Por los derechos de refugiados y migrantes

El pasado 20 de junio conmemoramos el ‘Día Internacional del Refugiado’ y para los católicos es una ocasión para reflexionar y tener en cuenta la situación de la cantidad de migrantes forzosos por motivos económicos o políticos, con vistas a la 107ª Jornada Mundial del Migrante y Refugiado a finales del mes de septiembre.

Quienes padecen esta situación, según el Celam, “apuestan por la vida mejor, se ajustan saludablemente a las condiciones adversas y reconstruyen la historia de sus vidas desarrollando un sentido de pertenencia hacia las comunidades y sociedades de acogida”. El episcopado latinoamericano y la Red Clamor, de migración, trata y refugio regional, destacan el aporte que representan en los diversos ámbitos de la vida social y el capital humano que representan en el campo económico, cultural, las comunicaciones, la salud, la educación y la pastoral, entre otros.

En la comunicación suscripta por los obispos del continente, la Red referente de esta pastoral en América Latina expresan su cercanía con quienes se ven forzados a dejar su tierra, afirmando que refugiado puede ser sinónimo de fragilidad pero, a la vez, es “también es sinónimo de resiliencia, porque con la misma fuerza y coraje que han tomado la decisión de abandonar sus hogares.”

Con vistas a la Jornada Mundial de septiembre, cuyo lema es “Hacia un nosotros cada vez más grande”, no podemos dejar de señalar que la crisis de refugiados y migrantes alcanza a casi 80 millones de personas de todo el mundo, muchos de estos dentro de los límites de sus propios países.

Al respecto también se pronunció la Comisión Episcopal de la pastoral migrante de la Conferencia Episcopal Argentina, que promueve que la colaboración y el servicio a los refugiados sea conectar cada vez más con sueños y proyectos de estas personas. Sostuvieron que “Ellos precisan que nuestras manos, nuestras comunidades eclesiales, nuestras sociedades se conviertan en la expresión sensible y concreta de acogida, hospitalidad, fraternidad”.

Los miembros de esta Comisión piden a Dios por el acceso de refugiados y migrantes a los derechos de salud, vivienda, trabajo y educación, haciéndose eco de las palabras del Papa Francisco “Estamos todos en el mismo barco y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, para que ya no estén los otros, sino sólo un nosotros, un nosotros tan grande como la humanidad entera”.

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