Invitación del Papa Francisco a la Semana Laudato Si

El Papa Francisco ha invitado a los católicos de todo el mundo a participar en la Semana Laudato Si’, del 16 al 24 de mayo.  Nos propone reunirnos para reflexionar, rezar y prepararnos para un futuro más justo y sostenible.

Como no será posible llevar a cabo los eventos planificados de forma presencial, en su lugar, la propuesta es unirnos en oración y reflexionar juntos, «mantenernos unidos con nuestros hermanos y hermanas en la fe mientras atravesamos esta crisis y construimos un mañana mejor.»

La Semana Laudato Si’ es uno de los primeros pasos de un camino de un año, es una manera de prepararse para emprender acciones durante el Tiempo de la Creación, que se llevará a cabo desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre.

Actividades propuestas:

  • 16 al 23 de mayo:Espacio de reflexión y formación a través de capacitaciones en línea.
  • 24 de mayo: Unirnos al día mundial de oración,  para conmemorar el quinto aniversario de Laudato Si’.
  • Empezar a preparar las acciones que tomaremos durante el Tiempo de la Creación, en septiembre de este año.

Para más información podes ingresar a la web: laudatosiweek.org

La Cátedra de Filosofía de la UCC reflexiona sobre la realidad actual

Profesores y estudiantes de la cátedra de Filosofía de la Naturaleza de la Universidad Católica de Córdoba, comparten algunas reflexiones que intentan encontrar el sentido a lo que vivimos con respecto a la crisis global del coronavirus. Así lo presentaban:

«Iniciamos la última clase presencial del curso de Filosofía de la Naturaleza con la siguiente cita de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS: «Esta no es solo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo deben participar en la lucha». Seguidamente nos preguntamos retóricamente: «¿Cuál es nuestro sector?» a lo que no dudamos en responder, que nuestra tarea en un curso de filosofía es Pensar.»

Compartimos la reflexión presentada por la Cátedra:

La morada del Pensar en los tiempos de pandemia

Una de las ideas trabajadas ronda en torno a la radicalidad de la experiencia de indefensión en la que nos coloca la pandemia COVID-19, la cual ha puesto entre paréntesis nuestra cotidianeidad y nuestros proyectos, pero ha posibilitado la presentación de las preguntas existenciales. La pandemia a nivel global, devino en un tiempo y espacio abiertos en el que todos, tarde o temprano, nos detenemos a reflexionar ante la evidente fragilidad de la cual estamos hechos.

Distraídos en la urgencia de un hacer ordenado a la efectividad, hiperconectados, demorados en la futilidad de modas y novedades, nos deshumanizamos. El tercer planeta desde el sol, el pálido punto azul, la Tierra y su especie dominante, luchamos contra un micro-organismo invisible que amenaza nuestra vida, pero que paradójicamente, nos conecta con el pensar, con el filosofar acerca del lugar que ocupamos en la naturaleza, con la importancia de respetar la vida, con el valor de la solidaridad y de la sustentabilidad.

En este tiempo, nos preguntamos junto a María Zambrano «¿Por qué no aceptar que el medio propio de un ser como el hombre sea justamente éste que contiene una constante amenaza que lo obliga a despertar a una superior vigilia?». Pareciera que los Estados, países y personas sólo desean que esta crisis finalice: que la vacuna se encuentre y que el virus desaparezca, mientras aguardamos refugiados tras nuestras fronteras ¿No es acaso esto, seguir viviendo desde el deseo de control y poder del ser humano sobre sí mismo y su entorno?

La amenaza de este virus inhóspito nos invita a cuestionarnos y actuar, percatándonos que la reflexión es el ecosistema adecuado para inmunizarnos contra los excesos. El filosofar, al par que se vuelve inexorable, se torna un deber moral, y es al interior del hogar, en la intimidad de las familias, en lo vincular, donde el Pensar en tiempos de pandemia ha encontrado su nueva morada.

