Servicio Jesuita a Migrantes en Córdoba
El Servicio Jesuita a Migrantes está en nuestro país desde hace 16 años y busca acompañar a personas que vienen de otros países con una situación de vulnerabilidad. Dadas las diferentes circunstancias de la migración, esta obra de la Compañía de Jesús se amplió a toda la Provincia Jesuítica Argentino-Uruguaya y hoy cuenta con una sede en Córdoba, Buenos Aires y actividades en Uruguay. En conversación con Julio Villavicencio (vive Ciudad de Buenos Aires y es el delegado del sector apostólico), Cecilia Duarte (San Miguel, Buenos Aires) y Javier Hernández (Córdoba); sus tres referentes en Argentina.
¿Cuándo y cómo nace este servicio?
Julio: Hace 16 años que, por una presencia notable de migrantes de países limítrofes, comenzó el espacio físicamente en San Miguel de Buenos Aires, capilla nuestra Señora de Luján. Esa experiencia nos introdujo en el acompañamiento de las personas migrantes, se mantuvo durante muchos años en ese lugar. Esta experiencia se amplió a toda la Provincia Jesuítica Argentino-Uruguaya. Esa es la novedad de este año.
¿Cuál es su objetivo?
Julio: Básicamente lo que busca es acompañar personas que vienen de otros países con una situación de vulnerabilidad. Hoy hay una migración que se visibiliza mucho como la de los venezolanos trabajando en comercios, pero hay otra migración más silenciosa donde hay situaciones de mucha fragilidad, sin techo ni trabajo. Ahí es donde nuestro servicio trata de acompañarlos.
¿Cómo lo hacen?
Julio: En este momento estamos trabajando en distintas áreas: social, asistencia, orientación legal, acompañamiento psicológico, educación, pastoral e incidencia. En esta última área nos gustaría trabajar con la Universidad, porque apunta a la experiencia de trabajar con personas vulnerables, por causa de la migración. Se trata de buscar qué reflexión podemos hacer al respecto desde el punto de vista de la investigación para poder proponer a la sociedad hacer un aporte. Hay muchos mitos sobre las personas migrantes, como el que te sacan el trabajo, que usan nuestro servicio de salud, que están vinculados a la delincuencia, etcétera. La idea es que la sociedad desarme esos mitos. El Papa dice que no se trata solo de migrantes, sino de personas. Construimos humanidad.
¿Buscan expandirse?
Julio: Además de estar en Buenos Aires, se abrió un nuevo espacio en Córdoba que empezó este año, el miércoles santo más precisamente. En Uruguay, si bien no tenemos una oficina, empezamos a abrir espacios para empezar a trabajar temas sobre la migración.
¿Cómo es la situación en Argentina respecto a la migración?
Javier: Actualmente se puede decir que la tendencia actual de migrantes en Argentina es de un 5%. Capital Federal concentra el más alto porcentaje, un 80%, luego la provincia de Buenos Aires y después Córdoba. El 4 o 5% de la población de Córdoba es extranjera o nativa de otro país. El porcentaje más alto sigue siendo, hasta el momento, Bolivia y Perú. Sin embargo, hay un aumento de radicaciones en Córdoba de la población venezolana de un 150%.
¿Trabajan de manera coordinada en cada sede?
Cecilia: Aplicamos lo mismo en las tres sedes, pero ponemos distintos énfasis. En San Miguel, por ejemplo, tenemos una comunidad grande de paraguayos, y allí acompañamos sus devociones. Tenemos un proyecto con los colegios parroquiales e incluso con laicos. Esa es la forma de llegarle a los jóvenes. Allí aplicamos un proyecto que se llama Historias reales de vida, que consiste en que los estudiantes de los colegios conozcan la vida de un migrante. Sirve para sensibilizar. Lo que tenemos en común los tres servicios es que todos hemos nacido desde la experiencia de fe de la persona migrante.
¿Tienen un registro de migrantes?
Julio: Una de nuestras bases es la necesidad de ayudar a obtener la regularización migratoria, es decir el DNI. Cuando el caso se complejiza, los patrocinamos, no como abogados, pero sí colaboramos para que puedan insertarse en la sociedad argentina, y el primer paso es obtener el reconocimiento jurídico.
Javier: En Córdoba estamos atendiendo los sábados. Llevamos una base de datos que nos permita conocer la información de las tres sedes al mismo tiempo.
¿Cuál es el mayor impedimento para insertarse?
Javier: La sociedad argentina tiene particularidades. En general, la política migratoria es favorable para la población sudamericana, lo cual facilita mucho el acceso al DNI. El trámite no es tanto un problema. Lo que se observa en Córdoba es la segregación habitacional, normalmente en sectores marginales, que los lleva a la estigmatización.
Julio: Básicamente la inserción se da por los servicios. Pero hay matices. Hay grupos minoritarios pero que tienen muchos más impedimentos que el resto. Hay gente con educación distinta. Además, el caso de los trámites extra Mercosur son más caros y complejos. Los refugiados sirios, senegaleses, son otros ejemplos de problemáticas distintas para la inserción.
Ahora el DNU que sacó el actual gobierno condiciona un poco, porque determina la expulsión del país para aquellos migrantes que tienen algún problema con la ley, pero ahí surgen muchas desproporciones, porque ingresan en la misma bolsa aquel que tuvo una situación grave, como el migrante que estaba vendiendo café sin un permiso.
¿Hay muchos refugiados?
Javier: Representan un porcentaje ínfimo. El grueso de la población migratoria es de países sudamericanos, no necesariamente de refugio.
¿Se pueden insertar fácilmente en la escuela?
Javier: Depende los casos. Para los venezolanos es más rápida y sencilla. Ahí nuestro desafío es formar a los docentes en una enseñanza cultural. Hay iniciativas, por lo menos en Córdoba, de dar acompañamiento psicopedagógico.
¿Se pueden sumar voluntarios?
Javier: Bienvenidos todos los que se quieran sumar. Sirve para empaparse de cómo viven otros. Ya de por sí es importante que sepan que existimos. La ayuda económica también nos sirve.
¿Qué es lo que más sensibiliza de estos casos?
Julio: A mí una situación que me sensibiliza mucho es la de la persona que migra con su familia. Realmente a veces nosotros vemos estadísticas, pero no tomamos en cuenta eso. Se están jugando la vida de ellos y de su familia. Es la expresión más cercana al amor, salir de uno mismo para entregarse su vida por los otros. Un ejemplo es el caso de un matrimonio venezolano que llegó hace poco. Ella embarazada de ocho meses. Hacía dos días estaban en una carpa comiendo lo que la gente les acercaba. Él le pide a Dios, le pide una señal. Ese día regresa a donde estaba su señora en la carpa, que le cuenta que le escribió a un reconocido médico de su país por Instagram y éste le respondió con todas las indicaciones médicas necesarias para seguir el viaje. Son historias que te demuestran de la riqueza humana que los migrantes traen a un país.
Fuente: Universidad Católica de Córdoba