José Luis Narvaja SJ: El evangelio de San Juan leído en tiempo de cuarentena

Una propuesta de la Iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba, para reflexionar en este tiempo de cuarentena en torno al Evangelio de Juan.

«Leer la palabra de Dios en el contexto en el que fue escrito siempre es importante, porque ilumina su interpretación. Pero en este tiempo de cuarentena tiene un significado especial porque nosotros nos vemos privados de la vida comunitaria en nuestras iglesias locales, parroquias y capillas. Nos hará bien no perder de vista esta dimensión contextual, fijando nuestra atención a la comunidad de Juan y a la situación de tribulación que les tocó vivir.» Así presentan esta serie de vídeos guiados por el P. José Luis Narvaja, SJ.

El ciclo de catequesis que se propone, ofrece la lectura pausada del Evangelio de San Juan en su integralidad. No son clases de teología, tampoco son un retiro. Son, precisamente, catequesis.

«Elegimos el evangelio de San Juan por un motivo preciso. A la comunidad del apóstol San Juan, la destinataria de este evangelio, le tocó vivir una situación difícil, semejante a la que nos toca vivir a nosotros en este momento: fueron expulsados de la sinagoga con lo que eso significaba: perder el acceso a la palabra de Dios. Tal como varios de nosotros hoy, la comunidad de Juan quedó sin su alimento espiritual.», explican.

La idea detrás de la propuesta, es que esta catequesis no solo nos ponga en contacto con el evangelio, sino también con la comunidad concreta para la que Juan lo escribió: «Se trata de la última comunidad fundada por un apóstol a finales del siglo I que vive, en muchas oportunidades, las mismas preguntas que nosotros en torno a quién es Dios, cómo es, qué vino a hacer Jesús, cómo es que debemos comprender su mensaje, cómo interpretar sus palabras en nuestra vida concreta, qué sucede con la tradición y lo nuevo, cómo relacionarse con el nuevo comienzo que es Cristo para la historia del mundo.»

Los videos pueden seguirse de manera lineal o por capítulos, para acceder al contenido hacé click en el siguiente link: Catequesis P. José Luis Narvaja SJ

CPAL: Encuentro de Delegados Provinciales para la Colaboración

Del 22 al 25 de septiembre se llevó a cabo el Encuentro de Delegados Provinciales para la Colaboración de la CPAL, una jornada para la oración, la reflexión y el discernimiento. A continuación compartimos la Declaración Final del encuentro de la red.  

Encuentro de Delegados Provinciales para la Colaboración

Los equipos provinciales de Colaboración, el delegado para la Misión y el presidente de la CPAL, hemos concluido cuatro días de reflexión sobre los avances, oportunidades y desafíos de la dimensión Colaboración en América Latina. Ha sido una gracia del Señor encontrarnos por medios virtuales en un ambiente de esperanza y hermandad, constatando que todos/as somos colaboradores en la Misión de Dios. Nos sentimos llamados a trabajar por la vida desde nuestra propia vocación, según tiempos, lugares y personas. Como resultado de este encuentro, queremos dinamizar las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) desde el espíritu de colaboración, de cara al nuevo Proyecto Apostólico Común (PAC.2). Compartimos con ustedes algunas propuestas para contribuir al plan de Dios, conscientes de que en la CPAL existe un vibrante dinamismo de colaboración y trabajo en red.

1. Avances y limitaciones de la dimensión de colaboración en América Latina

Todos/as somos igual de llamados, pero no todos/as somos llamados por igual. La misión nos pertenece a todos/as. Nos sentimos invitados/as a colaborar en la Misión de Dios. No queremos hacer de la colaboración un tema o un fin en sí misma, sino una experiencia diaria de servicio a las causas de Dios. La colaboración es el resultado de la infinita diversidad de vocaciones suscitadas por el Espíritu para el bien de toda la humanidad, que necesitan articularse y coordinarse desde el discernimiento, y que se organizan a través del trabajo en red.

