Mención de Honor “Sarmiento” al Colegio del Salvador
El lunes 17 de septiembre, el Colegio del Salvador recibió del Senado de la Nación el premio de Honor Senador Sarmiento por el 150 aniversario de su fundación. En un acto presidido por el Senador Federico Pinedo, el rector del Colegio, Ricardo Moscato recibió el cuadro junto a miembros de la comunidad educativa.
Compartimos las palabras del rector al recibir el reconocimiento
Sr. Presidente Provisional del Senado de la Nación, Senador Federico Pinedo, Padres Andrés Aguerre, representante del P. Provincial, Alejandro Tilve, Daniel Barrera, Superior de la Comunidad jesuita, Leonardo Nardín, Presidente de RAUCI, Ignacio García Mata, Víctor Pacharoni, Queridos miembros del Consejo Directivo del Colegio, Sr. Presidente de la Asociación de Padres, Dr. Fernando Klappenbach, Sr. Presidente de la Asociación de Ex alumnos, Ing. Carlos Gianícolo, queridos padres, docentes y alumnos:
Muchas gracias por esta distinción Senador Domingo Faustino Sarmiento del Honorable Senado de la Nación. El Colegio del Salvador comienza sus clases unos meses antes que Sarmiento comenzara su presidencia, con su edificio en construcción, con solo 50 alumnos, cuando Callao era de tierra, como en una Argentina donde todo estaba por hacerse. Su primer plan de estudio fue el de Mitre que ya regía para el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Monserrat de Córdoba. Dos años después, en 1870, entra en vigencia un nuevo Plan de estudio firmado por el propio Sarmiento como presidente y Nicolás Avellaneda como Ministro de Educación, modificado nuevamente en 1874. Tiempos fundacionales cuando “la patria era un dolor que aún no tenía bautismo” al decir de Leopoldo Marechal, de grandes desafíos donde, en palabras de Sarmiento, se buscaba que toda la argentina fuera una escuela y la educación era una prioridad nacional.
Es por tanto un honor y una gracia de Dios recibir esta distinción. La recibimos con un corazón agradecido, humilde y esperanzado acompañado de representantes de nuestra comunidad educativa. Porque sabemos de raíces que dejan huella. Porque estos 150 años, en una Argentina del corto plazo, prueban que el tiempo es de Dios: el guarda nuestra memoria, perdona nuestros pecados y nos renueva la Esperanza.
Desde 1868 nuestro colegio es punto de referencia educativo y de arraigo espiritual, mediador y puente de lazos sociales, ámbito de encuentro y diálogo, entre tiempos y personas, entre propios y extraños, entre fe y cultura.
Vivimos una realidad más compleja que hace 150 años, que requiere más humildad para comprenderla y más coraje y audacia para seguir sembrando en ella “semillas de humanidad” con y para los demás a través de una educación de calidad, efectiva e inclusiva. Somos un colegio que aprendió y aprende de su trayectoria, de sus luces y sombras. Y en tiempos alterados, de procesos de cambio de época, con mayor incertidumbre y diversidad, estamos comprometidos a tejer pacientemente las filiaciones posibles con Dios, con los demás, en nuestra patria, para este mundo.
La recibimos con corazón agradecido por “tanto bien recibido” al ser testigos de los frutos de las buenas raíces de futuro sembradas en tierra argentina por la Compañía de Jesús. Raíces que comenzaron en 1608, hace 410 años, cuando los jesuitas fundan casa y capilla en Buenos Aires; en 1617, hace 401 años, cuando abrieron el Colegio de Loreto como primera escuela secundaria de Buenos Aires; en 1662 con el Colegio San Ignacio hasta la expulsión de los jesuitas en 1767, su reapertura de 1836 a 1841 y la etapa actual desde el 1 de Mayo de 1868 que hoy celebramos..
Agradecer a la Compañía de Jesús, a nuestra patria y sus instituciones democráticas como este Honorable Senado que expresa al país federal. Agradecer a tantos docentes, jesuitas y laicos, hombres y mujeres, agradecer a las familias. Todos ellos con sus historias de vida cotidianas han sido buenas raíces en el corazón de tantos alumnos que han pasado nuestras aulas. En palabras del poeta Francisco Luis Bernárdez “porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene de sepultado”.
