Una Iglesia que baila
Pablo Michel SJ se encuentra realizando sus estudios de Teología en Chile. Sin embargo, desde allá, tuvo la oportunidad de incorporarse a la vida comunitaria de los Promeseros de Jesús y de María, un grupo de baile religioso que asiste hace décadas a la fiesta de la Tirana para expresar su fe bailando para la Virgen del Carmen; y nos cuenta su experiencia.
Pablo Michel SJ
Cada vez que iniciamos un viaje emprendemos también un camino interior. Nuestros sentidos comunican al alma que dejamos nuestro lugar, los colores que nos acompañan habitualmente, los sonidos que nos rodean, los olores y gustos de nuestra rutina. Al armar la mochila nos enfrentamos a nuestras inseguridades frente a lo ‘por venir’ y también a nuestros deseos. Desplegar lo que iremos a llevar sobre la cama se convierte en metáfora de lo que cargamos, señala lo que tememos enfrentar y lo que nos ilusiona. Nos subimos a un avión y nuestra alma despega mientras que nuestro mundo cotidiano se empequeñece tras la ventanilla.
Dejo atrás Santiago de Chile, mis estudios de teología y aterrizo en Iquique, unos dos mil kilómetros al Norte, entre el mar y el desierto. Respiro el aire puro del desierto mezclado con la brisa marina y siento alegría. Mi alma se oxigena entre estas dos inmensidades y se dispone a la aventura de lo desconocido.
Nos tomamos un minibús en el mercado antiguo de la ciudad y nos adentramos en el desierto hacia La Tirana, un pueblito de unos 800 habitantes. Somos parte de una gran peregrinación. Unas doscientas mil personas que se encaminan ilusionadas a encomendarse a la Madre de Dios. Siento que mi entorno ha cambiado, se respira algo así como expectación, acaso esperanza. Al llegar me encuentro con una verdadera explosión de sonidos musicales y con un mar inmenso de colores y de movimiento. Experimento una saturación sensitiva, no comprendo la abundancia de la que soy testigo y que me alegra y emociona de manera inesperada.
Me toca incorporarme a la vida comunitaria de los Promeseros de Jesús y de María, un grupo de baile religioso que asiste hace décadas a la fiesta de la Tirana para expresar su fe bailando para la Virgen del Carmen, la Chinita. Mis sentidos experimentan de inmediato la bondad y la alegría que reina en la sala que hace de comedor comunitario. Como extranjero de ese mundo experimento e poderoso gozo de ser recibido. Se me sirve casi inmediatamente un plato colmado de comida, chistes por mi ser argentino, cariño profundo por ser jesuita y haber sido precedido por una lista de compañeros que guardan en el corazón: Esteban, Gustavo, Rafael, Santiago… Mi paso por la Tirana se inscribe entonces en una tradición, en una historia de amistad.
Desde ese primer momento el gusto experimenta entonces por primera vez la delicia del cariño hecho comida que no se detendrá ni por un minuto en toda la semana. El pan amasado por la mañana, los queques y los postres, un picante de guata con pata con charqui, unas papas a la huancaína, ceviche de pollo, un tremendo asado. Todo va nutriendo una vida comunitaria muy rica, hecha de conversación profunda y también de juego. Descubro un mundo de una gran belleza, de mucha alegría y de fe vivida con profundidad.
Los Promeseros son uno de los más de doscientos bailes que participan de la fiesta. Comprendo viviendo con ellos que el baile es oración que compromete toda la vida. Se preparan todo el año para estar ahí, recaudando fondos, elaborando sus propios trajes y ensayando sus pasos. Pero descubro además que pertenecer a un Baile es una profunda experiencia de ser Iglesia. Las personas se incorporan a una comunidad creyente bien organizada, a un itinerario catequético y sacramental, y a una vida sumamente atrayente para otros y de una evangelización tremendamente eficaz. El Baile es concreción del Reino de Dios, sin más.
Al partir, Wil y Ale y su hijo Mateo me regalan una foto del baile y un pequeño bailarín de yeso. Me piden una bendición para su joven familia. Hacemos una oración juntos y marco una pequeña cruz en sus frentes. Soy yo el bendecido. Al partir, agradecido, grito bien fuerte como me han enseñado: “-¡Chaaau Baile!”. No funciona. El baile ahora viaja conmigo.
Gracias Pablo por tus hermosas palabras. Ustedes no saben lo bien que le hacen a nuestros bailes, en especial a Promeseros DSM. Desde Arica, nuestra cuidad de origen, un enorme abrazo a la comunidad Jesuita que nos a acompañado desde siempre. Y que a pesar de la crisis de nuestra iglesia, la fe y el amor por la Santísima Madre María y la fidelidad por nuestro Señor Jesucristo esta intacta, seguimos orando, fiel a nuestro modo con danzas y cantos tal como nos conociste.
Ya en el camino nos encontraremos, bendiciones.