Fabián Antúnez SJ, Obispo electo de la Diócesis San José de Mayo

En el día de hoy, el Papa Francisco nombró al P. Fabián Antúnez SJ como nuevo Obispo de la diócesis de San José de Mayo (Uruguay). A sus 52 años, el P. Antúnez SJ se desempeña como Superior y Rector de la Comunidad del Colegio Seminario de la ciudad de Montevideo.

En su nuevo cargo, sucederá a Mons. Antonio Fajardo –actualmente titular de Salto-, como 5º obispo de la Diócesis creada en 1955 por Pío XII, que comprende los Departamentos de Flores y Trinidad.

En el mensaje dirigido a toda la Provincia Uruguaya, el P. Rafael Velasco SJ, Provincial de los jesuitas en Argentina y Uruguay, escribió:

«Queridos Compañeros:

El Santo Padre ha nombrado obispo de la Diócesis de San José de Mayo (Uruguay) al padre Fabián Antúnez, sj.

Pidamos por Fabián en esta nueva misión que le es encomendada, deseando que pueda cumplirla con fidelidad y entrega, así como lo ha hecho en las misiones que la Compañía le ha encomendado. Recemos también para que Fabián pueda vivir con paz y alegría esta misión.

Por otra parte, sentimos perderlo para la misión en nuestra Provincia, aunque sabemos que esta nueva tarea será para bien mayor de la Iglesia.

Lo encomendamos en nuestra oración y deseamos que Dios lo bendiga.»

Video mensaje a las comunidades de San José y Flores

 

Comunicado de prensa de la Conferencia Episcopal del Uruguay

Comunicado de prensa de la Diócesis de San José de Mayo

Despojarnos de los lenguajes formales

Un análisis del largometraje Corpus Christi, una producción polaca lanzada en el año 2019.  La película narra la historia de Daniel, de 20 años de edad, quien experimenta una transformación espiritual mientras vive en un Centro de Detención Juvenil.

Despojarnos de los lenguajes formales

Cada país tiene un modo peculiar de expresarse artísticamente y eso se nota mucho en el cine. De hecho, últimamente he visto un par de películas polacas y tienen elementos muy llamativos. No sé tanto del séptimo arte como para hacer un estudio detallado, pero en las que he visionado la Iglesia juega un papel social muy llamativo. La última ha sido ‘Corpus Christi’, un largometraje que estuvo nominado a la mejor película extranjera el pasado 2019. El protagonista es un joven que, tras salir de un centro de detención, se hace pasar por sacerdote en un pequeño pueblo. Él, que había querido entrar en el seminario, pero sus antecedentes penales se lo habían impedido, se encuentra al frente de una comunidad que aún mantiene abierta una herida sin sanar.

Dejo a los lectores que vean y opinen sobre la película, pero a mí hay dos cosas que me invitan a reflexionar. Por un lado, hay varias ocasiones en las que el rostro del falso sacerdote expresa el temor y la reverencia de quien hace algo que le desborda. Da esa sensación cuando se ve abocado a confesar, a dar una palabra de consuelo o en el momento en que eleva la forma eucarística. Me recordó ese poema de León Felipe que afirma que para enterrar a alguien vale cualquiera menos el enterrador, porque “el que no conoce el oficio, lo hace con respeto”. La costumbre nos puede hacer olvidar esa necesaria reverencia que expresa la cara del protagonismo. ¿Cuándo hemos perdido ese asombro admirado ante la realidad que nos supera? ¿Qué nos pasa cuando ya no “descalzamos” el corazón ante la verdad del otro, conscientes de que nos encontramos en “tierra sagrada” (cf. Ex 3,14)?

Conectar con la verdad

Hay otro elemento de la película que también me ha hecho pensar. Se trata de la forma en que el falso sacerdote se dirige a Dios, pues desborda una honestidad casi descarnada. Sus predicaciones y oraciones se alejan mucho del típico lenguaje religioso que todos esperan, empleando un discurso políticamente incorrecto que, si bien despierta la suspicacia de algunos feligreses más devotos, aviva la pasión y el entusiasmo de la mayoría de su auditorio. Al expresarse sin filtros y con una verdad arrolladora, sus palabras resuenan de modo distinto en quienes escuchan y les permite conectar con su propia verdad.

