CPAL 25 AÑOS ‘Un solo corazón’

ESTE MIÉRCOLES 27 de noviembre estamos de aniversario, 25 años de crecer en articulación y colaboración, buscando más y mejor seguir y servir a Cristo. Este ha sido un tiempo en que como CPAL hemos ayudado a fortalecer y formar redes en múltiples campos apostólicos, reconociéndonos ricamente diversos, pero en Cristo, unidos con #UnSoloCorazón.

Celebremos con alegría nuestro Jubileo de Plata y unámonos en acción de gracias por este aniversario, pidiendo para que podamos crecer en conocimiento interno de nuestro Señor, para seguir renovando nuestra respuesta como Compañía de Jesús, a los grandes desafíos y clamores de nuestra región.

Para acompañar esta celebración hemos preparado una canción de aniversario que lleva por título «UN SOLO CORAZÓN». Idea que surgió con la intención de resaltar nuestra diversidad y nuestra unidad en Cristo, al modo propuesto por San Ignacio de Loyola.

En su proceso de elaboración participaron diversas personas de toda América Latina y el Caribe, entre ellos, el equipo de Comunicación de la CPAL; el productor musical colombiano Pacho Casas; Natalia Salazar y Luis Fernando Gómez de la Red Jesuitas Migrantes; María Fernanda García de Radio Progreso de la Provincia de Centroamérica; Valentina Morales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá; y niñas y niños del Colegio San Luis Gonzaga en Manizales, con la dirección de la maestra Dolly Muñoz Enríquez.

Pasaron nueve meses de trabajo continuo desde el proceso creativo hasta la culminación de las piezas finales; los versos se fueron construyendo a través de diversas interacciones con jesuitas, laicos y laicas que conforman nuestro cuerpo apostólico, en donde se les consultó sobre el significado de la Compañía de Jesús para cada uno de ellos. Asimismo, se pudo traducir la frase central en distintas lenguas originarias de nuestro territorio latino y caribeño, para mantener viva nuestra riqueza cultural y espiritual.

Hoy nos unimos al son de esta cumbia para celebrar estos 25 años y pedirle al Señor que nos conceda en todo amar y servir por muchos años más. Sigamos siendo #ViajerosDeEstaHistoria.

Los invitamos a apropiarse de la canción, a bailar y recrear su propia versión a través de los diversos instrumentos musicales y voces que conviven en nuestra Conferencia. Dejamos disponible la letra completa y la partitura de la canción en este enlace. Esperamos ansiosos conocer cómo sonará “Un Solo Corazón” en los distintos territorio

Reflexiones alrededor de Dilexit nos (II)

Quisiera completar las reflexiones anteriores  sobre la encíclica Dilexit nos con un aporte teológico. Considero que hay varios aspectos a tener en cuenta y que merecen un comentario más concreto.

Enlace al artículo precedente: Reflexiones alrededor de Dilexit nos (I) t.ly/DQUve

 El corazón, sustento para la teología

En el n.º 15 de la encíclica, el Papa recuerda que la palabra «corazón» es importante para la teología e indica que esta pretende alcanzar una síntesis integradora. En este sentido, el corazón permite reconocer nuestra interioridad, recordando que «lo más íntimo de la realidad es amor» (n.º 16) —idea que recoge una cita de Karl Ranher de Escritos de Teología III—. No vamos a descubrir ahora la figura de Rahner, pero es interesante que casi al comienzo del texto sea citado y se aluda a su pensamiento, a su obra. En el artículo que el papa Francisco cita, Rahner comienza hablando de nuestra vida religiosa personal. La teología se ha de situar desde una vivencia interior sustentada en la figura de Cristo.

A partir de aquí, el Papa se adentra en el significado de la palabra «corazón» con el fin de presentar el sentido del «corazón de Cristo» y, así, entender la expresión «He aquí este corazón que tanto ha amado a los hombres». Para ello, es necesario conocer al Cristo y su amor. Ya desde el inicio se sitúa el «corazón-amor» en el centro de la teología. No es una casualidad ni un acto devocional. Hay una intención y una indicación muy clara, como veremos en el punto final de estas reflexiones.

La labor de la teología viene marcada por ese deseo de alcanzar una síntesis integradora que pueda ayudarnos a entender y situar a Dios en el mundo y al ser humano frente a Dios. Pero para el Papa, que ya ha repetido en diversas ocasiones que el tiempo actual nos pide hacer una nueva teología, todo ello viene transitado por ese Dios-ágape (Ad theologiam promovendam, 8), que vincula la teología con la vida y nos ayuda a discernir los signos de los tiempos.

Una teología unida a la vida

En el n.º 63 se recoge la reflexión de Olegario González de Cardedal, teólogo, y se nos habla de cómo la espiritualidad y la religiosidad popular han suplido los posibles vacíos de la teología.

