El Papa convoca el Sínodo para la Amazonía del 6 al 27 de octubre

Este lunes 25 de febrero, la Secretaria General del Sínodo de los Obispos dio a conocer que el Papa Francisco ha convocado la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, del domingo 6 al domingo 27 de octubre de 2019, para reflexionar sobre el tema “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.

 Asimismo, en el Instituto M.S. Bambina, el Seminario de estudio sobre el tema, se llevó a cabo el “Hacia el Sínodo Especial para la Amazonía: dimensión regional y universal”, en preparación del Sínodo para la Región Panamazónica, del 25 al 27 de febrero de 2019.

 El primer día se examinaron algunos aspectos eclesiales y pastorales a la luz de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. En la segunda jornada se abordaron temas relacionados con la promoción de la ecología integral en la perspectiva de la Encíclica Laudato si’. El último día hubo una síntesis de las cuestiones surgidas durante el encuentro y una comunicación sobre el camino de preparación para el Sínodo.

Emmanuel Sicre SJ – ¡Qué pereza la pereza!

De lo que sucede y cómo podríamos afrontarla.

 Por Emmanuel Sicre, sj

 “Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata”. Mc 3, 27

 Es muy común escuchar en nuestro tiempo muchas personas afectadas por la pereza, en especial, entre jóvenes. Se lamentan de su incapacidad de asumir una iniciativa hasta el final, de poder levantarse del sofá o la cama para hacer algo “productivo” o que les provoque una pasión real, de sentirse enredados por las pantallas, de no poder sostener relaciones duraderas ni comprometerse con los vínculos de manera más profunda, de vivir cierto vacío existencial y aislamiento. Así, el sentimiento que acompaña la pereza no sólo es de impotencia, sino también de cierta indolencia, sinsentido y frustración anticipada. Veamos cómo comprenderla.

A ideales presumidos, culpa asegurada

La pereza, en principio, pareciera arribar al corazón cuando nos enfrentamos a un ideal exagerado sobre nosotros mismos -o sobre el mundo, que nunca logra encajar con lo que realmente anhelamos. Algo así como “yo tendría que ser capaz de esto” o “yo debería hacer esto, pero ahora no, será más adelante”. En este sentido, la pereza anidaría en las mentalidades pretensiosas que ignoran sus deseos más profundos y, lentamente, se va instalando como un invasor dispuesto a tomarlo todo. De hecho, en algunos casos, llega a la depresión.

Con esta constatación de no poder activarnos en pos del presuntuoso ideal, nace la constante postergación -procrastinación-, el dejar para después, para más tarde, para un mañana que nunca llegará. El problema es que el recurrente aplazamiento va minando el suelo de la vida hasta ahogarla en un crónico “no puedo”, “no tengo ganas”, “ay qué pereza”, “no vale la pena”. Así, brota, poco a poco, el vacío interior y el continuo abandono de sí mientras suena la música del inconformismo.

Sin embargo, este incumplimiento interior con el ideal desmedido de lo que debería ser, no es gratuito. No es que: “bueno, ya no lo hice y chau, ya fue”. Siempre, con mayor o menor intensidad, se experimenta un sentimiento de culpa hondo por la frustración de no alcanzar lo que deberíamos hacer o ser que se resuelve muchas veces con compensaciones placenteras[1] que no terminan de llenar el pozo de nuestras demandas espirituales de sentido. Quedamos seducidos por “placeres aparentes”, como le llama san Ignacio a una de las tentaciones del mal espíritu.

En efecto, cuando la realidad nos pregunta sobre nuestras responsabilidades y compromisos omitidos, quedamos expuestos al sufrimiento y a la autoimagen rota. Quizá algunos resuelven pensando que es un problema personal, pero lo cierto es que nuestras acciones y omisiones, tarde o temprano, repercuten en nuestro entorno, especialmente, entre quienes más queremos.

Las voces del autocastigo

Sin embargo, para menguar este sentimiento de culpa por no haber hecho lo que deberíamos, nos aparece una voz interna acusadora que comienza a castigarnos, muchas veces de manera desproporcionada. La ecuación sería: a mayor pereza y postergación, mayor culpa y autocastigo que podríamos llamar “reparatorio”.

Aunque lo cierto es que este castigo, finalmente, no repara nada, no logra darle a la voluntad el empujón que necesita para activarse y asumir lo que le toca para su bien y el de los demás.

El castigo interior severo no envalentona ni fortalece, sino todo lo contrario: licúa la voluntad dejándola dañada y lista para el próximo fracaso. De esta dinámica debilitadora viene, muchas veces, un miedo paralizante ante aquellos ideales forzados. El problema radica, entonces, en el hecho de no poder conectar con los deseos más hondos o de haberlos confundido con estos ideales desajustados.

La sana autoestima, un impostergable

El panorama poco alentador de este cuadro de pereza se completa con la dificultad de percibir la estima propia. Es lógico, casi imposible, quererse así de débiles o, al menos, ¡qué difícil resulta aceptarnos con amor así de frágiles y pusilánimes! Por lo general, quienes padecen la pereza sienten vergüenza porque socialmente está mal vista, no es rentable y representa una carga para su entorno.

Cabe decir aquí que la autoestima es un fenómeno primordialmente auditivo. La estima propia se fue construyendo a lo largo de nuestra vida con las voces de nuestro entorno, las de elogio y las de desaprobación, las de sobreprotectora dulzura y las de dureza seca que desoían nuestras necesidades tildándolas de inútiles, las que ponían la culpa afuera – “piso malo”, solemos decirles a los niños cuando se golpean y queremos encontrar algún culpable a los incidentes- y las voces que responsabilizaban desproporcionadamente – “culpa tuya estamos pagando todos…”. Todas las voces que hemos escuchado fueron modelando y afinando el tono a nuestra propia voz de la conciencia. Con esta voz con la que nos decimos las cosas, es con la voz interior con la que vivimos a diario la pereza y sus consecuencias.

Una voluntad debilitada por las voces negativas -propias y ajenas-, no logrará nunca levantarse por sí misma porque no ha encontrado apoyo en ningún resorte interno valorado, gozado, reconocido.

Su autonomía está amenazada, además, por la dolorosa comparación –propia o asumida- con un entorno que es percibido como productivo y capaz. Es por esto que debemos cuidar el modo en que decimos y nos decimos las cosas y las varas con las que nos medimos, ya que si están muy altas sólo las miraremos de abajo como un imposible aplastante.

Algunas paradojas culturales que estimulan la pereza

En nuestra cultura exitista esto se complejiza aún más porque valora y premia con voces positivas sólo a quienes progresan, a quienes cumplen con reverencia ritual ciertos estándares de belleza u obedecen ciegamente a altos niveles de rendimiento, a quienes tienen más poder, más fama, más placer o más cosas. Quien vea en esta cultura del “éxito individual” un ideal inaccesible, renunciará prontamente al medir sus fuerzas.

