se puede esperar que haya vida.

Lo que nos dice este hallazgo es que el número de planetas semejante a la Tierra es más común de lo que pensamos. Lo que queda por saber, que puede tardar de 5 a 10 años, es si los componentes químicos son semejantes a los de la Tierra. Entonces la pregunta que todos se hacen, y por eso la noticia importa y tiene repercusión, es si estamos solos en el universo.

Ya viene de los griegos, no es nuevo. Pero con este descubrimiento la idea de vida extraterrestre se reaviva y nos desafía en distintos aspectos. ¿Es la vida un fenómeno común en el Universo o es algo tan raro que posiblemente seamos los únicos en nuestra galaxia? ¿Es la vida un fenómeno más frecuente? No lo sabemos. No sabemos si hay otro tipo de vida y si esa vida evoluciona en vida inteligente. El único caso que conocemos es la vida en nuestro planeta Tierra.

¿Cómo influye en el trabajo de investigación que usted dirige?

En el marco de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), dirijo un proyecto de investigación que se llama O.T.H.E.R. Son las siglas de Otros mundos, Tierra, Humanidad, Espacio y Remoto. Conformamos un grupo multidisciplinar, de investigadores de la UCC y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), al cual llamo ‘laboratorio de ideas’ porque abordamos esta antigua pregunta desde distintas perspectivas. Estudiamos los aspectos astronómicos, biológicos y antropológicos de la evolución de la vida, la inteligencia y también sobre la espiritualidad.

Este tipo de descubrimiento no cambia mucho para nuestro proyecto pero nos anima a seguir adelante. En realidad nos dice que vamos entendiendo mejor el número de planetas semejantes a la Tierra. La gran pregunta es si hay vida y el origen de la vida. Una astrónoma reconocida, Sara Seager, dice que la próxima revolución copernicana va a ser el descubrimiento de vida extraterrestre. Algunos científicos piensan que aunque sea una bacteria lo que encuentren en otro planeta ya sería un cambio. Cambiaría nuestra forma de pensar. Nosotros vivimos en una sociedad globalizada. Cualquier noticia es conocida enseguida por todos. Tenemos una conciencia global, el ser humano ya no es solo un cordobés, un argentino, un latinoamericano sino que es un ser humano, es un proceso de siglos que ahora lo vivimos como algo cotidiano. Si nosotros descubrieramos vida en el universo ya no seríamos terrestres, tendríamos una perspectiva cósmica de nuestra existencia por lo que algunos sugieren que esto ocasionaría un cambio importante en nuestra modo de pensar. Esto es lo que queremos reflexionar.

Lo importante es acercarnos a esto pero desde distintas perspectivas, que no sea sólo lo astronómico porque hay más temas que merecen ser tratados, poniendo el acento en la dimensión espiritual de esta búsqueda. También apuntamos a la dimensión social. Una parte interesante de nuestro proyecto tiene que ver con enseñar la importancia del trabajo multidisciplinar, lo que esperamos pueda servir como extensión universitaria y que pueda llegar a los colegios. Nuestro trabajo es un ejemplo de un caso de estudio multidisciplinario que demuestra que hay temas que no se pueden abordar desde una sola perspectiva. Es lo que queremos transmitir en la formación de los jóvenes. Queremos que nuestra investigación sea un aporte a la sociedad y que no quede en ciencia ficción.

 

Fuente: Prensa UCC

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 19 de Marzo

Evangelio: Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.

Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.

La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»

La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»

Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»

La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»

Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»

La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»

Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»

En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Reflexión del Evangelio – Por José Antonio Pagola

La escena es cautivadora. Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob. Pronto llega una mujer a sacar agua. Pertenece a un pueblo semipagano, despreciado por los judíos. Con toda espontaneidad, Jesús inicia el diálogo con ella. No sabe mirar a nadie con desprecio, sino con ternura grande. «Mujer, dame de beber».

