De la homilía de este Pentecostés – José María Rodríguez Olaizola
Podéis pensar que esto no os ha pasado, que nunca hemos sido capaces de arder, ni siquiera de dar una pequeña luz. Pero no es verdad…. ¡Hay mucho bien en torno! Y mucho bien en nosotros mismos. Y quizás ahora, cuando es tan fácil desanimarse, es más necesario si cabe detectarlo, en nosotros y en otros. Son todos esos dones del espíritu, esa semilla que Dios va poniendo en nosotros…
¿Alguna vez habéis sido capaces de perdonar, más allá de motivos, razones o medidas? En ese perdón está el espíritu de misericordia, que nos sana y nos devuelve a la concordia
¿Alguna vez habéis amado u os habéis sentido amados mucho más de lo que mereceríais, tal y como sois, sintiendo que quien os quiere os quiere de verdad, sin negociación ni exigencia… y eso os ha dado seguridad, certidumbre y esperanza? Ese es el espíritu de Amor que se nos ha prometido.
¿Alguna vez te conmueves por las cosas que ocurren, y entonces algo dentro te dice que no puede ser, y sientes el impulso de hacer algo, de dedicar tu tiempo, tus capacidades y energías, a intentar sanar alguna herida, tender algún puente, abrazar alguna soledad? Es el espíritu de compasión que llevamos grabada en la entraña.
¿Alguna vez os habéis negado a enzarzaros en espirales de violencia, de crítica mordaz, de ruido que solo destruye, optando, en cambio, por el silencio, la palabra de reconciliación o la paz? He ahí el espíritu de la paz con la que el Señor nos envía.
¿Alguna vez habéis descubierto, en un momento de lucidez, que muchas de las cosas que perseguimos en la vida son en realidad mentiras, y con ese descubrimiento ha venido la paz, la alegría profunda, el sentido? Lo llamamos espíritu de sabiduría
¿Alguna vez habéis llorado, pensando que no había salida, y sin embargo la ha habido (a veces en forma de palabra, de canción, de gesto o de alguien que ha tirado de vosotros)? Espíritu de esperanza
¿alguna vez, pese a las dudas y lo incierto, pese a la rutina y la grisura, pese a su silencio, o vuestra resistencia, os habéis atrevido a decir: “Creo”? Porque en esa apertura, arriesgada, valiente, audaz, a Dios. Que es al tiempo pregunta, respuesta, silencio y palabra… ahí está el espíritu de fe.
Todo eso era y es el espíritu de Dios, fuego que nos sigue encendiendo, para incendiar el mundo…
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