R. Olaizola SJ. Hablar de Dios sin hablar de Dios

Una tensión indudable en la pastoral de hoy es la que tiene que ver con el lenguaje y lo explícito. ¿Qué decir y qué callar? ¿Ser explícitos o implícitos? ¿Hablar de contenidos religiosos o de valores humanistas que sean más comúnmente aceptados? No hay una respuesta única, sino muchos contextos y situaciones diferentes.

Hay algunos lugares donde, por trayectoria, por educación, o por prejuicio, en cuanto mencionas la palabra «Dios» u otros términos claramente religiosos, la gente puede desconectar. Ocurre un poco como con aquellos atenienses que, oyendo a Pablo hablar de la resurrección de los muertos, se pusieron estupendos y le dijeron que ya si eso le escucharían otro día. En esos contextos, puede ayudar empezar a hablar desde vivencias, intuiciones, anhelos o ansias que son universales, para conectar con las personas, antes de llegar a intentar mostrar cómo esas ansias apuntan a Dios.

En cambio, hay contextos donde precisamente lo que se busca y se espera hoy en día es la explicitación religiosa. Porque en esos ámbitos hablar tan solo de valores, psicología o conceptos que lo mismo se utilizan en una tertulia televisiva, en un mitin político, en la rueda de prensa de una ONG o en una charla entre amigos, siendo todo ello muy valioso, no es suficiente. Y es que tal vez hoy de un agente de pastoral se espera algo más.

Aquí no caben los maximalismos. No cabe decir que siempre y en todo momento hay que explicitar la propia fe, como no cabe decir que es que para ser inclusivo no puedes hablar de ella por miedo a que desconecten los que no la comparten. Creo que hay varias preguntas necesarias antes de decidir cómo hablar.

Una, ¿a quién quieres llegar? ¿a gente ya creyente? ¿a gente en una búsqueda religiosa? ¿a gente distante? ¿a los alejados?

Dos, ¿en qué foro estás hablando? Si es un ámbito de pastoral, yo diría que hoy en día se hace necesaria la explicitación, porque cada vez hay más ignorancia. Hay cada vez más gente que sobre la religión ya no tiene ni siquiera prejuicio, sino sólo un desconocimiento total. Es decir, pronto lo nuestro será de verdad (ya lo es bastantes veces) un primer anuncio.

Tres, ¿qué quieres? Tan sencillo como eso. ¿Estás en un contexto evangelizador explícito? ¿Buscas dar formación religiosa? ¿Mostrar la plausibilidad de Dios? ¿Dialogar, desde la fe, con los increyentes? Todo eso hoy requiere explicitación. O tal vez puedes estar en un contexto donde la construcción del Reino de Dios pasa por la cooperación con otros para algo más concreto, y ahí donde se está hablando de justicia tú sabes que se está hablando de bienaventuranza, donde se habla de derechos humanos tú hablas de Amor, y donde se habla de personas vulnerables tú hablas del prójimo y la parábola del buen samaritano, aunque no se explicite así.

De nuevo, y como en otros casos en esta serie de artículos, la tensión no se resuelve yéndose hasta uno de los dos extremos. La nula explicitación diluye la buena noticia. La constante y omnipresente explicitación tal vez dificulta el primer contacto con los alejados. Por eso, siempre será fundamental preguntarse antes a quién, dónde y para qué hablamos.

Dos pistas que quizás pueden ayudar. Quien se empeña en que siempre y solo hay que ser explícito, es posible que ya no sepa escuchar o intuir que el espíritu habla y sopla en muchos lugares, y hay que aprender a escucharlo y a percibirlo. Quien, en cambio, se siente incómodo explicitando su fe y no lo hace ni siquiera cuando sería posible y esperable, quizás ha asumido, sin darse cuenta, una actitud un tanto vergonzante, o presupone y acepta en los no creyentes un nivel de intolerancia que a menudo está más en el complejo del apóstol que en la actitud de quien escucha.

José María Rodríguez Olaizola, sj | @pastoralsj

https://pastoralsj.org/hablar-de-dios-sin-hablar-de-dios/

En el corazón de la espiritualidad ignaciana

Al finalizar la lectura del último cuaderno de la colección virtual*, La conversación espiritual, de Josep M. Lozano, vienen a la memoria las palabras de Ricoeur, cuando afirmaba que «un texto no es solo una cosa escrita, una secuencia de frases inteligibles, sino una obra, una totalidad singular».