La mujer queda sorprendida. ¿Cómo se atreve a entrar en contacto con una samaritana? ¿Cómo se rebaja a hablar con una mujer desconocida? Las palabras de Jesús la sorprenderán todavía más: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda tú misma me pedirías a mí, y yo te daría agua viva».

Son muchas las personas que, a lo largo de estos años, se han ido alejando de Dios sin apenas advertir lo que realmente estaba ocurriendo en su interior. Hoy Dios les resulta un «ser extraño». Todo lo que está relacionado con él les parece vacío y sin sentido: un mundo infantil cada vez más lejano.

Los entiendo. Sé lo que pueden sentir. También yo me he ido alejando poco a poco de aquel «Dios de mi infancia» que despertaba, dentro de mí, miedos, desazón y malestar. Probablemente, sin Jesús nunca me hubiera encontrado con un Dios que hoy es para mí un Misterio de bondad: una presencia amistosa y acogedora en quien puedo confiar siempre.

Nunca me ha atraído la tarea de verificar mi fe con pruebas científicas: creo que es un error tratar el misterio de Dios como si fuera un objeto de laboratorio. Tampoco los dogmas religiosos me han ayudado a encontrarme con Dios. Sencillamente me he dejado conducir por una confianza en Jesús que ha ido creciendo con los años.

No sabría decir exactamente cómo se sostiene hoy mi fe en medio de una crisis religiosa que me sacude también a mí como a todos. Solo diría que Jesús me ha traído a vivir la fe en Dios de manera sencilla desde el fondo de mi ser. Si yo escucho, Dios no se calla. Si yo me abro, él no se encierra. Si yo me confío, él me acoge. Si yo me entrego, él me sostiene. Si yo me hundo, él me levanta.

Creo que la experiencia primera y más importante es encontrarnos a gusto con Dios porque lo percibimos como una «presencia salvadora». Cuando una persona sabe lo que es vivir a gusto con Dios, porque, a pesar de nuestra mediocridad, nuestros errores y egoísmos, él nos acoge tal como somos, y nos impulsa a enfrentarnos a la vida con paz, difícilmente abandonará la fe. Muchas personas están hoy abandonando a Dios antes de haberlo conocido. Si conocieran la experiencia de Dios que Jesús contagia, lo buscarían. Si, acogiendo en su vida a Jesús, conocieran el don de Dios, no lo abandonarían. Se sentirían a gusto con él.

 

Testimonio de la Misión San Francisco Javier

Luciana Rey, una de las jóvenes uruguayas que participó de la misión cuenta su experiencia y la de su grupo en Raigón, uno de los 9 pueblos de la diócesis de San José por los cuales se repartieron los misioneros.

Por Luciana Rey

El 18 de febrero se celebró en la catedral de San José la misa de envío que daba comienzo a un nuevo ciclo de la Misión San Francisco Javier en Uruguay. Cerca de 120 jóvenes uruguayos y argentinos, pertenecientes a la Red Juvenil Ignaciana, se encontraban en un mismo lugar para vivir una semana de fe intensa y compartida en una de las 9 comunidades que nos esperaban.

Raigón fue el lugar que nos tocó misionar durante toda la semana a los 12 que formábamos inicialmente el grupo. Ocho chicas de la diócesis de San José se sumaron al grupo misionero, con las mismas ganas de mostrar una iglesia joven y comprometida con aquel que nos invita a más amar y servir.

El hecho de que Raigón fuera una localidad chica, con pocos habitantes, nos regaló una misión particular y muy cercana con la gente del lugar. El salir a misionar no se acotaba únicamente a las visitas de las casas a la mañana, ni a los talleres de la tarde. Misionar en Raigón duraba la cantidad de horas del día que estuviéramos despiertos. Solo bastaba caminar unos pocos pasos para charlar con algún vecino, recibir alguna visita o encontrarte con caras conocidas. Caras que iban tomando nombre y nombres que iban contando historias. Así íbamos compartiendo la vida día a día, hasta en los ratos “libres”, con charlas de pasada que a veces solo duraban cinco minutos. Este lugar nos fue recibiendo cada vez más y con esto nos fue regalando la capacidad de conocer de un modo más profundo y desde adentro, su dinámica, su funcionamiento, sus familias, sus alegrías y sus tristezas. Nos permitió contemplarlo desde el silencio de la oración y también hizo arder nuestros corazones al celebrar con mucho lío, gritos y canciones tanto bien recibido.