A su vez, estamos inmersos en un tiempo que olvida la profundidad de los procesos humanos y prefiere lo superficial. Es así que vemos un egoísmo competitivo voraz que pide siempre más para poder hacer y pertenecer, haciendo desear vivir muchas vidas en una. De ahí la autoexplotación que solemos llamar realización. Esto provoca un aceleramiento sin sentido para “haber experimentado”, en poco tiempo, mucho más de los que nuestras emociones, memoria y entendimiento pueden procesar. He aquí la sensación de ansiedad irresuelta que se llena de entretenimientos y nos lleva, no sólo a no poder estar presentes a nada, sino también a perder la capacidad de que el simple ocio creativo nos devuelva las ocurrencias de la imaginación que brotan de nuestra realidad más honda y nos invitan a crear.

Por otro lado, los tiempos que vivimos instan a que recibamos con una triste pasividad miles de estímulos sensibles que parecieran dar todo resuelto con un click desconociendo el trasfondo complejo de las cosas. Se compra, se vende, se goza, se aprende, se comunica, se juega, se entretiene, todo frente a una pantalla con sólo una buena conexión y dinero. Quien no pueda hacerle frente al frenesí cultural imperante, quedará a merced de lo que se le presente más fácil e inmediato.

Las exigencias del perezoso

Dichas paradojas culturales se acentúan en quienes padecen la pereza. Si observamos bien, por lo general, dichas personas suelen ser muy exigentes con su entorno. Demandan con cierto derecho adquirido. Un poco victimizándose por lo que les pasa, otro poco porque desconocen el esfuerzo verdadero que conlleva hacerse cargo de la realidad en su complejidad.

Lo cierto es que se trata de una exigencia un poco irracional que, por no poder asumirla a nivel personal, es proyectada sobre todo lo demás causando así modales sarcásticos, irónicos y quejones. Por eso, se da que quien no mueve un dedo, pide que la realidad baile a su antojo.

En este sentido, la pereza se basa en el mecanismo infantil del todo-nada. De ahí que la pereza lleva al escepticismo triste y melancólico de una realidad que nunca se adecuará y será siempre injusta. Es decir, nunca habrá, para quien padece la pereza, una realidad que se acerque a aquel ideal inflamado del que se ha enamorado. Entonces, la distancia insalvable entre lo que es y nunca será se llena con el lamento. Casi un tango.

 La pereza como autodefensa

Ante lo dicho cabe reflexionar si la pereza, en verdad, no funciona como un mecanismo de defensa a los mandatos sociales y familiares que hemos asumido como propios -tener un cuerpo esbelto, ser el mejor, ganar siempre, etc. Aquellos ideales excesivos de los que hablamos muchas veces vienen envueltos en paquetes de buenos deseos.

Sin poder juzgar del todo las intenciones de quienes nos proponen determinados valores desajustados, lo cierto es que, en algún momento de nuestra existencia, comprendimos que para nosotros eso no era ni un valor, ni un ideal, ni un interés, pero no pudimos revelar nuestra oposición, no pudimos defendernos ante la “amenaza” que suponía para nosotros no aceptarlos. Entonces, dado que no contábamos con la claridad o la fuerza para enfrentarlos, la pereza resolvía desactivarlos, postergarlos, fantasear que algún día llegarán para calmar las demandas propias y ajenas.

Por eso, es necesario identificar de dónde vienen, cómo son esos mandatos desencajados, pero, sobre todo, de qué me defiendo con la pereza. ¿Cómo? Al bucear en las aguas profundas de lo que deseamos y amamos.

 ¿Hay salida de la pereza?

Pues sí, algo hay para hacer. Lo primero, quizá sea encariñarse con lo posible, abandonar los ideales exagerados –propios o ajenos- con los que vivimos y que proyectamos hacia fuera y cacheteamos hacia adentro. Pero ¡ojo! Sólo los ideales excesivos que nos aíslan y autodestruyen. En cambio, los ideales que nos invitan a buscar lo noble de la vida, su sentido hondo, su verdad para mí. Esos hay que buscarlos, quererlos, protegerlos, y a lo mejor llamarles “utopías esperanzadoras” o simplemente “deseos”. ¿Cuáles? Animarme a querer un mundo más justo, a amar más, a servir mejor, a soñar la paz, a dar lo mejor de mí…

Este amar lo posible también significa asumir que somos seres limitados, pero no por eso menos dignos; frágiles y, al mismo tiempo, poblados de deseos inmensos. Lo segundo sería, entonces, aceptar la paradoja que somos y dejar atrás el jueguito infantil del “todo-nada”, del “blanco-negro”, del “siempre-nunca” que nos polariza la voluntad arrinconándola. Y bancar más los matices, hacer algo de todo lo que deseamos en vez de nada, dar el primer paso, aunque muchas veces parezca ser el único. E insistir y compartir.

Lo tercero es lograr distinguir, en un diálogo interior y con quien pueda ayudarnos, las voces que nos acribillan la estima propia. Cuidar con lo que nos decimos, vencer el impulso de castigar frenéticamente cada error o frustración, y asumir la actitud de quien desea lo mejor para el otro que soy yo mismo. ¿O acaso todavía creemos que a fuerza de tirones crecen las plantas? Vivimos en proceso constante. Acompañarnos y dejarnos cuidar, esperarnos, tenernos paciencia y darnos ánimo, aliento, celebrar los progresos, aunque a veces nos enojemos con lo que somos.

Lo último que agregaría es que tenemos que aprender a seleccionar las acciones importantes en nuestra vida y darles su verdadero lugar entre las que preferimos. Animarnos a descansar en las rutinas que nos ayudan y prescindir del pinchazo de novedades permanente. Muchas veces, hemos puesto todas las cosas que debemos ser, disfrutar y hacer en el mismo plano al punto de que se nos genera un fantasma que asusta.

Hay cosas que no nos interesan, pero son importantes, ¿qué lugar tendrán en mi vida? Las hay también que son importantes sólo para mí, sabiendo que no soy el centro del mundo ¿cómo las ubico respecto de las que son valiosas para mi entorno de relaciones? Esta búsqueda de equilibrio entre lo importante y lo que preferimos es una tarea urgente para vivir una vida real.

¡Qué pereza la pereza! Pero, bueno, ve, sé humilde, sacrifícate un poco, aunque no siempre obtengas resultados positivos, que no existe vida honesta y alegre que se viva sin esfuerzo y dedicación. ¿O acaso algún duende nos prometió un jardín de rosas?