No puedo evitar recordar cómo el salmista vuelca el corazón ante su Señor con frases que chirrían nuestra sensibilidad, poniendo en Manos de Quien es justo y bueno sus deseos de, por ejemplo, estrellar a los hijos de los enemigos contra las rocas (cf. Sal 137,9). ¿Qué pasaría si nos despojáramos de los lenguajes formales y fuéramos sinceros con nosotros mismos y con Dios? Igual, como los feligreses de la película, descubriríamos que Él tiene algo que decir a nuestra vida.

Ianire Angulo Ordorika
Religiosa Esclava de la Stma. Eucaristía

Fuente: vidanuevadigital.com

Profundizando en la conversión de Ignacio

El Instituto Universitario de Espiritualidad de la Facultad de Teología de Comillas, organizó un ciclo de conferencias dedicadas a la celebración de los 500 años de la conversión de San Ignacio. La inauguración corrió a cargo de Julio L. Martínez, SJ, en uno de sus últimos actos como rector de la universidad, antes de la entrada en cargo de Enrique Sanz, SJ. “Estamos en un momento de redescubrir lo esencial”, apuntó.

En la primera conferencia, el decano de Teología, Francisco Ramírez Fueyo, SJ, se preguntó «¿Qué celebramos?» A lo largo de su intervención hizo un repaso por lo que supuso históricamente la conversión de San Ignacio. “No fue cuestión de un día. Encontró felicidad y paz en la revelación de Dios”.

Durante la segunda conferencia, el profesor Fernando Millán Romera respondió a “¿Por qué celebramos?”. En su conferencia, Millán recordó que San Ignacio se entregó a la vida con total generosidad y aludió a las palabras del papa Francisco: “El sueño de Dios para Ignacio no se centraba en Ignacio, se trataba de ayudar a las almas. Era un sueño de redención, un sueño de salir al mundo entero, acompañado de Jesús, humilde y pobre”.

La tercera conferencia llevó por título “¿Para qué celebramos?” y corrió a cargo del profesor Pablo Alonso Vicente, SJ. “Conmemorar la conversión de Ignacio es recordar que la llamada a la conversión es una llamada continua”, señaló.

Se pueden ver los vídeos de estas conferencias en este enlace.

Fuente: infosj.es

Nuevo video sobre el P. Pedro Arrupe: «Para qué vivimos»

En este mes de junio se ha publicado un nuevo vídeo sobre el P. Arrupe. Se trata de un proyecto en varias lenguas, y ya existe la versión en inglés y en español. Cuenta con la participación del jesuita español, biógrafo de Arrupe, Pedro Miguel Lamet, quien afirma:

“Arrupe es, en estos momentos que está su proceso de canonización en marcha, un testimonio de luz y de confianza, un puente entre oriente y occidente, un hombre universal, un hombre que está por encima de los nacionalismos, que quería tener el pasaporte de ciudadano del mundo, un hombre que nos decía a todos que no tuviéramos miedo.”

Fuente: infosj.es

Reflexión del Evangelio – Domingo 27 de Junio

Evangelio según San Marcos 5,21-43.

Por Rafael Stratta SJ

El Evangelio de este domingo nos envuelve con su movimiento y dinamismo para invitarnos a descubrir ese deseo profundo de Dios de que todos podamos vivir, ser salvados. En este movimiento una de las primeras cosas que se pone de manifiesto es que a Jesús se puede llegar desde prácticamente cualquier lado. Muchas veces en nuestro imaginario tenemos marcada una sola ruta para llegar a Jesús: “ser buenos, ser buenas”, como nos dicen desde chiquitos. Pero lo cierto es que a Jesús llegan desde los más “puros” –como Jairo, jefe de la sinagoga, hombre notable-, hasta los más “impuros” –como la hemorroísa, considerada intocable desde hacía doce años. Frente a esto, pareciera ser que lo que más importa no es la ruta de los méritos sino el deseo profundo de querer llegar y encontrarse con Él, de la manera que sea.

Y es en el encuentro donde se manifiesta la fuerza de la fe. Los milagros, las curaciones, las resurrecciones no quieren ser espectáculo para atraer seguidores. De hecho, los dos milagros de este pasaje se gestan en lo oculto (en el anonimato del tumulto y en la habitación casi vacía). Ocurre que éstos no son otra cosa que la confirmación de lo que ya se vive: la fe profunda en el Dios de la Vida. Esta fe es poderosa, tiene efectos concretos en nuestras vidas. Lo desafiante no es buscar signos para creer más, sino encontrar estos signos que ya se van dando en nuestra vida de fe.

