Joseph Cassar SJ: El Papa en Irak sembró paz y esperanza

El Papa “ha sembrado semillas de esperanza y paz”: el P. Joseph Cassar SJ, director del Servicio Jesuita a Refugiados en Irak (JRS), comenta la visita del papa Francisco al país de Oriente Medio, los primeros días del mes de Marzo.

“Esta visita fue como un kairos, un momento de valor, que va más allá del tiempo cronológico inmediato que vivimos, y que está totalmente en manos de Dios”, comenta el jesuita maltés desde Sharya, donde el JRS acompaña a los yazidíes desplazados. “Me he acordado de Jesús, yendo de un lado a otro, mirando a la multitud tan necesitada, me atrevo a decir que como ovejas sin pastor, y el Señor se apiada de ellas. Toda la visita ha tenido una dimensión profética, que por su relevancia va más allá de los confines de la ya muy pequeña comunidad cristiana: creo que el Papa Francisco ha sembrado semillas de esperanza y paz en este país en el que en estas cuatro décadas se ha derramado tanto mal, conflictos, atentados, Isis. Tanta maldad, tanta violencia, tanta gente ha sufrido”.

El P. Cassar tuvo la oportunidad de reunirse brevemente con el papa Francisco el domingo al margen de la misa en Erbil, en el Kurdistán iraquí, junto con otros tres jesuitas: monseñor Antoine Audo, obispo caldeo de Alepo, el P. Michael Zammit, Provincial de Próximo Oriente, y el P. Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica y en la comitiva papal de Roma. “Mis dos minutos con el Santo Padre fueron hermosos: estaba muy cansado, casi agotado, pero también muy, muy feliz”. Hace dos años, el P. Cassar se encontró con el Papa en el Vaticano, con motivo de una audiencia concedida a ROACO (Riunione delle Opere di Aiuto alle Chiese Orientali – Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales): “Me había presentado al Papa muy brevemente como jesuita que trabaja en Irak”, cuenta hoy, “y entonces me llamó y me dijo: ‘Reza por mí porque tengo muchas ganas de ir allí’. Y ayer le he escuchado que estaba muy contento de haber hecho esa visita”.

La visita que Francisco hizo al Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, en Najaf, la ciudad santa del islam chiita, fue “un gesto que refleja la visita de San Francisco al Sultán”. El Papa no fue allí a hacer política o diplomacia. Para la comunidad chiita, mayoritaria aquí, esta visita era muy importante para tratar de curar las numerosas heridas que se han infligido a Irak por tantos años de recelo mutuo. El significado de este encuentro va en el sentido de lo que dijo el Papa: la paz de Dios es más fuerte que la violencia y la guerra”. Por ello, el hecho de que el primer ministro Mustafa Al-Kadhimi haya declarado el 6 de marzo Día Nacional de la Tolerancia y la Convivencia en Irak, en recuerdo de la visita del Papa a Al-Sistani y del posterior encuentro interreligioso en Ur, “tiene un enorme significado”.

La acogida al Papa, “tanto por parte de los cristianos como de los creyentes de otras religiones, fue espléndida, todo funcionó muy bien”, afirma el jesuita, que afirma haber encontrado monjas, sacerdotes, laicos que venían de pequeñas aldeas de diferentes partes de Irak, felices de participar en la misa de clausura, incluso después de tres, cuatro horas de viaje. “Había gente que había venido del distrito de Amadiya, en la frontera con Turquía, de Sulaymaniyya, estaba el P. Jens Petzold de la comunidad monástica de Deir Mar Musa en Siria, fundada por Paolo Dall’Oglio SJ, que aún está desparecido, había mucha gente y veía una inmensa alegría en sus rostros. Nuestros colegas yazidíes me dijeron que compartían la alegría de los cristianos, y lo mismo hicieron los colegas musulmanes que compartieron con nosotros la alegría de ver al Santo Padre en Ur, la antigua ciudad de Abraham, o de verlo entrar en Mosul, esta ciudad donde toda la cobardía del Isis hizo una masacre incluso antes de los bombardeos”.

