Aprendizaje Vital
Nos hemos vuelto muy racionales, calculadores, y poco creyentes.
Por Javier Rojas
Con cuánta facilidad decimos que tenemos que aprender a aceptar lo que nos sucede y confiar en Dios, pero cuánto nos cuesta vivirlo en profundidad. Aceptar lo que venga, sea lo que sea, de buena gana y hasta con cierto humor, es una de las tareas más arduas en nuestra vida. ¡Cuánto cuesta aceptar lo que acontece!, lo que no imaginábamos ni proyectábamos que iba a ocurrir. Los imprevistos nos ponen los “nervios de punta” porque no nos gusta encontrarnos con los límites y complicaciones. Nos programamos mentalmente de tal manera que no admitimos con facilidad que suceda algo a nuestro alrededor que no hayamos previsto antes.
Todos queremos concretar nuestros sueños, metas y proyectos, pero necesitamos aceptar con paz, que no todo lo que planificamos sea posible de realizar. Esta incapacidad para aceptar lo que simplemente sucede, nos viene en gran parte de nuestra manera de entender la vida y la felicidad. Estamos de acuerdo de que es bueno proyectar o soñar, e incluso, planificar lo que queremos vivir; sin embargo, es fundamental aprender que no solamente hay vida y oportunidad en lo que deseamos que suceda, sino también en todo aquello que nos contradice y que acontece a pesar nuestro.
La falta de capacidad para aceptar con buen talante lo que sucede a nuestro alrededor, ha debilitado la sabiduría interior y la fe. Nos hemos vuelto muy racionales, calculadores, y poco creyentes. Confiamos en nuestros pensamientos, en nuestros planes, en nuestros sueños, en nuestros proyectos, en definitiva, en lo que podemos programar; pero no nos animamos a abrir la mente y el corazón para descubrir a Dios en el misterio de lo que simplemente ocurre.
La vida tiene su misterio comprensible por la fe que ilumina la razón. La vida es una maestra sabia, que de manera un tanto sorpresiva, nos pone en situaciones, acontecimientos y ante personas que necesitamos en los momentos claves para seguir creciendo. ¡Cuántas veces hemos encontrado esa misteriosa coherencia entre los acontecimientos de nuestra historia! ¿Acaso no vemos que los momentos difíciles que hemos atravesado, fueron verdaderos maestros de sabiduría? En definitiva se trata de aprender a mirar y a leer de una forma nueva lo que nos ocurre, para descubrir la promesa de vida nueva que se abre ante nuestros ojos.
Por medio de la fe adquirimos una manera distinta de mirar, un conocimiento distinto del que tiene nuestra mente. Esta última se cierra a la posibilidad de descubrir lo bueno en aquello que no controla. Es sorprendente cómo ella recorta a la fe la posibilidad de darnos conocimientos nuevos. Solo quienes aceptan que vivir es aprender en todo, y de todo lo que se presenta, adquieren la capacidad de descubrir en lo que acontece a los maestros sabios. No es tanto lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos pasa. La vida no se elige, se vive y quien aprende a vivir puede ayudar a otros a hacerlo.
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