Por último, quisiera destacar una cosa más: si bien hay múltiples caminos para llegar a Jesús, tenemos que tener en claro que sólo podemos llegar a él si nos ponemos en camino. La persona de Jesús no es una meta a alcanzar, sino alguien a quien seguir. Por eso la petición más repetida de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es aquella del conocimiento interno de Jesús, para amarlo más y seguirlo mejor [EE 104].

No nos trabemos planificando rutas y calculando distancias, pongámonos ya en camino. Él pasa, siempre.

Preparar la oración en el aula

La Fundación Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (SAFA), obra educativa confiada a la Compañía de Jesús en España, y la Fundación Loyola, obra apostólica de la Compañía de Jesús dedicada a la educación en el ámbito de Andalucía, Canarias y Extremadura, han lanzado una serie de Webinars para coordinadores de pastoral de centros y grupos de educadores. Se trata de un proyecto con vocación de continuidad por todo lo bueno que ha traído.

Así, desde SAFA afirman que “uno de los frutos más esperanzadores que hemos podido recoger, desde que comenzó el estado de alarma, hacia el mes de marzo de 2020, y que estamos disfrutando y gustando, ha sido, y está siendo sin duda, todo lo que rodea al proyecto conjunto de incorporación de la oración en el aula”.

Así comenzó, bajo el nombre de CUADERNO PASTORAL, como iniciativa, en medio del contexto de confinamiento y distanciamiento social total, para acercar al Señor al interior de los hogares, familias y alumnos.

En palabras de la pastoralista Lola Vega “Fue sorprendente la respuesta de aquellos compañeros a los que se les pidió colaborar elaborando propuestas y materiales oracionales para las distintas etapas de nuestros centros educativos. Aún a pesar del estrés emocional, del agotamiento desbordante por tener que adaptar y trasladar la educación del aula a casa, vía medios digitales, virtuales, de la incertidumbre, el miedo… las respuestas fueron llegando inmediatamente y todas con un SI, y éste agradecido”.

Esta experiencia, sobre todo a partir de septiembre, de rezar en el aula con nuestros alumnos fue un regalo en sus inicios, y se ha ido multiplicando suave y lentamente a medida que van pasando los meses, como la semilla de mostaza, más sorprendente y regalada está siendo, para los grupos que preparan las oraciones, la experiencia de misión compartida, de espacio reparador, de espacio de encuentro, de sentido.

De esta demanda nace la propuesta de lanzar Webinars formativas que ayuden a quienes preparan las oraciones y a quienes se encuentran en el aula orientando y motivándolas con los alumnos.

Esta propuesta de cursos online ya lleva tres ediciones con una gran convocatoria, mostrando la importancia de trabajar y compartir en equipo. Así lo afirma Lola Vega: . «La sintonía, la actitud atenta, las interpelaciones personales, inquietudes, luces, sombras compartidas están haciendo de estos espacios algo más que meros seminarios formativos”

Fuente: infosj.es

La «desacramentalización» de la fe

Un artículo de Álvaro Lobo Arranz SJ sobre las consecuencias de la pandemia en la vida espiritual eclesial, a partir de los impedimentos o las nuevas modalidades para la celebración sacramental.

No sin cierta polémica, en casi todos los países del mundo el confinamiento ha impedido a millones de fieles celebrar la Eucaristía, algo que no había ocurrido jamás. Algunos sacerdotes celebraron la misa en privado y la transmitieron de forma virtual, ayudando con la palabra y la imagen a la comunión espiritual y manteniendo así ciertos vínculos comunitarios. No obstante, a pesar del intento de minimizar el efecto, el pueblo de Dios ha tenido que sobrevivir espiritualmente sin la práctica habitual de los sacramentos, al menos de forma continuada. Aquí no solo está en juego la relación con Dios, también lo está con la Iglesia, con la comunidad y con uno mismo.

Cuando todas las restricciones hayan concluido, es posible que bastantes cristianos vuelvan a los templos fortalecidos con una fe que se alimenta de los sacramentos, y este particular ayuno les habrá servido para darse cuenta de su importancia. Lamentablemente, esta «desacramentalización» temporal supondrá ciertos problemas para algunas comunidades cristianas y unos cuantos fieles se desengancharán por el camino, sencillamente porque el hábito forja la virtud. Pienso en parroquias cuyos feligreses tienen una salud delicada y que salir a la calle y estar con gente se puede convertir en una actividad de riesgo. También en el caso de los padres que tratan de educar a sus hijos en la fe con cierta dificultad, y tienen que volver a convencerles de la importancia de cuidar la Eucaristía tras varios meses de ausencia. Qué decir de las comunidades de jóvenes que se están formando y que pierden las rutinas que favorecen la práctica sacramental o algunas personas -tal vez con dudas de fe, miedo o sobrecarga de trabajo- que han perdido el sano hábito de celebrar los sacramentos cada semana y ahora se cuestionan su pertenencia a la Iglesia.