Probablemente en los últimos tiempos hemos tenido dos grandes teólogos en el territorio español. Uno, el ya citado Olegario González de Cardedal; otro, nuestro querido José Ignacio González Faus. A este no lo cita, pero sí que hay una referencia cristológica a la humanidad nueva (n.º 219) en la que se indica que solo el amor de Cristo la hará posible. La humanidad nueva precisamente es el título de uno de los libros más importantes y conocidos de González Faus y donde presenta su cristología. Probablemente solo sea una casualidad.

Volvamos a la cita de González de Cardedal. Se reconoce que en ocasiones la teología ha tenido vacíos. Según el Papa, estos vacíos vienen marcados por su distancia con la vida, con la pastoral —lo dirá en varios documentos, como Veritatis gaudium o Ad theologiam promovendam—. Es una preocupación real de Francisco: que se desarrolle una teología ajena a la realidad. La teología se ha de nutrir de la vida y ha de servir a la vida. Pastoral y teología tienen que complementarse y alimentarse. Esta preocupación, que comparto con el Papa, no es otra que la ruptura entre la teología y la pastoral o la vida de nuestras parroquias. Parece como si fueran dos mundos separados que no pudieran ayudarse.

En continuidad con lo expresado, en el punto número 154 hay una referencia directa al sensus fidelium. Le acompaña una referencia a santo Tomás de Aquino que nos recuerda que, cuando se ejercita la fe en Cristo, el alma accede a la realidad de su vida divina (Summa Theologiae, II-II, q.1, a.2, ad; q.4,a.1). El Catecismo de la Iglesia define el sensus fidelium como «la apreciación sobrenatural de la fe por parte de todo el pueblo, cuando, desde los obispos hasta el último de los fieles, manifiestan un consentimiento universal en materia de fe y de moral» (92), descripción que se sustenta en la Lumen gentium. Aquí el Papa lo retoma pensando en el pueblo de Dios, en los fieles, y lo vincula con lo ya formulado por González de Cardedal, es decir, con la idea de la importancia de la espiritualidad en la teología —tema ya propuesto en el documento Ad theologiam promovendam, n.º 7.

Configurar una nueva teología

Es desde la vivencia plena del Espíritu en el situarnos ante el «corazón-amor» de Cristo desde donde podemos poner las bases para una nueva teología.

Vinculado a este aspecto, destaca, en el número 87 —del que ya hablamos en el artículo anterior—, la referencia al jansenismo. Simplificando mucho, el jansenismo es una doctrina que exageraba las ideas de San Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, menguando así la libertad humana. El Papa tiene miedo a que dentro de la Iglesia haya renacido el dualismo jansenista, que se vincula con el gnosticismo y la negación de la salvación de la carne.

Por todo esto, la encíclica defiende la necesidad de una nueva teología para el momento actual. Esta teología debe superar los errores de interpretación de nuestro tiempo y las desviaciones generadas: ausencia de encarnación en el mundo y en la realidad, negación de la libertad, exceso de autorreferencialidad y falta de sinodalidad. Así como ha insistido anteriormente —y volverá a hacerlo en el punto siguiente— en el peligro de la falta de vida espiritual, recalca también el riesgo de ausencia de vida real, de vida libre y situada en el mundo, de vida abierta a la realidad y a las necesidades que nos envuelven.

Intellectus amoris

Muy al comienzo del documento, nos encontramos con la referencia a la teología de Ignacio de Loyola, que tiene por principio el affectus (24). La mención a esta teología nos lleva a pensar que esa nueva teología no puede ser fruto de la razón, sino del amor. Es lo que Jon Sobrino definía, tomando como base la misericordia, como intellectus amoris:

Definí la teología como intellectus amoris (iustitiae, misericordiae), más allá del intellectus fidei, proveniente de san Agustín, y del intellectus spei, como lo reformulaba Jürgen Moltmann, en 1978, en su Teología de la esperanza.

[Esta teología implica] Hacer de la misericordia el principio motriz y directriz.[1]

Esto supera tanto cualquier espiritualismo como cualquier activismo y vuelve a situarnos en la encarnación desde el amor, para pasar de la ortodoxia a la ortopraxis por el camino de la ortopatía.

Para concluir, la encíclica nos conduce a una nueva manera de pensar, de vivir, de amar y de hacer teología. Tarea a la que ya el Papa nos ha invitado en otros documentos —aquí citados— y que habrá que acoger de una vez por todas.

[1] Fuera de los pobres no hay salvación, Trotta (2007) 18-19; 49.