Y es que el autor ha conseguido integrar en un único discurso los atributos propios de esta acción humana, de la espiritualidad ignaciana, del contexto actual y del Evangelio. Y no lo ha hecho hilvanando estos ámbitos diferentes con un discurso conceptual, sino mostrando que son dimensiones interrelacionadas de una misma realidad. De esta forma, el lector puede acercarse al escrito como se acerca a una obra de arte: contemplándola desde diferentes ángulos hasta que esta desvele su misterio. La conversación espiritual es esta pieza de arte.

Empieza con dos afirmaciones básicas: la conversación espiritual es un elemento estructural y estructurador del camino ignaciano, y es una forma de proceder propia de todo laico en razón de su baptismo. A continuación, indica que el texto seguirá cinco etapas: el lugar de la conversación espiritual en el camino ignaciano, el contexto actual, unas propuestas contemporáneas que recuperan la importancia de la conversación, los vectores teológicos que la articulan y unas escenas evangélicas leídas en clave de conversación espiritual.

El vínculo entre la biografía de Ignacio y la conversación espiritual, tema de la primera etapa, pone de relieve la forma como la experiencia de Ignacio es la fuente de dicho modo de proceder. Define los componentes actitudinales de la conversación en relación con Ignacio y los primeros compañeros en el texto de las Constituciones y en el de las cartas. Y lo hace con el acierto de quien conoce profundamente las fuentes ignacianas.

cj lozano conversación espiritualEn la segunda etapa, el autor subraya el hecho de que se trata de construir una relación, y, por tanto, de conectar con la persona y su contexto, y se adentra en el contexto contemporáneo. Retrata bien la dispersión actual, y añade que nos convertimos en extensiones de la tecnología y vivimos en una economía de la atención, en línea con la idea de la “colonización del mundo de la vida”, de J. Habermas. Insiste en que el espacio interior es la fuente de la conversación espiritual y que su requisito primordial es la cualidad de la atención: atención al mundo interno, al mundo externo y a los otros.

A continuación, en la tercera parte, presenta tres propuestas contemporáneas en las que la conversación es el motor y que tienen como fuente y factor decisivo la actitud interna de la persona.

Primero, la de Otto Scharmer, creador de la ya famosa Teoría U, una metodología que permite a las empresas descubrir el futuro emergente. Diseña un itinerario de transformación en el que tienen un papel clave la relación con los otros y consigo mismo, y, sobre todo, enfatiza la presencia, el espacio interior. Es en este punto en el que Josep M. Lozano se fija y reseña los aspectos o niveles que hacen posible la conversación espiritual, sin olvidarse de hablar de las voces internas que la obstaculizan.

La segunda es la de Edgar H. Schein, fundador de la disciplina del comportamiento organizacional, en el que las relaciones de ayuda son un componente relevante. Aquí, Josep M. Lozano se centra en el concepto de habla atenta y, según Schein, describe las actitudes que la hacen una herramienta indispensable para ayudar. La principal de ellas es la humildad.

La tercera propuesta condensa la búsqueda del propio autor publicada en Socratic Dialogue. Voicing values, donde presenta el método socrático como instrumento para crear espacios de reflexión común que permitan a cada persona esclarecer los valores propios y, en consecuencia, poderlos expresar. Pero a pesar de sus beneficios, el diálogo socrático resulta insuficiente; es fundamental hacer silencio interior para disponernos juntos a la escucha del Espíritu.

En la cuarta etapa da un paso más al describir el papel de la conversación en el proceso transformador de los EE. EE., y la sitúa en el corazón de la espiritualidad ignaciana. Destaca el papel de la conversión como vínculo en la trilogía conversación-conversión-ayudar. Muestra cómo los diferentes elementos de la mistagogía ignaciana en los EE.EE. tienen una estructura relacional, de modo que se configura así una forma conversacional de estar en el mundo. Estos párrafos visibilizan cómo a mayor calado en la interioridad humana, mayor protección y compromiso en el mundo exterior. En este sentido, resulta coherente cuando afirma que, en vez de hablar de distintas clases de conversación espiritual, hablará de los diferentes contextos o situaciones objetivas, en las cuales la conversación adapta su modo de proceder. Finalmente, evoca cuatro vectores teológicos que sostienen y posibilitan la conversación espiritual: sinodalidad, pneumatología, encuentro y camino.