Además, conviene señalar que la dificultad no se reduce solo a la celebración de la Eucaristía. La actividad pastoral requiere una gran inversión de tiempo y de imaginación, porque se pretende crear procesos en las personas. Con esta pandemia este trabajo se puede haber visto interrumpido, y en algunos casos tocará recomenzar de cero. Asimismo, habrá que repensar las liturgias, encuentros y celebraciones sin el calor de la muchedumbre -procesiones, grupos, retiros, oraciones multitudinarias, conferencias, Jornadas Mundiales de la Juventud…- que hasta dentro de un tiempo no podrán celebrarse como siempre se ha hecho y alimentaban la fe de mucha gente.

Sabiendo que nuestra fe católica pivota sobre una vida sacramental, estamos ante la urgencia de rediseñar nuevas propuestas pastorales que satisfagan la vida espiritual del Pueblo de Dios y que entretejan de nuevo lazos comunitarios, y esto supone un sobreesfuerzo y una exigencia creativa para agentes pastorales que en ocasiones no dan abasto. Esto ya ocurre en algunas partes del mundo debido a la escasez de sacerdotes, el matiz es que hoy por hoy muchas comunidades tienen que actualizarse a marchas forzadas tras varios meses de ausencia de celebraciones presenciales. Afortunadamente todavía queda tiempo, motivos y creatividad suficiente para celebrar la vida.

Fragmento de: Álvaro Lobo Arranz SJ “Secuelas espirituales del Covid 19. Una experiencia de crisis y esperanza (2021-06-04. https://www.laciviltacattolica.es/)

Vocaciones: Deseos a unos días de ser ordenado sacerdote

Por Dani Cuesta SJ

Después de 14 años en la Compañía de Jesús, al acercarse el momento de mi ordenación sacerdotal, recuerdo las palabras que me dijo un compañero pocos días después de mi entrada al noviciado: la ordenación llega después de mucho tiempo de preparación y entonces uno se da cuenta de que nunca estará preparado para ella.

Estos meses de estudio en Roma me han ayudado a poner palabras a una intuición que he ido viviendo estos años. Y es que, la vocación sacerdotal (como toda vocación cristiana) no se basa en una búsqueda de la felicidad personal o de la realización humana, sino más bien un camino de conformación y configuración con el Dios de Jesucristo, desde una plenitud que no se acerca demasiado a aquella que deseamos de manera natural.

Por ello, creo intuir que el sacerdocio no será esa felicidad de la que a veces hablamos cuando damos testimonio vocacional, ni tampoco la que aparece en los bailes y euforias que se publican en las redes sociales. No, se trata más bien de un entender la vida desde una entrega llamada a trascender nuestros traicioneros estados de ánimo, comprendiendo que se trata de algo más grande. En el fondo, la vida de Jesús fue una entrega total y feliz de sí mismo, pero sería ingenuo imaginar que en el momento de la Última Cena, al lavar los pies a sus discípulos y partir con ellos el pan, lo hiciera con la euforia con la que nosotros a veces hablamos de nuestra entrega. Esta felicidad, esta entrega sacerdotal de la vida, tiene que ver más con ese «amar hasta que duela», del que hablaba santa Teresa de Calcuta. Con una felicidad profunda, discreta y capaz de encajar incluso aquellos momentos en los que nuestras fuerzas nos pidieran abandonar, pero la voz de Dios en nuestro interior, y el clamor del mundo, nos llaman a seguir entregándonos con Cristo junto al pan y el vino.

A pocos días de mi ordenación, desde mi propia experiencia de vida religiosa y la de muchos de mis compañeros, también intuyo que en el sacerdocio no encontraré la realización humana que podría hallar desde otra opción de vida. Creo que la vocación religiosa y sacerdotal hablan de la entrega de la vida y de las propias capacidades a una realidad mayor que el proyecto personal, como es el Reino de Dios, que no está ni aquí ni allí, porque está en medio de nosotros (Lc 17, 21). Un Reino que es tan palpable como inalcanzable, tan de la Tierra como del Cielo. Un Reino que se construye desde la entrega alegre de la vida, desde la renuncia feliz, que integra nuestros enfados y decepciones cuando no entendemos por qué debemos hacer las cosas o donde nos lleva la vida. Un Reino que se descubre naciendo en cada paso de nuestra peregrinación. Un Reino que es ofrenda del pan y el vino (de nuestro trabajo), que Dios transforma en su Cuerpo y en su Sangre.

