Emmanuel Sicre, SJ: ¿De qué egoísmo hablamos cuando decimos “egoísmo”?

Muchas veces he escuchado a algunas personas decir que cuando piensan en sí mismas van a ser “un poco egoístas por un ratito”. Siempre me ha hecho pensar esa expresión en qué entendemos por egoísmo entonces.

Creo que hay un egoísmo bueno y uno malo. Sí, así de simple. Lo que sucede es que tendríamos que ponerle un nombre mejor al “egoísmo bueno” porque resulta una contradicción.

El “buen egoísmo” creo que se trata de una realidad de contacto con uno mismo, de autorreconocimiento y amor por lo que uno va siendo. Algo que implica la reconciliación con lo que somos y con la propia existencia. El hablarse a uno mismo sobre lo que le está pasando en su mundo de relaciones, en su intimidad y comprender nuestro “yo” muchas veces cuesta, sobre todo si las voces negativas o de la autoexigencia nos llevan a gritarnos, insultarnos o maltratarnos interiormente. Un egoísmo sano nos propone tratarnos bien, con ternura, con esperanza, y sobre todo, con paciencia.

Por el contrario, el mal egoísmo sería el encerrarse en el ego. Una especia de solipsismo. Supone la autoconmiseración, o autocompasión victimista que me pone en el centro de todo el universo. El ego inflado que todo lo demanda, todo lo quiere para sí y no se ve más que a sí mismo, provoca muchas veces insensibilidad o un sentimiento de ser víctima porque nadie me comprende. Este egoísmo es el que mata al yo poniéndolo por encima de los demás (soberbia, vanagloria, arrogancia) o por debajo (autodesprecio, rebajarse, autoagresión), pero nunca al lado de otro ser humano. Es como si el ego se comiera lo que realmente somos -el yo-, y lo convierte en una caricatura de lo que somos destacando por lo general nuestra peor versión.

Es necesario amarnos a nosotros mismos. Lo decía Jesús: ama a tu prójimo como a ti mismo. Quien se ama a sí mismo puede, sin contradicción, preocuparse por lo que es justo, lo prudente y actuar de acuerdo con la virtud del amor por los demás, por la Creación, por la sociedad. Pero claro, amarse a uno mismo con un amor que nos libere, que nos abra, que nos reconcilie y nos ayude a vivir desde lo que está sembrado en lo hondo de nuestro ser: el amor originario del Dios de la vida.

Fuente: emmanuelsicre.blogspot.com

El buen samaritano: La vida con diferentes viajeros

Una reflexión de James Hanvey, SJ sobre la nueva encíclica del Papa Francisco: «Fratelli tutti».

Por James Hanvey, SJ

La parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) da marco a Fratelli tutti. Nos invita a una lectura contemplativa y reflexiva de la carta.

Ese tipo de enfoque contemplativo y orante es el que propone San Ignacio en los Ejercicios. Hace del evangelio una realidad contemporánea: el evangelio re-lee y re-escribe nuestra experiencia y nuestro mundo. Así como Jesús usó la parábola en su propio tiempo, así ahora en el nuestro el Buen Samaritano no sólo expone las realidades de nuestras heridas sociales, sino que nos ofrece una cura para ellas. Podemos reconocernos en cada uno de los personajes de la parábola.

Sin embargo, es tan característico de Jesús en estas grandes parábolas de redención no sólo arrojar una luz sobre el quebrantamiento de nuestra situación, sino siempre abrir una puerta para que cambiemos. Cada parábola nos muestra el camino hacia una mejor forma de ser y vivir: una nueva posibilidad, tal vez una que habíamos pensado que era imposible. De hecho, es el encuentro mismo con Jesús lo que hace posible el nuevo camino; él rompe todos nuestros determinismos, tanto sociales como personales.

La vida está hecha de muchos viajes. Hay viajes que hacemos por negocios, otros por deber, algunos por amor y otros por aventura. A veces el camino es fácil y en compañía; otras, difícil y en solitario. No sabemos por qué el hombre hacía el largo camino de Jerusalén a Jericó; sólo topamos con él, malherido a golpes, robado y medio muerto.

Existe una violencia implícita en nuestra vida social provocada por la ley del mercado que dicta que compitamos entre nosotros o que consumamos productos y recursos naturales cada vez en menor abundancia que todos necesitamos para vivir. Los medios de comunicación no sólo nos informan, sino que quieren controlarnos y manipularnos: nosotros, los consumidores, somos nosotros mismos consumidos. Hasta las personas mismas se han convertido en mercancía para ser traficada. Nos sirven una cultura de individualismo que constantemente legitima la prioridad del “yo” sobre los demás.

