Tras finalizar la etapa formativa del Magisterio, Ernesto Miguens y Agustín Borba ya se encuentran en sus nuevos destinos para comenzar con los estudios en Teología. Ernesto desde Colombia y Agustín desde Brasil, ambos comparten con nosotros el testimonio de la llegada a sus nuevas comunidades y países de acogida.
Ernesto Miguens, SJ
La llegada a Colombia se dio en plena cuarentena debido a un inesperado incremento de casos de Covid. Por eso las calles están despobladas, y el característico embotellamiento del tránsito en la capital, parece algo del pasado. No es quizás un buen momento para recorrer la ciudad, pero nos dimos el gusto, con los demás recién llegados, de conocer “La Candelaria” y “El Chorro de Quevedo”, centro histórico de Bogotá, y de tomar alguna cerveza por ahí. Aquí, la calidez de la gente, sumamente amable y respetuosa, contrasta con la temperatura, que me resultó sorprendentemente baja para estas latitudes. Un alivio para quién se despide un verano porteño.
El CIF, que también estaba casi vacío a mi llegada, fue poblándose. Primero llegaron los estudiantes que estaban de vacaciones en la playa y luego los que estaban haciendo el mes Arrupe. Ahora formamos un grupo de lo más variado en nacionalidades, pero con un espíritu común. Somos una comunidad muy alegre y comprometida, de 24 jesuitas, repartidos 17 en la casa grande y 7 en la subcomunidad de inserción, Antonio Calle.
Por video pudimos conocer la universidad Javeriana, que es imponente. Por su historia, por la enorme cantidad de alumnos, por su campus diseñado de manera sustentable con edificios “inteligentes”, y también por el movimiento pastoral. Es una pena que, debido a la pandemia, solo son presenciales las clases prácticas. Pero esperamos pronto poder aprovechar la oferta que tienen en deportes, arte, acompañamiento y recreación.
Por mi parte muy contento y agradecido por la comunidad que me acompaña, por la propuesta pastoral y por el privilegio de este tipo de formación. Espero saber devolver, de algún modo, tanto bien recibido.
Agustín Borba, SJ
Terminando este primer mes introductorio a la etapa de la Teología, les puedo compartir que estoy muy agradecido por la recepción de la comunidad, por lo que voy conociendo y aprendiendo, y por el regalo de compartir casa con Santiago Suárez.
Ha sido un mes de «calentar motores» para lo que se viene. Somos ocho los que empezamos este primer año, de distintos países (Cuba, México, EEUU, Timor Leste, Brasil y Angola), idiomas y culturas. Precisamente esto es lo que hace rico nuestro compartir, y en lo personal me ayuda a mirar el mundo desde otras perspectivas. Nos une la vocación, y en ocasiones, el fútbol, lenguaje casi universal.
Durante estas semanas tuvimos un curso intensivo de portugués, con clases presenciales y ejercicios para ir entrenando el oído al «sotaque» característico de los Mineiros. Todavía nuestro portugués es pura risa, pero sirvió para familiarizarnos con el idioma. En mi caso representa una ventaja el hecho de tener incorporado algo del portuñol del norte uruguayo.
Luego de este curso introductorio, la primera semana de febrero comenzamos las clases de Teología, bajo el modo virtual, al menos hasta nuevo aviso.
El grupo completo de estudiantes está dividido en cuatro comunidades, en torno a la FAJE. Yo estoy viviendo en la Comunidad Anchieta, con otros seis compañeros de distintos años. Desde acá les mando un saludo fraterno, y me encomiendo a sus oraciones, con la confianza de que será un tiempo de mucho aprender, crecer y conocer más a Jesús.