José, el hombre que Ama y Cree

A pesar de tener mucho renombre, no sabemos mucho de la persona de San José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Sin embargo, en base a lo poco que nos cuenta la biblia, esta reflexión nos invita mirar dos características indudables de este hombre: su amor por María y su fe.

Por Julio Villavicencio SJ

De San José podríamos abordarlo y rezar con su figura desde diferentes aspectos, todos importantes y relevantes para nuestra fe. Sin embargo me gustaría profundizar en dos aspectos que en estos momentos me parecen muy pertinentes y profundos.

Comencemos aclarando que en el Evangelio la figura de José no ahonda en muchos detalles. Es como que nos cuenta lo esencial y luego desaparece de escena. Por eso me gustaría que contemplemos a este José desde el amor y la fe. Dimensiones de su vida que se pueden observar en el Evangelio.

En primer lugar el amor a María. Parece que José está amando a María con mucha seguridad. El puede dudar de ese hijo que María va a tener, de la versión de María, pero de lo que no podemos dudar es que este hombre ama a María. Tanto es así que prefiere huir y abandonar a María, antes que denunciarla por haber quedado embrazada sin que él fuera el padre. Ciertamente que este es un dato que podemos sacar de los Evangelios y contemplar en José. Esa travesía con su mujer, cargándola en un burro, cuidándola y sirviéndola en todo lo que él podía, todos estos esfuerzos hechos por este artesano semita eran inspirados por el amor. José era un hombre lleno de amor y que sabía amar.

En segundo lugar me gustaría profundizar en su fe. José es un hombre aparentemente sencillo. Amaba a María, pero en un primer momento no podía concebir en su cabeza la historia de María. Fue después de un sueño que José creyó en María. Entonces ahí tenemos una característica de José, creyó en sus sueños. José tuvo un sueño del Señor y creyó en él. Tanto creyó en este sueño que toda su vida tomó un rumbo confinado en este sueño. Ciertamente que José no sabía lo que iba a venir, cómo podría llevar a adelante esta aventura y cómo enfrentaría las dificultades de la vida que se le estaba presentando, pero José tuvo un sueño y creyó en él. Creyó en él por el gran amor que sentía. Inspirado por ese amor se animó a creer en su sueño, a creer en Dios y aventurarse a una vida nueva. La vida de la familia del Emmanuel, Dios con nosotros.

En estos dos aspectos que hoy los invito a contemplar en José, creo que podemos sacar mucho provecho para nuestra vida espiritual y familiar. Tal vez pensar y rezar con nuestra propia vida a la luz de José nos hace pensar en cómo está nuestra fe ¿Soy un hombre o una mujer de gestos inspirados en el amor? ¿Creo en el amor para construir mi familia con Dios entre nosotros? ¿ Me animo a aventurarme en la construcción de la familia desde la fe en un mundo mejor, en un mundo donde Dios esté con nosotros?

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

¿Abolimos ya el 1º de Mayo?

¿Hay motivos para seguir celebrando el 1° de mayo o es sólo una fecha conmemorativa cuyo sentido de fondo se ha perdido o tornado anacrónico? Una reflexión para abrir esta pregunta.

Por Juan Fernández de la Cueva

Me dice mi sobrino que ya no existen razones para celebrar hoy el 1º de Mayo reivindicativo. Eso era cuando el proletariado vivía y trabajaba hace cien años en condiciones infrahumanas. Además los sindicatos sobran.

¿Cuánto de verdad hay en esta opinión? ¿Debemos abolir el 1º de Mayo? Démosle una vuelta a estos interrogantes.

La situación de los trabajadores es una tragedia. El CIS sigue manteniendo el paro en España como la primera preocupación ciudadana y la precariedad es la ley general en el mercado de trabajo hoy. Ya 20 de cada 100 asalariados tienen contrato temporal y en el caso de los jóvenes llegan al 50%. Para más inri, mucha de esta ocupación temporal tiene un carácter estacional. Hay trabajadores que pasan por 14 empleos de forma intermitente en un año, la mayoría sin contrato y derechos sociales.

Todo esto ha provocado una notable brecha salarial entre los que llevan tiempo trabajando en un mismo puesto y los jóvenes recién incorporados con las nuevas condiciones de contratación, cosa que se ha asumido como normal e irreversible. ¿Cultura de la indiferencia?

Más grave todavía es la situación de los mayores de 50 años, quienes a menudo acaban en el paro al ser sustituidos por personas con condiciones y niveles salariales inferiores. Cada vez aumenta el colectivo de los llamados “trabajadores pobres”. Hoy en día la ocupación ya no garantiza salir de la pobreza (mucho menos a las mujeres y los migrantes).

¿No habrá que mantener el 1º de Mayo hasta que estos sectores tan desfavorecidos consigan un trabajo decente por el que los mismos trabajadores salgan de la pobreza con su esfuerzo y su salario, sin que tengan que recibir una limosna de subvención?

Fuente: Entre Paréntesis

El Miedo de Consagrarse a Dios para Siempre

Emmanuel Sicre SJ reflexiona sobre los miedos, dudas y encrucijadas que pueden aparecer a cualquier persona frente a una decisión que invita a darlo todo.