¿Hacia nuevos modos de relacionarnos?

El aislamiento preventivo, que ha suspendido el girar irreflexivo del mundo, nos da la enorme oportunidad de crecer en nuestra conciencia social, pero de manera intimista, en el vínculo con los cercanos, y en una proximidad ampliada por las nuevas tecnologías, que vienen a mostrarnos sus potencialidades, podemos conectarnos de otros modos, menos superfluos. Nos permite plantearnos nuevas perspectivas para construir juntos y desde la libertad, sociedades más justas y fraternas.

Estamos perplejos y no sabemos qué será de nosotros, pero ésta es una ocasión para replantear nuestro destino, individual y colectivo. La filosofía se propone clarificar conceptos y puede ayudarnos en estos tiempos donde “quedarse en casa” se vuelve ocasión para ser más libres y humanos. En la última página de La peste de Camus leemos: «Esto es lo que se aprende en medio de las plagas, hay más cosas en los hombres a admirar que despreciar».

Pareciera que la palabra que define esta situación mundial es miedo, que sale a la luz cuando la realidad desvela nuestra impotencia esencial, a la que definimos y llamamos crisis; Hannah Arendt en uno de sus escritos nos dice que las crisis nos obligan a «volver a las preguntas». Hacen nacer en nosotros toda la necesidad de significado de nuestro yo, en el nexo profundo entre nuestra relación con la realidad y nuestra autoconciencia como hombres. Otra de las preguntas que surge en este momento es ¿qué nos rescata del miedo? ¿qué vence el nihilismo que vivimos? Los discursos políticos, la información válida o el apoyo moral no logran responder a nuestro deseo de una verdadera presencia que venza nuestra fragilidad, de allí que nos preguntamos también ¿En dónde tenemos fundada nuestra esperanza?

Cuando llegue el fin de esta pandemia y retorne la normalidad en nuestras vidas, quizá sin darnos cuenta, habremos adoptado un modo de vivir diferente; hemos aprendido que podemos prescindir de las cosas, pero no podemos prescindir de los otros, hemos aprendido, dolorosamente, qué no necesitamos y qué sí necesitamos. El verbo central de este tiempo es cambiar. ¿Qué cosas? Perspectivas humanas y sociales. Modo de ser y de proceder. Escala de valores. Estructuras sociales y relacionales. ¿Crecer de una lógica individualista a una más solidaria que ancle en la dignidad de la persona humana?

Se trata de un cambio gestado desde la intimidad de los hogares, múltiples, y que demanda la presencia de todas las voces y requiere habitar el espacio del pensar, un pensar situado, un pensar plural e interdisciplinario, que posibilite la expresión de nuestra naturaleza humana que se nos descubre en la capacidad de la trascendencia, para comprender ¿A qué vigilia mayor nos está llamando nuestra relación con el Coronavirus?

Este virus que tiene algo nuestro, algo humano (en tanto virus, necesita de un organismo huésped). El coronavirus «es» lo que «es», debido a nuestra propia naturaleza humana; el miedo que provoca es nuestro miedo, la crisis que evidencia es nuestra crisis; el virus es nuestro virus. Ese «nuestro» lo dota de algo de humanidad y la humanidad es ciertamente más que la crisis que provoca. «Algo más» que acontece en la proximidad existencial con el otro y en los hogares, más allá o más acá de las grandes categorías, donde lo fundante hace su emergencia en lo mínimo de las acciones cotidianas.

 

Fuente: uccor.edu.ar

Contacto:
José G. Funes, S.J.
jfunes@ucc.edu.ar

La crisis como oportunidad para la unidad

Monseñor Jorge Lugones SJ, Obispo de Lomas de Zamora y Presidente de la Comisión Episcopal Argentina de Pastoral Social, emitió un comunicado sobre la situación socioeconómica actual de nuestro país, en el que afirma: “Debe convertirse en una oportunidad para la unidad de todos los argentinos”

«Es un tiempo que nos obliga a buscar nuevas formas de encuentro y solidaridad en medio de las dificultades. Que nos iguala en el dolor pero que nos compromete con la ayuda a los desiguales en términos de la salud, la alimentación, el riesgo humano y también la supervivencia en relación al trabajo y a la producción.», expresó.