Es fácil hablar de unas realidades tan profundas como estas a pocos días de mi ordenación sacerdotal, cuando todo está inundado por la consolación, la alegría y la ilusión. Por eso, mi primera petición, sería que, cuando lleguen los nubarrones de la vida y me sienta cansado y desanimado, pueda recordar estas palabras y vivencias y experimentar que son la verdad de mi vida, trascendiendo incluso mi estado de ánimo. Pero, con todo, creo que la petición más importante, a pocos días de ser ordenado, es la de que mi vida sea cada vez más conformada y configurada con Cristo desde la entrega, trascendiendo incluso mi estado de ánimo a Dios y a los demás (en especial de aquellos que experimentan cualquier tipo de pobreza). Algo que pido de corazón y con emoción, con palabras de nuestra tradición ignaciana: «alma de Cristo, santíficame», «dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta».

Fuente: pastoralsj.org

Por los derechos de refugiados y migrantes

El pasado 20 de junio conmemoramos el ‘Día Internacional del Refugiado’ y para los católicos es una ocasión para reflexionar y tener en cuenta la situación de la cantidad de migrantes forzosos por motivos económicos o políticos, con vistas a la 107ª Jornada Mundial del Migrante y Refugiado a finales del mes de septiembre.

Quienes padecen esta situación, según el Celam, “apuestan por la vida mejor, se ajustan saludablemente a las condiciones adversas y reconstruyen la historia de sus vidas desarrollando un sentido de pertenencia hacia las comunidades y sociedades de acogida”. El episcopado latinoamericano y la Red Clamor, de migración, trata y refugio regional, destacan el aporte que representan en los diversos ámbitos de la vida social y el capital humano que representan en el campo económico, cultural, las comunicaciones, la salud, la educación y la pastoral, entre otros.

En la comunicación suscripta por los obispos del continente, la Red referente de esta pastoral en América Latina expresan su cercanía con quienes se ven forzados a dejar su tierra, afirmando que refugiado puede ser sinónimo de fragilidad pero, a la vez, es “también es sinónimo de resiliencia, porque con la misma fuerza y coraje que han tomado la decisión de abandonar sus hogares.”

Con vistas a la Jornada Mundial de septiembre, cuyo lema es “Hacia un nosotros cada vez más grande”, no podemos dejar de señalar que la crisis de refugiados y migrantes alcanza a casi 80 millones de personas de todo el mundo, muchos de estos dentro de los límites de sus propios países.

Al respecto también se pronunció la Comisión Episcopal de la pastoral migrante de la Conferencia Episcopal Argentina, que promueve que la colaboración y el servicio a los refugiados sea conectar cada vez más con sueños y proyectos de estas personas. Sostuvieron que “Ellos precisan que nuestras manos, nuestras comunidades eclesiales, nuestras sociedades se conviertan en la expresión sensible y concreta de acogida, hospitalidad, fraternidad”.

Los miembros de esta Comisión piden a Dios por el acceso de refugiados y migrantes a los derechos de salud, vivienda, trabajo y educación, haciéndose eco de las palabras del Papa Francisco “Estamos todos en el mismo barco y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, para que ya no estén los otros, sino sólo un nosotros, un nosotros tan grande como la humanidad entera”.

Del egocentrismo a poner a Dios en el centro

En el contexto del Año Ignaciano, el sacerdote jesuita Vernon D’Cunha, hace un recorrido por el itinerario espiritual de San Ignacio. En el texto presenta y reflexiona sobre algunos principios de la espiritualidad ignaciana que considera más sugerentes.
Por Vernon D’Cunha
¿Quién era San Ignacio? ¿Un hombre espiritual, un hombre piadoso y santo? ¿Un hombre profundamente temeroso de Dios, dado a la oración? Cierto que no, al menos durante los primeros 26 años de su vida. El mismo Ignacio dice que hasta los 26 años fue un hombre entregado a las vanidades del mundo, preocupado principalmente por un fuerte y estúpido deseo de ganar fama.
  • Dos ejemplos:
  1. En una ocasión, un grupo de jóvenes lo cercó contra un muro. Inmediatamente sacó su espada y cargó contra ellos con tal violencia y fiereza, que si alguien no lo hubiera detenido, habría matado a alguno o lo habrían matado a él.
  2. En segundo lugar, puede que Ignacio sea el único santo con antecedentes penales certificados ante notario: por riña nocturna con intención de causar daños graves.