Por Emmanuel Sicre SJ

Sucede a menudo que quienes se sienten habitados por la pregunta de la consagración a Dios ven que no es tan fácil dar el salto necesario para ingresar a una institución en la que creen que pueden ofrecer todas sus energías para el servicio del Reino.

Miedos, trabas, ignorancias, dudas, interrogantes, impotencia, son algunas de las sensaciones más frecuentes que se experimentan de manera mezclada y confusa. ¿Cómo discernir en medio de la vida lo que oigo de Dios en mi propio corazón? ¿Qué hacer con los temores que me provoca la invitación a darlo todo?

El miedo a la perpetuidad

En primer lugar, se puede afirmar que el miedo a la elección de esta vocación específica no es distinto al temor de quienes han sido llamados al matrimonio. Hay que reconocer que, en la cultura actual, todo lo que suene a “definitivo”, “eterno”, “permanente”, “estático”, “para siempre”, es un poco disonante y raro a la sensibilidad de muchos provocando varios conflictos.

Hoy esto parece algo del pasado. Sin embargo, es necesario que, al asumir los cambios culturales que vivimos, también discernamos qué viene del buen Espíritu y qué es tentación.

La vocación al sacerdocio, o al matrimonio, en la vida de la Iglesia se concreta en una elección “para siempre” porque lo que viene de Dios es para toda la vida (en su totalidad e integralidad). Por eso la tentación será separar, disgregar, fragmentar, la opción fundamental por Cristo para que seleccionemos qué sí y qué no le entregaremos.

A su vez, el miedo a sostener este compromiso para «toda la vida» está arraigado quizá en una tendencia propia de nuestro tiempo: el narcisismo. El hecho de que pensemos que nos toca a nosotros solos sostener el compromiso parte de una irrealidad insuflada al punto de convertirse en un fantasma.

Lo imposible huele a Dios

Pues sí, si uno piensa que es capaz de sostener esta decisión para «toda la vida», evidentemente, además de miedo sentirá, que es imposible para sus fuerzas. En parte porque es imposible, y en parte porque creemos que sólo depende de nosotros. Hay que ver cómo se conjugan en este diálogo lo que somos con lo que Dios oferta.

A decir verdad, el único que puede hacer posible lo imposible es Dios porque él es el eterno, él es el «para toda la vida” y para toda vida. Él es el que sostiene sus promesas en el tiempo. Él es el que alimenta, nutre, funda y soporta nuestra voluntad.

Lo que nos toca a nosotros es disponer nuestra libertad para que podamos cimentarnos en la Roca Cristo, trabajar en nuestra humanidad herida por el camino y el rece, y abrirnos al vínculo con Dios en los demás, especialmente, con los que somos invitados para amar más. Porque, en efecto, cuando nuestra libertad se siente atraída por algo que la hace más ancha, más amplia, más fecunda, adhiere con mayor intensidad y entonces es capaz de lanzarse, más allá del temor, a la aventura de lo imposible.

Fuente: Blog Pequeñeces

El discernimiento: “Un trabajo diario que nos impulsa a accionar”

Recuperando la vivencia de San Ignacio, el padre Fernando Cervera SJ, explica para Radio María Argentina, cómo surge el concepto de discernimiento, qué significa para la espiritualidad ignaciana, y qué valor puede tener ponerlo en práctica para este tiempo.

¿Quién fue San Ignacio de Loyola?

“En su vida Ignacio de Loyola era un caballero del comienzo del renacimiento español, España vivía todavía en la edad media, entonces los ideales de caballería o propios de otra época todavía estaban vigentes”. “Ignacio respondía un poco a eso, era un noble vasco, peleaba para el emperador cuya corte él frecuentaba”.

El padre Cervera continúa relatando la vida de Ignacio de Loyola, explicando que “aunque llevaba una vida como la de los cortesanos y digamos guerreros de aquella época, aventuras con mujeres y peleas, tenía a la vez un corazón noble, a la vez un corazón entero”.

“Cae herido en una de esas batallas, y en su larga convalecencia muy mal herido, de lo cual quedó mal de una pierna, Ignacio tiene varios momentos de agonía incluso, también tiene algunas visiones, algunas apariciones y experiencia de oración muy fuerte”. “Pero sobre todo descubre lo que sería un poco el germen de la espiritualidad que tiene que ver con el discernimiento”.

El corazón de la Espiritualidad Ignaciana

“El empieza a sentir que cuando lee la vida de los santos y de Cristo él siente una paz muy grande y cuando volvía a los libros que él solía leer, que eran los de caballería, que eran los que se estilaba en aquella época, sentía un entusiasmo primero pero luego una sequedad”.

Le pasa lo mismo, reflexiona el jesuita, cuando pensaba en sus aventuras, en su enamorada, que era la infanta de aquel entonces, la infanta sería como la heredera del reino de España, sentía el encanto y el gusto, pero a la vez después una sequedad fuerte, una inquietud interior, una especie como de ansiedad.

“Esta diferencia de sentimientos a Ignacio lo lleva a pensar: ¿Qué es esto?; ¿A qué responde? y se da cuenta de que es importante escuchar eso”.

Y es así, continúa indicando el padre Fernando, es como él empieza a seguir la vida de los santos y de Cristo, lo cual le empezaba a producir estos sentimientos de mucha paz, y momentos de mucho fervor también, y decir: ¿Por qué yo no puedo vivir eso?, si lo vivió San Francisco, Santo Domingo…, ¿Por qué yo no?