En el mensaje repasa la dificultad económica que atraviesan tanto las grandes industrias como las pequeñas y medianas empresas, y afirma: “intentan con muchísima dificultad, encontrar caminos que les permitan mantener mínimos de producción y preservar empleos.” Además, afirma que la emergencia sanitaria viene a sumarse la delicada situación de emergencia alimentaria y social que tantos ya venían atravesando.

Resalta la importancia de mantener el diálogo y la cooperación entre los diversos actores sociales,“entendiendo que estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente. Será sólo con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el Papa Francisco- estamos todos en la misma barca y sólo saldremos juntos.”

Por último, nos propone una actitud comprensiva, solidaria y colaborativa tanto ahora como después de la pandemia, “Sabemos que ya se habla de una lenta y ardua recuperación de la pandemia, pero tengamos cuidado, como dijo el Papa, que no nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a los pobres e inmolando en el altar del progreso al que se queda atrás. Esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.

Finalmente, nos anima a volver la mirada a Jesús Resucitado, «para que sea Él quien renueve nuestra esperanza y nuestra confianza de que siempre camina junto a nuestro pueblo (..) Aprovechemos entonces esta situación como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

Papa Francisco: la memoria del primer encuentro

En su homilía de hoy,  el Papa Francisco pidió “que el Señor nos dé a todos la gracia de la creatividad en este momento”, en una Eucaristía que dedicó a los artistas, “que han puesto sus capacidades al servicio de la belleza”.

Comentando el Evangelio del día (Jn 6, 22-29), relata el reproche de Jesús a la muchedumbre que lo busca después de la multiplicación de los panes y los peces, sólo porque se han satisfecho y les exhorta a trabajar no por el alimento que no dura, sino por el alimento que permanece para la vida eterna y que el Hijo del Hombre dará.  Corrigió el camino de la gente que había tomado un camino más mundano que evangélico.

Esto también nos sucede cuando nos alejamos del camino del Evangelio y perdemos la memoria del primer entusiasmo por la palabra del Señor. Jesús nos hace volver al primer encuentro; esto es una gracia, frente a las tentaciones de alejarse. La gracia de volver siempre a la primera llamada, cuando Jesús nos miró con amor. Cada uno de nosotros tiene la experiencia del primer encuentro en el que Jesús nos dijo: «Sígueme».

En el camino muchas veces nos alejamos y perdemos la frescura de la primera llamada. El Papa nos invita a rezar para que el Señor nos dé la gracia de volver al momento en el que tuvimos la experiencia de encontrar a Jesús.

Fuente: vaticannews.va

Caer en las redes

Cada día más y más personas se suman a las redes sociales. Todo el mundo busca algo en ellas: entretenimiento, conocer gente, información. Las redes sociales son ya –y más en estos momentos– la plaza pública en la que nos relacionamos. Una plaza en la que no hay prácticamente fronteras.

Y dentro de ello, hay muchos modos de estar en la red. Pero no todos son recomendables. Desde hace ya tiempo las redes sociales se han convertido en pozo de frustración de muchas personas. El lugar en el que algunos se sienten libres para soltar toda la basura, odio, sarcasmo hiriente que llevan dentro. No solo contra situaciones, circunstancias o ideas; también contra otras personas a las que no consideran dignos de respeto.

Esto, que duele a cualquiera con un poco de sensibilidad social (el odio crea rechazo a cualquiera que no odie), es especialmente hiriente en el ámbito de los creyentes. Cientos de personas conforman las comunidades online con perspectiva religiosa. Es triste –y ocurre más de lo deseable– ver discusiones poco cariñosas entre personas que se dicen creyentes a costa de una u otra idea. Pero más doloroso aún es ver cuentas parodia, nicks falsos, o no, haciendo mofa y befa de todo lo que según una visión patrimonialista de la religión consideran menos cristianos que ellos. Y aún peor si cabe, personas aparentemente razonables entrando a ese juego.

