Rafael Velasco SJ: «Son tiempos de afirmarnos en la Esperanza del Señor que no defrauda»

Un mensaje del P. Rafael Velasco S.J, Provincial de los jesuitas en Argentina y Uruguay, en ocasión del tiempo de adviento.

Queridos Compañeros:

«Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.» (Is. 40, 3 – 5)

La pandemia nos ha puesto ante la disyuntiva de enderezar nuestros caminos comunitarios para encontrarnos en vez de esquivarnos o vivir sólo una formalidad aceptable. Nos ha enderezado los pasos de unos hacia otros, nos ha puesto a convivir más, conversar, compartir y hasta a rezar juntos más intensamente. Pidamos al Señor que viene, que ese camino que se nos ha enderezado no se nos tuerza.

También se han ido rellenando quebradas y bajando montañas. Hemos debido acercarnos a los más afectados y heridos por las crisis, con comida, cercanía espiritual aunque sea virtual. Se nos ha  puesto frente a lo que somos: Hombres de Dios que estamos llamados a mostrar el camino de Dios porque se supone que nosotros lo hemos encontrado. Nuestro pueblo fiel también nos ha mostrado el camino con su deseo de participar en lo que se le negó participar: la Eucaristía, los sacramentos, las fiestas patronales…la alegría comunitaria de lo religioso. Nos enseñó también con su solidaridad hacia los más necesitados.

Vamos volviendo a esa otra presencialidad, luego de haber tenido que caminar caminos de desierto. Resuenan los versos aquellos: “la flor se marchita, se seca el cardón, / convertite hermano que llega el Señor.”

Hemos tenido que caminar por un largo desierto, seguimos aún; hemos tenido que cuidar de otros, además de cuidar de nuestra salud. Mi impresión general es que, como Provincia, hemos intentado cuidar de otros más que de nosotros mismos (me alegra) aunque no hemos quedado exentos del miedo y sus conductas que se han desatado en medio de todo esto.

El Adviento es tiempo de Esperanza, una virtud teologal que flaquea por estos días, en especial para muchas personas que han visto cómo la pandemia y sus consecuencias les han quitado salud, seres queridos, trabajo, seguridad…

Sabemos que el miedo es el enemigo más grande de la Fe, y la termita que corroe las cuerdas de la Esperanza; horada el sentido que sostiene la apuesta, nubla el Horizonte que ofrece aliento al caminar. El miedo angosta los horizontes, nos encierra en nuestro mundo y eso amenaza el entusiasmo apostólico y la alegría. Por eso, son tiempos de «fortalecer las manos débiles y afianzar  las rodillas vacilantes” (Is. 35, 3)…y afirmarnos en la Esperanza del Señor que no defrauda.

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