Fuente: Blog Pequeñeces

 

Sínodo sobre Amazonía: ‘Buscar caminos realmente nuevos’

 La Dra. Birgit Weiler, docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, entrevistó al cardenal Claudio Hummes, presidente de la Red Eclesial Panamazónica (Repam), sobre la relevancia de prestar atención a la Amazonía y escuchar a los pueblos originarios.

En octubre del presente año se realizará en Roma el Sínodo de los Obispos para la Región Amazónica ¿Podría comentarnos quiénes participarán?

Van a participar todos los obispos de la región Panamazónica, residentes y auxiliares, no solo delegados elegidos como normalmente lo es en otros sínodos. Seremos un poco más de cien obispos. La convocatoria ha sido amplia pues el papa quiso que, en primer lugar, participen los pueblos originarios, como interlocutores fundamentales; y también, otros sectores de la población amazónica.

Cuando el papa visitó Puerto Maldonado en el Perú, quiso encontrarse con los pueblos indígenas y les dijo: “Hoy está comenzando el proceso sinodal. Ustedes son participantes esenciales en este proceso”. En octubre estarán en Roma representantes de los pueblos indígenas y de otros sectores de la sociedad. Muchas personas han participado en la fase de investigación, de recolección de información, opiniones, sugerencias, problemas y sueños de toda la población de la Panamazonía.

Es un momento histórico. Nunca antes hubo un Sínodo panamazónico. ¿Por qué se ha convocado justo en este tiempo? 

Es un momento muy especial, es el fruto, una expresión de lo que llamamos un kairós, un tiempo especial de gracia y de iluminación de parte de Dios quien nos concede este tiempo que estamos viviendo. Eso empieza con la elección del papa Francisco. Él significa un gran cambio dentro de la Iglesia: un argentino que no era de Europa, un jesuita que toma el nombre de Francisco. Y él inmediatamente mostró que está muy consciente de la gran crisis ecológica y climática y que por ello – eso va en la línea de Francisco de Asís, el gran inspirador del cuidado de la naturaleza –en este contexto escribe la encíclica Laudato si’.

Entonces el papa, también dentro de este contexto grande de una Iglesia que está en necesidad de reformarse internamente para ser una Iglesia más misionera, más misericordiosa, más pobre con los pobres y que cuida la naturaleza, que cuida la casa común, empezó a destacar mucho la Amazonía como un territorio fundamental para el equilibrio ecológico.

¿Por qué es importante la Amazonia para la Iglesia?

La Amazonía también es esencial para nosotros como Iglesia porque nos recuerda que Dios creador nos entregó el planeta para que obtengamos de él lo que necesitamos como sustento pero sin destruirlo. Actualmente, el planeta está amenazado y explotado más allá de sus posibilidades. En la medida en que destruimos la Amazonía, destruimos las condiciones de un planeta saludable y viable en el futuro.

Es necesario reflexionar y abrir nuevos caminos para ver cómo cuidar más este planeta que Dios nos entregó y que también nosotros queremos entregar a las generaciones futuras. Entonces estamos en un momento muy central del ministerio del propio papa Francisco. Él está muy presente, nos da coraje, ánimo, nos entusiasma. Por eso tenemos tanta esperanza en este Sínodo.

¿Puede decirnos cuáles son los frutos principales que se espera de este Sínodo?

Se quieren encontrar caminos realmente nuevos, y no solo renovar o reactivar los caminos antiguos, que también es importante, sin embargo, algunos de los antiguos caminos tienen que ser abandonados, porque son más un impedimento que una ayuda para salvar el planeta y ser realmente, una Iglesia que cuida la casa común.  Esto se va a definir en este primer momento de la escucha, a medida que la Iglesia escuche a las propias poblaciones de la Amazonía y quiera oír de ellas cuáles serán los nuevos caminos.

Esperamos caminos que nos ayuden a defender la naturaleza, a preservar los bosques, a lograr que los pueblos indígenas tengan sus derechos reconocidos y sean sujetos de su historia, protagonistas de su historia y ya no objeto colonial de nuestros proyectos, un rol que les hemos forzado a cumplir y que continuamos haciendo. Con los pueblos indígenas tenemos que construir un futuro con el que sueñan y que ellos merecen. Como Iglesia también tenemos que preguntarnos, ¿cómo conseguir que esas comunidades tengan sus pastores próximos, conviviendo y celebrando con ellas la eucaristía y los demás sacramentos, tan importantes para la vida de las comunidades católicas?

Ud. ha recalcado que el tiempo postsinodal es muy importante ¿En qué deberían contribuir las universidades católicas en general y las universidades jesuitas en particular, en la fase de la implementación del Sínodo?

Durante nuestra reunión en Río de Janeiro, entre los representantes de universidades jesuitas y de la REPAM, convocados por AUSJAL se empezó a formular de qué manera las universidades jesuitas en América Latina, sobre todo en esa región de la Panamazonía, pueden colaborar en lo que dice el papa. Es muy importante que nuestras decisiones del Sínodo y todo lo que viene después tenga un buen fundamento teórico, de fuerza científica. La Iglesia tiene necesidad de esta presencia de las universidades y de esta fundamentación básica. Tuvimos la alegría de ver cómo las universidades jesuitas están realmente abrazando con mucho coraje, con mucha lucidez y con mucha voluntad la participación en el proceso del Sínodo

Las universidades en general –no solo las católicas o jesuitas– están invitadas porque aquí hablamos del interés por el planeta en bien de la humanidad. Tenemos la certeza de que las universidades estarán presentes haciendo un gran e importantísimo trabajo que la Iglesia necesita para la implementación del Sínodo.

Fuente: Universidad Antonio Ruiz de Montoya 

Discurso del Papa al finalizar el Encuentro sobre ‘la protección de los menores en la Iglesia’

Compartimos el discurso completo del Papa Francisco al finalizar el encuentro sobre la protección de menores en la Iglesia. 

Queridos hermanos y hermanas:

 En la acción de gracias al Señor, que nos ha acompañado en estos días, quisiera agradeceros también a vosotros por el espíritu eclesial y el compromiso concreto que habéis demostrado con tanta generosidad.

 Nuestro trabajo nos ha llevado a reconocer, una vez más, que la gravedad de la plaga de los abusos sexuales a menores es por desgracia un fenómeno históricamente difuso en todas las culturas y sociedades. Solo de manera relativamente reciente ha sido objeto de estudios sistemáticos, gracias a un cambio de sensibilidad de la opinión pública sobre un problema que antes se consideraba un tabú, es decir, que todos sabían de su existencia, pero del que nadie hablaba. Esto también me trae a la mente la cruel práctica religiosa, difundida en el pasado en algunas culturas, de ofrecer seres humanos —frecuentemente niños— como sacrificio en los ritos paganos. Sin embargo, todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos nacionales e internacionales (Oms, Unicef, Interpol, Europol y otros), no muestran la verdadera entidad del fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar.