En la quinta y última parte contempla, desde la óptica relacional, la persona de Jesús, y pone de manifiesto la forma como la conversación es uno de los factores que definen su estilo de vida. Los discípulos de Emaús, la samaritana, los ciegos del camino, son diferentes aproximaciones a la forma de ser de Jesús, camino, verdad y vida.

La médula que une todas estas vertientes de la conversación espiritual y se transmite en todos los apartados es la visión de la condición humana: el misterio de una interioridad abierta al Otro.

Pero la integración de estas perspectivas no es el único valor del texto. Hay otra clave de lectura: detenerse en los pensamientos breves, válidos en sí mismos. Quien lee se sentirá cautivado por afirmaciones incisivas, cuestionamientos ineludibles y constataciones que, pese a ser obvias, son buenas de recordar. Cada una de ellas pide un tiempo de reflexión serena que no puede rehuir quien quiera hacer camino en la forma de vida configurada por la conversación espiritual.

Finalmente, este cuaderno es también relevante por lo que despierta en el corazón de quien lo lee, y pide ser escuchado: el deseo de autenticidad humana, el de ir a fondo en la mistagogía ignaciana, y el de reconocer la presencia del Espíritu en la trabajada cultura actual.

A modo de epílogo podríamos decir, siguiendo de nuevo a Ricoeur, que su lectura se parece «a la ejecución de una pieza de música regulada por las notaciones escritas en la partitura; esta es el apoyo esencial, el lector es el intérprete del texto».

Laura Rius Porta | @cristianismeijusticia | t.ly/7Q7UW

*J. Lozano, La conversación espiritual, CyJ 24 (mayo 2024)

Santa Teresa de Jesús: inquieta, andariega, desobediente… muy distinto sería el sínodo con ella

 

Fue una mujer a la que le importaba lo que pasaba y sentía la necesidad de implicarse en ello para dar alguna respuesta. Así lo expresa: “Está ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que, por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”. O, como también lo expresó: “Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”. Por supuesto esta expresión refleja la comprensión sobre las mujeres de aquella época -y de aún hoy en ciertos sectores-. Pero para ella, aquellas que tildan de “débiles”, en realidad tienen “ánimos virtuosos y fuertes”.

Santa Teresa de Jesús: inquieta, andariega, desobediente … muy distinto sería el sínodo con ella …

Su mayor legado fue la experiencia de oración que supo vivir y enseñar, especialmente, a sus monjas. En tiempos donde no estaba permitida la oración mental para las mujeres, ella no duda en instar a sus hermanas que emprendan el camino de oración y que ante las críticas que puedan recibir de parte de los clérigos por tener la osadía de seguir ese camino, no les hagan caso porque, según ella, esas críticas –“son opiniones del vulgo”-; y también les recomienda que cuando les digan que dejen la oración, apelen a la regla que “manda a orar sin cesar”.

 

Dos cosas son centrales para ella en la oración: (1) la importancia del amor y (2) la humanidad de Cristo. Lo primero es muy significativo porque no es la oración por la oración, no la propone como una técnica, un ascetismo -como a veces se enseña hoy- porque lo que interesa es el amor: “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y así lo que más os despertare a amar, eso haced”. Lo segundo es definitivo: la humanidad de Cristo es el medio para la más subida contemplación, aunque sus contemporáneos lo negaban: “Y veo yo claro (…) para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (…) He visto claro que por esta puerta hemos de entrar (…) Así que vuestra merced, señor (el P. García de Toledo) no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de la contemplación, por aquí va seguro (…) y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y lo vemos con flaquezas y trabajos y es compañía”. Busca orientaciones sobre su propio proceso de oración, pero lo hace con personas “letradas” -porque sabe lo fácil que es caer en cualquier tipo de explicaciones falsas- pero, al mismo tiempo, para ella la oración es fuente de sabiduría porque “la verdad de Dios se nos entrega en la oración, en el trato amistoso con Él”. Por eso puede contradecir a quienes le dicen que no tiene razón.