Discernimiento, colaboración y trabajo en red. Esta triple dinámica de discernimiento, colaboración y trabajo en red (Cfr. CG 36, d. 2) nos lanza a mirar las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) como horizonte de la Misión de Dios (Dirección). Igualmente, nos exige discernir opciones y métodos desde el corazón y teniendo delante los criterios del Evangelio, para avanzar como cuerpo apostólico universal (Estrategia). Y, por último, nos sentimos llamados a cuidar los recursos humanos y económicos para hacer posible el impacto de nuestra misión (Gestión).

Equidad de género y cuidado personal y apostólico. La colaboración exige conversión y apertura a la equidad de género. Vamos viendo cambios, pero el desafío es reconocer y superar patrones excluyentes, machistas y clericales que siguen presentes en nuestra cotidianidad, para construir relaciones justas y horizontales acordes con el Plan de Dios. Por otra parte, estamos convencidos de que el cuidado personal y el cuidado apostólico caminan juntos en un sano cultivo de la colaboración.

2. Estrategias y acciones para dinamizar las PAU desde el espíritu de la colaboración

Poder y autoridad. La sinodalidad es un rasgo esencial de la colaboración, como característica de la Iglesia en salida y de la Compañía que busca leer los signos de los tiempos a la luz de la Palabra. Saber delegar, saber confiar, saber acompañar y dejarse acompañar, son signos de un nuevo estilo de liderazgo. La sobrecarga laboral es una constante que necesitamos revisar, tanto para laicos/as y religiosas/os, como para jesuitas. Debemos estar atentos al poder como centralismo egocéntrico que se aleja del espíritu de la colaboración. Nos sentimos invitados/as a vivir la autoridad como servicio y cuidado de todos los miembros del cuerpo apostólico y de la misión. Queremos propiciar una colaboración más horizontal, en donde la jerarquía no sea el problema sino el verticalismo autocrático.

Nuevo sujeto apostólico. La colaboración supone co-sentir, co-pensar y co-responsabilizarse de la misión. Nos sentimos llamados a encontrarnos y formarnos en espacios de confianza y cuidado mutuo, como amigos/as en el Señor. La formación permanente de todos/as en diferentes áreas, partiendo de los Ejercicios Espirituales, enriquece y da sentido al trabajo. No hay colaboración sin espiritualidad. Y no hay espiritualidad sin formación. Debemos reflexionar sobre la compleja relación entre vocación y trabajo asalariado. El trabajo y su remuneración no son el problema, sino la posibilidad de que sea el pago el que mueva las acciones, y no la identidad con la misión.

Apertura a los cambios. Es preciso abrirse a lo nuevo, a lo diferente, sin que esto suponga alejarse del Espíritu, ni del plan de Dios, porque lo único realmente nuevo es lo que suscita el Espíritu. Dios nos llama a abrirnos a nuevas personas, obras y provincias, para crecer en colaboración y trabajo en red. Queremos pensar y sentir como cuerpo desde la misión en colaboración. Somos cuerpo que está al servicio del Reino de Dios. Es posible repensar los modos tradicionales de gobierno desde los signos de los tiempos, incluyendo en nuestra práctica cotidiana el discernimiento personal, comunitario y la conversación espiritual como modo ordinario de relacionarnos y para la toma de decisiones.

Espacios de confianza y de cuidado. Nos sentimos invitados a caminar juntos (sinodalidad), entre mujeres y hombres, entre laicos/as y jesuitas, entre personas con diferentes vocaciones. Queremos asumir la diversidad como un don, preferirla y buscarla. Y hacerlo con humildad, reconociendo la riqueza de cada uno, como condición básica de la colaboración. Somos conscientes de la necesidad del cuidado de todos/as, incluyendo a los que cuidan.

Con la confianza puesta en Jesús, que nos sigue ofreciendo su amor y su gracia para caminar, invitamos a todos los miembros del cuerpo de la Compañía en América Latina, como familia ignaciana, integrada por laicos/as, religiosos/as, personas de buena voluntad y jesuitas, a dejarnos inundar por el espíritu de la colaboración. Que estas líneas animen y fortalezcan la dimensión de la colaboración, contando para ello con nuestra disponibilidad al servicio.

Reflexión del Evangelio – Domingo 4 de octubre

Evangelio según San Mateo 21,33-43.