En la parábola, el hombre golpeado y robado iba solo pero no estaba solo. Varias personas pasaban a su lado. (…) Y sin embargo, sorprendentemente, quien se detuvo fue un samaritano. Al hacerlo, quizá se ponía en peligro, ya que, en esa parte del mundo, él era el forastero, el que debía ser rechazado. El samaritano no se detiene a hacer una evaluación de riesgos ni se pone a calcular ni a comprobar si el herido estaba cubierto por el seguro. Su respuesta es inmediata e incondicional; sólo puede ver la urgencia: una vida pende de un hilo.

También sucede algo más. Cualquiera que sea la forma que tome, no hay modo de describir la sensación de aislamiento y soledad que sufre la víctima de la violencia. Todas las seguridades cuidadosamente construidas que nos dan un sentido de quiénes somos son destruidas inmediatamente. El samaritano no sólo atiende a las heridas físicas, sino también a las heridas más profundas al nivel de la conciencia de sí mismo. Sin decir una palabra, le hace comprender a la víctima que tiene valor y que es digno de atención. De ello no hay duda alguna, miren lo generoso que es el cuidado que proporciona, incluso previendo futuras necesidades.

La parábola del Buen Samaritano nos muestra que nuestra sociedad, nuestras comunidades y relaciones no están permanentemente rotas. Podemos restaurarlas. Y todo puede comenzar con llegar al otro, quienquiera que sea, en cualquier estado en que se encuentre. Podemos decidir que no dejaremos que nadie, ni ninguna circunstancia, disminuyan nuestra humanidad o la de otra persona.

Fuente: jesuits.global/es

P. Arturo Sosa SJ: “La pandemia: un desafío y una gran oportunidad”

El pasado 23 de octubre, desde la Curia General de los Jesuitas, se compartieron dos vídeos a todas las instituciones educativas vinculadas a la Compañía de Jesús, expresando agradecimiento y ánimo.

En una primera grabación, el Delegado del P. General para la Educación Secundaria y Pre-Secundaria, el P. José Alberto Mesa, presenta el mensaje del P. General. Subrayando lo mucho que la actual pandemia ha puesto a prueba a los sistemas educativos, se alegra de comprobar que los colegios de la Compañía han hecho todo lo posible para continuar su misión de formación e invita a mantener la confianza y la esperanza, refiriéndose a las exhortaciones del Papa Francisco, para hacer de la pandemia una oportunidad de servir, en la educación, con lo que la tradición ignaciana nos transmite.

El P. General, por su parte, observa en primer lugar cómo, ante la inmensa sorpresa causada por el coronavirus, las instituciones de la Compañía han sabido adaptarse a la nueva realidad y han tratado de acompañar a las comunidades educativas en medio del temporal.

Es ante todo la gratitud lo que le anima para con todos aquellos que han sabido vivir con generosidad esta transformación forzosa; y esto incluye a los padres y a los alumnos. Para él, lo que importa y lo que mejor se ha logrado en muchas áreas, es conseguir ofrecer servicios de calidad y al mismo tiempo cuidar del bienestar de las personas. La vocación del educador ignaciano, nos recuerda, es acompañar, animar, motivar, incluso en situaciones difíciles.

Al expresar públicamente su agradecimiento a los miembros de los equipos educativos de cada una de las escuelas y colegios, invoca la bendición del Señor sobre ellos. También se refiere al Papa Francisco al desear que, paradójicamente, la actual pandemia pueda crear una oportunidad de avanzar hacia un futuro lleno de esperanza, que pueda contribuir a la fraternidad universal a la que nos invita el Santo Padre.

 

Fuente: jesuits.global/es

 

Movimientos populares: solidaridad, esperanza y sentido de la comunidad

Para el tiempo de Pascua de este año, el Papa Francisco dirigió un Mensaje a las organizaciones y movimientos populares, en el que los define como «un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras» y remarca «un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo».

El pasado sábado 24 de octubre, esta carta del Papa fue uno de los temas de reflexión en el Encuentro de movimientos populares, que se llevó a cabo en el Vaticano de manera virtual.