“Con ese mismo ideal de aventuro comienza este ensayo de una vida espiritual más fuerte. Va a dejar sus armas al pie de la virgen, va a dejar el castillo, se va a ir vestido pobrísimamente a peregrinar buscando a ese Cristo y la vida de santidad”.

“En ese peregrinar es donde va a tener luego las experiencias místicas fuertes, acompañadas de muchísima penitencia, viviendo casi como un linyera… de estas experiencias surgió el núcleo de los ejercicios espirituales.»

El padre Cervera explica que “estos ejercicios son una forma de oración y de encuentro con Cristo que encuentra San Ignacio en su peregrinar, y que él mismo practica”. Destaca también la sabiduría que tuvo San Ignacio de saber escribirlo y poder reproducirlo casi como un manual.

“La experiencia ignaciana va a tener mucho que ver con escuchar los propios sentimientos, los movimientos interiores. Dios nos habla a través de esos sentimientos”.

La riqueza del discernimiento

El padre Cervera explicó que este “trabajito cotidiano” del discernimiento exige de nosotros hacernos cargo de la vida, sentirla, sea agradable, sea desagradable, y desde aquí poder tomar una postura, pero con una ventaja, alguien nos acompaña, alguien nos está abriendo camino.

“Nos podemos equivocar, sin embargo podemos saber qué tengo que corregir o rectificar, lo que sea, uno puede vivirlo espiritualmente bien, aún en nuestros errores”.

Una herramienta es el examen de conciencia, expresó, que incluye hacer una lectura diaria de por dónde estoy yendo. Examinarse, escucharse, detenerse, cinco minutos, ¿Qué estoy haciendo?; ¿Para dónde quiero ir?; ¿Estoy haciendo lo que me propuse?; ¿Por qué reaccioné así?; ¿Por qué me siento tan alegre?

En definitiva, indicó el padre Fernando Cervera, “empezar de acuerdo a esto empezar a pensar desde Dios, leer mi vida desde el evangelio”.

Fuente: Radio María

Horror a Decidir

Como opuesto al deseo de quedarse con y abarcar todo, decidir implica renunciar para hacer más plena la experiencia de aquello por lo que se opta. Para reflexionar de cara a las pequeñas y grandes elecciones de nuestra vida.

Por Charlie Gómez-Vírseda, sj

Definitivamente tengo verdadero pánico a decidir. Y creo que es algo bastante frecuente en nuestro mundo. No sé dónde lo notas tú… Hay gente que se bloquea durante horas con la maleta a medio hacer, incapaces de decidir qué dejan y qué se llevan de viaje. Otros sufren un colapso a la hora de comprar, con dos prendas en la mano a tres pasos del mostrador. Hay quien casi muere al elegir carrera y quien se replantea esa decisión cada vez que los exámenes aprietan un poco…

Yo experimento mi miedo a decidir casi a diario. Lo noto sobre todo cuando me coinciden varios planes y no quiero renunciar a ninguno de los dos. Me imagino en uno de los sitios, luego en el otro… ¡y los dos me parecen imprescindibles! A menudo me produce tal bloqueo que retraso al máximo la decisión, esperando que se hagan compatibles en el último momento o que alguien invente la máquina de la bilocación.

Da igual dónde lo notes exactamente, el miedo a decidir está ahí. El problema es que nos retrata en nuestro temor a renunciar. Porque decidir es básicamente eso: optar por una cosa y renunciar a otras. Y eso nos cuesta mucho. Hay una imagen que me ilumina especialmente en esto: la del árbol y el arbusto. Un arbusto no necesita una verdadera poda; las ramas crecen hacia cualquier lado, pequeñas y abundantes. Sin embargo para que crezca un buen árbol es necesario podar unas ramas y así otras recibirán la savia abundante. Unas ramas se cortan pero gracias a eso, hay otras que crecen fuertes, se robustecen y dan fruto. Tomar decisiones es algo parecido: supone podar y renunciar a cosas para dedicar tiempo y corazón a otras. Pero sólo así crecemos, sólo así damos fruto.

Fuente: Pastoral SJ

Reflexión del Evangelio – Domingo 23 de Abril

Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Reflexión del Evangelio – Por Marcos Stach SJ

Lo nuevo y la alegría de la Pascua.

 La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo. (Melitón de Sardes, Obispo).

 La Pascua está ya cumplida. Siempre viene a interpelar nuestra realidad, nuestro modo de vivir la presencia del Resucitado, “que lo abarca todo”. El mundo, que parece estar pendiente de otras cuestiones, no vislumbra la Pascua, se contenta con el chocolate, mientras que a nosotros se nos ofrece la fiesta del cordero manso y silencioso.

 Es bueno volver los ojos al misterio de la Resurrección del Señor. Solemos empapar la vida con la rutina. Pero la Resurrección no es una “costumbre” que repetimos cansinamente. Ante el golpe de la Cruz, la rutina pareciera la escapatoria inevitable en los Apóstoles: seguimos a un maestro y ahora todo terminó, queda volver a retomar el trabajo, el tedio y la vida ordinaria. En este domingo de la Octava de Pascua, leemos el Evangelio de la aparición del Resucitado a Tomás (Jn. 20, 19-31). La comunidad que va a buscarlo ya es consciente de que la rutina no se deja ganar por el Resucitado, quien irrumpe traspasando puertas, paredes, ventanas y corazones endurecidos por el miedo o el dolor. Y ellos quieren hacérselo saber a Tomás, que ciertamente está golpeado por el dolor y la frustración.