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: «Respetarán a mi hijo».
Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: «Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia».
Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?».
Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.»
Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

 

Les presento hoy algunos datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que me parece que pueden ayudar a pensar algunas cosas. En primer lugar, algunas cifras sobre la evolución de la distribución de los ingresos en los últimos dos siglos:

En 1820: el 20% más rico ganaba 3 veces más que el 20% más pobre.

En 1870: el 20% más rico ganaba 7 veces más que el 20% más pobre.

En 1913: el 20% más rico ganaba 11 veces más que el 20% más pobre.

En 1960: el 20% más rico ganaba 30 veces más que el 20% más pobre.

En 1990: el 20% más rico ganaba 60 veces más que el 20% más pobre.

En 1997: el 20% más rico ganaba 74 veces más que el 20% más pobre.

En un informe del Banco Mundial (2016), se afirma que “La aritmética es brutalmente simple. Si menos de 100 personas controlan la misma cantidad de riqueza que los 3.500 millones más pobres del planeta, el resultado puede expresarse con una sola palabra: Desigualdad”.

Y podríamos ofrecer alguna información adicional sobre la situación general de los países: De los casi 7.800 millones de seres humanos que habitamos el planeta, aproximadamente 1.300 millones viven en el norte, en países industrializados, mientras que 6.500 millones vivimos en el sur en países pobres, o como eufemísticamente se les llamó durante algunos años, países en ‘vías de desarrollo’. Se calcula que el 25% de la población mundial, es decir 1.950 millones de personas viven por debajo de los niveles de pobreza. 670 millones son analfabetas y cerca de 2.000 millones de personas carece de agua potable. Mas de 2.800 millones de personas sobreviven con menos de 2 dólares al día, de los cuales la mayoría habitan en América Latina, Asia y África.

Junto a esto, anualmente, las empresas japonesas gastan 35.000 millones de dólares en recreación. 50.000 millones de dólares se gastan en cigarrillos y 105.000 millones en bebidas alcohólicas los europeos. En el mundo se gastan 400.000 millones de dólares en drogas estupefacientes y 780.000 millones son los gastos militares en el mundo. Junto a esto, contrastan las tres cifras siguientes para garantizar el acceso universal a los servicios básicos en todos los países pobres: Bastarían 6.000 millones de dólares para garantizar la enseñanza básica. 9.000 millones para dar agua potable y saneamiento. 13.000 millones para ofrecer salud y nutrición básicas.

Aunque la parábola que nos cuenta Jesús este domingo está dirigida a los jefes de los sacerdotes, a los que Jesús quería cuestionar sobre su responsabilidad en el manejo de la obra de Dios, comparándolos con los labradores de una finca que les había alquilado un señor, estas cifras nos cuestionan como seres humanos, en la medida en que también a nosotros nos corresponde administrar correctamente este mundo, según la voluntad del Padre, que quiere que todos sus hijos tengan vida, y la tengan en abundancia.

En este contexto de desigualdad creciente, en el que los pobres han dejado de ser importantes para los dueños de este mundo, levantar la voz para reclamar justicia y denunciar el desorden establecido es un verdadero peligro. Como a los enviados por el dueño de la viña, los profetas de ayer y de hoy han sido asesinados, como fue asesinado el mismo Hijo de Dios. ¿Cuándo le daremos a Dios la debida cosecha?

Fuente: jesuitas.lat

 

Una oportunidad para ejercer el discernimiento en el liderazgo

El P. Arturo Sosa SJ, dio un discurso de bienvenida en la apertura del curso «Discerning Leadership», desde la Curia General en Roma. Comenzó contextualizando el mundo actual a causa de la pandemia, subrayando las fragilidades que han quedado expuestas frente a la crisis; las características del liderazgo para este tiempo y el aporte de la espiritualidad ignaciana a partir de la vida de San Ignacio; finalmente destacó el aporte del programa de formación «Discerning Leadership» como camino a la sinodalidad. A continuación compartimos el texto íntegro:

Por Arturo Sosa, SJ – P. General de la Compañía de Jesús

Me alegro de estar aquí con ustedes hoy. Quiero agradecerles haber decidido participar en este curso. El año pasado hicimos la primera experiencia en inglés de ofrecer esta combinación de elementos para contribuir a encontrar el método propio de la Iglesia Católica de ejercer un liderazgo discernido. Nos fue bien y este años nos propusimos ofrecerlo español. A pesar de todas las dificultades aquí estamos para iniciar esta nueva experiencia.