En el Encuentro, el cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección Migrantes del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, tuvo las palabras de apertura y subrayó que es “indispensable avanzar “en la consecución de una verdadera cultura del encuentro e insistió en que el momento actual en que vivimos la pandemia constituye una oportunidad para “aprender en un nuevo contexto”.

El padre Charly Olivero, presentó la iniciativa de la Universidad Latinoamericana de las Periferias (ULPE). Expresó que existe una dificultad grande para encontrarse entre los movimientos populares, sus organizaciones y el mundo académico. Identificó dos razones: primero, “a la academia le cuesta reconocer la sabiduría que está en el pueblo”, esto da como resultado que el saber de los pobres carece de reconocimiento social. En segundo lugar, al no contar con el reconocimiento social, el saber popular queda excluido del sistema global del conocimiento.

Finalmente, se presentó la Carta a Francisco, un documento que los movimientos populares presentarán al evento «La Economía de Francisco«, previsto para el próximo mes de noviembre, como propuesta de diálogo alternativa al sistema económico actual.

Fuente: vaticannews.va

 

Encuentro Internacional de Oración y firma del llamamiento común por la Paz

La tarde del 20 de octubre, el Papa Francisco participó en el Encuentro Internacional de Oración por la Paz titulado «Nadie se salva solo. Paz y Fraternidad», organizado por la comunidad Sant’Egidio.

El evento contó con la participación del Patriarca Bartolomé I junto con representantes del Judaísmo, el Islam y el Budismo, así como con la presencia del presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella.

La ceremonia culminó con la firma del llamamiento común por la paz, cuyo texto compartimos a continuación de manera integral:

Llamamiento común por la paz

Congregados en Roma en el «espíritu de Asís», espiritualmente unidos a los creyentes de todo el mundo y a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, hemos rezado todos juntos para implorar el don de la paz en nuestra tierra. Hemos recordado las heridas de la humanidad, tenemos en el corazón la oración silenciosa de tantas personas que sufren, frecuentemente sin nombre y sin voz. Por esto nos comprometemos a vivir y a proponer solemnemente a los responsables de los Estados y a los ciudadanos del mundo este llamamiento a la paz.

En esta plaza del Campidoglio, poco después del mayor conflicto bélico que la historia recuerde, las naciones que se habían enfrentado estipularon un pacto, fundado sobre un sueño de unidad, que posteriormente se llevó a cabo: la Europa unida. Hoy, en este tiempo de desorientación, golpeados por las consecuencias de la pandemia de Covid-19, que amenaza la paz aumentando las desigualdades y los miedos, decimos con fuerza: nadie puede salvarse solo, ningún pueblo, nadie.

«¡Nunca más la guerra!»

Las guerras y la paz, las pandemias y el cuidado de la salud, el hambre y el acceso al alimento, el calentamiento global y la sostenibilidad del desarrollo, los desplazamientos de las poblaciones, la eliminación del peligro nuclear y la reducción de las desigualdades no afectan únicamente a cada nación. Lo entendemos mejor hoy, en un mundo lleno de conexiones, pero que frecuentemente pierde el sentido de la fraternidad. Somos hermanas y hermanos, ¡todos! Recemos al Altísimo que, después de este tiempo de prueba, no haya más un “los otros”, sino un gran “nosotros” rico de diversidad. Es tiempo de soñar de nuevo, con valentía, que la paz es posible, que la paz es necesaria, que un mundo sin guerras no es una utopía. Por eso queremos decir una vez más: «¡Nunca más la guerra!».

Desgraciadamente, la guerra ha vuelto a parecerle a muchos un camino posible para la solución de las controversias internacionales. No es así. Antes de que sea demasiado tarde, queremos recordar a todos que la guerra deja siempre el mundo peor de como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad.

Trabajar por una nueva arquitectura de la paz

Requerimos a los gobernantes que rechacen el lenguaje de la división, que está sostenida frecuentemente por sentimientos de miedo y de desconfianza, y para que no se emprendan caminos de vuelta atrás. Miremos juntos a las víctimas. Hay muchos, demasiados conflictos todavía abiertos.

A los responsables de los Estados les decimos: trabajemos juntos por una nueva arquitectura de la paz. Unamos las fuerzas por la vida, la salud, la educación y la paz. Ha llegado el momento de utilizar los recursos empleados en producir armas cada vez más destructivas, promotoras de muerte, para elegir la vida, curar la humanidad y nuestra casa común. ¡No perdamos el tiempo! Comencemos por objetivos alcanzables: unamos desde hoy los esfuerzos para contener la difusión del virus hasta que tengamos una vacuna que sea idónea e accesible a todos. Esta pandemia nos está recordando que somos hermanas y hermanos de sangre.