Claro que se puede hablar de todo y con todos. Claro que se puede opinar y tener posiciones diferentes. Incluso habrá veces que quienes quieren construir metan la pata en algún momento (eso le puede pasar a cualquiera). Lo que no entiendo es estar en redes sin ser constructivo o, como mínimo, educado, pero llevar la Cruz de Jesús por bandera. La Cruz, sin caridad, es solo un elemento de tortura antiguo.

Si uno hace bandera de sus creencias en público, se presupone unos mínimos exigibles a la hora de exponer opiniones, ideas. ​La prudencia es una virtud que vale la pena cultivar en público. No es necesario decir todo lo que uno piensa, porque por el camino nos dejamos muchos matices. Tampoco hay que olvidar el púlpito (a veces literal) desde el que hablamos. No es lo mismo ser un cargo público que no serlo, tener cien, que mil, que un millón de seguidores, etc. La prudencia nos invita, pues, a pensar antes de escribir y a no escribir todo lo que se piensa. También esta virtud se pone en marcha a la hora de interactuar con otros. Si uno no es capaz de asumir puntos de vista contrarios a su imaginario, no es aceptable el insulto o la burla para intentar acallarlos: las plataformas permiten no seguir, silenciar y bloquear, si uno quiere.

Estar en redes es como mínimo una responsabilidad. Y para muchos una misión. Y el ejemplo que se da en ellas es, para muchas personas, la única relación con cristianos que van a tener en su vida. Va mucho en ello. Cabe preguntarse cuál es la impresión que se lleva alguien cuando entra a nuestro timeline. Sería triste que no fuera buena.

También, creo que es justo decirlo, hay mucha gente que se toma muy en serio su presencia online. Gente constructiva, paciente, dialogante. De unos y otros signos y sensibilidades. A ellos, mi agradecimiento y admiración. Ellos hacen del Evangelio y su principal Ley (el Amor) un modo de vida concreto también en el mundo virtual.

Pablo Martín Ibáñez

Fuente: pastoralsj.org

Reflexión del Evangelio – Tercer Domingo de Pascua

Por: P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Cuando llegamos a nuestra habitación o a nuestra casa, ya caída la noche, cansados por las labores del día, casi sin darnos cuenta, mecánicamente, dirigimos nuestra mano hasta el interruptor que está junto a la puerta. Lo oprimimos y se desencadenan una serie de órdenes que hacen que los dos polos de la corriente eléctrica se unan a través de un filamento para producir el milagro de la luz. Este es, exactamente, el mecanismo que se produce en la vida espiritual cuando dejamos que entren en contacto dos realidades que están a la mano en nuestra cotidianidad: la Vida y la Palabra; cuando se unen la Vida y la Palabra, se produce, casi milagrosamente, la luz en nuestro interior. Eso que parecía oscuro, al fondo del túnel de la desesperanza, se ilumina y hace que nuestro corazón arda al calor del encuentro con el Resucitado. Te invito a que mires tu realidad, alegre o trágica; mírala en toda su verdad, sin decirte mentiras ni pretender maquillarla para que aparezca más bonita y presentable ante tus ojos. Mira tu realidad de frente, sin engaños ni apariencias. Deja que surjan, ante esta realidad, tus sentimientos, tus emociones, tus pensamientos… Puedes responder preguntas como: ¿Qué ha pasado hoy en tu vida? ¿Qué te duele? ¿Qué te aflige? ¿Dónde sientes que te está tallando el zapato?