Reciban mi agradecimiento las instituciones que lo están haciendo posible: la Pontificia Universidad Gregoriana aquí en Roma, Georgetown University y Le Moyne College en los EE.UU. y la escuela de negocios ESADE y la Universidad de Deusto en España. En especial al P. David McCallum por aceptar la misión de coordinar este programa y a su director de proyecto Pablo Bernal. A la Hna. Pat Murray de la Unión de Superioras Generales Internacionales (UISG), al Hno. Emili Turú de la Unión de Superiores Generales (USG) y al P. Michael Garanzini SJ de la Asociación de Colegios y Universidades Jesuitas en los EE.UU. por su vital apoyo a esta iniciativa. Sin su ayuda, no habría sido posible.

En esta experiencia nos aventuramos a integrar las mejores ideas sobre liderazgo del mundo de los negocios con nuestro fundamento de fe y el discernimiento que se deriva para tomar decisiones en sintonía con el Espíritu.

Contexto

Permítanme unas palabras sobre el contexto en el que nos encontramos. Estos son ciertamente tiempos extraordinarios. La pandemia de Covid-19 ha mostrado la fragilidad de nuestro sistema mundial, las fallas que han estado allí durante tanto tiempo y que no queríamos ver o a las que en realidad estábamos ciegos. Las fallas como:

– Una injusticia económica que está causando que tanta gente huya de los países pobres o en guerra para encontrar mejores condiciones de vida.
– El crecimiento de la desigualdad: los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos.
– Una globalización de la indiferencia donde nuestros corazones se endurecen ante el sufrimiento.
– El debilitamiento de la democracia política amenazada tanto por el populismo y la antipolítica como por los personalismos, tiranías, dictaduras y las ideologías fundamentalistas.
– La desviación de los medios de comunicación social que ha visto reducido el papel vital de la televisión, la radio y la prensa en el seguimiento de la actividad política y se ha poblado de fake news.
– La parálisis de los Estados, Gobiernos y sociedades en tomar acciones efectivas para la recuperación del equilibrio ambiental, frenar el deterioro climático y hacer un uso razonable de los recursos limitados del planeta tierra.
– La amenaza a los pueblos originarios y sus culturas que pierden los espacios geográficos y sociales para desarrollarse.
– La fragilidad del liderazgo nacional y mundial ante las tendencias destructivas de los recursos de la tierra y las necesidades de los migrantes, minorías étnicas, pobres… incapaces de frenar la división, el conflicto y la inhumanidad de las guerras.

La pandemia del Covid-19 también ha demostrado cómo el liderazgo puede inspirar, motivar y curar. Quiero recordar la impactante imagen del Papa Francisco el 27 de marzo cuando se dirigió al mundo entero desde la plaza vacía de San Pedro. Francisco es de los pocos líderes capaz de movilizarse, de preocuparse, de mostrar compasión, de tocar los corazones y las mentes de la gente, de suplicar un cambio. En la audiencia general del 26 de agosto hizo la siguiente reflexión: Recordemos que después de una crisis una persona no es la misma. Salimos mejor o salimos peor. Esta es nuestra opción. Después de la crisis, ¿continuaremos con este sistema económico de injusticia social y de desprecio del medio ambiente, de la creación, de la Casa Común? Pensemos en esto.

Francisco nos está llamando a contribuir al cambio necesario desde cualquier posición en la que nos encontremos. Este curso se propone motivar en esa dirección y ofrecer herramientas para hacerlo desde el horizonte propuesto por el Santo Padre.