[Imagen de Steen Møller Lauersn en Pixabay]

@cristianismeijusticia | t.ly/TH2wJ

La Vida Religiosa latinoamericana se renueva para ser ‘centinela de esperanza’

El tema de las jornadas fue «Vida religiosa. Centinela de Esperanza», y el lema, «La esperanza despunta ya».

En el gimnasio del Colegio Corazón de María de los Misioneros Claretianos, se recibió a más de 400 participantes venidos de las Américas, Europa y África y, de manera virtual, se conectaron más de 600 religiosas y religiosos

En las palabras de apertura, el padre José Luis Loyola MSpS, vicepresidente de la CLAR, invitó a una reflexión profunda sobre la situación actual del mundo y a ser respuesta ante la incertidumbre y las crisis que afectan a la Vida Religiosa.

Por si parte, hermana Inés Greslebin ACI, presidenta de la CONFAR y vicepresidenta de la CLAR, contextualizó el Congreso en el marco de la culminación de la segunda Sesión del Sínodo de la Sinodalidad y a las puertas del Año Jubilar de la Esperanza.

Algunos de los temas sobre los que se reflexionó fueron «Desafíos y oportunidades en un contexto de reducción», «Iluminación teológica desde el Crucificado-Resucitado», «Encuentro con la Madre Tierra», «La iluminación teológica desde el Espíritu que acompaña y sostiene», «Iluminación teológica desde las esperanzas y desesperanzas en la Iglesia» y «Esperanzas y desesperanzas sinodales».

Al finalizar la tarde del domingo, se invitó a los participantes a hacer la experiencia de la Conversación en el Espíritu, reflexionando a partir de la pregunta: «¿Qué propuestas esperanzadoras nos llevamos de este Congreso?».

Durante la jornada del tercer día, también se escuchó el saludo, a través de un video, de Mons. Lizardo Estrada OSA, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); además, se presentaron algunas propuestas formativas del Instituto Teológico de Vida Consagrada de América (ITVCA); del Proyecto Cruces, de los Misioneros del Espíritu Santo; de la Vicaría de los Pobres, de la arquidiócesis de Córdoba; y de la Revista Testimonio, de la Conferencia de Religiosas/os de Chile (Conferre).

El Congreso finalizó con unas palabras de la Hna. Liliana Franco ODN, presidenta de la CLAR,  y con la reproducción de un video que recogió varias imágenes de lo vivido durante el Congreso.

Luego de las palabras de clausura, los participantes celebraron la Eucaristía correspondientes a la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, presidida por el cardenal Ángel Rossi SJ, arzobispo de Córdoba.

Más información, en www.clar.org y en redes sociales.+

@aica | t.ly/962gM

El documento final del Sínodo será aceptado como magisterio pontificio

Francisco lo reitera en la Nota que acompaña al texto votado el 26 de octubre por la Asamblea sinodal sobre la sinodalidad y aprobado por él. Subraya que «no es estrictamente normativo» y que «su aplicación necesitará varias mediaciones». Pero compromete «desde ahora a las Iglesias a hacer opciones coherentes con lo que en él se indica». Porque el camino del Sínodo hoy «continúa en las Iglesias locales».


El Documento Final de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, aprobado por el Papa Francisco el pasado 26 de octubre, «participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro y como tal pido que sea aceptado». El Papa, en la Nota que acompaña al Documento, firmada ayer, solemnidad de Cristo Rey del Universo, y difundida hoy, reitera, como ya dijo con ocasión de su aprobación, que «no es estrictamente normativo» y que «su aplicación necesitará diversas mediaciones». Pero «esto no significa que no comprometa desde ahora a las Iglesias a hacer opciones coherentes con lo que en él se indica». De hecho, el documento en sí «representa una forma de ejercicio de la auténtica enseñanza del Obispo de Roma que tiene algunos rasgos de novedad», pero corresponde a lo que Francisco afirmó en octubre de 2015 sobre la sinodalidad, que es «el marco interpretativo adecuado para comprender el ministerio jerárquico».

Comunión, participación y misión

El Pontífice confirma que el camino del Sínodo que inició en octubre de 2021, en el que la Iglesia, a la escucha del Espíritu Santo, fue llamada «a leer su propia experiencia e identificar los pasos a dar para vivir la comunión, realizar la participación y promover la misión que Jesucristo le confió», continúa en las Iglesias locales, atesorando precisamente el Documento final. Un texto que fue «votado y aprobado por la Asamblea en todas sus partes», y que el Papa Francisco también aprobó y, firmándolo, ordenó su publicación, «uniéndome al “nosotros” de la Asamblea».

Los temas confiados a los diez grupos de estudio

Recordando lo que dijo el 26 de octubre, el Papa reitera que «se necesita tiempo para llegar a opciones que impliquen a toda la Iglesia», y que «esto es particularmente cierto para los temas confiados a los diez grupos de estudio, a los que se podrán añadir otros, en vista de las decisiones necesarias». Y subraya una vez más, citando lo escrito en la Exhortación postsinodal Amoris laetitia, que «no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben resolverse mediante intervenciones del Magisterio». Así como que «en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y desafíos locales».

