Testigos de una Iglesia Joven y Generosa
El Padre Ignacio Rey Nores SJ comparte la propia experiencia de la edición 2018 de la Misión San Francisco Javier. En ella habla de la actualización de nuestra vocación misionera de una Iglesia que muestra su rostro más joven y generoso.
Por Ignacio Rey Nores SJ
Del sábado 17 al domingo 25 de febrero se llevó adelante una nueva Misión San Francisco Javier en la Diócesis de San José. Participaron más de un centenar de jóvenes, en su mayoría de Montevideo y otros tanto de Argentina, acompañados por varios sacerdotes y estudiantes jesuitas, y hermanas de Jesús María, de las Esclavas y de las Hijas de Jesús.
En lo personal, me tocó misionar por segunda vez en la Parroquia N. S. de Luján en Trinidad donde es párroco el P. Gabriel Rainusso, y donde también trabajan Hnas. Olga, Irma e Idalina. Una vez más nos sorprendió la cantidad de adolescentes y jóvenes que se nos sumaron, no sólo para participar de los talleres de la tarde, sino para salir a misionar con nosotros todas las mañanas. Muchos de ellos son alumnos del Colegio San José, de las Hermanas Pobres Bonaerenses, con quienes han tenido varias experiencias de misión, por lo que están más que “entrenados”. Lindo esto de ser testigos de abundante mies en donde otros (otras, en este caso) han sembrado con entrega y gratuidad.
La otra gracia de esta misión han sido los pasos vocacionales de dos de los jóvenes que el año pasado participaron de la misión: del lado de los misioneros, Juan Pablo Suárez entró a nuestro Noviciado el sábado 24 de febrero, junto con otros tres jóvenes (ver nota aparte); y del lado de los jóvenes de la parroquia, Javier Montes de Oca entró al Seminario arquidiocesano en Montevideo el domingo 25 de febrero, junto con otros cuatro jóvenes. Juan Pablo estuvo en San José el primer fin de semana de misión acompañando y despidiéndose; Javier nos acompañó los últimos días de la misión y lo despedimos el mismo viernes 23 que cerrábamos la misión, noche en que la comunidad de la Parroquia preparó una linda fiesta agradeciendo también todo lo vivido en la misión y la presencia de los misioneros.
Lo otro que me dejó pensando fue un comentario que me hizo uno de los seminaristas que estuvo los primeros días allí en la Parroquia, y también salió a visitar las casas con nosotros. En el almuerzo del medio día me agradeció nuestra presencia allí en la Parroquia, y me recordó que también nos había visto en Julio en Paysandú cuando anduvimos por allí con Germán Guidi acompañando a distintos grupos del Pachacutí, viviendo y celebrando las misas en la Parroquia San José Obrero: “admiro esa vocación misionera que tienen ustedes los jesuitas, y la capacidad de colaborar en otras diócesis”. Me salió responderle con un “gracias”, seguido de un “me alegro”, y seguir con una interesante charla en la que le compartía lo bien que nos hace “salir” de lo propio con la conciencia de “querer colaborar”, y así extender el anuncio de la Buena Noticia. En ese sentido, esta misión San Francisco Javier, como también el Pachacutí, es efectivamente un servicio a la Iglesia que nos permite compartir lo mejor de nosotros: nuestra espiritualidad, nuestros jóvenes, nuestro “sentir con la Iglesia”; y a la vez nos nutre con las realidades de Iglesia de los lugares donde misionamos, y donde el Pueblo de Dios nos sigue evangelizando y alegrando el corazón. En mi caso, agradezco a mis compañeros de la Comunidad del Noviciado que me cubrieron en la Parroquia mientras yo podía sumarme a esta experiencia de Misión.
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