En un segundo momento, busca en la Escritura un texto que te ayude a entender los planes de Dios para ti y para toda la creación. Hay gente que abre la Biblia, sin muchos cálculos, en la página que sea y lee algunos párrafos. Cuentan que así lo hacían san Antonio Abad o san Francisco de Asís, para descubrir lo que Dios les pedía en un momento determinado de sus vidas. Sin embargo, si conoces la Escritura y estás familiarizado con ella, te vendrán a la memoria unas palabras de Jesús o de san Pablo… Recordarás, desde lo que estés viviendo, un pasaje bíblico en el que descubras un alimento especial, de acuerdo a tus circunstancias. Puedes estar seguro de que, poco a poco, casi sin darte cuenta, casi milagrosamente, comenzarás a sentir que te arde el corazón, y lo que parecía oscuro, empezará a aparecer luminoso y claro. A lo mejor salten en tu interior expresiones parecidas a estas: ¡Cómo no me había dado cuenta, si está tan claro! ¿Por qué no veía las salidas si estaban delante de mis narices?

Esto es lo que nos regala san Lucas en el texto de los discípulos de Emaús. Jesús resucitado camina junto a los discípulos que van apesadumbrados por la dura realidad de la muerte del Señor; comienza por preguntarles por lo que van conversando y por lo que les ha sucedido. Pero no los deja allí; les habla de lo que Moisés y los Profetas habían dicho sobre el Mesías. Y, poco a poco, comienzan a percibir el ardor en sus corazones y la luz en sus caminos… Esta experiencia espiritual los pone en movimiento, los lanza a construir la comunidad a través de su palabra y su testimonio; aun en medio de la noche, que ya ha caído, los discípulos salen hacia Jerusalén a llevar la Buena Noticia de su encuentro con el Señor resucitado que los anima y consuela con su presencia.

Cuando te sientas cansado y en medio de la oscuridad, no dudes en oprimir el interruptor que está junto a la puerta de tu corazón, para desencadenar el milagro de la luz en tu propio interior, que nace del contacto de la Vida con la Palabra; sólo así, podrás llevar a la Comunidad la Buena Noticia de la resurrección del Señor en tu propia vida.

Fuente: jesuitas.lat

P. Rafael Velasco SJ: El ahora y el después de la pandemia

En una columna para el diario La Nación, el P. Provincial Rafael Velasco SJ, comparte una reflexión sobre el «ahora» y el «después» de la pandemia del coronavirus. Hace hincapié en las desigualdades sociales que quedan a la vista día a día,  y también nos invita a pensar en las consecuencias de esta situación que nos atraviesa a todos.

Compartimos la nota completa:

23 de abril de 2020 – Por Rafael Velasco, SJ.

Mucho se habla en estos días del «después» de la pandemia y de los cambios y transformaciones que vendrán. Algunos hablan de un futuro venturoso, otros son más pesimistas. Como sea, el «después» depende de las conclusiones que saquemos del «ahora», en el que como humanidad estamos siendo puestos en jaque por un micro organismo maligno.

Y en el «ahora» estamos experimentando muchas cosas, por ejemplo que dependemos unos de otros más de lo que pensábamos, y que al caer muchas de las cosas por las que nos afanábamos y con las que vivíamos distraídos, nos damos cuenta de que hay pocas cosas esenciales: en primer lugar la vida que es sagrada y no tiene precio. Constatamos además, que las realidades fundamentales como el amor y el cuidado, no dependen del dinero sino de nuestra atención y dedicación.