Características clave del liderazgo

El liderazgo ha debido adaptarse a nuevas circunstancias debido a los profundos cambios del cambio de época y las crisis que se han sucedido en lo que va del siglo XXI. Por eso se ha multiplicado los cursos de liderazgo, especialmente en el mundo de los negocios, que buscan ofrecer un nuevo modo de ejercerlo, un nuevo vocabulario adaptado a las circunstancias. Este no es uno de esos cursos, sobre todo porque se ubica en un contexto de fe que nos lleva a partir de la humildad, ser auténticos y aprender un estilo de liderazgo que, siguiendo al modelo que encontramos en Jesús de Nazaret, nos lleve a convertirnos en servidores.

Se propone un estilo de liderazgo compasivo capaz discernir el deseo de la Trinidad para este mundo en busca de justicia y reconciliación. Un liderazgo capaz de enfrentar opciones complejas con ecuanimidad y atento al grito de los pobres y los abandonados. Líderes conscientes de tener una misión más grande que ellos, que no pueden cumplir solos y se disponen a colaborar con otros para realizarla en el mejor modo posible.

Esa es la clase de líderes en la que todos queremos convertirnos. Sabemos que este viaje hacia una mayor humildad y autenticidad en el servicio no termina nunca. Jamás llegamos a la meta pues siempre estamos descubriendo nuevos horizontes a través del encuentro con otros en medio de una realidad cambiante.

La misión de la Iglesia ofrece un lugar al mismo tiempo desafiante y alentador. A diferencia del mundo de las ganancias y las pérdidas, el «balance final» para nosotros nunca es limpio, ordenado ni definitivo. El progreso de la misión en la que colaboramos no es fácil de cuantificar pues busca la conversión del corazón humano a la solidaridad, al amor, a la compasión, al bien común. Son procesos que podemos considerar intangibles e imposibles de medir. Sin embargo, podemos sentir su presencia en nuestro mundo… y, sobre todo sentimos su ausencia.

Tenemos algunos puntos de referencia y algunas herramientas valiosas que se han desarrollado a lo largo de los dos milenios de historia de la Iglesia:
– Su rica tradición de oración y contemplación
– La espiritualidad que lleva al discernimiento
– La enseñanza social católica

Hemos heredado una rica tradición que estamos llamados a aprovechar para re-crear el estilo de liderazgo que puede llevarnos a prestar un mejor servicio al mundo de hoy desde la misión de la Iglesia.

Conversión a la pasión

A finales de mayo de 2021, se cumplirán quinientos años de la herida sufrida por Ignacio de Loyola en la batalla de Pamplona, inicio de su particular proceso de conversión. Obligado a prolongado tiempo de recuperación de la herida sufrida se abrió para Ignacio un período de introspección y de oración que lo llevó a tomar conciencia de cómo Dios estaba trabajando en él. Lo llevó a tomar a Dios en serio. Lo llevó a darse cuenta de que Dios quería comunicarse con él en cada momento de cada día. De ahí nació la singular capacidad de Ignacio de Loyola para discernir los espíritus que actúan, tanto dentro de él como en el mundo en el que vivía. Allí nació también el deseo de colaborar con el “buen espíritu” para que el Reino de Dios, el reino del amor, la justicia, la paz y la misericordia pudiera avanzar. El estilo de liderazgo que buscamos compartir en este curso busca responder a la llamada a desarrollar el sentido del discernimiento y así poder seguir a Jesús y mejorando nuestro servicio a la Iglesia, poder contribuir a expandir el reino en el mundo de hoy como ministros de la reconciliación y de la esperanza.

La pasión que movió a Ignacio durante toda su vida pasó de centrarse en el “honor mundano” entregarse de lleno a perseguir la mayor gloria de Dios. La pasión es necesaria en esta época en la que el cinismo ha ganado tanto terreno. Necesitamos líderes apasionados capaces de mostrar a Dios en la realidad y su acción permanente en la historia.

Somos hombres y mujeres invitados a encarnar ese estilo de liderazgo que nace de estar apasionadamente enamorados de Jesús, capaces de dar testimonio de ello en cualquier circunstancia en la que la vida nos coloque. Los tiempos dedicados a la oración y la celebración de la Eucaristía en el programa de este curso no son para llenar el tiempo son tiempos fundamentales para cultivar el amor que nos une al Señor y entrar en comunión con él y el mundo por que dio la vida para redimirlo.