 Pero lo que quisiera puntualizar en esta reflexión, a cuento de rutinas desavenidas por la Pascua, encuentra un eco que me parece de valor inestimable. Hace un tiempo leí la cita inicial que tomo de la Homilía Pascual de Melitón de Sardes, escrita en el siglo II que se compuso originalmente a modo de præconium o pregón, con entonación lírica, precisamente para la Pascua. Me importa e impresiona su contenido: viene a decirnos que ya no nos queda más que la realidad de la Resurrección. Su apariencia (anterior) está disuelta. Es lo que nos anuncia la Pascua: Cristo resucitó de entre los muertos y cambia todo, no hay espacio para el tedio de la rutina en aquellos que creen en la Resurrección. Ya no existe la figura sino la realidad: vivimos pascualmente; porque paradójicamente la Resurrección es para nosotros, aunque con frecuencia nos dejemos ganar por el abatimiento o la desesperanza como le ocurrió a los Apóstoles. Si vemos la consecución que marca Melitón, el “paso” se da del cordero a Dios y del hombre a Cristo. Parece que el énfasis se pone en que la Pascua, como paso o trayecto de la figura a la realidad o de la oveja a Cristo, impone la mediación del hombre: En la humanidad de Cristo Resucitado estamos todos y cada uno en concreto. Le pertenecemos y no hay vuelta atrás.

 Es comprensible que la Resurrección sea un misterio que nos desborde y que desafíe nuestros prejuicios, que cuestione nuestros hábitos o nuestras comodidades: el Resucitado nos abre la puerta de la alegría y de ahí no hay ni vuelta ni escapatoria. Nos pone en movimiento, nos saca a anunciar que esta fiesta, de sabroso cordero, es para todos. No podemos quedarnos quietos ante tamaña alegría. Es lo que San Ignacio nos hace pedir en la cuarta semana de Ejercicios: gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor (EE n. 221). Cristo resucitado nos trae la realidad nueva y exclusiva, esa que ya está dada con su Pascua y que nos sumerge, como el bautismo, en lo Nuevo que se constata por los verdaderos y santísimos efectos (EE. n. 223) de la Resurrección y que estamos llamados a profundizar cada día un poco más, por el efecto de su alegría, porque la muerte está bien muerta y la Vida que se nos regala es exuberante: Esta es la Pascua del Señor y vale vivir alegremente agradecidos por su novedosa realidad.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

Los Diversos Rostros de la Pobreza

Reflexión de monseñor Jorge E. Lozano, arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, frente a los datos que constatan una aumento en los porcentajes de la población que vive debajo de la línea de pobreza.

Cuando se dan a conocer los datos numéricos de la pobreza tenemos que cuidarnos de no quedarnos en cifras y porcentajes, sino de conocer las historias concretas de las familias, personas, comunidades. Algunas situaciones tienen un largo arrastre de décadas y generaciones de pobreza y exclusión.

Visitando familias en ranchos de adobe, techos de paja, pisos de tierra, sin acceso al agua, a la salud, la educación… conversando, me cuentan quienes allí habitan que son descendientes de varias generaciones en las mismas condiciones: papás y mamás que repiten situaciones de miseria desde sus abuelos y bisabuelos, o más. Por eso se habla de “pobreza estructural”, que está como arraigada e instalada.

No alcanza con llegar allí con un refuerzo económico. Es necesario un acompañamiento integral que ayude a cada miembro a avanzar un poco más en condiciones de vida digna.

Para poner sólo un ejemplo, 3 de cada 10 menores de 18 años comparten colchón para dormir, y no siempre del mismo sexo ni del mismo núcleo familiar. En muchas provincias, algunos duermen a la intemperie porque no hay lugar en el rancho, y no faltan los niños que, como abrigo, tienen un perro flaco.

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Algo semejante podemos ver en los bolsones de pobreza de los cordones urbanos de las ciudades más pobladas. Casillas de cartón, lona, plástico, chapa, madera…

Estas situaciones no se resuelven en una gestión de gobierno. Se necesitan políticas públicas sostenidas en el tiempo: vivienda, alimentación adecuada y equilibrada, educación, salud, familia, comunidad, trabajo…

¡Cuánto que hay por hacer! Si bien es responsabilidad del Estado en sus diversos niveles, no podemos dejar de asumir como comunidad el papel que nos corresponde. Por un lado el rol profético de señalar estas situaciones de injusticia y falta contra la dignidad humana. También nos urge asumir una actitud proactiva en la caridad y la promoción humana desde cada comunidad cristiana. La práctica de las obras de misericordia “posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre. En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda. Es como la levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13,33) y como un granito de mostaza que se convierte en un árbol” (cf. Lc 13,19), nos decía Francisco en la Carta Misericordia et misera (Mm19).

A su vez, tenemos que estar atentos a nuevos rostros de la pobreza. “El mundo sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas. Por este motivo, la Iglesia debe estar siempre atenta y dispuesta a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo” (Mm 19). Pensemos por ejemplo en los desplazados y forzados a migrar por razones del hambre, la guerra, los desastres ambientales. Los perseguidos a causa de su fe o raza.

