Evangelio del Domingo. “JESÚS MIRABA… LLEGÓ UNA VIUDA POBRE…”
Jesús enseña los valores del reino y lo hace con ejemplos fáciles de entender y que se evidencian en su entorno. En el caso del evangelio de hoy, Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre. De los primeros, hace una crítica fuerte: se pasean con amplio ropaje, quieren ser saludados en las plazas y ocupar los primeros puestos. Todas estas actitudes son las que garantizan el honor en la sociedad del tiempo de Jesús y, salvadas las distancias del contexto, siguen siendo actitudes que garantizan la importancia de las personas en la sociedad actual.
Jesús mira todo eso con recelo. El “honor”, tan importante para la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino. El valor importante es el de “servir” como Jesús se lo ha dicho a sus discípulos de tantas maneras. Además, Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas so capa de largas oraciones. No es ajena esta actitud tampoco en el tiempo de hoy frente a tantas estafas que, en nombre de Dios, hacen algunos predicadores y negociadores de la fe.
Pero volvamos al texto. Jesús después de reprochar esa conducta de los escribas, se sienta frente al arca del Tesoro del templo y hace un juicio crítico sobre lo que pasa allí: ciertamente, muchos ricos van y echan mucho dinero. Pero la viuda pobre (podría pensarse que es una de estas viudas estafadas por los escribas o las mujeres viudas que quedaban totalmente indefensas al morir su marido) echa todo lo que tiene para vivir. Jesús se refiere a la moneda de menor valor en aquella época y es esta la que mujer deposita en el arca. Con este contraste Jesús muestra el verdadero significado del compartir de bienes que en nuestro contexto podríamos interpretar cómo dar de lo que sobra o dar de lo poco que se tiene.
En el primer caso, no hay una solidaridad efectiva. Si le sobraba es porque estaba acaparando algo que no le pertenecía o viviendo la dependencia del acumular y del tener, convencido que en ello está la felicidad. La verdadera solidaridad es la de la viuda que saber dar y darse, repartir y compartir. La solidaridad no se mide por el exceso de bienes dados sino por la capacidad de sentir con el otro su situación y hacerse solidario con ella.
Ahora bien, estos ejemplos no se refieren a temas a considerar sino a actitudes que han de vivir los discípulos de Jesús. A ellos se dirige al final del texto y les muestra con hechos reales en que consiste el verdadero discipulado. Ni honores, ni prestigio, sino servicio, en el caso de los escribas. Ni vanagloria por las muchas riquezas valiéndose, también de ellas, para ser alabado, en el caso de los ricos. El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.
Si el domingo pasado el evangelio nos mostró que el escriba que dialoga con Jesús sabía que el primer mandamiento era amar a Dios y al prójimo, en este nos muestra que es la viuda la que no “sabe”, sino que “hace” y, en esto, consiste el verdadero discipulado. Las obras son las que dan testimonio de lo que somos, las que muestran que nuestro seguimiento sí está guiado por los valores del reino.
(Marcos 12, 38 -44)
Domingo 32º del Tiempo Ordinario – Ciclo B
@consuelovelez
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