COP26: Optimismo, cautela y esperanza

Por Victor Reyes, Coordinador de Comunicaciones de Canadian Jesuits International

El legado de la COP26 está aún por determinar, pero los principales medios de comunicación ya han supeditado su éxito al resultado de las negociaciones entre los gobiernos de los países que más gases de efecto invernadero emiten. Si de esto se tratara la COP26, estaría totalmente de acuerdo con la evaluación de Greta Thunberg de que todo el asunto es «un fracaso y una campaña de relaciones públicas de lavado verde». Al fin y al cabo, hay otras 25 COP que lo atestiguan.

Sin embargo, la COP26 tiene otra cara. Hay esfuerzos globales, el principal de los cuales es la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el tratado intergubernamental que estableció el marco para abordar el cambio climático y reunió conferencias y presentaciones para compartir conocimientos e ideas sobre cómo resolver la crisis climática. Están las personas de todo el mundo, muchas de ellas jóvenes, que salieron a las calles de Glasgow para mostrar su enfado y descontento con sus gobiernos por la mala gestión de esta crisis.

En esta otra parte de la COP26, soy más optimista. En esta COP26 no escuchamos los tópicos vacíos de los líderes mundiales; estamos escuchando las voces de personas y comunidades que están sintiendo los impactos directos del cambio climático y que ofrecen soluciones viables a un problema global desde una perspectiva local. También estamos escuchando las palabras de advertencia de las comunidades marginadas que se ven afectadas no sólo por el cambio climático, sino por las soluciones propuestas que provienen del Norte Global.

Escuché un evento público de la COP26 que se centró en cómo el cambio climático está afectando a la región del Ártico. Hace años que sabemos que el Ártico se está calentando más rápido que otras partes del mundo. Los sami, los pueblos indígenas que viven en Finlandia y en los territorios vecinos, lo han sabido incluso antes de que la ciencia occidental lo confirmara. Ahora, utilizando tanto el conocimiento indígena como la ciencia, los sámi son capaces de documentar y desarrollar estrategias para mitigar y adaptarse al cambio climático mientras practican su modo de vida tradicional.

Tuomas Aslak Jusso, Presidente del Parlamento Sami de Finlandia, habló de la cría de renos y de cómo ésta les permitía mantener sus comunidades y su modo de vida, además de preservar su cultura.

Mencionó los peligros que supone la llegada de empresas mineras procedentes de Noruega, que quieren acceder a los minerales de sus tierras para utilizarlos en tecnología ecológica. El Sr. Jusso dijo que, como sus comunidades son prósperas, pueden ejercer el consentimiento libre, previo e informado y decir «no». Teme que, a medida que se acelere el cambio climático, llegue un momento en que decir «no» ya no sea una opción.

Permitir que estas empresas mineras operen en sus tierras equivale a destruir su modo de vida y matar su cultura. Es colonialismo verde, la explotación de un pueblo vulnerable y de su tierra sólo para satisfacer las necesidades del Norte Global de pasar de los combustibles fósiles a la tecnología verde.

El colonialismo verde no es nuevo ni es exclusivo de los sami. Los compañeros jesuitas de Canadian Jesuits International han visto que esto ocurre en la República Democrática del Congo. También está ocurriendo en otras partes del mundo: en Indonesia, Chile y en otros países del Sur Global. Está ocurriendo en comunidades donde existen desequilibrios de poder entre ellas y los gobiernos y las empresas multinacionales.

Si bien es necesario realizar la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables, ésta no debe producirse a expensas del modo de vida de un pueblo y de la violación de sus derechos humanos, ya sea en el Sur Global o en el Norte Global. Es nuestra responsabilidad garantizar que las soluciones que proponemos para hacer frente a la crisis climática no creen problemas adicionales para otros. El cambio climático es una cuestión de justicia social y debe verse a través de la lente de la igualdad, el respeto y la dignidad para todos.

El éxito de la COP26 no se medirá por los acuerdos y objetivos que los líderes mundiales consigan. Su éxito dependerá de cómo cambie nuestra relación con los demás: cómo abordemos los desequilibrios de poder entre el Norte y el Sur Global; cómo utilicemos la sabiduría y los conocimientos que comparten con nosotros los pueblos indígenas; cómo aprovechemos el poder de los jóvenes.

El cambio no vendrá de arriba abajo, sino que empezará desde las bases. La COP26 nos ha empoderado y nos da la esperanza de que aún no es demasiado tarde para salvar nuestro planeta y a nosotros mismos.

Fuente: jesuits.global/es

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