La recibimos con un corazón humilde al estilo ignaciano, animados por el Magis, superando la tentación de la auto complacencia y la mediocridad, pidiendo perdón por lo que no pudimos o supimos hacer, por nuestras incoherencias y fragilidades. Queremos desafiarnos a mirar más adelante y más profundo, preguntándonos qué podemos hacer mejor y qué más podemos hacer como aporte innovador a la educación de nuestro país y al desarrollo integral de todos sus habitantes. Porque un colegio es obra de todos y el Salvador lo ha sido desde el principio: jesuitas, laicos, familias y siempre los alumnos, donde Dios siembra y cosecha los frutos. Que sea obra de todos y a través del tiempo nos enseña a ser humildes y la humildad se aprende en la fidelidad creativa del trabajo educativo cotidiano.
La recibimos con un corazón esperanzado porque somos herederos y protagonistas de un patrimonio vivo, no custodios de un museo.Corazón esperanzado como lo expresa A Yupanqui: “Es mi destino, piedra y camino, De un sueño lejano y bello soy peregrino”. Somos un colegio peregrino que sabe de piedras y caminos, que crece como comunidad de aprendizajes, integrando las redes ignacianas de educación, con creatividad e identidad, sembrando conocimientos y valores para toda la vida. Hoy educación es formación integral. Como ciudadanos del Siglo XXI necesitamos más y mejor educación. La formación es un largo camino de toda la vida para alcanzar unidad interior en el encuentro con el otro, “con y para los demás”. Formarse es aprender a integrar: conocimientos y sabiduría, resultados y frutos, lo personal y lo social, lo local y lo global, cerebro, corazón y manos. Queremos que el Salvador sea siempre escuela de solidaridad y frente a manos que se cierran y lastiman, queremos que las nuestras sean manos que comparten y reconcilian, frente a tantas brechas queremos ser escuela de puentes de reconciliación con Dios, con los demás y con la creación, educando en una ciudadanía ecológica, social y global.
La educación que brindamos tiene una responsabilidad social, es para ser compartida. En contextos de exclusión de muchos jóvenes que no están en las escuelas, de otros que ingresan pero no terminan y de la exclusión de los que estando no aprenden, nuestros alumnos tienen una gran oportunidad. Para no ser cómplices de la injusticia que les da más a los que tienen más y valoran menos, asumimos un compromiso con lo aprendido, un compromiso con los más pobres. Como dice Jesús: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lucas 12,39-48).
Es animarse a educar en una renovada ciudadanía. Aquel que no es súbdito ni esclavo, el que hace su vida con otros que son sus iguales: miembro pleno de una comunidad política y universal. Es prepararse para un nuevo liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común para no quedar paralizados en los rencores del pasado, en las lógicas del amigo- enemigo, en las ramas secas de tantas frustraciones de hombres “sin y contra los demás”. Significa decirle que no a una educación superficial, conformista,”que tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos” (EG Cap.2, 60) como dice el Papa Francisco y les quite las alas y los sueños de trabajar para una sociedad mejor.
Es construir puentes de integración social que nos permitan compartir el pan común de la educación argentina. Toda vida social se edifica con ladrillos de consenso y su cemento es la confianza. La comunidad educativa está en el corazón de la vida social, porque en ella se materializan las síntesis de valores, convicciones y contenidos que como sociedad acordamos elaborar y transmitir. Significa entonces contribuir a la educación como compromiso de todos los argentinos: responsabilidad cívica compartida, ejercicio de una renovada ciudadanía.
Así, entonces , en nombre de la comunidad educativa del Colegio del Salvador pero también en nombre de los personas a las que solidariamente servimos: los que están en situación de calle de la Obra San José, los miles de chicos y chicas atendidos por las escuelas de Fe y Alegría , los alumnos y alumnas de los colegios parroquiales de San Miguel, los argentinos y argentinas humildes y sencillos de San José del Boquerón, La Rioja y Concordia donde el colegio ha misionado y misiona, donde busca practicar con alegría el evangelio del Jesús pobre y humilde de los EE de San Ignacio, recibimos este premio
Lo hacemos enraizados y comprometidos con la educación argentina que es memoria, proyecto y promesa Memoria del camino educativo recorrido. Proyecto como “esperanza del futuro, olorcito de lo por venir, palote de Dios” al decir de Jorge Luis Borges. Promesa como “sueño lejano y bello” de una Argentina educada y educadora que sea casa de todos, como dice la canción de los Carabajal “territorio de encuentro, donde nuestros hijos coman el pan bendito y eterno, mesa de casa paterna, de esas que aguantan el tiempo”, “para en todo amar y servir”.
Fuente: Colegio del Salvador
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!