 

Algo sorprendente son las fundaciones que hace. No hay dificultad humana que se lo impida porque su confianza es absoluta en Dios y sabe que, si ella pone todo de su parte, Dios no dejará la obra inconclusa. Sabemos que no solo funda conventos de mujeres sino también de varones. Y parece que no le tema a nada. Es capaz de enfrentarlo todo y no cesa de buscar soluciones a las dificultades que se le presentan. Actúa con astucia para conseguir lo que persigue y sabe ocultar sus intenciones para no ser reprobada por los superiores hasta que se realiza la obra: “Y así me determiné de hablar al gobernador, y me fui a una iglesia que está junto con su casa y le envié a suplicar que tuviese por bien de hablarme. Había ya más de dos meses que se andaba en procurarlo y cada día era peor. Como me vi con él, le dije que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada de esto, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor. Estas y otras hartas cosas le dije con una determinación grande que me daba el Señor; de manera le movió el corazón, que antes de que me quitase de con él, me dio la licencia.”

 

«…femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura…»

 

Gracias a sus escritos podemos hoy seguir profundizando en su legado. Una y otra vez se estudian, se meditan, se oran, se reflexionan sus obras y siempre se saca mucho provecho de ellas. En sus escritos también muestra su osadía y su estar adelantada a su tiempo. Más de una obra fue cuestionada y retirada, pero la fuerza de su experiencia permitió que se recuperaran y podamos seguir aprendiendo hoy de su inmensa hondura espiritual.

 

Pero lo que más me encanta de Teresa es lo que un nuncio del Papa, afirmó de ella: «…femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y Prelados: enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen”. Precisamente esas palabras muestran todo lo que ella fue en su tiempo, saliéndose de los moldes establecidos porque en realidad amaba a la Iglesia y no se resignaba a que en ella no se viviera la radicalidad del evangelio.

 

Personas como Teresa son las que necesitamos en este tiempo en que se está realizando el sínodo de la sinodalidad como una concreción de la “reforma” de la Iglesia que Francisco propuso al inicio de su pontificado. Lamentablemente el coraje y audacia de Teresa no parecen presentes en los padres y madres sinodales que, atrapados en la estructura pesada y casi inmóvil de la Iglesia, van desarrollando lo estipulado en el proceso, pero dejando de lado muchos de los aspectos que salieron en la etapa de escucha. Se invocan muchas razones: no es el momento, no está suficientemente maduro, hay que tener paciencia, mejor lograr poco que no lograr nada, etc. Ojalá Teresa inspirara otra manera de actuar en la Iglesiala del profetismo y la valentía para empujar caminos que rompen moldes y estrenan horizontes distintos e inéditos, aquellos que en verdad vienen del Espíritu, aquél de quien afirmamos que “hace nuevas todas las cosas” (Ap 21,5)

 

Consuelo Vélez

@religiondigital | rb.gy/9ne36g 

La Semana Social: la Pastoral Social invita a animarse a construir un diálogo social entre todos

Obispos que integran la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPAS) leyeron el Mensaje Final de la Semana Social 2024, en el que se invita a «la construcción del diálogo entre todos, sin dejar nadie afuera».

«Debemos recuperar el sentido de comunidad, superando los individualismos, fortaleciendo la organización comunitaria, las experiencias de salvación comunitaria, sabiendo que la realidad debe transformarse a diario en cada lugar del territorio», se propone.

La Semana Social se desarrolló los días 1° y 2 de octubre en la sede episcopal del barrio porteño de Retiro, con el lema «La dignidad humana y el desarrollo integral».

«Una y otra vez recordamos la necesidad de un diálogo social, indispensable para la construcción de esas políticas a largo plazo, que salgan de la mirada corta en términos electorales; advirtiendo también que nuestro entramado social está dividido, con lenguajes distintos, que dificultan el diálogo; que por ello debemos fortalecer la escucha, aprender a escucharnos con humildad y esperanza, poder sumar las fuerzas en la diversidad», se subraya en el texto.

«Pedimos junto a la Virgen Reina de la Paz, que nos conceda la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda, para que sigamos diciendo: ¡Argentina, canta y camina!», se concluye.

El texto fue leído por el presidente de la CEPAS, monseñor Jorge Lugones SJ (Lomas de Zamora) y los obispos integrantes: Mons. Ernesto Giobando SJ (Mar del Plata), Mons. Jorge Scheinig (Mercedes-Luján) y Mons. José Díaz (Concepción).

Mons. Lugones: «Realizar la verdadera justicia social»

En su reflexión final sobre el lema de las jornadas, monseñor Lugones afirmó que «el grito de los excluidos también debe despertar las conciencias adormecidas de tantos dirigentes políticos que son, en definitiva, los que deben hacer cumplir estos derechos económicos y sociales que ya están consagrados, pero no se cumplen».