Seamos con creatividad artesanos de la paz

A todos los creyentes, a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, les decimos: seamos con creatividad artesanos de la paz, construyamos amistad social, hagamos nuestra la cultura del diálogo. El diálogo leal, perseverante y valiente es el antídoto contra la desconfianza, la división y la violencia. El diálogo disuelve desde la raíz las razones de las guerras, que destruyen el proyecto de fraternidad inscrito en la vocación de la familia humana.

Nadie puede sentirse que debe lavarse las manos. Somos todos corresponsables. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón.

Que Dios inspire estos ideales en todos nosotros y este camino que hacemos juntos, plasmando los corazones de cada uno y haciéndonos mensajeros de paz.

Roma, Campidoglio, 20 de octubre de 2020.

 

Fuente: vaticannews.va

Colaboración e integración: el futuro de las universidades de la Compañía en Roma

“Una mayor colaboración entre las instituciones académicas confiadas por el Romano Pontífice a la Compañía de Jesús es necesaria en los tiempos que corren”. Así escribía el Papa Francisco el 17 de diciembre de 2019 al confirmar su aprobación del proyecto de integración del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental en la Pontificia Universidad Gregoriana. El proceso lleva en marcha durante al menos dos años y va por buen camino. El objetivo es obviamente una sinergia que permitirá un mejor servicio a la Iglesia universal.

En una publicación justamente titulada Integrazione, el Delegado del Padre General para las Casas Romanas, P. Johan Verschueren, y el director del proyecto, D. Pedro Ramírez, explican sus funciones y objetivos.

Johan Verschueren lo dice con toda transparencia: cuando llegó a su puesto hace unos meses, se sorprendió al notar el nivel de resistencia encontrado. Los temores por la pérdida de autonomía y de la especificidad de cada centro eran patentes. Sin embargo, el trabajo progresaba. El comité legal, el generoso compromiso del director del proyecto, D. Pedro Ramírez y la colaboración de la Curia General iban abriendo caminos de futuro. Sin embargo faltaba la base de una visión común que diese vigor a ese futuro.

“¿Por qué estamos haciendo esta integración?” pregunta el Padre Verschueren. “¿Cómo podemos optimizar nuestro compromiso académico al servicio de la Iglesia universal?” El documento papal de confirmación nos permite avanzar de modo concreto, con madurez espiritual. El Delegado ha observado, en las numerosas entrevistas que ha realizado, que el “deseo silencioso” de integración es mayor que el deseo de mantener el statu quo. Pero también que, en el ámbito de la espiritualidad ignaciana, necesitamos todavía progresar en libertad interior. El coraje para el cambio sólo nace de la fe; es el Señor quien nos muestra el camino. El proyecto es, por lo tanto, un deber de orden espiritual.

El profesor Pedro Ramírez es un ingeniero electrónico con formación también en administración. Ha trabajado durante 35 años en el ITESO, una renombrada universidad jesuita en México. Había expresado al rector jesuita de su institución su deseo de continuar sirviendo a la Compañía de Jesús, pero a un nivel más amplio. El rector percibió en esto un movimiento del Espíritu, y cuando se buscaba un responsable del proyecto de integración de las tres instituciones romanas, surgió el nombre de Pedro Ramírez.

Nos informa así acerca de su experiencia hasta ahora. “Con el fin de crear una relación, comenzamos a hacer visitas a las instituciones. De esa manera, todos tendrían ocasión de conocer a aquellos que desempeñan papeles semejantes al propio. Sabían que tenían un ‘hermano’ pero a menudo no lo conocían. Fueron ocasiones para el encuentro, pero sobre todo para la escucha. Más allá de una tarea técnica, este proyecto supone un desafío humano, porque se basa en gran medida en el trabajo de personas. Es necesaria la escucha por parte de unos y otros. La parte técnica es la última y la menos difícil. La experiencia me ha enseñado que es preciso aproximarse a la misión y a la perspectiva del instituto a nivel general, pero escuchar a la gente a nivel personal”.