Sinodalidad

En este grupo están bien representadas la variedad de vocaciones que forman la Iglesia: la vocación laica, la vocación religiosa, la vocación del clero diocesano y la de los obispos. Hoy, más claramente que nunca, siguiendo la inspiración del Concilio Vaticano II a toda la Iglesia, el Papa Francisco nos llama a hacer realidad la riqueza de la sinodalidad que nace de compartir nuestros talentos, nuestros sueños, nuestras esperanzas e incluso nuestros miedos y nuestras diferencias.

El Pueblo de Dios en marcha de forma sinodal crea ocasiones de ese diálogo sincero que pone al centro la misión y la búsqueda de las formas mejores, más eficaces de colaborar en ella, evitando cualquier tipo de competencia o celos. El avance del Reino es lo que debe preocuparnos y ocuparnos, no el progreso de nuestras diócesis, congregaciones religiosas o movimientos laicales particulares, olvidándonos también de la propia carrera. Jesús, en el Evangelio, denuncia toda clase de ambiciones y nos llama a sólo desear servir y amar en todas las cosas, lavar los pies de los heridos, levantarnos y curar a los que luchan y necesitan consuelo.

Este programa de liderazgo quiere ser una pequeña planta, una pequeña iniciativa de sinodalidad, que necesitará ser cuidada. Si lo hacemos puede tener un impacto importante no sólo en la Iglesia sino en nuestras sociedades. El futuro siempre es incierto. Pero caminamos hacia él llenos de esperanza. La carta a los hebreos (6,18) habla de tender la mano para «apoderarse de la esperanza puesta delante de nosotros» afirmando que esta esperanza es «un ancla para el alma, firme y segura».

Cuenten con mi oración para que durante estos días puedan echar mano juntos a esta ancla y ser confirmados en la fe, la esperanza y el amor.

Una vez más, gracias por estar aquí. Espero recibir comentarios y sugerencias sobre cómo podemos ir más allá. Mientras tanto, nos mantenemos mutuamente en nuestras oraciones.

Fuente: jesuits.global/es

Desde la Provincia de Chile, nuestra vida y misión en tiempos de pandemia.

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de octubre.

Por Gabriel Roblero, SJ – Provincial de Chile

Junto con saludarles, y esperando que se encuentren bien, a continuación les comparto algunas noticias de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús. Durante estos meses de pandemia nos hemos adaptado a trabajar, jesuitas y laicos, principalmente, desde nuestras casas. Ha sido un tiempo cansador y desgastante, que ha puesto a prueba nuestra creatividad apostólica. 

Al conectarnos, desde nuestra fe y nuestro carisma, con el sufrimiento de las personas, hemos buscado transformar el dolor y la incertidumbre en una oportunidad para servir y hacer concreto el mensaje de la fe, la justicia, la compasión y la solidaridad del Evangelio. Han surgido diversas iniciativas pastorales y apostólicas a través de las redes sociales y las plataformas virtuales, con el objetivo de fortalecer nuestro sentido de cuerpo y ponernos en disposición de entregar el mejor servicio que podemos en este tiempo.

Nuestra vida comunitaria se ha intensificado. El confinamiento nos ha permitido estar más juntos y responsabilizarnos más de la marcha cotidiana de nuestras casas. Hemos tenido momentos de compartir más profundos; la oportunidad de celebrar la Eucaristía diaria de modo más pausado; de desarrollar nuestras aficiones, o simplemente ver una película. Hemos sufrido la muerte de algunos compañeros y la salida de la Compañía de dos sacerdotes. Pero también hemos celebrado la ordenación de dos compañeros, y recibido a tres jóvenes que comienzan a vivir en nuestras comunidades, esto como parte del proceso de confirmación para pedir su ingreso a la Compañía.

Como Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, con la ayuda de nuestra Oficina de Planificación y Seguimiento Apostólico (OPSA), hemos iniciado en agosto el discernimiento para elaborar el próximo plan apostólico (2020-2026). Vemos que la realidad social y eclesial nos está interpelando con fuerza: ¿Qué nos está pidiendo Dios en este momento de la historia de Chile, tanto a jesuitas como a laicos y laicas que colaboradores?; ¿Para qué y de qué forma queremos estar y servir al Señor?  Nuestro desafío es poder contar con un instrumento que pueda, con sus mociones, inspirar, guiar y ordenar nuestro trabajo apostólico durante los próximos seis años.