De hecho, muy raramente las víctimas confían y buscan ayuda. Detrás de esta reticencia puede estar la vergüenza, la confusión, el miedo a la venganza, los sentimientos de culpa, la desconfianza en las instituciones, los condicionamientos culturales y sociales, pero también la desinformación sobre los servicios y las estructuras que pueden ayudar. Desgraciadamente, la angustia lleva a la amargura, incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo mismo. Lo único cierto es que millones de niños del mundo son víctimas de la explotación y de abusos sexuales.

 Sería importante presentar los datos generales —en mi opinión siempre parciales— a escala mundial, después europeo, asiático, americano, africano y de Oceanía, para dar un cuadro de la gravedad y de la profundidad de esta plaga en nuestras sociedades. Para evitar discusiones inútiles, quisiera evidenciar antes de nada que la mención de algunos países tiene el único objetivo de citar datos estadísticos aparecidos en los informes mencionados.

 La primera verdad que emerge de los datos disponibles es que quien comete los abusos, o sea las violencias (físicas, sexuales o emotivas) son sobre todo los padres, los parientes, los maridos de las mujeres niñas, los entrenadores y los educadores. Además, según los datos de UNICEF de 2017 referidos a 28 países del mundo, 9 de cada 10 muchachas, que han tenido relaciones sexuales forzadas, declaran haber sido víctimas de una persona conocida o cercana a la familia.

 Según los datos oficiales del gobierno americano, en los Estados Unidos más de 700.000 niños son víctimas cada año de violencia o maltrato, según el International Center For Missing and Exploited Children (ICMEC), uno de cada diez niños sufre abusos sexuales. En Europa, 18 millones de niños son víctimas de abusos sexuales.

 Si nos fijamos por ejemplo en Italia, el informe del “Telefono Azzurro” de 2016 evidencia que el 68,9% de los abusos sucede dentro del ámbito doméstico del menor.Teatro de la violencia no es solo el ambiente doméstico, sino también el barrio, la escuela, el deporte y también, por desgracia, el eclesial.

 De los estudios efectuados en los últimos años sobre el fenómeno de los abusos sexuales a menores emerge que el desarrollo de la web y de los medios de comunicación ha contribuido a un crecimiento notable de los casos de abuso y violencia perpetrados online. La difusión de la pornografía se está esparciendo rápidamente en el mundo a través de la Red. La plaga de la pornografía ha alcanzado enormes dimensiones, con efectos funestos sobre la psique y las relaciones entre el hombre y la mujer, y entre ellos y los niños. Un fenómeno en continuo crecimiento. Una parte muy importante de la producción pornográfica tiene tristemente por objeto a los menores, que así son gravemente heridos en su dignidad. Los estudios en este campo documentan que esto sucede con modalidades cada vez más horribles y violentas; se llega al extremo de que los actos de abuso son encargados y efectuados en directo a través de la Red.

Recuerdo aquí el Congreso internacional celebrado en Roma sobre la dignidad del niño en la era digital; así como el primer Fórum de la Alianza interreligiosa para Comunidades más seguras sobre el mismo tema y que tuvo lugar el pasado mes de noviembre en Abu Dhabi.

 Otra plaga es el turismo sexual: según los datos de 2017 de la Organización Mundial del Turismo, cada año en el mundo tres millones de personas emprenden un viaje para tener relaciones sexuales con un menor. Es significativo el hecho de que los autores de tales crímenes, en la mayor parte de los casos, no reconocen que están cometiendo un delito.

 Estamos, por tanto, ante un problema universal y transversal que desgraciadamente se verifica en casi todas partes. Debemos ser claros: la universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia.

La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños. No hay explicaciones suficientes para estos abusos en contra de los niños. Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús. Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia. La Iglesia se siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces.

 Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad. De hecho, en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos. El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el poder. Nosotros tenemos el deber de escuchar atentamente este sofocado grito silencioso.

 No se puede, por tanto, comprender el fenómeno de los abusos sexuales a menores sin tomar en consideración el poder, en cuanto estos abusos son siempre la consecuencia del abuso de poder, aprovechando una posición de inferioridad del indefenso abusado que permite la manipulación de su conciencia y de su fragilidad psicológica y física. El abuso de poder está presente en otras formas de abuso de las que son víctimas casi 85 millones de niños, olvidados por todos: los niños soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados, los niños abortados y así sucesivamente.

 Ante tanta crueldad, ante todo este sacrificio idolátrico de niños al dios del poder, del dinero, del orgullo, de la soberbia, no bastan meras explicaciones empíricas; estas no son capaces de hacernos comprender la amplitud y la profundidad del drama. Una vez más, la hermenéutica positivista demuestra su proprio límite. Nos da una explicación verdadera que nos ayudará a tomar las medidas necesarias, pero no es capaz de darnos un significado. Y hoy necesitamos tanto explicaciones como significados. Las explicaciones nos ayudarán mucho en el ámbito operativo, pero nos dejan a mitad de camino.

 ¿Cuál es, por tanto, el “significado” existencial de este fenómeno criminal? Teniendo en cuenta su amplitud y profundidad humana, hoy no puede ser otro que la manifestación del espíritu del mal. Si no tenemos presente esta dimensión estaremos lejos de la verdad y sin verdaderas soluciones.

 Hermanos y hermanas, hoy estamos delante de una manifestación del mal, descarada, agresiva y destructiva. Detrás y dentro de esto está el espíritu del mal que en su orgullo y en su soberbia se siente el señor del mundo y piensa que ha vencido. Esto quisiera decíroslo con la autoridad de hermano y de padre, ciertamente pequeño, pero que es el pastor de la Iglesia que preside en la caridad: en estos casos dolorosos veo la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los pequeños. Y esto me lleva a pensar en el ejemplo de Herodes que, empujado por el miedo a perder su poder, ordenó masacrar a todos los niños de Belén.

 Y de la misma manera que debemos tomar todas las medidas prácticas que nos ofrece el sentido común, las ciencias y la sociedad, no debemos perder de vista esta realidad y tomar las medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto de contrición, oración, penitencia. Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal. Así lo venció Jesús.

 Así pues, el objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren. La Iglesia, para lograr dicho objetivo, tiene que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños.

 Por lo tanto, ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves delitos.

En este contexto, deseo mencionar las “Best Practices” formuladas, bajo la dirección de la Organización Mundial de la Salud, por un grupo de diez agencias internacionales que ha desarrollado y aprobado un paquete de medidas llamado INSPIRE, es decir, siete estrategias para erradicar la violencia contra los menores.