Entiende que su papel no venía dictado por la eficacia administrativa, sino por una visión de conjunto moderna de las tres instituciones implicadas. Esto ha supuesto un gran desafío para Pedro Ramírez, a la vez que un motivo de gozo, ya que nos llevará a lograr un buen modelo de integración que asegure a estas instituciones, tan necesarias para el mundo y para la Iglesia, la vida a largo plazo.

Según el proyecto, los dos institutos especializados se convertirán en unidades académicas de la Universidad Gregoriana. La Secretaría de Estado del Vaticano, bajo la égida del cardenal Pietro Parolin, ha tomado las medidas necesarias con las autoridades italianas para que, en el contexto de la unificación de las tres entidades actuales, su nueva condición reciba el mismo tratamiento jurídico que tenían por separado. Este proceso ha culminado rápidamente, quedando concluido el 4 de septiembre de 2020. Ya no hay ninguna duda: el proyecto avanza ahora a ritmo rápido.

Fuente: www.jesuits.global/es

Reavivar una “Cultura de promoción vocacional”

El 8 de octubre, más de setenta jesuitas de todo el mundo se unieron al P. General en un seminario web para tratar de la promoción de vocaciones en la Compañía de hoy.

La iniciativa fue suscitada por el deseo del P. General de compartir algunas de las conclusiones de su Consiglio Allargato de septiembre, que se había centrado en el tema vocacional. La mayoría de los promotores que fueron invitados al webinario habían contribuido con valiosas aportaciones al Consiglio Allargato al haber participado en los grupos de discusión preparatorios, por Zoom, durante el verano.

Por lo tanto, se preguntaban cómo su aporte habría ayudado a dar forma a las futuras direcciones de la promoción vocacional que se habían discernido durante el Consiglio de septiembre. El seminario web también proporcionó una oportunidad para que dichos promotores vocacionales hicieran preguntas, dieran su opinión y ofrecieran sugerencias directamente al General en base a sus propuestas. Así pues, demostró ser un ejemplo innovador de cómo el creciente uso de la videoconferencia, dictado por la pandemia, no sólo está transformando sino también mejorando las diversas maneras como el P. General puede comunicar y estar en contacto con los jesuitas de todo el mundo.

El P. General comenzó el seminario web resaltando que toda promoción vocacional comienza con la pregunta “¿cómo ayudar a las personas a escuchar la llamada que viene del Espíritu Santo?”. Crucial en el caso de nuestra vocación jesuita es el novedoso estilo de vida religiosa que Ignacio imaginó, y su consideración que el cuerpo apostólico de la Compañía necesita diversos tipos de trabajadores, tanto sacerdotes como hermanos, llamados por el Señor a trabajar en su viña. En particular, el P. General subrayó la importancia de la vocación del hermano, e hizo hincapié en que “la Compañía de Jesús, sin hermanos, no sería la Compañía de Jesús”.

Uno de los principales temas que el P. General destacó durante el webinario fue la necesidad de reavivar una “cultura de promoción vocacional” en toda la Compañía. Dicha cultura se deriva del hecho que la promoción de las vocaciones forma parte de nuestra identidad jesuita; por lo tanto, debe ser una parte esencial de la vida-misión de cada miembro del cuerpo apostólico de la Compañía.

Las características clave de esta cultura de promoción vocacional incluyen la oración diaria por las vocaciones, el que las comunidades jesuitas sean acogedoras, la animación de la promoción vocacional en todos nuestros apostolados, la invitación a que cada jesuita asuma la responsabilidad personal de invitar a los jóvenes a considerar la vida religiosa, y el esfuerzo por llevar vidas fieles e inspiradoras que encarnen lo mejor de lo que podemos ser.

El P. General dijo también a los promotores vocacionales que en los próximos meses piensa reunirse vía Zoom con los Superiores Mayores de cada Conferencia para tratar de formas concretas de fomentar una cultura de promoción vocacional en su contexto local. Un primer paso crucial en este proceso es establecer un plan claro para la promoción vocacional que detalle las personas, los medios y los recursos necesarios para acompañar a los jóvenes mientras disciernen su llamada a la vida religiosa. En particular, el General animará a los Provinciales a que envíen a algunos jesuitas a trabajar a tiempo completo en la promoción de las vocaciones, y ello sin que se produzca una rápida rotación, para que así puedan establecer relaciones, construir programas y cultivar las redes de colaboración que se necesitan.