Me volvió a recordar que lo lindo de compartir la vida es hacerlo de igual a igual y que de nada sirve tratar de comprender la realidad del otro sin compartir, frente a esa realidad, también la mía. Es básicamente la palabra COMPARTIR la que resume mi semana en Raigón y la actitud, frente a la misma, de seguir gozando y celebrando el regalo de la vida.

Innumerables son las vivencias y las caras por las cuales agradecer a Dios su presencia, en especial por las de mi grupo misionero que me acompaño en este hondo proceso y con quienes compartí tanta alegría durante la semana, pero por sobre todo, con quienes sigo cultivando las ganas de continuar nuestra misión en Raigón por dos años más.

 

Fe y Alegría Argentina Lanza la Campaña La Silla Roja

La ONG Jesuita internacional busca concientizar sobre «El Derecho a la Educación». En Argentina millones de niños, niñas y jóvenes están en riesgo de abandonar sus estudios y no volver a ocupar su silla en las aulas. La Silla Roja simboliza ese lugar vacío y busca que se revierta poniendo el foco en una educación inclusiva y de calidad.

El movimiento Jesuita internacional Fe y Alegría, la ONG educativa con mayor envergadura en Latinoamérica, lanza en Argentina la campaña La Silla Roja, para concientizar sobre el derecho de todo niño y niña a recibir una educación de calidad.

La Silla Roja se viene realizando con mucho éxito en España a través de la ONG Entreculturas, y es la primera vez que se lleva a cabo en Argentina. Si bien la organización ya viene trabajando con esta campaña en sus centros educativos, la inicia ahora para el resto de la sociedad, buscando darle aún más fuerza al mensaje.

En el mundo, 263 millones de chicos de nivel primario y secundario no tienen acceso a la educación. “La Silla Roja simboliza la reivindicación del derecho a la educación de millones de personas que no acceden a la escuela o ven peligrar su continuidad en ella, por múltiples factores que las condicionan. Es la Silla de la educación; la oportunidad de soñar y proyectar una vida plena y superar las situaciones de pobreza, marginalidad o exclusión”, afirma Fernando Anderlic, Director de Fe y Alegría Argentina.

La ONG, busca concientizar sobre esta problemática invitando a la sociedad argentina a sumarse desde el voluntariado, la colaboración o asociándose a la organización. Este año, además, está llevando a cabo una fuerte campaña en redes sociales y alzando la voz para que, en cada centro educativo, haya una silla roja como símbolo del derecho a la educación.

Fe y Alegría Argentina trabaja en el país desde 1996 alentando proyectos de transformación personal y comunitaria en los sectores vulnerables. Tiene presencia principalmente en Salta, Jujuy, Chaco, Corrientes y Gran Buenos Aires, donde los índices de pobreza son más altos. Cuenta con 7 centros educativos (escuelas), 4 centros comunitarios, 3 centros de formación profesional, 1 primaria y 1 secundaria para adultos y un campo de prueba agrícola. Trabaja en alianza con los Estados Provinciales y es de carácter gratuito para sus alumnos y alumnas.

La campaña “La Silla Roja” viene a sumar valor a toda esta labor educativa que llega a 5888 beneficiarios, al tiempo que busca concientizar sobre la importancia de que todos los niños, niñas y jóvenes puedan recibir educación de calidad.

Para obtener más información y ponerte en contacto visita Fe y Alegría Argentina