Los creyentes de la tradición judeocristiana tenemos un relato de origen bastante conocido: el diluvio universal. Este texto relata que la tierra se había llenado de violencia a causa de la maldad del ser humano, por eso Dios decide destruir la creación, pero preserva a un puñado de seres humanos, encabezados por Noé, y a un grupo de animales, para volver a comenzar. La saga es conocida; también sus consecuencias. Después del diluvio Noé y los suyos no tardaron mucho en volver a las andadas; por eso -a la luz de ese texto- el mundo esta como está, por la incapacidad o la rebeldía del ser humano para aprender de sus errores. Todo relato es interpretación. Este no es la excepción. El autor bíblico explica una desgracia natural, como algo ocurrido a consecuencia de sus malas acciones que atrajeron un «castigo divino». Es una interpretación. Ahora bien, pasada mucha agua debajo del puente de la historia, vamos aprendiendo que las desgracias que solíamos atribuirlas a Dios, no son más que consecuencias de nuestras acciones u omisiones. En el caso de esta pandemia lo vemos claramente. La causa de nuestro sufrimiento está vinculada a acciones humanas y la pandemia deja a la luz las injusticias, las inequidades que nosotros hemos edificado. Vemos como muchos quedan expuestos al contagio y a la muerte porque hemos construido sociedades a costa del ser humano, con la sangre y el sudor de muchos para el disfrute de una minoría.

«Estamos todos en la misma barca», nos lo recordó Francisco . Y es verdad. El problema es que mientras unos viajan en primera otros van amontonados en la bodega. Unos pudiendo disfrutar de las bondades del restaurante de cubierta y otros anónimos y valientes a la fuerza, trabajando para que todos estemos a salvo, dentro de lo posible, arriesgando sus vidas en el intento. Si hoy valoramos y aplaudimos a los que trabajan para que la nave no naufrague, sería ya un aprendizaje que no los lancemos por la borda cuando el peligro haya pasado.

Se dice que después de la pandemia hasta la democracia ya no será igual. Ojalá. La revolución francesa que nos legó este modelo democrático, proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad. Durante los siglos posteriores, los defensores de la libertad y los de la igualdad han tenido numerosas reyertas. Libertad e igualdad han tenido movimientos que las enarbolan. La hija pobre y postergada de la revolución ha sido la fraternidad. Justo la que hoy puede salvarnos. Tal vez un aprendizaje que nos va ofreciendo el «ahora», es que no hay igualdad, ni libertad si no vivimos más fraternamente, haciendo más lugar en la mesa, superando grietas, trabajando juntos los de diverso espacio político, las diversas religiones, los de diferente ideología, etc para que los más vulnerables no sean lanzados como lastre por estribor y puedan vivir un poco mejor en la misma barca.

«Ahora» estamos pasando momentos oscuros, en los que sin embargo vemos con claridad cosas fundamentales. ¿Alcanzará para que el día «después» no perdamos la memoria?

Fuente: lanacion.com.ar

Cura apostolica et cura personalis: siempre para la misión

¿Cómo pensaba San Ignacio conservar la unidad de sus compañeros jesuitas, mientras que desde los primeros años de existencia de la Compañía de Jesús sus compañeros estaban dispersos por todo el mundo? Instituyó un «sistema de cartas» muy eficaz, que todavía hoy sirve de base para la información que necesita el Superior General.

Entre todas las cartas recibidas y enviadas al General -todas ellas numeradas y archivadas, desde la fundación- están las «cartas anuales» o «cartas ex officio«. Al comienzo de cada año, todos los Provinciales, sus asistentes, los superiores de comunidad y a menudo otros jesuitas y responsables laicos de las obras jesuitas envían al Padre General su evaluación de la vida de la Compañía, de las fortalezas y debilidades que han marcado el apostolado y la presencia de los jesuitas en su medio durante el año anterior. A menudo, el General especifica algún punto sobre el que desea ser informado.

Así, al inicio del 2019, las «cartas ex officio» pudieron arrojar luz sobre el modo en que se armonizan la cura apostólica – el cuidado que debe prestarse a la acción y a los compromisos de la Compañía – y la cura personalis – la atención que debe prestarse, sobre todo por parte del superior, a la calidad humana y espiritual de la vida de sus compañeros. Después de recibir miles de cartas y de meditar sobre la información recibida, el P. Arturo Sosa publicó, el 25 de marzo pasado, una carta «a toda la Compañía» en la que resume y comenta esta rica documentación.