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Y bien cerca de nosotros, en tantos lugares del país, los adictos a los diversos tipos de drogas, las víctimas de la trata para la explotación laboral y sexual, la violencia en el hogar y la escuela, la discriminación a los migrantes.

El Papa no pide que estemos atentos y seamos solidarios. “Pensemos solamente en los niños y niñas que sufren violencias de todo tipo, violencias que les roban la alegría de la vida. Sus rostros tristes y desorientados están impresos en mi mente; piden que les ayudemos a liberarse de las esclavitudes del mundo contemporáneo” (Mm 19).

El tiempo de Cuaresma nos llama a dedicarnos más a la oración. Pidamos “que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios” (Mm 19)

Ante los nuevos datos que se conocieron del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), algunos me preguntaban si está en riesgo la paz social. Me acordaba de lo escrito por el Papa… “mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social”. (Mm 21). La paz ya está vulnerada.

En el mensaje para la Cuaresma Francisco nos enseña: “La palabra es un don. El otro es un don”. Abramos el corazón a la Palabra y a nuestros hermanos.

Fuente: AICA

Arturo Sosa: “El reto es juntar el progreso con mayor Justicia Social”

Entrevista al Superior General de los jesuitas, Arturo Sosa Sj, de origen venezolano (aunque actualmente viviendo en Roma) en ocasión de su visita a Latinoamérica donde estuvo participando del Encuentro ImPACtando, en Perú junto a más de 100 jesuitas, religiosas y colaboradores laicos del continente. En la misma, habla del llamado a trabajar por la reconciliación en realidades concretas de los países en donde está radicada la Compañía de Jesús.

Por María Elena Castillo

Usted dijo que el llamado de los jesuitas es buscar una reconciliación que permita vivir en sociedades justas y en respeto con la naturaleza. ¿Cómo lograrlo?

El anterior general preguntó a las provincias sobre el mayor desafío para la Compañía de Jesús. Y en todas apareció el tema de la reconciliación, porque detrás de eso está la realidad tan dura que vivimos en sociedades realmente heridas: en algunos casos en situación de guerra, en otros con discriminación de tipo racial o religiosa, en otros la desigualdad. América Latina sigue siendo el continente más desigual del mundo, y la mejora económica no garantiza el crecimiento ni la reducción de esa desigualdad.

¿Qué hacer frente a ello?

Somos un granito de arena pero queremos hacerlo desde lo que somos, hombres de fe, y desde allí queremos aportar a la reconciliación, que implica perdón, misericordia y justicia.

¿Borrón y cuenta nueva?

El perdón no está en contradicción con la justicia, que tampoco puede convertirse en venganza sino en una medicina. Si alguien mató a mi hijo, la justicia no es matar al hijo del otro, eso produce guerra, genera mayor violencia y dolor. Tenemos que superarlo mutuamente. Cuando ha habido abuso hay que reconocerlo y dar las acciones respectivas pero también dar el paso hacia la reconciliación. Hay que ver que la sanción ayude a que la sociedad mejore.

¿Cómo esperar la reconciliación con gobernantes como el presidente de Estados Unidos que quiere levantar muros?

La manera en que los gobernantes no hagan locuras es tener una sociedad bien organizada, que ejerce una presión sobre el Estado y hace que se ponga al servicio de la gente, cuando hay democracia real. Eso es lo que quisiéramos fortalecer. Y para poder hacerlo el pueblo necesita crecer políticamente, como sociedad organizada, que tiene como norte el bien común y no intereses particulares. Esa es la verdadera reconciliación.

Usted habla de una reconciliación con la naturaleza…

Todavía hay tanto que aprender en el tema de cómo nos reconciliamos con la naturaleza. Este modelo económico, social, político que prevalece en el mundo está acabando con la vida del planeta Tierra.

Y eso genera cambios climáticos con problemas de inundaciones como aquí en Perú.

Nos solidarizamos con las víctimas pero hay que ver también las causas. Lo que pasó aquí se puede repetir, como puede ocurrir en otra parte del mundo. Pero no debería pasar si se respetara la naturaleza. Ahí tenemos otra gran tarea de reconciliación y eso significa pensar en modos alternativos de producir y de consumir.

Usted es el primer latinoamericano elegido superior de los Jesuitas, al igual que el Papa Francisco. ¿Qué lectura le da?

Significa que la Iglesia Latinoamericana ha hecho un camino importante. El Papa Francisco y yo somos producto de una historia. No es un mérito personal sino de la Iglesia Latinoamericana que se tomó en serio el Concilio Vaticano II y empezó a reflexionar. Aprendimos a leer el Evangelio de otra manera. Hemos hecho un camino y es tan bien recibido porque refleja a una Iglesia que se preocupa por los demás, que está medio de la gente, que sabe hablar el lenguaje de la gente.

El Papa ha reivindicado la Teología de la Liberación…

Claro. Se etiquetó la Teología de la Liberación cuando la verdad fue una bocanada de aire fresco para la Iglesia. Es una manera de hacer teología desde la experiencia de fe compartida con la gente. La Iglesia Latinoamericana comenzó a reflexionar y eso ha sintonizado con otras partes del mundo.