 Sirviéndose de estas directrices, la Iglesia, en su itinerario legislativo, gracias también al trabajo desarrollado en los últimos años por la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores y a la aportación de este encuentro, se centrará en las siguientes dimensiones:

  1.  La protección de los menores: el objetivo principal de cualquier medida es el de proteger a los menores e impedir que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico. Por lo tanto, es necesario cambiar la mentalidad para combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad, dando prioridad a las víctimas de los abusos en todos los sentidos. Ante nuestros ojos siempre deben estar presentes los rostros inocentes de los pequeños, recordando las palabras del Maestro: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt 18,6-7).
  2. Seriedad impecable: deseo reiterar ahora que «la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso» (Discurso a la Curia Romana, 21 diciembre 2018). Tiene la convicción de que «los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad. En efecto, también la Iglesia, junto con sus hijos fieles, es víctima de estas infidelidades y de estos verdaderos y propios delitos de malversación» (ibíd.).
  3. Una verdadera purificación: a pesar de las medidas adoptadas y los progresos realizados en materia de prevención de los abusos, se necesita imponer un renovado y perenne empeño hacia la santidad en los pastores, cuya configuración con Cristo Buen Pastor es un derecho del pueblo de Dios. Se reitera entonces «su firme voluntad de continuar, con toda su fuerza, en el camino de la purificación. La Iglesia se cuestionará […] cómo proteger a los niños; cómo evitar tales desventuras, cómo tratar y reintegrar a las víctimas; cómo fortalecer la formación en los seminarios. Se buscará transformar los errores cometidos en oportunidades para erradicar este flagelo no solo del cuerpo de la Iglesia sino también de la sociedad» (ibíd.). El santo temor de Dios nos lleva a acusarnos a nosotros mismos —como personas y como institución— y a reparar nuestras faltas. Acusarnos a nosotros mismos: es un inicio sapiencial, unido al santo temor de Dios. Aprender a acusarse a sí mismo, como personas, como instituciones, como sociedad. En realidad, no debemos caer en la trampa de acusar a los otros, que es un paso hacia la excusa que nos separa de la realidad.
  4. La formación: es decir, la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado a los candidatos idóneos, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad. San Pablo VI escribía en la encíclica Sacerdotalis caelibatus: «Una vida tan total y delicadamente comprometida interna y externamente, como es la del sacerdocio célibe, excluye, de hecho, a los sujetos de insuficiente equilibrio psicofísico y moral, y no se debe pretender que la gracia supla en esto a la naturaleza» (n. 64).
  5. Reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales: es decir, reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación. Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado (como ha sido costumbre en el pasado), porque el encubrimiento de los abusos favorece que se extienda el mal y añade un nivel adicional de escándalo. De modo particular, desarrollar un nuevo y eficaz planteamiento para la prevención en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial.
  6. Acompañar a las personas abusadas: El mal que vivieron deja en ellos heridas indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la autodestrucción. Por lo tanto, la Iglesia tiene el deber de ofrecerles todo el apoyo necesario, valiéndose de expertos en esta materia. Escuchar, dejadme decir: “perder tiempo” en escuchar. La escucha sana al herido, y nos sana también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del “no me corresponde”, de la actitud del sacerdote y del levita de la parábola del Buen Samaritano.
  7. El mundo digital: la protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de abuso sexual y de abusos de todo tipo que los amenazan en los ambientes en donde viven y a través de los nuevos instrumentos que usan. Los seminaristas, sacerdotes, religiosos, religiosas, agentes pastorales; todos deben tomar conciencia de que el mundo digital y el uso de sus instrumentos incide a menudo más profundamente de lo que se piensa. Se necesita aquí animar a los países y a las autoridades a aplicar todas las medidas necesarias para limitar los sitios de internet que amenazan la dignidad del hombre, de la mujer y de manera particular a los menores: el delito no goza del derecho a la libertad. Es necesario oponernos absolutamente, con la mayor decisión, a estas abominaciones, vigilar y luchar para que el crecimiento de los pequeños no se turbe o se altere por su acceso incontrolado a la pornografía, que dejará profundos signos negativos en su mente y en su alma. Es necesario comprometernos para que los chicos y las chicas, de modo particular los seminaristas y el clero, no sean esclavos de dependencias basadas en la explotación y el abuso criminal de los inocentes y de sus imágenes, y en el desprecio de la dignidad de la mujer y de la persona humana. Se evidencian aquí las nuevas normas “sobre los delitos más graves” aprobadas por el papa Benedicto XVI en el año 2010, donde fueron añadidos como nuevos casos de delitos «la adquisición, la retención o divulgación» realizada por un clérigo «en cualquier forma y con cualquier tipo de medio, de imágenes pornográficas de menores». Entonces se hablaba de «menores de edad inferior a 14 años», ahora pensamos elevar este límite de edad para extender la protección de los menores e insistir en la gravedad de estos hechos.
  8. El turismo sexual: la conducta, la mirada, la actitud de los discípulos y de los servidores de Jesús han de saber reconocer la imagen de Dios en cada criatura humana, comenzando por los más inocentes. Solo aprovechando este respeto radical por la dignidad del otro podemos defenderlo del poder dominante de la violencia, la explotación, el abuso y la corrupción, y servirlo de manera creíble en su crecimiento integral, humano y espiritual, en el encuentro con los demás y con Dios. Para combatir el turismo sexual se necesita la acción represiva judicial, pero también el apoyo y proyectos de reinserción de las víctimas de dicho fenómeno criminal. Las comunidades eclesiales están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas por el turismo sexual. Entre estas, las más vulnerables y necesitadas de una ayuda especial son ciertamente las mujeres, los menores y los niños; estos últimos, necesitan todavía de una protección y de una atención especial. Las autoridades gubernamentales deben dar prioridad y actuar con urgencia para combatir el tráfico y la explotación económica de los niños. Para este fin, es importante coordinar los esfuerzos en todos los niveles de la sociedad y trabajar estrechamente con las organizaciones internacionales para lograr un marco legal que proteja a los niños de la explotación sexual en el turismo y permita perseguir legalmente a los delincuentes.

Permitidme un agradecimiento de corazón a todos los sacerdotes y a los consagrados que sirven al Señor con fidelidad y totalmente, y que se sienten deshonrados y desacreditados por la conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos. Todos —Iglesia, consagrados, Pueblo de Dios y hasta Dios mismo— sufrimos las consecuencias de su infidelidad. Agradezco, en nombre de toda la Iglesia, a la gran mayoría de sacerdotes que no solo son fieles a su celibato, sino que se gastan en un ministerio que es hoy más difícil por los escándalos de unos pocos —pero siempre demasiados— hermanos suyos. Y gracias también a los laicos que conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y sosteniéndolos.