El Padre General señala en primer lugar que la tensión que existe entre estas dos formas de liderazgo es propia del carisma y del modo de proceder de la Compañía de Jesús. Añade que esta tensión merece una atención especial en el contexto de “cambio de época” en el que vivimos, en el que la colaboración, el discernimiento en común y la planificación apostólica son instrumentos habituales de gobierno.

Una buena parte del texto del Padre General destaca las buenas prácticas, algunas dificultades, y los principales desafíos en la interacción entre cura personalis y cura apostolica, tal como se desprenden de las cartas que recibió. Una de sus conclusiones es que las dificultades que se presentan tienen como origen principal la separación entre estas dos formas de cura, de cuidado. Esta proviene de una separación de competencias entre el superior de la comunidad y el director de la obra. Ahora bien, insiste el Padre Sosa, la solución a los posibles desequilibrios está en la toma de conciencia, por ambas partes, de que en el fondo no hay más que una única cura que se ocupa de las personas, de las comunidades y de las obras, al servicio de la misión. Es la misión de la Compañía – y la misión de la Compañía tal como se encarna en tal o cual ámbito, por tal o cual obra – la que da sentido al cuidado que todos los responsables deben tener por las personas comprometidas en la misión.

Esta atención personalizada, señala el Padre General, es también asunto de todos, no sólo de los superiores y directores. Cada jesuita que se preocupa por la misión de la Compañía debe ocuparse de los demás según su nivel de responsabilidad y teniendo en cuenta las vocaciones particulares de cada uno.

Después de haber puesto de relieve algunos instrumentos útiles para la cura de la vida y la misión de la Compañía, el padre Sosa afirma que es posible vivir de manera fructífera la tensión entre cura apostolica y cura personalis. Para apoyar esta integración, el propone medidas concretas que pueden tomarse desde ahora: cultivar la transparencia y la libertad interior, promover la conversación espiritual, construir una cultura del diálogo. Y concluye recordando, en el espíritu de un decreto de la 36ª Congregación General, que la comunidad jesuita es un lugar privilegiado de discernimiento apostólico y que si bien los lazos fraternos de «amigos en el Señor» están orientados al servicio de la misión, ellos son también, en sí mismos, una forma de misión.

Texto completo de la carta del Padre General.

Fuente: jesuits.global

Un suelo fértil

Por Jaime Tatay, sj

«Un árbol funciona como una bomba –nos decía el profesor de Fisiología Vegetal proyectando una diapositiva–, una bomba capaz de extraer los minerales y la humedad desde las capas más profundas del suelo hasta la superficie». «Por medio de la fotosíntesis –continuaba–, las plantas fijan el carbono atmosférico que, junto al agua y los nutrientes aportados por el suelo, posibilitan el crecimiento del árbol. Más tarde, las hojas, las ramas y los frutos, al caer y descomponerse, forman esa capa fértil del suelo llamada humus».
«Pero, para poder hacerlo –matizaba señalando la parte subterránea del árbol–, las raíces primero tienen que realizar una penosa y dura tarea: penetrar la tierra, fracturar la roca y anclar el peso del árbol». «Solo después de ese arduo y lento proceso, que puede tardar muchos años, puede el árbol empezar a dar fruto y formar el humus» –concluyó–.

En la Biblia, el ser humano (adam) y la tierra (adama) no están lejos de los animales, de las plantas y del humus, ya que comparten el mismo sustrato, del que se nutren y del que provienen. En el Génesis, la humanidad, como el humus, sale del suelo. Es moldeada con suelo y al suelo regresa. Nos lo recuerda la liturgia cada Miércoles de Ceniza: «Polvo eres y en polvo te convertirás».

Ahora bien, si todas las criaturas provenimos de la tierra y a ella volvemos es porque Dios, con su palabra, siembra, labra, riega y cuida. Durante nuestra vida estamos invitados, por tanto, a dejarnos cultivar, a ser arados y regados por la palabra de Dios que es capaz de transformar y extraer el mejor fruto de cada uno de nosotros. Por eso la vocación cristiana es tan sencilla; consiste en meditar la palabra de Dios, dejarse hacer por ella y permitir que fructique. Consiste en transformarse en suelo fértil.