Indicaciones que ya se pueden poner en práctica en las Iglesias locales

Francisco añade que el Documento final contiene indicaciones que «ya se pueden poner en práctica en las Iglesias locales y en las agrupaciones de Iglesias, teniendo en cuenta los diversos contextos, lo que ya se ha hecho y lo que queda por hacer para aprender y desarrollar cada vez mejor el estilo propio de la Iglesia sinodal misionera». A partir de ahora, escribe el Pontífice, «en el informe previsto para la visita ad limina cada obispo se ocupará de informar sobre qué opciones se han realizado en la Iglesia local que le ha sido confiada en relación con lo indicado en el Documento final, qué dificultades se han encontrado, cuáles han sido los frutos».

Ahora las palabras compartidas deben ir acompañadas de hechos

La tarea de acompañar esta «fase de realización» del camino sinodal, concluye el Papa Francisco, está confiada a la Secretaría General del Sínodo junto con los Dicasterios de la Curia Romana. Y vuelve a reiterar, como ya dijo el 26 de octubre, que el camino sinodal de la Iglesia católica «necesita que las palabras compartidas vayan acompañadas de hechos». Que el Espíritu Santo, don del Señor resucitado, es su oración final, «sostenga y guíe a toda la Iglesia en este camino».

@vaticannews | t.ly/MQo9h

Mons. García Cuerva: ‘Hay que reconstruir la Argentina desde el corazón’

El arzobispo de Buenos Aires llamó a la responsabilidad social, y consideró necesario «tender puentes de fraternidad y generar diálogo». Fue en el marco de la XXVI Jornada de Pastoral Social porteña.

«A la hora de pensar en la reconstrucción de nuestra Argentina, hay que tender puentes de fraternidad y generar diálogo. Tenemos que empezar por la conversión del propio corazón. Los argentinos, en general, somos especialistas en hacer diagnósticos. Hacemos siempre un panorama, en general bastante trágico, de lo que vivimos como sociedad», planteó el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva.

Fue en su intervención en la XXVI Jornada de Pastoral Social, que se realizó el 23 de noviembre en la sede de Foetra, con el lema «Fraternidad y amistad social: caminos para la paz y el desarrollo integral».

El programa del encuentro, que reunió a dirigentes sociales y políticos de distinta extracción, hablaba de «un saludo» del arzobispo porteño, pero ni bien empezó, monseñor García Cuerva aclaró: «Vamos a decir algo, un poquito más que un saludo, quizá un poco menos que un mensaje».

El prelado fundamentó su exposición en la última encíclica del Papa Francisco, Dilexis nos, sobre la devoción al Sagrado Corazón, y en la que el pontífice también plantea la necesidad de «la reparación social».

«Necesitamos volver a la Palabra de Dios, para reconocer que la mejor manera y la mejor respuesta al amor del corazón de Jesús es amar a los hermanos», subrayó, leyendo un párrafo del texto apostólico.

Monseñor García Cuerva lamentó que los argentinos no puedan salir de los «diagnósticos, en los que, en general, siempre la culpa la tiene otro».

«Creo que, junto con eso, tenemos el otro problema, y es que también sabemos de todos los temas», expresó.

Monseñor García Cuerva expresó su deseo de que, desde el propio corazón, «podamos marcar la diferencia, porque tenemos una mística que nos es propia».

«Una mística que nos lleva a hacer del diálogo y de la fraternidad una cultura. Es una enorme responsabilidad, desde el propio corazón, entre todos trabajar por la reparación social, porque el clamor, como dije, de nuestros hermanos más pobres, nos tiene que doler profundamente y clama al cielo».

El encuentro fue encabezado por el responsable de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Social, presbítero Carlos Accaputo, y contó con la presencia de dirigentes sociales, sindicales y políticos, entre ellos Héctor Daer, Sergio Palazzo, María Rosa Muiños, Federico Storani, Jorge Argüello, Federico Pinedo, José Urtubey, Gabriel Mraida, Roberto Feletti y Alejandro Gramajo.+

 

LEONARDO LIMA (CVX en Uruguay). Testimonio de un facilitador del Sínodo

El Sínodo de la Sinodalidad que finalizó en octubre de este año —en sus distintos tramos en todo el mundo— ha ido sembrando sus semillitas, generando ambientes de sinceridad eclesial, abriendo ventanas y tejiendo redes fraternas.
 
