Evangelio del Domingo «CADA ÁRBOL SE CONOCE POR SU FRUTO»
Seguimos, un domingo más, meditando el «sermón del llano» del evangelio de Lucas. Son muchas las reflexiones que podemos hacer a partir del texto de este domingo. Voy a tomar como motivo de mi comentario los versículos 43 y 44 de este capítulo 6º de Lucas, versículos que nos hablan del fruto como criterio de discernimiento y autenticidad de una experiencia espiritual.
Una vez más, como a lo largo de todo el evangelio, Jesús acude a la naturaleza como explicación del «lenguaje» de Dios sobre la vida humana y de la dinámica del Reino. Esto mismo es ya una invitación que se nos hace en el evangelio: la contemplación del obrar de Dios en la naturaleza como fuente de sabiduría. El punto de partida es sencillo y evidente: un árbol bueno da frutos buenos, y si los frutos son malos cabe poner en cuestión que el árbol sea bueno. El criterio son los frutos y no otros criterios que, muchas veces y con superficialidad, podemos utilizar en nuestros juicios y valoraciones: el aspecto exterior, el tamaño… Ya en el Antiguo Testamento los profetas hablaban de la decepción del Señor cuando la viña que había encomendado a sus amigos en vez de dar uvas daba agrazones (Isaías 5,2).
¿Cuáles son los frutos que espera Jesús de sus discípulos si, de verdad, se identifican con Él y siguen sus enseñanzas? Aquellos mismos frutos que produjo la vida de Jesús. Me atrevo a señalar alguno de esos frutos que nos identifican como seguidores de Jesús en nuestro mundo: la misericordia, la compasión, la justicia. Nuestro árbol es capaz de dar esos frutos en la medida en que está enraizado, como Jesús, en la fidelidad al Padre y en la medida en que la savia que alimenta al árbol es la oración que nos abre a la gracia.
Vivimos hoy en una época en que hay una oferta muy variada de propuestas de espiritualidad. Más o menos valiosas. Ciertamente no todas son evangélicas. En el evangelio de este domingo encontramos un claro criterio de discernimiento sobre la calidad evangélica de esta o aquella espiritualidad. Y no sólo un criterio de valoración global, sino también un criterio de valoración y discernimiento sobre actividades concretas. ¿Nuestras experiencias espirituales, del tipo que sean, nos transforman el corazón en claves evangélicas de servicio, entrega, compasión, justicia? No es sólo ni principalmente si me siento bien o si me quedo a gusto…
Al final, es aquello que tan hermosamente escribió San Pablo en su primera carta a los Corintios: «Aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor de nada me sirve» (1ª Cor 13,3). Amor concreto, amor comprometido, amor humilde, amor que no se queda en palabras sino que da fruto.
(Lucas 6, 39-45) Domingo 8º Tiempo ordinario – Ciclo C
Darío Mollá sj
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