Me gustaría compartir con los lectores algunos principios de su espiritualidad, que me resultan más atractivos.

Encontrar a Dios en todas las cosas

Significa que nada cae fuera del ámbito de la vida espiritual. La espiritualidad ignaciana considera que todo ofrece la posibilidad para un posible encuentro con Dios. En el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales, Ignacio quiere que nos hagamos indiferentes a la salud o a la enfermedad, a la vida larga o corta, a la honra o a la deshonra, a la riqueza o a la pobreza… porque en todo ello hay ocasión para encontrar a Dios. Dios está presente en todos y en todo, trabajando por su maduración. En definitiva, todo participa de la fuente que es Dios, como los rayos de sol participan del sol y el agua que mana de la fuente participa de la fuente.

¿Cómo ha sido nuestro encuentro con Dios en el ambiente de la segunda ola brutal de la pandemia de Covid-19? ¿Qué mensaje nos ha dirigido Dios en estas difíciles circunstancias, tan desafiantes?

Contemplativos incluso en la acción

Estamos llamados a ser contemplativos incluso en la acción, y esto significa ser personas de acción que a la vez tienen una postura contemplativa frente al mundo. En lugar de concebir un tipo de vida espiritual encerrado entre los muros de un monasterio, Ignacio considera que todo el mundo es nuestro monasterio. Este concepto -tan novedoso y radical para la vida religiosa de aquella época- supone una invitación y significa un reto para nosotros hoy. Es una condición sine qua non si queremos encontrar a Dios en todas las cosas.

Libertad y desprendimiento

En mi opinión, lo que nos impide una vida de libertad y sana alegría es que estamos desmesuradamente apegados a personas y a cosas. Tenemos afectos desordenados. Tener afectos y apego a determinadas personas y cosas es bueno. Pero un apego desmedido y desordenado trae consigo tristeza y dolor. Todo afecto es en sí mismo atractivo. Pero cuando llega a ser desordenado, no da vida. Provoca muerte. Ignacio nos invita a avanzar hacia tener apegos ordenados. Hacerlo supone ser más libres y más felices. Ciertamente, Ignacio quiere que tengamos vida y que la tengamos en plenitud.

Discernimiento

La pandemia de Covid-19 reclama de nosotros que estemos constantemente tomando decisiones. Vivimos una crisis a la vez global, por su propagación y su impacto, y local en lo que tiene de visible. Ha afectado a casi todo y a casi todos, y nos ha enfrentado a multitud de alternativas. El reto ha consistido en elegir correctamente al enfrentarnos a muchas alternativas en conflicto. Para hacerlo, las Reglas de Discernimiento de los Ejercicios Espirituales pueden resultar de utilidad. Son válidas y relevantes hasta el día de hoy, aunque han pasado más de 470 años. Hunden sus raíces en la realidad y han resistido la prueba del tiempo. El desafío no estriba simplemente en conocer las reglas, sino en tener la sabiduría y la gracia de saber cómo y cuándo utilizarlas.

El Magis

El magis, ‘todo para la mayor Gloria de Dios’, es una de las señas de identidad de nuestra espiritualidad. La mediocridad no tiene cabida en la visión del mundo de Ignacio. La espiritualidad del magis es la espiritualidad de las infinitas posibilidades. No es una espiritualidad que ponga en peligro de infarto. Es una espiritualidad que aporta profundidad, alegría y un soplo de aire fresco a la vida. El Padre General, al hablar del magis, dice que es una llamada no sólo a hacer más, sino también a hacer las cosas mejor.

Conclusión

La vida de Ignacio es la historia de un hombre centrado en sí mismo que acaba siendo un hombre centrado en Dios. A lo largo de los años, Ignacio fue creciendo en facilidad para encontrar a Dios, hasta el punto que, hacia el final de su vida, podía decir, llamándose a sí mismo peregrino: “En cualquier momento y lugar en que quería encontrar a Dios, podía hacerlo”. Que San Ignacio nos bendiga a todos con esta gracia, para que podamos arder con Dios como él lo hizo.

Fuente: jesuits.global/es