Finalmente, quisiera destacar la importancia de transformar este mal en oportunidad de purificación. Miremos a Edith Stein – santa Teresa Benedicta de la Cruz, con la certeza de que «en la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos. Sin embargo, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible. Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia. Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal, es algo que solo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado». El santo Pueblo fiel de Dios, en su silencio cotidiano, de muchas formas y maneras continúa haciendo visible y afirmando con “obstinada” esperanza que el Señor no abandona, que sostiene la entrega constante y, en tantas situaciones, dolorosa de sus hijos. El santo y paciente Pueblo fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo, es el rostro mejor de la Iglesia profética que en su entrega cotidiana sabe poner en el centro a su Señor. Será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la plaga del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones.

 El resultado mejor y la resolución más eficaz que podamos dar a las víctimas, al Pueblo de la santa Madre Iglesia y al mundo entero, es el compromiso por una conversión personal y colectiva, y la humildad de aprender, escuchar, asistir y proteger a los más vulnerables.

 Hago un sentido llamamiento a la lucha contra el abuso de menores en todos los ámbitos, tanto en el ámbito sexual como en otros, por parte de todas las autoridades y de todas las personas, porque se trata de crímenes abominables que hay que extirpar de la faz de la tierra: esto lo piden las numerosas víctimas escondidas en las familias y en los diversos ámbitos de nuestra sociedad.

Fuente: Vida Nueva Digital

Una formación humana que conduce a un compromiso con el Bien Común

 Guatemala fue la cuarta parada de la gira del Padre General por la Provincia de América Central.

El domingo 27 de enero, después de un tiempo en una iglesia de la Compañía muy popular por la devoción del pueblo guatemalteco al Cristo de la Misericordia y a San Judas Tadeo, el P. Sosa fue al Colegio Javier para encontrarse con los jesuitas que trabajan desde hace muchos años en Guatemala. Su mensaje, en esta ocasión, puede resumirse de la siguiente manera: “[sentirse y actuar] como un solo cuerpo, integrado por diversidad de miembros, tareas y carismas, que tiene como cabeza al Señor” y “en permanentemente escucha de su Palabra y en común discernimiento de los signos de los tiempos”.

Al día siguiente, las 12 obras de la Compañía en Guatemala tuvieron la oportunidad de presentar su trabajo. La mayoría de estas obras tiene un perfil educativo, aunque se desarrolla también mucho trabajo pastoral en parroquias y templos. La irradiación de todas estas instituciones en el país es inmensa y todas inscriben su trabajo en el horizonte de la proclamación de la fe que busca la justicia y la reconciliación en una sociedad profundamente fragmentada por diversas formas de exclusión, racismo, violencia contra la mujer, corrupción e impunidad.

El P. General en sus palabras alentó a todos a “continuar trabajando con empeño en el servicio del Reino enfocándose en la formación humana y en una educación que permita tener ciudadanos comprometidos en el servicio del bien común, haciendo posible que surja la vocación al servicio público, en el que la acción política se perciba como una contribución al ordenamiento social que permita el bien de todos”.

 En la homilía de la eucaristía, señaló la necesidad de articular “la profundidad intelectual, en el análisis, reflexión y estudio de la realidad social”, con “el discernimiento espiritual para descubrir dónde está actuando el buen Espíritu”, es decir aquel que, como Jesús, sana, protege y construye la vida humana.

Una última parada del viaje guatemalteco fue la visita al proyecto educativo Puente Belice. Es una particular experiencia formativa con jóvenes provenientes de barrios extremadamente vulnerables de la ciudad, en la que tienen la oportunidad de aunar estudio y trabajo.

Fuente: sjcuria.global

Federico Lombardi: «La Iglesia está herida en su credibilidad»

Federico Lombardi SJ, ex portavoz de dos papas, es el encargado de moderar la cumbre anti-abusos convocada por Francisco que se está llevando adelante en el Vaticano del 21 al 24 de febrero.

En entrevista con el portal Religión Digital, reconoció que los escándalos hirieron a la Iglesia en su «credibilidad», afirma que la formación es clave para la prevención y pide que se «respete» el código canónico que ya establece normas anti-pedofilia.

¿En qué marco se convoca este encuentro histórico sobre la cuestión de los abusos en la Iglesia?

El encuentro se da en un marco de una historia larga de abusos por parte de miembros de la Iglesia, en los que han aparecido nuevas crisis recientes, en particular en Estados Unidos con el caso de Theodore McCarrick o el informe de Pennsylvania. También estuvo la cuestión de Chile, que involucró al papa Francisco pesonalmente a raíz de sus encuentros con los obispos de ese país. Y es importante el modo en el que el Papa habló de este tema, con las dos cartas al pueblo de Dios, en junio a Chile y en agosto en modo universal. Y se destaca el concepto de ese pueblo de Dios en camino, de involucrar su solidaridad espiritual para afrontar los problemas de la comunidad de la Iglesia.

En este contexto, la convocatoria a los presidentes de las conferencias episcopales tiene un significado, no solo para responder a las crisis que se siguen manifestando y muestra que se trata de un problema global de la Iglesia difundido no sólo en algunos países, sino que apunta además a un modo de afrontarlo como pueblo de Dios, y movilizarlo a través de sus pastores y sus representantes.  Los presidentes de las conferencias llegarán, también como representantes de los otros obispos de sus países, que son los pastores de las comunidades eclesiales. Hay un motivo para la contiuidad del problema en varios países, y también la vía de la convocatoria de los presidentes de las conferencias episcopales como signo de movilización del conjunto del pueblo de Dios como comunidad que debe reaccionar solidariamente. La Iglesia debe escuchar y afrontar este problema.

La Iglesia tiene un largo marco normativo sobre la prevención y castigo a los abusos. ¿Hace falta hacerlo cumplir más?

El tema es que si bien hay que entender a cada una de las realidades con su contexto, hay una disposición universal dentro de la Iglesia que ya legisla sobre este tema y es el derecho canónico, con las normas que han sido renovadas por Benedicto XI así como los procedimientos que ha establecido la Congregación para la Doctrina de la Fe para las investigaciones, denuncias y procesos, que establece con claridad los procedimientos por este tipo de crímenes. Son reglas claras para toda la Iglesia porque tienen que ver con el modo de ser sacerdote y de ejercitar el ministerio. Y valen para todo el mundo. En la Iglesia está considerado un crimen el abuso a menores por parte de sacerdotes globalmente, eso es igual para todos. Lo que sí puede ser diverso es la relación con la cultura y los aspectos de cada país. Y las líneas-guía de las conferencias episcopales deben tener en cuenta esas diferencias de cultura y de legislación de cada país. En ese sentido se puede decir que una guía normativa común sobre los abusos ya existe, que son los artículos del derecho canónico, y lo que es necesario ahora es que todos la respeten y la pongan en práctica en el contexto de sus países.