El obispo lomense invitó a rezar junto al Papa Francisco, para que «Dios nos dé la sabiduría y la fortaleza para realizar la verdadera justicia social».

«La Iglesia argentina quiere estar al lado de todos sus dirigentes, reconociendo que este poliedro tiene distintas caras, pero un solo cuerpo. Cada uno es valioso por su propia dignidad, cada persona es un ‘poeta social’ cada vez que apuesta por reconocer al otro, especialmente al más caído del camino con caridad fraterna», destacó.

«Deseamos comprometernos como creyentes desde nuestra tarea evangelizadora a crear y a desarrollar en estos tiempos una verdadera pasión por nuestro pueblo, una pasión por la justicia y la equidad y una pasión por el encuentro y la paz de todos los argentinos», sostuvo.

Enlace al mensaje final

https://episcopado.org/assetsweb/cont/4315/mensaje_final_semana_social_2024.pdf

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Las principales claves del Congreso Jordán

Los días 5, 6 y 7 de junio se celebró en el Espacio Maldonado el I Congreso Internacional Jordán 2024, sobre el abuso de poder en la Iglesia. Participaron trescientos dieciocho personas de veintisiete países.

Las jornadas estuvieron centradas en la identificación del abuso de poder, la dimensión estructural del abuso eclesial y propuestas de futuro que ayuden a caminar en la creación de espacios de cuidado y entornos seguros.

La implicación de la Compañía de Jesús en un tema grave, complejo y que genera tantas heridas, quiere ser clara, apostando por espacios de diálogo y reflexión que sigan ahondando en las raíces del problema de los abusos, buscando medidas basadas en la evidencia científica para superarlos. De ahí la apuesta de la Compañía Global al querer hacerse presentes a través del Proyecto Promover una Cultura Coherente de Protección (PCCP).

La coordinadora del congreso, Valeska Ferrer, señala que “somos conscientes de que aún nos queda mucho camino por recorrer, que en nuestra historia lejana y reciente hemos generado heridas profundas en muchas personas. Sabemos que un congreso no soluciona el problema y que a algunas víctimas incluso les ha disgustado. No queremos pedir perdón en abstracto, nuestro compromiso quiere ser concreto, con cada una de las personas. Ojalá, a pesar de habernos equivocado tantas veces, este sea un nuevo comienzo para reencontrarnos”.

Queda como reto el seguir profundizando en los resultados obtenidos para poder ofrecer un fruto más maduro de la investigación.

En este enlace se pueden ver las principales ponencias del congreso: t.ly/20HJG

Y este vídeo recoge los principales temas que se abordaron en el congreso a través de algunos de sus ponentes.

sigueme mano tendida invitacion

Evangelio del Domingo. “SÍGUEME” (Marcos 10, 17-30)

“Sígueme” es la palabra decisiva. Ser cristiano es “seguir”, seguir a Alguien, seguir a Jesús. Los evangelios comienzan y acaban con esa misma palabra. Al comienzo del evangelio de Marcos, el primero que se escribió, Jesús dice “veníos conmigo” (Marcos 1, 17); al final del evangelio de Juan, el último que se escribió, la última palabra de Jesús a Pedro es esa misma: “sígueme” (Juan 21, 22). Seguir a Jesús; seguirle adonde  Él va, por donde Él va, al modo como Él va. El evangelio de este domingo nos ayuda a reflexionar sobre algunos aspectos de lo que ese seguimiento supone.

Quien se dirige a Jesús en esta escena es una persona buena, una persona que ha cumplido desde niño todos los mandamientos de la ley y, además, una persona con una excelente actitud: va corriendo a ver a Jesús, se arrodilla ante él, le pregunta. Jesús valora eso, le mira con cariño, y desde el cariño le dice: “Una cosa te falta… sígueme”. El cristianismo no va sólo ni principalmente de cumplir normas y leyes, ni tampoco sólo de ser “buena persona”, por más que ambas cosas sean necesarias: “una cosa te falta: sígueme”.