Así vamos conociendo distintas personas que han dado, no solo su tiempo que es su vida, sino también su pasión por la construcción de nuestra Iglesia en este tiempo. Tal es el caso de Leonardo Lima Gorosito, odontólogo uruguayo, de 56 años, casado, tiene 2 hijos y 3 nietos. “Participo de una comunidad de CVX —espiritualidad ignaciana— desde hace más de 25 años y estoy en el Consejo del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal de Uruguay”, nos cuenta cuando lo entrevistamos para ADN Celam.

Pregunta: ¿Cómo llegaste al Sínodo y qué hacías como Experto facilitador?

Respuesta: Fui convocado para participar del Sínodo —con muchísima sorpresa para mí— en el rol de Experto Facilitador. Mi tarea fue la de llevar la dinámica en las mesas para ayudar a que se cumplieran los objetivos que se nos plantearon a través de la conversación en el Espíritu, que no es ni más ni menos que compartir los frutos de la oración con respecto a lo que nos tocaba discernir. Esta tarea, a priori, puede parecer medianamente fácil, pero no hay que olvidar que estamos frente a gente muy formada acostumbrada a hablar mucho y, sin embargo, en la medida que centraban su compartir en la búsqueda de lo que el Espíritu les dijo en la oración, emergía la riqueza del trabajo de la mesa.

Particularidades de un reencuentro de amigos

“Personalmente, percibí que entre una sesión y otra hubo un reencuentro de amigos en el Señor que caminaron juntos e hicieron proceso. El coro de voces distintas que se daban en el Aula era muy diverso y te hace ver la riqueza de dones que el Espíritu ha suscitado en la Iglesia”, describe Leonardo y agrega sus percepciones:

“El Sínodo ha tenido muchas particularidades, entre ellas la composición ya que han habido laicos y laicas, mujeres y consagradas con voz y voto y eso ha enriquecido muchísimo el diálogo”.

El Documento final: un aterrizaje

P: ¿Cómo evaluás el Documento Final?

R: Es muy rico y desafiante. La Sinodalidad es un proceso que hay que vivenciarlo en la Iglesia y tenemos que aterrizarlo en nuestras pequeñas comunidades para seguir escuchando con estas dinámicas qué nos está pidiendo el Espíritu que hagamos hoy en nuestros espacios para seguir anunciando a Cristo y trabajar por el Reino de Dios en la tierra.

Muy cerquita de Francisco

“Como laicos, tuvimos el regalo de que se nos concediera una audiencia papal en la Sala Clementina donde yo leí una carta en la que manifestábamos nuestro agradecimiento por haber sido convocados como peticionantes plenos”, relata Leonardo, “como miembros del Cuerpo de Cristo nos sentimos comprometidos a trabajar por el Reino y expresamos nuestra fidelidad al ministerio petrino y su importancia en favor de la unidad en la Iglesia”.

 

Encuentro con el Papa Francisco: magisterio puro

El Papa les expresó en su reunión “que los laicos no somos ‘lo que sobra’ del Pueblo de Dios sino la mayoría, que en la hora de Pentecostés estaban los apóstoles y la Virgen y todos eran laicos, que los hijos e hijas de Dios la mayoría son laicos y algunos de sus ministros también”.

“En ese sentido”, continuó Leonardo, “Francisco nos llamó a ‘desclericalizar’ la Iglesia sabiendo que los laicos somos la mayoría. La Iglesia es el santo pueblo fiel de Dios, ese pueblo de Dios que en el creer no se equivoca. Todos los laicos dicen la fórmula dogmática: El pueblo de Dios es infalible ‘in credendo’”.

 

 

Reforzando este último concepto el Papa explicó con claridad y lo cita Leonardo: “Si alguien quiere saber quién es María que hable con los teólogos, pero si quiere saber cómo se quiere a María que hable con el pueblo de Dios. Desde Pablo VI en adelante se recupera el laicado, los documentos del Concilio tienen muchas claves en esto”.

 

Una pregunta se formuló durante la reunión con Francisco: ¿Y qué hacemos con los clérigos?

Su función es de servicio, vocación al servicio. Vocación especial para servir, pero cuando un clérigo se mira a sí mismo no es un pastor sino un clérigo de estado. El clérigo es pastor y no se puede concebir sin esa dimensión pastoral.  Desclericalizar la Iglesia es quitar del clérigo cualquier función que no sea pastoral. El obispo, su servicio de gobierno es pastoral. ¿Cuál es la función de los consagrados? No son laicos ni ministros ordenados. Su función es adelantar la escatología. Son símbolo de lo que va a venir después. Tenemos que tenerlo en cuenta. Que cada uno asuma su rol como miembro del Pueblo de Dios”, recordó con alegría nuestro entrevistado uruguayo al repasar en su memoria su encuentro con el Santo Padre en el marco del Sínodo que nos muestra el horizonte eclesial al que aspiramos.