Dicho lo anterior, es importante que seamos realistas. Hacemos este discernimiento en un momento sumamente difícil para Chile. Además de la crisis eclesial y de nuestra Provincia, producto de los casos de abuso, estamos atravesando como país una compleja trasformación desde octubre del año pasado, momento en que se desencadenaron las expresiones de malestar ciudadano y movilizaciones más grandes de las últimas décadas, las que volvieron a dejar de manifiesto nuestra profunda desigualdad material y de trato, situación que se ha agudizado debido a los efectos económicos y sociales del COVID-19.

Con todo, la evaluación del Plan Apostólico anterior nos permitió ver cómo dimos pasos importantes sobre las prioridades de Inclusión, Juventud y Colaboración. Al respecto, necesitamos tener una conciencia de continuidad con lo mejor que hemos desarrollado. Pero, al mismo tiempo, tenemos que tener claridad respecto de la necesidad de romper con dinámicas de poder y abuso que han erosionado la misión de Jesucristo y la credibilidad de la Iglesia y de la Compañía de Jesús en Chile. 

Como jesuitas chilenos, queremos que el discernimiento del próximo Plan Apostólico encuentre una fuente de inspiración profunda en las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía (PAU), siendo estas un instrumento que permite profundizar el estilo de vida y misión formulado por la CG 36, que nos invita a la renovación espiritual y apostólica, incorporando a nuestra vida el discernimiento, la colaboración y el trabajo en redes. Estas Preferencias buscan inspirar un proceso de reanimación vital y de creatividad apostólica que nos haga mejores servidores.

El discernimiento que estamos iniciando, ciertamente, nos pondrá de frente a grandes desafíos y urgencias de nuestra vida y misión. Laudato si planteó, hace algunos años, múltiples urgencias respecto de nuestra casa común y el desafío de una vida sustentable; las movilizaciones del año pasado y la pandemia del COVID-19 han puesto el acento sobre la demanda por justicia y dignidad de los más pobres y marginados; la situación social y política de los últimos meses requiere que, desde nuestras obras, trabajemos por el diálogo, la reconciliación, la verdad, y la paz; la situación en que viven los migrantes y la lucha de los pueblos originarios por sus derechos fundamentales, nos interpelan para encontrar con ellos diversas formas de acompañarlos y servirlos; como miembros de la Iglesia, jesuitas y laicos/as ignacianos/as, requerimos seguir convirtiéndonos y purificándonos en temas tan importantes como el clericalismo, el rol del laicado y de la mujer, y renovarnos en los modos de transmitir nuestra fe, especialmente a los jóvenes; el ecumenismo y diálogo interreligioso siguen siendo desafíos constantes, entre otros.

Estamos pidiendo al Señor durante este tiempo de discernimiento que crezca en nuestros corazones la pasión que nos mueve, aquello que Él puso en nosotros algún día, aquello que nos hace más plenos y felices: el deseo de ser discípulos de su Hijo. En este nuevo mundo que se arrima, la cooperación será algo cada vez más necesario y fundamental. Si queremos formar a otros para que el mundo sea un mejor lugar, como Dios lo sueña, como nunca serán necesarias la solidaridad, particularmente con los más vulnerables.

 Nos tocará estar más cerca, conectados, y acompañar desde la organización los valores comunitarios, la demanda de justicia desde el valor de la no violencia activa. El desafío será garantizar el interés de los pueblos y de la esfera del Bien Común. Como jesuitas, compañeros y amigos de Jesús, estamos llamados a cuidar, vigilantemente, que el sistema social, político y económico ponga por delante el bien universal, siendo guardianes de la creación, nuestra mejor herencia común. Atravesamos por un tiempo de incertidumbres, pero sabiendo que Él está todos los días con nosotros, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20), y lo más importante: que Él está renovando el universo (Apoc 21, 5).