También informó que invitaría a nuevas y más profundas relaciones entre la promoción vocacional y la pastoral juvenil. En el corazón de ambas misiones se halla el arte del acompañamiento, que requiere cercanía y armonía con los jóvenes y con Jesús. Al fin y al cabo, todas las vocaciones son un don del Señor, pero estamos invitados a cooperar con ese don y a caminar con la generación siguiente mientras discernimos juntos cómo los jóvenes están llamados a servir en la viña del Señor.

Por Mark Ravizza, SJ – Delegado para la formación

Fuente: www.jesuits.global/es

Reflexión del Evangelio – Domingo 25 de octubre

Evangelio según San Mateo 22,34-40

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?».
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».

Reflexión por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J

En la manija interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de un trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado, dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por el otro, dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada, pero me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.

Recordando la sugerencia del libro del Deuteronomio que decía: “Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (Dt. 6, 8-9), le propuse, hace algunos años, a los niños y niñas de Mejorada del Campo, una pequeña población a las afueras de Madrid, España, que ataran estos lazos de lana con la tirita de papel en sus muñecas y que luego la colocaran en las puertas de sus cuartos. Los niños salieron felices de la misa con sus pulseras de lana y, estoy seguro de que compartieron con sus familias lo que habían descubierto en la Eucaristía ese día.

El sentido del compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy a la Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes que llevar la otra; pues, “si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).

Cuando los fariseos le preguntan a Jesús, “para tenderle una trampa”, “¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba a dar un compendio de “toda la ley y de las enseñanzas de los profetas”. Para Jesús estos dos mandamientos son muy “parecidos” … No son dos, sino uno mismo.

Siempre que cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar, reviso el día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos, inseparables, que nos recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo. Revisarnos sobre el amor a Dios y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas que no podemos nunca separar, tal como lo expresa Benjamín González Buelta, S.J. en uno de sus poemas:

“Soy la misma relación en todo en­cuentro.

Si en verdad soy contigo fue­go,

con sólo abrir los ojos y dar un paso,

no seré con el hermano, hielo”.

Fuente: jesuitas.lat

Los archivistas en red… según los deseos de la 36ª Congregación General

Raúl González Bernardi SJ comparte una nota sobre el trabajo en red entre los miembros del archivo del gobierno central de la Compañía de Jesús en todo el mundo. 

Un poco de historia

Me integré al ARSI en el año 2012, como asistente del Director. La misión principal del ARSI era conservar los documentos del archivo, y ponerlos a disposición de los investigadores que venían a consultarlos.

La Congregación General 36 (2016) invitó a la Compañía de Jesús a crecer en el discernimiento, en la colaboración y en el trabajo en red. A partir de entonces, en la Curia comenzó a reunirse un comité para reflexionar sobre la misión del ARSI y de la Biblioteca. A comienzos del 2018 iniciamos un proceso de consulta a algunos jesuitas del campo histórico, y a algunas instituciones académicas sobre las posibilidades de colaboración con el ARSI, pensando en crear una “red de archivos jesuitas”.

En mayo de 2018 comenzamos a reunirnos, los archivos jesuitas de Roma, para promover la colaboración, y entonces surgió la idea de organizar un encuentro de archivistas de algunos de los principales archivos de la Compañía. En septiembre 2018 fui nombrado Director Administrativo del ARSI. El encuentro internacional de archivistas se celebró los días 12-15 de febrero 2019 aquí en la Curia General. Como frutos del encuentro creamos un “espacio digital” para compartir información de nuestros archivos. Y comenzaron a trabajar online tres grupos de archivistas, con temas específicos.

Comenzamos a pensar entonces en organizar reuniones de archivistas de las Conferencias de Europa (JCEP), de América Latina (CPAL) y de Asia Pacífico (JCAP). A partir de mayo 2019 hemos tenido videoconferencias con los participantes del encuentro de febrero.

Encuentro de archivistas de JCEP

En julio 2019 se propuso organizar un encuentro de archivistas de Europa en KADOC (Lovaina, Bélgica) en el año 2020, con el objetivo de promover la colaboración y el trabajo en red entre los archivos de la Compañía en Europa. Debido a la crisis sanitaria, en abril 2020 decidimos suspender el encuentro en KADOC (Lovaina), y tener en su lugar un “encuentro online” de dos días, 29 y 30 de septiembre 2020. A partir de ese momento trabajamos en la preparación de este encuentro, con correos electrónicos y con conversaciones TEAMS con los archivistas.