Sin embargo, como expresa la parábola del sembrador, a menudo nos negamos a acogerla, impedimos que nos trabaje por dentro. Nos resistimos porque la palabra –como las raíces– remueve, descolca y trastoca el orden establecido. Y eso resulta incómodo. Nos resistimos también porque no respetamos el ritmo de Dios, el lento proceso de formación del humus y de maduración del fruto. Queremos que todo sea fácil y rápido.

Jesús observó con paciencia durante su vida el funcionamiento de la naturaleza y comparó a menudo el Reino de Dios con las semillas. De hecho, la metáfora de la semilla fue una de sus favoritas. El sorprendente potencial del pequeño grano de mostaza; la paradójica convivencia de la cizaña y el trigo; o la desproporcionada fecundidad del grano de trigo señalan en la misma dirección: al origen humilde y oculto del Reino, a su asomobrosa capacidad para crecer, multiplicar y dar fruto. La semilla, por último, adquiere un significado redentor que explica el sentido de la Pascua: «En verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12, 24).

Humildad y humus comparten la raíz, al igual que el ser humano y la tierra. Humilde es quien proviene del humus, del suelo. Humilde es quien encuentra sustento en lo pequeño, en lo oculto, en lo terreno. Humilde es, en definitiva, quien germina y crece en el humus, en esa capa fértil del suelo donde nace la vida.

La Semana Santa de los jesuitas que realizan la Tercera Probación

Hace unas semanas atrás, celebrábamos la finalización del mes de Ejercicios Espirituales de nuestros compañeros jesuitas que se encuentran transitando la etapa de la Tercera Probación en Cochabamba, Bolivia. En el día de ayer, el P. Emmanuel Sicre SJ, nos compartía la experiencia que vivieron como grupo durante la Semana Santa. Aquí compartimos su mensaje:

Por Emmanuel Sicre SJ

Después del mes de Ejercicios Espirituales, la comunidad de tercerones junto a su instructor Agustín Rivarola SJ, de la Provincia Argentino Uruguaya y el ministro Freddy Quilo Quispe SJ,  de la Provinicia Boliviana,  llevó a cabo un discernimiento comunitario para ver cómo es que Dios la invitaba a vivir esta Semana Santa tan particular en el contexto del COVID-19 que impidió las misiones a las distintas comunidades del país.

La moción principal fue la de “vivir el recogimiento espiritual y el encuentro con el Señor Crucificado/Resucitado en los crucificados del mundo, buscando de signos de resurrección en comunidad”. Esto nos llevó concretamente a intensificar en nuestras oraciones personales y comunitarias la intercesión por aquellas personas que nos pedían oraciones vía redes sociales.

Fue una manera muy bella de vivir este tiempo complejo que nos tiene dentro de casa, pero abiertos; aislados pero conectados; distanciados, pero en comunión con los dolores y los gozos de la gente.

Y ahora, con el espíritu pascual de este tiempo, nos encontramos estudiando las Constituciones y las Normas Complementarias de la Compañía. Cada día, en medio de las tareas domésticas necesarias, leemos, reflexionamos, compartimos y rezamos el origen de nuestro carisma a la luz de las actualizaciones sucesivas.

Para los apostolados nos estamos poniendo a disposición del acompañamiento de Ejercicios y de cursos de pedagogía y espiritualidad ignacianas para quienes colaboran en distintas obras de la Compañía en Bolivia, especialmente con Fe y Alegría. También estamos buscando ayudar a distancia con las Parroquias de Moxos.

Seguimos agradeciendo sus oraciones y continuamos pidiendo a Dios para que nos ayude a responder de la mejor manera a los desafíos que la realidad nos presenta.

AMDG 21/04/2020, Cochabamba, BOLIVIA