 

@ADNCELAM 
Enlace a la entrevista t.ly/COFv4

Las fronteras de la tragedia

El nuevo cauce del Turia, construido tras la riada que arrasó València en 1957, marca el límite entre una ciudad en shock y los pueblos del sur, devastados por las lluvias brutales de 2024. Las fotos aéreas revelan una frontera entre la capital –seca, limpia, como si nada hubiera ocurrido– y los municipios sepultados bajo montañas de escombros y un paisaje distópico pintado con el marrón del fango. Como en aquellas viejas historias de los abuelos.

 

Las fronteras son, precisamente, el lugar donde evidenciar que “en todo amar y servir” no es un mantra vacío. Que cuando se nos interpela a ser “hombres y mujeres para los demás”, es necesario que alguien responda y estreche la mano tendida. Si las palabras no se sustentan con hechos, se quedan en solo eso: palabras…

 

Conscientes de la frontera, con miles de personas intentando sobrevivir al drama y a la sensación de abandono, nuestro alumnado ha respondido y se ha puesto en acción. Se necesitaban manos. Muchas manos. Y se sintieron llamados. A las pocas horas del desastre, el boca a boca se tradujo en una marea humana dispuesta a empaquetar y cargar garrafas de agua, cartones de leche, conservas, pañales, herramientas, mascarillas…. Algunos, incluso, se calzaron las botas y se fusionaron con la muchedumbre que lleva días enteros cruzando a pie un lodazal kilométrico para transportar provisiones y ayudar a reconstruir vidas.

 

Los jóvenes, tantas veces tildados de “generación de cristal”, acusados de no tener más inquietud que los vídeos de TikTok y criticados bajo el prisma etéreo y banal de una supuesta “cultura del esfuerzo”, nos han dado una lección de consciencia, de compasión, de competencia y de compromiso. Cuando se les ha necesitado, han acudido. Caminando de un lado a otro de la frontera del Turia con una pala al hombro, entre casas destruidas y coches desguazados, o colaborando con su escuela, preparando cajas y cargando camiones. Más en los hechos que en las palabras. Manos jóvenes e incansables que nos obligan, a pesar del dolor por las víctimas, a pronunciar de todo corazón, y sobre todo, la palabra esencial de nuestro vocabulario: gracias.

 

Por Antoni Rubio | @pastoralsj | t.ly/x2T57

Evangelio del Domingo. “MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO”

De inmediato, Jesús elimina toda ambigüedad y confusión a la que nos pueda inducir el título de esta solemnidad litúrgica: “Mi reino no es de este mundo”. Lo que en su día Jesús le dijo a Pilato nos lo dice también a nosotros hoy. La idea que el gobernador romano de Judea tenía de la figura de un rey no es tan distinta de la que nosotros podamos tener de un rey. También nosotros asociamos la palabra rey a poder, fuerza, dominio, riqueza. Jesús niega radicalmente esa concepción de cuál es su modo de ser rey: “si mi reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos”.

¿Está diciendo Jesús que su reino no es de este mundo, pero es de otro mundo? No está diciendo que su reino sea de otro mundo, sino que afirma que es “otra cosa”. Tiene otro fundamento, otro sentido, otra legitimidad, otra misión. Y lo expresa de este modo: “para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”. La verdad como fundamento de su autoridad, la verdad como misión de su reinado. Pilato, o porque no entiende nada o porque entiende demasiado bien, contesta aquello de “¿qué es la verdad?”. Frase que firmarían hoy encantados muchos de nuestros contemporáneos…

¿Y ese mensaje de que el Reino de Cristo es el reino de la verdad qué nos dice a nosotros hoy, en qué se concreta en nuestra vida? Porque esta afirmación, como todas las del Evangelio, es un mensaje para la vida. Es, fundamentalmente, una llamada a la libertad. La verdad es la fuente más cierta de la libertad: “la verdad os hará libres” (Juan 8,32).

Al reino de Cristo no se pertenece por haber nacido en tal o cual sitio, independientemente de nuestra voluntad. Al reino de Cristo no se pertenece por conquista o dominio, no se pertenece por la fuerza o la conquista de quien reina. Al reino de Cristo se pertenece por voluntad propia, por la búsqueda sincera de la verdad: el reino de Cristo es de los que buscan la verdad, de los que quieren vivir en verdad: “todo el que es de la verdad escucha mi voz”.

Pertenecer al reino de Cristo nos hace libres. En una libertad que vamos ganando día a día, y que se ve continuamente amenazada por los engaños “del padre de la mentira”, que toma tantas y tan variadas formas a lo largo de la historia y de hoy mismo. Engaños, falsedades, falsas promesas que seducen y encadenan.