En los días 29-30 de septiembre tuvimos el encuentro virtual de archivistas, en el que participaron 13 archivistas de la JCEP, el P. Franck Janin (presidente de la JCEP), y los miembros del ARSI. En el segundo día del encuentro les propusimos la elaboración de un elenco de los materiales de nuestros archivos del período 1939-1958 (considerando que el Archivo Apostólico Vaticano hizo accesibles estos documentos en febrero 2020). La propuesta fue aceptada con entusiasmo.

La evaluación del encuentro online fue positiva. En particular, los archivistas quedaron impresionados por la presentación que hizo Christian Taoutel, del archivo de Beirut, mostrando los daños causados por la explosión del almacén en el puerto en agosto de 2020 y el trabajo que queda por hacer.

Estoy contento y satisfecho de este nuevo paso en el camino de la colaboración entre los archivos de la Compañía, y espero que podamos continuar en este camino. Se están preparando reuniones virtuales con las Conferencias de Asia y el Pacífico y de América Latina para 2021.

Fuente: www.jesuits.global

La última frase de Pedro Arrupe antes de morir

Pedro Miguel Lamet SJ, periodista y escritor español, nos recuerda las últimas palabras del P. Pedro Arrupe y las recupera para reflexionar sobre la vivencia del tiempo presente, del aquí y ahora.

Por Pedro Miguel Lamet SJ

En estos tiempos tan tumultuosos me gusta recordar algunas frases del padre Arrupe, porque sin duda era uno de esos hombres que, como a él le gustaba decir, tenía “el futuro en la médula”. Quizás mi preferida es la última que pronunció antes de morir. La oyó el padre Mariano Ballester, SJ, que le atendió mucho en los últimos días de su vida y que durante su enfermedad le ayudó en la logopedia con mucha dificultad a hablar y escribir después de la trombosis que sufrió de regreso de su viaje a Tailandia y Filipinas.

Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”.

Tiene más miga de lo que parece. El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada. Sobre todo, al saber que el amor de Dios lo quema, los perdona. Darle vueltas a lo negativo del pasado es una forma de protagonismo absurdo, una falta de fe y una tortura inútil.

Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios. La amargura brota de no aceptar este momento tal como es. Eso no indica que no queramos transformar y mejorar el mundo. Pero poco haremos si lo hacemos desde la frustración y la amargura. Si nos pasamos la vida violentados por lo que no conseguimos, protestando porque no tenemos esto o aquello, dando coces a la vida, nada haremos de provecho. Este instante, este presente mío es lo que tengo y lo que Dios quiere para mí, taladra hacia el infinito. Vivir en este instante es un modo de instalarse en la eternidad, porque en el fondo de mí mismo habito en el todo, aunque no me dé cuenta. Por tanto “para el presente amén”.

Y “para el futuro aleluya”. Acusaban al padre Arrupe de ser “un optimista patológico”. Él respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?” La gente hoy está muy preocupada con el futuro: “Qué va a ser de mí, de mi familia, del mundo. ¿A dónde nos va a llevar esta pandemia? ¿Cómo vamos a salir de esta enorme crisis sanitaria y económica?” Y en lo personal, el futuro de mi trabajo, la esposa, el marido, los hijos y un largo etcétera.

Teilhard de Chardin, que concebía el cosmos como una flecha con sentido, decía: “Todo cuanto acontece es adorable”. Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios

Y Arrupe con el rosario en la mano, durante la última entrevista que concedió para mi biografía en Roma, muy enfermo me decía: “En manos de Dios” forzando una sonrisa desde sus labios hemipléjicos.

La frase preferida de otro gran santo jesuita, el padre José María Rubio, lo formulaba de otra forma: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y Bernanos, “todo es gracia”.

Recuerdo un film, de esos que un personaje vuelve desde del cielo, que afirmaba: “Hay un plan”. Sí, hay un plan. Lo que pasa es que aquí vemos el tapiz por el lado de los cosidos y todavía no podemos captar el colorido y la maravilla del paisaje que puede verse del otro lado. Pero es el mismo tapiz.

Así que atrapemos este instante, cerremos los ojos para ver de otra manera y abrámoslos para disfrutar de lo que tenemos, aunque nos parezca solo una brizna de felicidad. No deja de ser un sacramento y no nos enredamos con un pasado que ya no existe y un futuro que ignoramos, y que para los creyentes siempre será un “happy end».

Fuente: Religión Digital