Cura apostolica et cura personalis: siempre para la misión

¿Cómo pensaba San Ignacio conservar la unidad de sus compañeros jesuitas, mientras que desde los primeros años de existencia de la Compañía de Jesús sus compañeros estaban dispersos por todo el mundo? Instituyó un «sistema de cartas» muy eficaz, que todavía hoy sirve de base para la información que necesita el Superior General.

Entre todas las cartas recibidas y enviadas al General -todas ellas numeradas y archivadas, desde la fundación- están las «cartas anuales» o «cartas ex officio«. Al comienzo de cada año, todos los Provinciales, sus asistentes, los superiores de comunidad y a menudo otros jesuitas y responsables laicos de las obras jesuitas envían al Padre General su evaluación de la vida de la Compañía, de las fortalezas y debilidades que han marcado el apostolado y la presencia de los jesuitas en su medio durante el año anterior. A menudo, el General especifica algún punto sobre el que desea ser informado.

Así, al inicio del 2019, las «cartas ex officio» pudieron arrojar luz sobre el modo en que se armonizan la cura apostólica – el cuidado que debe prestarse a la acción y a los compromisos de la Compañía – y la cura personalis – la atención que debe prestarse, sobre todo por parte del superior, a la calidad humana y espiritual de la vida de sus compañeros. Después de recibir miles de cartas y de meditar sobre la información recibida, el P. Arturo Sosa publicó, el 25 de marzo pasado, una carta «a toda la Compañía» en la que resume y comenta esta rica documentación.

El Padre General señala en primer lugar que la tensión que existe entre estas dos formas de liderazgo es propia del carisma y del modo de proceder de la Compañía de Jesús. Añade que esta tensión merece una atención especial en el contexto de “cambio de época” en el que vivimos, en el que la colaboración, el discernimiento en común y la planificación apostólica son instrumentos habituales de gobierno.

Una buena parte del texto del Padre General destaca las buenas prácticas, algunas dificultades, y los principales desafíos en la interacción entre cura personalis y cura apostolica, tal como se desprenden de las cartas que recibió. Una de sus conclusiones es que las dificultades que se presentan tienen como origen principal la separación entre estas dos formas de cura, de cuidado. Esta proviene de una separación de competencias entre el superior de la comunidad y el director de la obra. Ahora bien, insiste el Padre Sosa, la solución a los posibles desequilibrios está en la toma de conciencia, por ambas partes, de que en el fondo no hay más que una única cura que se ocupa de las personas, de las comunidades y de las obras, al servicio de la misión. Es la misión de la Compañía – y la misión de la Compañía tal como se encarna en tal o cual ámbito, por tal o cual obra – la que da sentido al cuidado que todos los responsables deben tener por las personas comprometidas en la misión.

Esta atención personalizada, señala el Padre General, es también asunto de todos, no sólo de los superiores y directores. Cada jesuita que se preocupa por la misión de la Compañía debe ocuparse de los demás según su nivel de responsabilidad y teniendo en cuenta las vocaciones particulares de cada uno.

Después de haber puesto de relieve algunos instrumentos útiles para la cura de la vida y la misión de la Compañía, el padre Sosa afirma que es posible vivir de manera fructífera la tensión entre cura apostolica y cura personalis. Para apoyar esta integración, el propone medidas concretas que pueden tomarse desde ahora: cultivar la transparencia y la libertad interior, promover la conversación espiritual, construir una cultura del diálogo. Y concluye recordando, en el espíritu de un decreto de la 36ª Congregación General, que la comunidad jesuita es un lugar privilegiado de discernimiento apostólico y que si bien los lazos fraternos de «amigos en el Señor» están orientados al servicio de la misión, ellos son también, en sí mismos, una forma de misión.

Texto completo de la carta del Padre General.

Fuente: jesuits.global

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