Rafael Velasco SJ: «Populismo jesuita», un anacronismo
Un artículo del P. Rafael Velasco SJ, Superior Provincial de los Jesuitas en Argentina y Uruguay, para el Diario La Nación.
Un anacronismo es utilizar una categoría del presente para juzgar situaciones históricas del pasado. Se puede hacer, de hecho hay quienes lo hacen continuamente, pero no es riguroso intelectualmente, dado que se está valorando un período histórico que tenía sus propias categorías, su propio contexto y criterios valorativos con una categoría que es fruto de una evolución del pensamiento en otro contexto totalmente diferente. Este uso de los anacronismos puede llevar a malentendidos o a juicios inexactos, o claramente tendenciosos.
Estas valoraciones anacrónicas se dan, por ejemplo, en el abordaje que hacen determinados autores de las misiones jesuitas del Paraguay. Muchas teorías hay acerca de por qué los guaraníes lograron congeniar con los jesuitas. Algunas intentan comprender el espíritu de esa época y otras incurren en anacronismos. Una de estas teorías es que el modelo de pueblos propuesto por los jesuitas les resultaba conveniente porque los protegían contra la esclavitud. Se habla también de que el mito guaraní de «la tierra sin mal» coincidía con la promesa del cielo cristiana y una vida comunitaria más solidaria (que iba de acuerdo con el modo de vida guaraní). Nótese que las misiones no protegían de la «modernidad», sino de la esclavitud lisa y llana. Estas se organizaban en pueblos con el fin de tener una mejor posibilidad de evangelizar (objetivo principal de la labor de los jesuitas) y con la finalidad no menor de proteger a los aborígenes de la esclavitud, que estaba abiertamente permitida entre los portugueses, y de la «encomienda», que era la esclavitud encubierta de los españoles.
Es anacrónico, en cambio, aplicar términos como «populismo jesuita» a una época (siglos XVII y XVIII) en que la categoría populismo no existía. En las categorías de la época, lo que los jesuitas buscaban era anunciar el evangelio, y hacer crecer la Iglesia. Eso para algunos hoy puede ser discutible, desde otros criterios históricos y sociológicos, pero no parece honesto valorar el pasado desde nuestro particular modo de pensar. No había intención «populista», entre otras cosas porque el término populismo surge a fines del siglo XIX, en un contexto muy diferente. Aplicarlo retroactivamente y descontextualizadamente no parece apropiado, a menos que lo que se pretenda sea el viejo truco de abusar del pasado para pegarle a alguien en el presente (por ejemplo, a un papa jesuita).
Afirmar, además, que la Iglesia Católica, y los jesuitas en particular, identifica reino de Dios con un régimen político determinado (pasado o presente) es faltar a la verdad. El anuncio del reino de Dios, que no es patrimonio ni invento de los jesuitas, sino que surge del Evangelio y tiene raíces en corrientes del judaísmo, refiere a una realidad escatológica, meta histórica, que va gestándose, sí, en la historia, y que tiene que ver más con un estilo de vida en el que se comparte el pan, el perdón es moneda corriente, en el que los últimos son los primeros porque son los más necesitados. pero no se identifica con un partido o movimiento político determinado.
Decir, además, que de ese «populismo jesuita» vienen movimientos autoproclamados revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI y que los jesuitas son los ideólogos de esos movimientos es una afirmación bastante superficial y carente de fundamentos sólidos. Por muchas razones, entre ellas porque las corrientes teológicas más afines a los movimientos «revolucionarios» no han sido lideradas por los jesuitas como cuerpo orgánico, aunque hayan participado jesuitas. Los principales referentes han sido otros: por ejemplo, el fraile dominico Gustavo Gutiérrez (autor del libro Teología de la liberación, que da nombre al movimiento), Leonardo y Clodovis Boff, Frei Beto, Hugo Assmann. ninguno de ellos jesuita.
Pero vamos a ejemplos actuales: el rector de la universidad jesuita Simeón Cañas, de Managua, está siendo perseguido por el régimen de Daniel Ortega y su señora. La universidad está siendo estrangulada económica y socialmente por su crítica al régimen; en Venezuela, la posición crítica jesuita del régimen de Maduro es clara, y fue memorable la posición crítica del padre jesuita Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, contra el presidente Chávez. Lo mismo ha sucedido y sucede con la posición crítica de la Compañía de Jesús respecto de determinados gobiernos latinoamericanos reputados como neoliberales.
En fin, el uso de los términos no es inocente, y lo más apropiado es tratar de comprender cada tiempo en su contexto. De ese modo se evitaría caer en «relatos» que son, como se sabe, una caricatura de la historia. Para evitar lo que en nuestro lunfardo se llama sanatear (término que proviene de sanata), habría que leer más de teología y tener cierto rigor que resista a la tentación facilista de usar la historia para castigar a los enemigos ideológicos.
Fuente: www.lanacion.com.ar
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