No hay que esperar entonces granes cambios legislativos sobre el tema…

Como expresó el Papa, se trata también de ayudar a los obispos a entender más claramente qué hacer y cómo deben actuar. El encuentro puede ser muy útil en esto. Hay algunas conferencias episcopales con mucha experiencia, que se ocupan del tema hace años. Es en esa dirección que se habla de la posibilidad de que se forma una suerte de «Task Force», con expertos, canonistas, de cómo acompañar a las víctimas, que los obispos se sientan acompañados, para formular líneas guías, tratar casos de abusos y dar ayudas. Esta es una idea que ayudaría a muchos obispos como iniciativa práctica. Roma no tiene que hacer las guías para todo los países del mundo, debe haber una suerte de descentralización que permita acada conferencia episcopal actuar de acuerdo a los marcos locales. Sí hay un aspecto común que es la vigencia del derecho canónico para estos crímenes horribles. Y en el sentido de ser una comunidad universal que camina junta y se sostiene junta.

El papa dijo hace poco que ve una Iglesia «herida» por los abusos. ¿Cómo se la sana?

La Iglesia está herida en su credibilidad. Lo sentimos mucho en el punto en que la Iglesia se propone como maestra con autoridad moral y de formación espiritual en la sociedad y esta autoridad queda dañada profundamente por las incoherencias y falsos testimonios de las personas en su interior,incluso con roles importantes, que cometen estos crímenes gravísimos: es un daño grave para la misión de la Iglesia. Y la gran mayoría de sacerdotes que son inocentes sienten ellos también el peso de la enfermedad, porque pesa sobre el cuerpo de la Iglesia como comunidad. Incluso yo lo vivo así esto, es un peso muy grande que daña y debilita la credibilidad de la Iglesia en su servicio moral y espiritual a la gente. Han hecho realmente mucho daño. Esto se sana con una conversión profunda que vaya a las raíces, no es solo poner controles para evitar que estas cosas sucedan. Se trata de tener una buena formación espiritual humana para que disminuya radicalmente, aunque no podemos pensar que todo será perfecto, pero sí que estos casos se vuelvan algo rarisimo y sean enfrentados con decisión. Debemos lograr que la comunidad se sienta segura y jóvenes y niños puedan participar de las actividades de la Iglesia con confianza. Esto requiere de todos modos un trabajo profundo, en el cambio de dejar de defendernos a nosotros y a las institiuiones y pasar a ocuparse antes que nada de las personas, y el rol de la formación de los futuros sacerdotes, obispos, seminaristas, es central para esto. Una autoridad que deba ser entendida como servicio y no como poder.

¿Y qué rol tienen los laicos cercanos a la Iglesia en ese camino de sanación?

En América Latina ya hubo varios casos importantes (Perú, Maciel, Karadima) en los que se vio que en realidad estas son realidades de abusos de autoridad y de poder sobre la conciencia, y que una de sus facetas es el abuso sexual. Por eso es importante involucrar a la sociedad y a toda la comunidad de le Iglesia por renovar las relaciones en su interno.

Debe estar involucrada no solo toda la comunidad, sino que también es importantísimo lograr una mayor participación de la mujer dentro de ese mayor involucramiento del pueblo de Dios. Debemos buscar una mayor participación de las mujeres en el campo de la prevención, del acompañamiento a las víctimas, de la atención sobre las familias. El rol de las mujeres será determinante.

Fuente: Religión Digital 

El Papa: “El Pueblo de Dios espera medidas concretas y eficaces”

El jueves 21 de febrero de 2019 comenzó en el Vaticano el encuentro sobre “La Protección de los menores en la Iglesia”.

 “Nuestro encuentro está cargado por el peso de la responsabilidad pastoral y eclesial que nos obliga a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda, cómo afrontar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad. El santo pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y obvias condenas, sino medidas concretas y eficaces por disponer”, lo dijo el Papa Francisco este jueves, 21 de febrero, al inicio del Encuentro sobre “La Protección de los menores en la Iglesia”, en el Aula Nueva del Sínodo, en el Vaticano.

Escuchemos el grito de los pequeños que piden justicia

Dirigiéndose a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo y a los demás participantes en este Encuentro, el Santo Padre dijo que, “ante la plaga de abusos sexuales perpetrados por hombres de Iglesia contra los menores, he pensado en interpelarlos a ustedes, Patriarcas, Cardenales, Arzobispos, Obispos, Superiores Religiosos y Responsables, para que todos juntos nos pongamos a la escucha del Espíritu Santo y con docilidad a su guía escuchemos el grito de los pequeños que piden justicia”.

Discutamos de manera sinodal, sincera y profunda

“Nuestro encuentro – señaló el Pontífice – está cargado por el peso de la responsabilidad pastoral y eclesial que nos obliga a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda, cómo afrontar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad. El santo pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y obvias condenas, sino medidas concretas y eficaces por disponer. Es necesario ser concretos”.

Parresia, coraje y de concreción

Iniciamos, pues, nuestro camino, armados de fe y del espíritu de máxima parresia, de coraje y de concreción, alentó el Papa Francisco a los participantes. “Como ayuda, quisiera compartir con ustedes algunos criterios importantes formulados por las diversas Comisiones y Conferencias Episcopales – los han enviado ustedes, dijo el Papa, y yo los he enumerado un poco – son líneas guías para ayudarnos en nuestra reflexión que les serán entregadas a ustedes. Son un simple punto de partida, que viene de ustedes y regresa a ustedes, y que no quita la creatividad que debe existir en este encuentro”.

Sanemos las graves heridas de este escándalo

Antes de concluir sus palabras introductorias, el Papa Francisco agradeció en nombre de todos a la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a los miembros del Comité Organizador por el excelente trabajo realizado con gran compromiso en la preparación de este encuentro. “Finalmente – concluyó el Papa – le pido al Espíritu Santo que nos sostenga en estos días y que nos ayude a transformar este mal en una oportunidad para la conciencia y la purificación. Que la Virgen María nos ilumine para buscar curar las graves heridas que el escándalo de la pedofilia ha causado tanto en los pequeños como en los creyentes”.

Fuente: Vatican News

Argentina y Uruguay optan por un Apostolado de Migraciones

La Red Jesuita con Migrantes LAC completa el mapa. La Provincia Argentina-Uruguaya ha institucionalizado en Servicio Jesuita con Migrantes como sector apostólico. 

 Por: Javier Cortegoso Lobato – Coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Latinoamérica y el Caribe

En un breve paseo con Julio Villavicencio SJ, que estaba dándome un recorrido por el Colegio del Salvador en Buenos Aires –donde se encuentra también la Curia Provincial y varias obras como Fe y Alegría-, no pasaban más de cinco minutos sin que alguien nos parase; jesuitas o laicos, que le daban la enhorabuena a Julio por su nuevo destino, o le ofrecían la referencia de alguien que le podía echar una mano, o le contaban algo que ya se venía haciendo, o le pedían una colaboración para llevar la dinámica de Hospitalidad a un colegio.