Para seguir hay que salir: salir de donde uno se encuentra a donde Jesús está. “Ven”. Y salir implica dejar. Dejar seguridades, afectos, proyectos. En el caso del evangelio de hoy dejar bienes, posesiones, riquezas: “vende cuanto tienes”. Y es ahí donde la buena voluntad de esa persona que quiere seguir a Jesús hace aguas: “frunció el ceño y se marchó muy triste, pues era muy rico”. Está atado por su riqueza y le falta la fuerza para desprenderse de ella, le falta libertad. No es que él posea la riqueza, sino que la riqueza le posee a él.

Nos impiden seguir a Jesús de verdad nuestras “ataduras”, aquello que nos quita la libertad. Quizá y seguramente no son riquezas materiales que, evidentemente, son muy “cautivadoras” en el sentido de que  nos hacen muy “cautivos”. Pero hay otras muchas cosas que nos quitan la libertad y que también nos cuesta dejar: afectos personales, zonas de confort, inercias que nos dan seguridad…  Y cuando Jesús nos pide “déjalo”, “despréndete”, “libérate” no nos atrevemos a hacerlo, nos da miedo, tememos perder…

Cuando Pedro le pregunta a Jesús “nosotros que te hemos seguido”, ¿qué?, Jesús le responde recibiréis mucho más de lo que dejáis. Y eso nos sigue diciendo a nosotros: recibiréis mucho más de lo que dejáis. Y recibiremos en el seguimiento de Jesús el don más preciado de todos: la libertad. Porque amarle a Él y seguirle, y dejarnos amar por Él es el secreto de la auténtica y plena libertad.

Darío Mollá, SJ –  @centroarrupevalencia

t.ly/Riqfj

arte pintura van gogh samaritano

Bert Daelemans SJ. «Ejercicios espirituales» con el arte

Está naciendo un nuevo método para impartir los Ejercicios Espirituales: un método creativo, pero al mismo tiempo fiel a la tradición. El mismo Ignacio de Loyola había expresado el deseo de incluir imágenes en su texto de los Ejercicios Espirituales (EE); alrededor de 100 años después de la primera edición, se publicó en Roma la primera versión ilustrada, que inauguraba una larga y fecunda tradición, que aún sigue viva.

 

Nuestra propuesta es tan intrínsecamente ignaciana que logra evitar las trampas habituales de algunos retiros: basta pensar en aquellos que no rezan de manera personal, sino que se dejan llevar por lo que dice el predicador, contraviniendo la recomendación que Ignacio da al guía de los Ejercicios, de no interponerse entre el Creador y su criatura y dejar que el Señor se comunique directamente con ella, «abrazándola en su amor y en su alabanza» (EE 15); o la trampa de quedarse en la abundante reflexión mental, en el «mucho saber», sin «sentir y gustar las cosas internamente» (EE 2).

 

Este artículo se desarrollará en tres partes. En la primera, ilustramos una manera ignaciana de acercarse al arte, descartando tres formas que podemos considerar inadecuadas. Sobre esta base, en la segunda parte, enumeraremos 10 frutos sorprendentes de tal experiencia. Finalmente, en la última parte, presentaremos brevemente nuestra propuesta concreta para orar con el arte.

 

Una manera ignaciana de acercarse al arte

En primer lugar, debemos despejar una objeción que a menudo se hace al arte, es decir, que nos aleja de la realidad. Durante una de nuestras conferencias sobre este tema, un oyente criticó el arte, culpable, según él, de endulzar y distorsionar la realidad, a menudo brutal y violenta, creando un mundo imaginario incapaz de ofrecer un terreno seguro para acercarse al Dios de Jesucristo.

 

Esta objeción es un criterio valioso para distinguir el arte, por así decirlo, «auténtico» de formas expresivas edulcoradas, que no nos interpelan en absoluto, manteniéndonos encerrados en nuestra zona de confort y devolviéndonos solo la imagen que ya tenemos de nosotros mismos (la misma objeción sirve para distinguir la oración auténtica de la falsa). Obviamente, no hablaremos de este arte empalagoso, porque no creemos que sirva para un camino ignaciano.

 

Ahora bien, las únicas obras que no se deben considerar son aquellas que no ayudan al hombre «a alcanzar el fin para el cual fue creado» (EE 23); si luego son útiles para otros, no nos corresponde a nosotros juzgarlo. Romano Guardini afirma que el arte digno de ese nombre no se limita a devolvernos la realidad tal como es, como lo haría un espejo o un periódico, sino que la «celebra» con una nota de esperanza, mostrando cómo en esa realidad también están presentes los gérmenes del reino de Dios. En este sentido, puede mostrar la violencia sin violentar, orientándonos hacia el bien (como cuando quien propone los Ejercicios debe asegurarse de que el ejercitante se sienta espiritualmente «movido» y los esté haciendo de la manera correcta [cf. EE 6]). Naturalmente, ni para Guardini ni para nosotros el arte que logra este resultado tiene que ser necesariamente de temática religiosa.