Pero persiste un sector que considera “curas rojos o izquierdosos” a los que la siguen…

Esas son etiquetas que se han descolorido bastante. Lo que importa es el compromiso con la dignidad humana, la superación de la pobreza, la búsqueda de la justicia social. Lo que importa es ser coherente con lo que pide el Evangelio.

Algunos dicen que eso es hacer política…

El ser humano es un ser social y tiene que relacionarse para resolver los problemas comunes. Eso es la política, pero el tema es cómo se hace política. El Evangelio nos dice “el que quiera tener poder, póngase al servicio” y ha habido una tradición de la Iglesia a animar en la politización y a entrar en política, pero no a utilizar instrumentos de la política para beneficio personal.

Usted es venezolano. ¿Cómo llegar a esa reconciliación en su país, que está tan polarizado?

Allí hay varios elementos. Cuando nosotros, pero sobre todo los que tienen poder político o los que quieren tenerlo, pongan los ojos en las víctimas de la situación. Mientras tengan los ojos puestos en “a mí no me quitan de aquí” o “yo te quiero quitar de allí”, vamos a seguir en lo mismo. Ahora en Venezuela, como siempre los más pobres sufren más. Y eso nos va a obligar a dialogar, pues no hay solución posible mientras que no haya la posibilidad de un gobierno que tenga un programa consensuado y a largo plazo, mientras que Venezuela no supere el rentismo sobre el cual gira la vida económica y social, siempre tendremos conflictos.

Fuente: Portal La República

R. Jaramillo SJ, Arriesgarse a pensar otro modelo para América Latina

El actual presidente de la Conferencia de Provinciales para América Latina, Ricardo Jaramillo SJ habla en esta entrevista sobre los desafíos para el trabajo de la Compañía de Jesús en América Latina, enfocándose en aquellas obras dedicadas a trabajar en pos de la justicia social y con los sectores más vulnerables de la región.

Por Diana Tantaleán C.- Apostolado Social, Provincia del Perú

¿Qué trabajo ha ido realizando la CPAL en lo referente al Cambio Climático y la ecología en la región?

La CPAL tiene, como uno de sus desafíos, el aumentar la conciencia y la práctica amigable con el medioambiente. Pero no podemos hacerlo solos y, para ser sincero, creo que hemos hecho poco en ese sentido.

Una de las maneras en que lo hacemos es a través de la Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), que también realiza un trabajo de reflexión sobre los fenómenos del cambio climático y cómo enfrentarlo de manera local o regional. La AUSJAL tiene un “grupo de homólogos del medio ambiente”, del cual participa el Sector Social de la CPAL, trabajando en cómo hacer sus campus cada vez más amigables y educativos con el medio ambiente, de manera que los estudiantes puedan reproducir, en su acción profesional y en sus casas, lo que ven en la universidad.

También en los Centros Sociales jesuitas hay trabajos de promoción y cuidado con la tierra, de producción de alimentos y seguridad alimentaria, concretamente en el Programa Comparte, con 14 centros a nivel de Latinoamérica. Ellos trabajan con más de 200 asociaciones de productores en pequeñas parcelas y productores de las periferias urbanas, formando en la consciencia de que otras maneras de producir son posibles, siendo amigables con el ambiente y buscando insertarse de manera escalable en las economías locales, regionales o internacionales.

El equipo del Proyecto Pan Amazónico está, también, muy presente en la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM) que busca concientizar, no solo al interior de la Amazonía, sino de la Iglesia toda, sobre el cuidado de los ríos, de las etnias, de las culturas y de los recursos naturales que viven en ese macro sistema del cual, finalmente, dependemos todos nosotros.

¿Qué efectos ve en la Amazonía por este problema ecológico?

La Amazonía es un lugar paradójico, tiene recursos muy abundantes todavía, pero es muy frágil.

Las comunidades indígenas amazónicas son las más pobres y sufren las consecuencias de la codicia de las empresas, agroindustrias y de la economía de mercado, que la piensan como una gran alacena con mucha agua, madera, minerales, tierra, pero donde –dicen y sostienen ellos- “hay poca gente”. En el fondo, sí se ha entendido que la Amazonia es un bioma con características únicas, pero no les interesa aceptarlo ni mostrarlo de esa manera porque detrás de su percepción hay codicia de recursos naturales y de tierras.

La Amazonía nunca ha salido de los ciclos extractivos. En estos ciclos sucesivos los indígenas se fueron quedando sin tierras y sin espacios de caza ni de producción, muchas veces sin ciclos económicos que les permitan mantener su cultura viva. La más extrema manifestación de todo esto son las comunidades que han perdido su lengua, su religión y sus tradiciones; muchas de ellas, al ser urbanizadas, han tenido que reinventar su identidad política. Lo que no quiere decir que dejen de ser indígenas.

Todas las comunidades asentadas en la Amazonía viven en condiciones muy pobres: tienen mala alimentación, pocas expectativas de vida, bajísimos niveles de enseñanza, precaria atención en salud, malas y escasas vías y formas de comunicación, pobres niveles de participación política.

Otra de las preocupaciones de la Compañía de Jesús es la realidad migratoria y de refugiados que, en los últimos años, ha cobrado relevancia, ¿cómo es el trabajo de los jesuitas en América Latina en el tema de inmigrantes y refugiados?

Este es uno de los trabajos más importantes y se realiza a través de dos redes: el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), fundado por el padre Arrupe, y el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM).