“El cristianismo pertenece a Irak, no es un cuerpo extraño, los cristianos han estado en estas tierras desde antes de que Irak se estableciera como un estado moderno. Los cristianos pertenecen a estas tierras”, subrayó el P. Cassar, y añadió: “Es una gran pena que este país se haya vaciado de la población cristiana. Los que se quedaron lo hicieron por decisión propia o porque no tenían medios, ni contactos para irse. Pienso en todos los que están en el limbo del exilio, en Jordania o Turquía o Líbano: no hay que olvidarlos”

En Qaraqosh, una ciudad de mayoría cristiana devastada por el Isis, la alegría se mezclaba con la incredulidad: “El responsable local del JRS, Fadi Yabbo, me dijo que nunca pensó que el Papa vendría a visitar esta pequeña ciudad. “Abuna, padre”, me dijo, “no tienes idea de lo que esto ha significado para mí y para todo el pueblo, más que Hoshana”, la mayor fiesta de los cristianos de rito sirio-católico, el Domingo de Ramos, que se celebra casi con más vigor que la Pascua de Resurrección, toda la ciudad sale con ramas de olivo a hacer una gran procesión: ayer fue como si Jesús visitara nuestro país, una alegría que no podemos contener y cuyos frutos se percibirán y experimentarán también en el futuro”.

Para el P. Cassar, en particular, los primeros retos que hay que afrontar son los relacionados con la dramática situación de los refugiados. “Durante la misa el Papa dijo que hay sufrimientos visibles e invisibles: aquí -explica el responsable del Servicio Jesuita a Refugiados- hay tanta gente que sigue sufriendo, incluso psicológicamente, por haber sido desplazada, secuestrada, por haber visto a familiares asesinados ante sus ojos, y no sólo durante la presencia del Isis, sino también, por ejemplo, en el atentado contra la catedral de rito sirio que visitó Francisco en Bagdad el primer día de la visita”.

El jesuita maltés, que mañana 9 de marzo cumplirá 60 años de sacerdocio, estuvo cerca, en los últimos meses de su vida en Roma, del P. Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañía de Jesús, que fundó el JRS. Desde febrero de 2016, es el director del Servicio Jesuita a Refugiados en Irak. “Somos musulmanes, kurdos, árabes y cristianos: los extranjeros sólo somos cuatro”.

Inmediatamente después de la visita del Papa se encuentra en Sharya, donde el JRS acompaña a los desplazados yazidíes: “Con mi director regional de Beirut, Daniel Corrou, y el Provincial de Próximo Oriente, Michael Zammit, acabamos de discutir con el responsable del programa de salud mental los múltiples desafíos que existen aquí para la población de supervivientes del genocidio yazidí en la zona de Sinjar, en el norte de Irak, en agosto de 2014. Hay adolescentes, niños, mujeres que sobrevivieron a la esclavitud del Isis, encarcelados, golpeados, abusados, incluso entrenados para luchar. También hay quienes lograron escapar a través del nordeste de Siria y hacia el Kurdistán iraquí, y ahora se encuentran en campos de refugiados, o incluso fuera de ellos, en situaciones todavía precarias. Se trata de una situación que ha durado siete años”. El P. Cassar espera poder ayudar también a los refugiados de otros lugares. “Si los yazidíes, que sobrevivieron al genocidio y siguen desplazados, consiguen volver a Sinjar, me gustaría que pudiéramos acompañarlos”. Y de nuevo: “Sigo soñando con que el JRS pueda ir a Mosul para echar una mano en la reconstrucción de la paz. Por muchas razones, relacionadas con los permisos de acceso, hasta ahora no ha sido posible”.

Para el jesuita maltés, el punto central es siempre “preguntarse, mediante el discernimiento: Señor, ¿dónde y en quién quieres que el JRS te sirva?”.

De ahí la esperanza de que las semillas sembradas por el Papa florezcan. “Espero que haya una mayor apertura entre nosotros, espero que podamos emprender iniciativas comunes entre las religiones para responder a las necesidades de los más necesitados en este país, golpeado doblemente en 2020, por la pandemia, con todas las consecuencias económicas, y por el desastre económico provocado por el desplome de los precios del petróleo. La gente está sufriendo, los que no reciben salarios están sufriendo, y los que dependen del trabajo diario precario están sufriendo. Por eso espero que podamos emprender iniciativas conjuntas para ayudar a los más necesitados. Espero que el mensaje del Papa, de que todos somos hermanos, impregne los corazones de las personas de buena voluntad”. El P. Cassar, que subraya que dedica la mitad de su tiempo y su celo apostólico a resolver cuestiones burocráticas, señala que la oficina del gobierno para las organizaciones no gubernamentales de Bagdad ha sustituido en los últimos días su perfil de WhatsApp por el logotipo de la visita del Papa. “Esto también es un gesto de bienvenida y de apertura. El Señor actúa en los corazones de todos, más allá de las fronteras de la Iglesia, y hay personas que tienen el corazón abierto. Espero que esta visita llegue al corazón de muchas personas.”

Fuente: www.jesuits.global/es

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