 

Para proponer una manera ignaciana de acercarse al arte, conviene ilustrar otras tres que no son plenamente ignacianas, pero que quizás hemos utilizado durante nuestros retiros: la primera es usar el arte con fines religiosos; la segunda es utilizarlo para ilustrar un concepto; la tercera es observar el arte como espectadores. Se trata de enfoques legítimos, que ciertamente tienen su lugar en los Ejercicios, pero que no son plenamente ignacianos. Aquí, en cambio, queremos proponer una manera realmente nueva y profundamente ignaciana, en la que el arte no es simplemente un remedio o un pretexto, sino el lugar y la letra misma de la oración.

 

Usar el arte con fines religiosos

En primer lugar, debemos rechazar el uso –y abuso propagandístico– del arte con fines religiosos. Esto sucede cuando en el arte buscamos solo aquello que queremos encontrar, lo que hemos establecido de antemano, dogmáticamente o no: si se puede separar el mensaje de la obra, no se valora el arte en sí.

 

Rezar con el arte significa, en cambio, contemplar el arte en sí mismo y descubrir en él un sustrato espiritual –justamente ahí, y en ningún otro lugar–, es decir, de manera sacramental. Porque la espiritualidad no se aleja del mundo y de la materia, ni tampoco de Dios; más bien encuentra en el arte un terreno fértil en el que la gracia asume la naturaleza, revelando su dimensión latente de alegría y vida, sin destruir nada.

 

Usar el arte para ilustrar un concepto

Otro enfoque erróneo es usar el arte para ilustrar un concepto. De este modo, el arte se convierte en un elemento secundario, en el mejor de los casos, una aplicación estéril de los cinco sentidos a una construcción mental.

 

Otra cosa sería proponer en primer lugar la imagen como una composición de lugar, como un espacio que se abre ante nosotros, no más con palabras, sino con «palabras visibles», retomando una expresión de san Agustín, es decir, por medio de colores, líneas, volúmenes, luz, espacio, gestos, miradas y manos que nos hablan sin necesidad de palabras.

 

Ciertamente, las palabras ayudan, pero más como subtítulos o notas al pie de página, aclarando en lugar de explicar, y abriendo en lugar de cerrar el espacio creado por la obra. En este sentido, las palabras, ideas y conceptos son necesarios, porque no se trata solo de sentimentalismo o de vagar en las emociones, sino de comprender con todas nuestras facultades mentales, partiendo de una concepción holística de la razón y la inteligencia, incluyendo la dimensión emocional y la relacionada con la imaginación.

 

Enlace al artículo completo t.ly/kh57Q

@laciviltacattolica

Fortalecer una Iglesia sinodal: ENTRE «SENSUS FIDEI», DISCERNIMIENTO Y SUBSIDIARIDAD

Introducción

La Iglesia se encuentra en un momento importante de su historia, marcado por el camino sinodal. El Concilio Vaticano II, en particular la Constitución dogmática Lumen gentium (LG), describe a la Iglesia como una comunidad de creyentes unidos en la fe y en la misión comunes, mística y espiritualmente constituida como el cuerpo de Cristo mediante el don del Espíritu (cf. LG 7). De este modo, se supera un modelo institucional predominantemente estático para delinear una comunidad dinámica y participativa en la que todos los miembros, laicos, religiosos y clero, comparten la responsabilidad de la misión.

El Papa Francisco ha promovido esta transformación desde que asumió el papel de sucesor de Pedro, exhortando a la Iglesia a escuchar más atentamente a sus miembros y a su sensus fidei, y a comprometerse en el discernimiento comunitario. En esta visión, los principios de subsidiariedad y sinodalidad desempeñan un papel fundamental. Mientras que la sinodalidad promueve el diálogo y el proceso de toma de decisiones colectivas, la subsidiariedad asegura que las decisiones se tomen al nivel más local posible, respetando así la autonomía de las comunidades sin comprometer la unidad.