Pertenecer al reino de Cristo es para siempre, va más allá de los límites de esta vida. Los reinos de este mundo son todos perecederos por fuertes que puedan parecer en un determinado momento, como la historia nos ha enseñado bien. El de Cristo es un reino que aquí en esta vida apenas nace pero que al fin de la historia se manifestará y será en plenitud.

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia | t.ly/xYiyV

Ordenaciones Jesuitas 2024: CIF Bogotá

El pasado 16 de noviembre, a las 3:00 p. m. (Hora Colombia) en la Iglesia San Ignacio de Loyola de Bogotá se llevó a cabo la ordenación presbiterial de Dairon Lizcano, SJ, y diaconal de cuatro compañeros jesuitas, Javier Hernández SJ, Jobson Ramos SJ, Pablo Hernández SJ y Pedro Rivera SJ, pertenecientes al Centro Interprovincial de Formación (CIF) de América Latina y El Caribe en Bogotá.

La Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe compartimos la alegría por estas nuevas ordenaciones, dada por medio de la oración de la Iglesia y la imposición de manos de Mons. Edwin Vanegas Cuervo, Obispo Auxiliar de Bogotá.

Conozcamos a los nuevos ministros:

Dairon Jair Lizcano Barajas, proveniente de Pamplona, Norte de Santander, actualmente, colabora en la parroquia Nuestra Señora de la Macarena (Meta), es profesor del Centro de Formación Teológica (CFT) de la facultad de teología de la Universidad Javeriana y miembro del equipo de espiritualidad de la Federación Internacional de Fe y Alegría.

Javier Ignacio Hernández Trejo, de Santiago de Chile, ingresó dos veces a la Compañía de Jesús. La primera fue en marzo de 2009. Luego de casi concluir su primer noviciado, salió de la Orden y retomó sus estudios de Derecho, titulándose de abogado en enero de 2015. Dos meses después reingresó a la Compañía y realizó su noviciado en Valparaíso. Actualmente, imparte clases de formación teológica en la P. Universidad Javeriana. Su padrino de ordenación fue Marcelo Oñederra Martínez, SJ.

Jobson Ramos Teixeira, de Brasil, comenzó sus estudios en ingeniería de producción y trabajó en la industria metalúrgica hasta su ingreso al noviciado en 2014. En enero de 2016, profesó sus votos de pobreza, castidad y obediencia en la Iglesia de Todos los Santos en Feira de Santana. Actualmente se está formando en teología en Bogotá. Su padrino de ordenación fue el P. Eduardo Roberto Severino, SJ.

La vocación religiosa de Pablo Raphael Hernández Cotrina, proveniente de Perú, lo llevó en marzo de 2013 al Noviciado del Sagrado Corazón en Valparaíso, Chile. Dos años después, en marzo de 2015, profesó sus votos de pobreza, castidad y obediencia en la Capilla de la Virgen de la “O” de la Iglesia de San Pedro en Lima. Actualmente, cursa estudios de Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, y colabora con la Red Juvenil Ignaciana de Colombia. Su padrino de ordenación fue el P. Víctor Hugo Miranda Tarazona, SJ.

Pedro Luis Rivera Bausa, de Cuba, ingresó al noviciado San Estanislao de Kostka en Santiago de los Caballeros, República Dominicana en el 2012. Profesó sus votos de pobreza, castidad y obediencia en agosto del 2014, en su ciudad natal. En los últimos tres años, ha cursado estudios en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, en Colombia. Además, ha colaborado pastoralmente con la Misión Vocacional en la casa Manresa. Su padrino de ordenación fue el P. José Manuel Viloria, SJ.

Sagrado Corazón de Jesús

Los nuevos ministros, decidieron grabar en sus estolas el Sagrado Corazón de Jesús, advocación a la que encomiendan e inspira su servicio a la Iglesia. Unidos en oración en acción de gracias. La ceremonia de ordenación fue transmitida por el Canal de YouTube, Manzana Jesuítica de Bogotá.

CPAL | t.ly/_7yTx

¿Una Iglesia irrelevante?

Si hacemos el ejercicio intuitivo de proyectarnos a cinco o diez años vista, la pregunta que hay que hacerse es si la Iglesia catalana está caminando irremediablemente hacia la irrelevancia. Sin voz ni presencia públicas. Sin que se espere demasiado de ella. Más aún: si eliminamos la fuerza y la energía de las propuestas del Papa Francisco, ¿qué queda como voz y presencia propia de la Iglesia catalana? Cuidado: irrelevante no significa insignificante. Es compatible ser irrelevante con ser significativo. La Iglesia ocupa un espacio significativo en el ámbito educativo. Acoge y cuida a personas y grupos en las más diversas situaciones.