 El pasado 5 de febrero, apenas unos días después de la asunción real por parte de Rafael Velasco SJ, del destino de Provincial de ARU (Argentina y Uruguay), se hacía pública la circular que contenía una noticia esperada en la Red desde hace mucho tiempo: La constitución de un Apostolado del Servicio Jesuita a Migrantes en la Provincia. La creación del SJM ARU como apostolado, dependiente directamente del Provincial, explica que la Migración Forzada es una prioridad apostólica que convoca transversalmente a toda la misión de la Compañía. La explicación es fácil, me decía Rafael, “se trata de optar por los pobres”, es decir se trata de reconocer que la realidad migrante es uno de los clamores que como cuerpo apostólico debemos escuchar, dejar que nos conmueva y ordenar nuestra acción-opción-misión de construcción de Justicia y Reconciliación.

 La buenísima noticia se completa con el nombramiento de Julio Villavicencio SJ como delegado de este apostolado. Julio tiene una vocación temprana, profunda y cercana hacia la realidad de las migraciones. Los que le conocemos, aunque sea un poco, irremediablemente le queremos. A su tremenda calidad humana se le une un indiscutible don para acompañar y una manera de mirar la realidad que es amorosa y que, consecuentemente, busca la justicia.

 El primer paso del SJM en ARU está siendo reconocer lo que ya existía de trabajo de acompañamiento de Migrantes, como la experiencia, de algunos años ya, en la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en San Miguel, barrio del Gran Buenos Aires con enrome presencia de población migrante, o en Regina Martyrum, más reciente, con población venezolana. Desde ahí se irá construyendo el nuevo SJM ARU, proyectando su crecimiento desde la mirada al contexto, entendiendo dónde puede aportar valor o presencia y en una clave de articulación con otros actores de Iglesia y Sociedad Civil que tienen experiencias consolidadas. El reto del SJM será liderar esa transversalidad que la migración exige de la Compañía en todos los niveles y sectores y desde todas sus presencias.

 El SJM ARU es ya parte de la RJM, ya empezamos este diálogo con un encuentro la semana pasada en Buenos Aires tanto con Rafael como con Julio. Será clave, en el planteamiento de estos primeros meses, conocer la experiencia de otras obras de la RJM en otras provincias, especialmente de los SJM y SJR. Desde nuestra perspectiva era vital incluir a Uruguay y Argentina en el mapa de la red, pero no tanto por la ambición de completarlo, sino por el convencimiento de que una misión que quiera ser adecuada a la complejidad y extensión del fenómeno migratorio requiere, entre muchas otras cosas, la continuidad en la atención que supera barreras geográficas y de gobierno.

Argentina y Uruguay son países con largas historias de migración que explican su identidad. Los flujos migratorios en la región viven también los cambios acelerados por las crisis y las dinámicas migratorias en América Latina. En Argentina por ejemplo, la migración tradicional de las últimas décadas, la constituían bolivianos, paraguayos y peruanos, colombianos en menor medida; sin embargo en los últimos dos años la población venezolana se ha convertido en el grupo de arribos más numeroso. Como consecuencia de la crisis humanitaria en Venezuela, se ha dado también el cambio de perfil, llegan personas mucho más vulnerables, de un nivel de pobreza alto o extremo, con muchas menos capacidades para su integración y lo hacen tras larguísimas rutas por tierra, atravesando Brasil o la ruta Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.

 En esos encuentros cortos, en el colegio del Salvador, reconocí una muestra de Hospitalidad y Acogida de este apostolado de las Migraciones por parte de otras obras de la Provincia. Estas personas, de Fe y Alegría, de la Universidad Católica de Córdoba o del propio Colegio, se iban encontrando con Julio, se paraban delante, le tendían la mano y formaban nuestra H (#SoyH), hablaban de un apostolado que reconoce su Historia, que contempla la Herida, que rezuma Humanidad y que pretende dejar Huella en el acompañamiento. Me parece una metáfora adecuada y un signo de esperanza para este nuevo comienzo.

 Como Red Jesuita con Migrantes LAC, esta felicidad por las buenas noticias, se transforma en puesta a disposición absoluta para acompañar este trabajo, porque o lo hacemos juntos y juntas, o no estamos siendo responsables con la realidad que nos llama.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

La Escuela de Formación en Identidad Ignaciana reabre sus Inscripciones para este año

La Escuela de Formación en Identidad Ignaciana es una iniciativa de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL), que en nuestra Provincia se viene llevando adelante desde el año 2017. De ella participan personas vinculadas a la Compañía de Jesús en distintas partes de Argentina y Uruguay, gracias a que las clases son virtuales, por lo que, quien las dicta, puede hacerlo simultáneamente para distintos grupos.

El Objetivo de la Escuela de Formación Ignaciana es ofrecer un espacio para profundizar en el crecimiento afectivo – espiritual de las relaciones personales, el liderazgo, el trabajo colaborativo y el compromiso apostólico desde los valores ignacianos.

Cada año consta de 7 clases mensuales y presenciales.

Destinatarios

Esta propuesta está pensada para ser realizada por:

– Laicos/as y religiosos/as que trabajan en alguna obra apostólica, jesuita o ignaciana.

– Personas abiertas a una experiencias de fe y compromiso, dispuestas a formarse y a compartir su formación con otros.

– Personas que tengan la capacidad y el deseo de ser agentes multiplicadores de los valores ignacianos.

¿Cómo puedo inscribirme?

Envía un e-mail a colaboración@jesuitas.org.ar o puedes acercarte a los Centro de Espiritualidad adheridos:

 

 

Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús 2019-2029

Al final de los dieciséis meses que duró el proceso en los diversos niveles de la Compañía, damos a conocer las nuevas cuatro Preferencias Apostólicas Universales:

 A. Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento.

 B. Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia.

C. Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador.

D. Colaborar en el cuidado de la Casa Común.

En su carta de confirmación del 6 de febrero de 2019, el Papa Francisco considera que “el proceso que hizo la Compañía para llegar a las preferencias apostólicas universales fue (…) un real discernimiento”. Señala que las preferencias propuestas “están en sintonía con las actuales prioridades de la Iglesia expresadas a través del magisterio ordinario del Papa, de los Sínodos y de las Conferencias Episcopales, sobre todo a partir de Evangelii gaudium”.

El Santo Padre insiste en que “la primera preferencia es capital porque supone como condición de base el trato del jesuita con el Señor, la vida personal y comunitaria de oración y discernimiento”. Añade: “Sin esta actitud orante lo otro no funciona”.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica