¿Cómo situarse en la vida como laicos de carisma Ignaciano?
Cómo situarse en la vida como laicos de carisma ignaciano
“Nuestra casa es el mundo”
Jerónimo Nadal
Isabel Muruzábal1 es miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) en España, a comienzos de este año, brindó una conferencia2 virtual para el portal espiritualidadignaciana.org, sitio web impulsado desde 2012 por jesuitas, religiosas y laicos, con el objetivo de hacer presente la espiritualidad ignaciana en internet. Siguiendo esta línea, Isabel planteó una pregunta que marcó el eje de la ponencia: ¿Cómo situarse en la vida como laicos ignacianos? A continuación, comentamos la conferencia abocada a responder este gran interrogante.
Como punto de partida, conceptualizó brevemente lo que entendemos por espiritualidad ignaciana, así lo explicó: “La espiritualidad no es fácil de encasillar, viene de Espíritu que originariamente significa viento y aliento e indica libertad y brisa. La espiritualidad ignaciana es una espiritualidad para el mundo, donde Dios nos habla y al mismo tiempo nos llama a responderle.”
Para la expositora, asumir como laicos ignacianos la tarea de responder a este mundo con toda su complejidad, es un gran desafío. Para ello necesitamos, entre tantas otras cosas, conocer la historia, conocer las herramientas disponibles para acercarnos con claridad y lucidez a lugares muchas veces oscuros, necesitamos del diálogo con Dios. “Los laicos de hoy, necesitamos ayudas para construir y reconstruir nuevos caminos de humanización.”
En su relato, Isabel propone recuperar la historia de San Ignacio, hacer el ejercicio de mirar hacia atrás para comprender muchas dinámicas que se repiten y muchos desafíos con los que también nos encontramos hoy. “Tiempos convulsos en la época de san Ignacio y también ahora. (…) Ignacio aportó cauces, aspectos y herramientas que en su momento ayudaron a vivir de otro modo las dificultades que se presentaban y que en la actualidad también nos ayudan.” Algunas de esas herramientas son los Ejercicios Espirituales, entendidos como un momento dedicado al conocimiento interno del Señor, en el que descubrimos cómo más amarlo y seguirlo en medio del mundo que habitamos. Otra de las herramientas es la Pausa Ignaciana, que generalmente se realiza al final del día, y nos ayuda a reconocer el paso de Dios en nuestro día a día. La expositora también mencionó algunos aspectos de la espiritualidad ignaciana como ayudas para la vida, por ejemplo: la invitación a ser contemplativos en la acción, la unión de ánimos y la indiferencia ignaciana.
Ante lo dicho, recupera la pregunta: “¿Qué nos compete al laicado en el mundo de hoy, en la sociedad y en la iglesia? ¿Qué rasgos básicos deben caracterizar al laico ignaciano de hoy?”
Isabel explica que, como personas inmersas en este mundo complejo, recibimos una llamada constante al discernimiento, es decir, necesitamos incorporar en nuestra vida una actitud constante en la búsqueda de la voluntad de Dios para no dejarnos inundar por todo lo que nos llega de la sociedad actual.
“La espiritualidad que hemos recibido es de discernimiento, el gran descubrimiento de Ignacio como laico fue que dentro de sí mismo existían y experimentaba fuerzas contrarias, unas lo encaminaban a las cosas de Dios y otras lo alejaban.”
La espiritualidad ignaciana, lejos de proponer el encierro o el alejamiento de la realidad, tiene una gran fuerza activa e inmersa en el mundo, así lo explica Isabel: “Ignacio deseaba entrar en diálogo con el mundo, porque el mundo está habitado por Dios. Los lugares de encuentro para él eran los caminos que recorría, los hospitales, las plazas de las ciudades, la universidad, siempre estaba dispuesta, quería estar en el mundo.” Una de las grandes invitaciones que nos deja Ignacio es a caminar el mundo, encontrar allí a Dios, al Dios presente en todas las cosas, en todas las personas, en la Creación. “En las relaciones con el otro se nos ofrece una oportunidad única para encontrarnos a nosotros mismos y en la relación con el Otro, podemos llenarnos de ese amor que se nos ofrece de forma gratuita, en esta dirección aparece la opción por los pobres, los marginados y los más vulnerables. “
Claro que en medio del ajetreo de la vida cotidiana se dificulta la oración, el servicio, el estar disponibles. Son reales los problemas que todas las personas afrontamos día a día, pero la invitación de la espiritualidad ignaciana es a no quedarnos en el lado oscuro y negativo de la vida, sino buscar salir siempre mejores de las realidades que se nos presentan, y al mismo tiempo salir de nosotros mismos para mirar lo que hay más allá, y aprender de otros, y llenarnos de otros. Estamos invitados a “vivir en respuesta agradecida a Aquel que nos amó primero.”
Vivir como laicos ignacianos es un modo de ser y de estar en la Iglesia y de construir juntos el Reino de Dios, tarea a la que todos – como cristianos – somos llamados. Isabel Muruzábal nos dice “somos pecadores perdonados y salvados, si, pero también llamados a colaborar en la construcción del Reino de Dios, con especial entrega a los marginados y excluidos.”
1 Dña. Isabel Muruzábal es miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX). Ha colaborado en diferentes cargos de servicio en CVX-E. Actualmente, es Coordinadora del Equipo Misión Espiritualidad en CVX-E. Pedagoga y profesora de Primaria. Apasionada por la espiritualidad ignaciana. Formada para acompañar Ejercicios desde 1986 en el CIS en Roma. Ha impartido talleres de Interioridad y de Oración Profunda. Acompaña EE en todas sus modalidades.
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