El SJR tiene su base en Colombia, donde atiende a la población desplazada internamente y a quienes solicitan refugio en otros países. Durante muchos años ha sido un actor importante en los flujos producidos por el conflicto guerrillero y paramilitar en Colombia. En los últimos años, con el agravamiento de la situación en Venezuela y la crisis de su relación con Colombia, ha ido aumentando también el flujo de venezolanos refugiados en Colombia o colombianos deportados que requieren atención en su país después de pasar muchos años en Venezuela. También se atiende el flujo hacia los países del sur, pasando fundamentalmente a través de Ecuador.

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El SJM, por su parte, tuvo su inicio hace casi 20 años, trabajando especialmente con migrantes forzados. Este se estableció, fundamentalmente, en tres lugares, que corresponden a los flujos migratorios más grandes: el primero, y el más deshumano de todos, es Centroamérica-Norteamérica (CA-NA), que es el flujo de personas de Guatemala, El Salvador y Honduras, llamado Triángulo Central Centroamericano, hacia Estados Unidos; pero ahora, dada la situación en EEUU, también de personas que buscan mejores situaciones en Costa Rica y Panamá.

Otra de las zonas de trabajo del SJM es la triple frontera Perú-Bolivia-Chile; se trata del flujo principalmente de colombianos y bolivianos que buscan posibilidades de vivir en Chile, atravesando Ecuador y Perú. También se integra a esta zona el Centro Zanmi, en Belo Horizonte (Brasil) que trabaja con haitianos, senegaleses y bolivianos. Esta es una labor más aislada, pero pertenece a la región sur.

La tercera región del SJR es la Caribe, que atiende especialmente los flujos de la población haitiana hacia República Dominicana. Ambos países tienen una frontera definida, pero históricamente permeable; hay miles de haitianos maltratados en República Dominicana en condiciones de vida muy difíciles.

La RJM agrupa, pues, el SJR y los SJMs, y anima sus acciones manteniendo el contacto con los organismos de Iglesia que trabajan la problemática de las migraciones en el Continente, así como con ACNUR o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que son organismos multilaterales.

En este trabajo participan, fundamentalmente, muchos laicos generosísimos; hombres y mujeres que dedican tiempo y esfuerzo para defender a los migrantes, hacer incidencia en los países y parlamentos, y en la atención directa en los albergues.

¿Qué opinión le merecen las políticas de desconfianza y barreras hacia los migrantes que se están dando en diversos países de AL?

Estoy absolutamente convencido de lo que dice el Papa: no hay que construir muros sino puentes. La actitud de construir muros, de separar e impedirle a la gente movilizarse, va contra los derechos humanos y es una política suicida, recordemos que es en la riqueza de la diversidad donde podemos crecer juntos. No hay nadie sensato que defienda la segregación o exclusión por razones de nacionalidad, lengua, costumbres o religión, no es ético ni moralmente justificable.

En estos últimos tiempos el problema del refugio, la migración y la deportación ha crecido y nos desafía cada vez más. Nos desafía a intentar respuestas en red, no solo de jesuitas sino red con otros, aprender y apoyar esfuerzos que hacen los gobiernos, las municipalidades y otras iglesias.

Todas estas medidas responden a un proteccionismo económico, el problema es cuando ese tipo de protección se convierte en agresión a los derechos humanos de los migrantes o de los refugiados.

Hay una urgencia en repensar el modelo económico de nuestros países, de hacer alianzas entre nosotros y ser menos dependientes de las grandes economías mundiales. (…)

Hay que arriesgarse a pensar un modelo económico para AL, no dar respuestas individuales que no permitan hacer bloque. Ese es el desafío: cómo pensar nuestras economías a partir de una posibilidad de no injerencia de los mercados del norte. Se debe dejar de pensar que “el sueño es vivir como en el extranjero”, con el modelo del consumismo, del neoliberalismo y la cultura del descarte. El sueño es comer bien, vivir bien, es poder producir y consumir aquí, es estimular mercados regionales y locales.

La economía de mercado que vivimos ha colocado un precio a todo lo que nos rodea, incluso a las personas, y en los últimos tiempos estamos viendo sus consecuencias con los escándalos de corrupción, ¿cree que esto se puede revertir?

Creo que el problema de la corrupción y los escándalos que han surgido, y que apenas está iniciando, solo puede encontrar solución si hay un pacto político y social, si hay un resurgir de los resortes más íntimos de la dignidad de las personas, de los pueblos, de las organizaciones, de las empresas y las familias.

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Mucha gente justifica la corrupción diciendo: “si todo el mundo recibe, ¿por qué yo no voy a recibir?” Ahí está el problema, en la conciencia personal, en la destrucción de la dignidad. Cuando los principios se venden, se desbarata la posibilidad de la armonía social y el respeto, la dignidad se va por el caño. La única salida de este espiral de degradación es recuperar la dignidad desde los valores más básicos del ser humano, la honestidad.

La corrupción es problema de fiscales, investigación y controles, pero es fundamentalmente un problema ético espiritual. Ahí la Iglesia toda, y los jesuitas desde el trabajo en red que hacemos, tenemos la responsabilidad de crear conciencia, de reforzar los resortes espirituales para que la gente diga “no”, que un hermano le pueda decir a su hermano “no”, que un hijo le pueda decir a su padre “no me vendo”, que un cura le pueda decir a su superior “no se hace”. No se trata de crear bandos, sino de rescatar a otros, desde la propia dignidad, para que sean dignos también.