Este artículo busca ofrecer una perspectiva sobre la transformación en curso, explorando primero brevemente el contexto histórico-eclesiológico, los desafíos y los avances potenciales que resaltan la necesidad de una Iglesia sinodal. Luego profundiza en el significado de dos conceptos teológicos – sensus fidei y discernimiento de los espíritus –, que están al servicio de esta nueva visión de la Iglesia. Finalmente, reflexiona sobre la contribución que el principio de subsidiariedad puede aportar a la mejora de una Iglesia sinodal.

[…]

Joseph Xavier

@laciviltacattolica

Enlace al artículo completo: t.ly/S0NQ6

El Camino Ignaciano en Pilgrimaps

Fruto de la colaboración entre la Oficina del Peregrino del Camino Ignaciano – Obra Apostólica Camino Ignaciano y la empresa de servicios turísticos Viator Media, acaba de salir la página web que recoge lugares patrimoniales dentro del Camino Ignaciano.

Después de meses de trabajo recopilando datos, el Camino Ignaciano aparece junto a otras rutas de peregrinación y de turismo religioso, como el Camino a Jerusalén o la Ruta Jesuítica del Paraguay. Más de 100 lugares patrimoniales, mayormente iglesias y centros de culto, han sido identificados y explicados desde el punto de vista del turismo cultural, dando la geolocalización para que se puedan encontrar fácilmente los lugares, ofreciendo al link a internet de la iglesia o el monumento y ofreciendo los horarios de visita.

camino ignaciano portada de pag web pilgrimaps

Todos los lugares ignacianos del Camino Ignaciano se encuentran en esta web brevemente explicados, con la finalidad que todo turista pueda acceder a la información que le lleve a curiosear por esos lugares que hablan de la experiencia de San Ignacio de Loyola. Se puede visitar la web aquí: www.pilgrimaps.com/es/camino-ignaciano/

De momento la web se ofrece en castellano, italiano e inglés, pero se irán añadiendo otros idiomas en el futuro. Con acciones como esta, desde la Oficina del Peregrino del Camino Ignaciano se pone ya a preparar el tercer Año Jubilar del Camino Ignaciano en 2029.

El consejo de Francisco a los jesuitas: “¡No se asusten con nada!”

El pasado 28 de septiembre, el papa Francisco, en medio de su viaje apostólico a Bélgica y Luxemburgo, visitó el Collège Saint-Michel, una institución educativa católica administrada por la Compañía de Jesús, ubicada en Etterbeek (Bruselas). Allí, el Papa pudo reunirse con unos 150 jesuitas de Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, con quienes mantuvo un diálogo que ha trascendido ahora.


Tal como recoge Antonio Spadaro en La Civiltà Cattolica, el Papa animó a los jesuitas a “no asustarse con nada”. “El jesuita es un hombre en tensión entre dos formas de valentía: el coraje de buscar a Dios en la oración y el coraje de ir a las fronteras”, lo cual, subrayó, es “realmente la ‘contemplación’ en la acción”. “Creo que esta es precisamente la misión principal de los jesuitas: sumergirse en los problemas del mundo y luchar con Dios en la oración”, aseveró Francisco.

Al ser preguntado acerca de la secularización de Europa, el Papa reconoció que se trata de “un fenómeno complejo”. “Percibo que a veces debemos enfrentarnos a formas de paganismo”, aseguró, mientras que “nosotros debemos predicar a esta cultura con el testimonio, el servicio y la fe”.

El sacerdote, un servidor

En este contexto, Francisco señaló que “debemos estar abiertos, dialogar, y en el diálogo ayudar con sencillez. Y lo que hace que el diálogo sea fructífero es el servicio. Desafortunadamente, encuentro a menudo un fuerte clericalismo en la Iglesia, que impide este diálogo fructífero. Y, sobre todo, donde hay clericalismo no hay servicio. Y, por favor, ¡nunca confundan evangelización con proselitismo!”.

Asimismo, y en cuanto al “futuro de las comunidades parroquiales sin sacerdotes”, el Papa señaló que la comunidad, precisamente, “es más importante que el sacerdote, ya que este “es un servidor de la comunidad”. “En algunas situaciones que conozco en varias partes del mundo, se busca dentro de la comunidad a alguien que pueda desempeñar un rol de guía. Pero, por ejemplo, también hay religiosas que asumen este compromiso”, explicó Francisco.

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