Está presente en muchas periferias sociales donde cubre un vacío retóricamente muy valorado por los poderes políticos y económicos, en la medida en que llena agujeros que a menudo nadie quiere atender, pero, en el fondo, a condición de que realice un servicio paliativo y no cuestione el equilibrio confortable de los mismos poderes políticos y económicos. Si algún día las instituciones de ámbito eclesial y de inspiración u origen cristiano dejaran todas a la vez de hacer la contribución que hacen, el cataclismo social que viviríamos sería de los que hacen época.

Pero esto es compatible con su progresiva desaparición del espacio público. Se diría que la opinión pública funciona desde el supuesto de que de la Iglesia solo se puede esperar fundamentalismo, abusos o irrelevancia. Y como es muy fácil etiquetar de fundamentalismo o de indoctrinación cualquier intento de tener voz propia, a veces parece que por miedo a este tipo de descalificaciones se acepta resignadamente la irrelevancia que permite vivir tranquilo en el propio vallado. Una irrelevancia que quiero ahora resaltar que se juega, entre otros, en dos campos: la voz pública y las identidades institucionales.

En la Iglesia se tiene experiencia directa y algo que decir en muchos ámbitos públicos concretos

En el espacio público parece que nadie espere de la Iglesia nada que decir en los debates que se plantean, ni que ella tenga mucho interés en hacerse presente. Cuando se habla de cultura, la teología no está ni se la espera, y vete tú a saber quién iría si se diera el caso. Incluso si partimos del supuesto —discutible— de que en Cataluña no hay voces eclesiales relevantes, cuando se organizan encuentros internacionales tampoco parece que se encuentre nadie a quien invitar. En la Iglesia se tiene experiencia directa y algo que decir en muchos ámbitos públicos concretos: políticas de vivienda, acogida e integración de migrantes, retos y desigualdades educativas, tratamiento de la pobreza y la exclusión, impacto humano de la IA… Pero bueno: que actúen pero que no digan nada, y más si no encajan en los consensos políticamente correctos (excepto si es necesario dar una pátina de pluralismo en debates supuestamente propios de católicos, como la eutanasia o el aborto).

Y que la cuestión religiosa como tal no aparezca, si no es en el formato de macedonia antropológica estilo «La Noche de las Religiones». El diálogo inter e intra religioso puede servir para cubrir expedientes y prevenir conflictos, pero no se le atribuye un interés intrínseco de presente, y menos de futuro. De hecho, hoy la consigna implícita es espiritualidad sí, religión no. Lo cual, en un contexto multirreligioso y laico podría tener sentido, si tan a menudo no se redujera la espiritualidad a una mezcla de bienestar emocional, autoayuda y coaching a la moda. Pero hablar de Dios, de sentido o propósitos vitales solo lleva a la prevención del fundamentalismo y la indoctrinación o a la promoción activa de la indiferencia.

En algunos ámbitos eclesiales, a veces se confunde proyección hacia el futuro con gestión resignada de la disminución, con una mezcla de melancolía y atrincheramiento.

Volvamos a proyectarnos cinco o diez años en adelante: tenemos instituciones de inspiración o fundación cristiana. Algunas con su identidad vinculada a instituciones religiosas (escolapios, vedrunas, jesuitas, Lestonnac, obispados, etc.). Muchas son educativas, pero las hay de muchos otros tipos. ¿Cómo hacer que su identidad no sea una etiqueta o un recuerdo de los orígenes en los discursos de inicio de curso? ¿Cómo hacer que su identidad sea relevante para los que están ahí y para los que se acercan a ella? (Y más si tenemos en cuenta que identidad no significa protección del pasado, sino proyección de futuro). En los últimos años se han tomado muchas y magníficas iniciativas en esa dirección. Pero, en términos de identidad, es necesario hacer hincapié, de forma integrada, en tres dimensiones: formación de quienes forman parte de la institución, acompañamiento de los responsables y directivos, y gobernanza institucional. Porque la identidad será el resultado de esa triple integración y, si falla una de las patas, cae.

En algunos ámbitos eclesiales, a veces se confunde proyección hacia el futuro con gestión resignada de la disminución, con una mezcla de melancolía y atrincheramiento. Es otra forma de optar por la irrelevancia. Pero afrontar esto comporta entrar en otro ámbito, que ahora no podemos plantear, pero que sin duda forma parte nuclear del riesgo de la irrelevancia: el camino que hay que recorrer para que la Iglesia sea una Iglesia de cristianos, y no solo de los obispos y del clero. Camino que sería un colosal error reducir solo a una cuestión de estructuras y relaciones de poder. Pero, sobre todo, un camino que hay que recorrer reconociendo de entrada que si se esperan cinco o diez años igual ya no se está a tiempo. Entonces habrá sido la propia Iglesia la que habrá optado activamente por la irrelevancia.

Josep M. Lozano

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