Solo si se reconstruye el ser humano desde dentro, y esa persona es capaz de tomar opciones y decisiones éticamente responsables, donde la conciencia no se vende, será posible construir otra América, otros pueblos, otra Iglesia.

Fuente: CPAL SJ

Los jóvenes: Riqueza Necesitada de Transformación

El papa Francisco ha llamado a un nuevo sínodo en 2018, que esta vez tendrá como tema de discusión, reflexión y oración a la juventud (o juventudes) Con el objetivo de ayudar a toda la Iglesia a prepararse para dicha cita, compartimos este texto que compila algunos dichos del Pontífice sobre los jóvenes.

Por Hernán Quezada

Hace unos días el Papa Francisco convocó a un nuevo sínodo, esta vez con el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Para ello se elaboró un documento de preparación al sínodo que plantea: “Cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que nos ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia”.

Francisco, creo yo, ha acertado en su análisis tratando de dar con una clave para responder a los grandes desafíos del mundo: Las juventudes. Es en los jóvenes en quienes nos jugamos muchas posibilidades, no por menos ha decidido sean también el tema de su oración este mes.

No sólo en el terreno de lo político son los jóvenes un actor estratégico, sino en los distintos ámbitos sociales y eclesiales resultan los jóvenes aliados estratégicos que hay que conocer, acompañar, incluir y escuchar.

Durante la visita del Papa Francisco a México en febrero del 2016 el tema de los jóvenes fue un tema central. En varias de sus intervenciones nos llamó a mirarlos y a ellos mirarse a sí mismos con una mirada nueva, esperanzada, digna, constructora y desafiante.

¿Cuál es el contexto en que viven los jóvenes?

El Papa Francisco en su homilía de Ciudad Juárez en 2016 dijo:

“Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia. Es Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, «carne de cañón», son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas”.

“Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia.”

Cultura del descarte

Los jóvenes han nacido ya en esta cultura que el Papa ha llamado cultura del descarte, cultura de explotación de recursos y personas, y se resisten internamente a ella, pero no saben qué hacer.

“Frente a esta cultura, ellos no se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo social que se debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas pastorales o de opciones políticas.”

“No pocos jóvenes quieren ser parte de acciones, quieren ser protagonistas, sin embargo si ellos no perciben fortalecida su identidad, no se sienten estimulados y sienten que no encuentran su espacio, son muy proclives a la renuncia o al cansancio para desear, soñar y proyectar, abandonan rápido los proyectos”. señala el texto pre-sinodal.

Los jóvenes enfrentan un mundo que cambia.

La rapidez de los procesos de cambio y de transformación es la nota principal que caracteriza a las sociedades y a las culturas contemporáneas (cfr. Laudato si’, 18). Como nunca se experimenta la fluidez del contexto, es un desafío programar a largo plazo.

La realidad, las cosas, los proyectos, parecen caducar a gran velocidad. Los jóvenes respiran incertidumbre en un contexto socioeconómico cada vez más precario. La desigualdad y la corrupción son notas constantes que suenan en torno a los jóvenes y constituyen esta liquidez en la que se encuentran.

En medio de tanta “liquidez”, los jóvenes se han quedado sin referentes sólidos, los cambios rápidos han llegado a instituciones sólidas como la familia y la Iglesia dejando a los jóvenes en la incertidumbre que provoca esta “liquidez”, parecen urgidos de asirse a algo que les de sostén e identidad, certezas.

Los jóvenes: una riqueza que debe ser transformada en esperanza

Si, para el Papa Francisco la solución a los grandes problemas está en los jóvenes, sólo desde ellos y con ellos será posible el futuro. Los jóvenes son la riqueza de nuestra sociedad pero está riqueza tiene que ser transformada en esperanza.

No se puede vivir sin esperanza, afirmará el Papa en Morelia en su discurso a los jóvenes. Para nuestra sociedad e iglesia los jóvenes son la riqueza, y deben ser transformados en esperanza, así pues, sin cuidar de la transformación, no hay futuro, de ese tamaño es la importancia de mirar, escuchar, atender y caminar con los jóvenes.

Esperanza que requiere de certezas

También afirmará el Papa en la memorable reunión con jóvenes en Morelia : “La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido¨ Y ahí tenemos otro desafío, garantizar que la juventud tenga la certeza que no todo está perdido.

Les dirá el Papa Francisco a los jóvenes: “Ustedes son la riqueza de México”, pero “se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas. Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites.”

Resistencia que requiere de certezas

Llamará luego resistirse a las mentiras que se imponen como verdades a las y los jóvenes en México:

“…es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza y en la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.”

El camino para vencer la mentira, la desesperanza, la amenaza a la juventud, según Francisco, es caminar de la mano de Jesucristo, esto es vivir a fondo, creer que vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal y luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia.

Quedamos pues llamados a un sínodo, un sínodo que surge de la certeza de Francisco de que debemos mirar hacia la juventud, y en las y los jóvenes encontraremos la posibilidad de renovar la mirada. Una renovación urgente para nuestra iglesia y nuestras sociedades, pues ahí reside mucho de la esperanza de transformar la realidad.

Fuente: Entre Paréntesis