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Evangelio del Domingo. “SÍGUEME” (Marcos 10, 17-30)

“Sígueme” es la palabra decisiva. Ser cristiano es “seguir”, seguir a Alguien, seguir a Jesús. Los evangelios comienzan y acaban con esa misma palabra. Al comienzo del evangelio de Marcos, el primero que se escribió, Jesús dice “veníos conmigo” (Marcos 1, 17); al final del evangelio de Juan, el último que se escribió, la última palabra de Jesús a Pedro es esa misma: “sígueme” (Juan 21, 22). Seguir a Jesús; seguirle adonde  Él va, por donde Él va, al modo como Él va. El evangelio de este domingo nos ayuda a reflexionar sobre algunos aspectos de lo que ese seguimiento supone.

Quien se dirige a Jesús en esta escena es una persona buena, una persona que ha cumplido desde niño todos los mandamientos de la ley y, además, una persona con una excelente actitud: va corriendo a ver a Jesús, se arrodilla ante él, le pregunta. Jesús valora eso, le mira con cariño, y desde el cariño le dice: “Una cosa te falta… sígueme”. El cristianismo no va sólo ni principalmente de cumplir normas y leyes, ni tampoco sólo de ser “buena persona”, por más que ambas cosas sean necesarias: “una cosa te falta: sígueme”.

Para seguir hay que salir: salir de donde uno se encuentra a donde Jesús está. “Ven”. Y salir implica dejar. Dejar seguridades, afectos, proyectos. En el caso del evangelio de hoy dejar bienes, posesiones, riquezas: “vende cuanto tienes”. Y es ahí donde la buena voluntad de esa persona que quiere seguir a Jesús hace aguas: “frunció el ceño y se marchó muy triste, pues era muy rico”. Está atado por su riqueza y le falta la fuerza para desprenderse de ella, le falta libertad. No es que él posea la riqueza, sino que la riqueza le posee a él.

Nos impiden seguir a Jesús de verdad nuestras “ataduras”, aquello que nos quita la libertad. Quizá y seguramente no son riquezas materiales que, evidentemente, son muy “cautivadoras” en el sentido de que  nos hacen muy “cautivos”. Pero hay otras muchas cosas que nos quitan la libertad y que también nos cuesta dejar: afectos personales, zonas de confort, inercias que nos dan seguridad…  Y cuando Jesús nos pide “déjalo”, “despréndete”, “libérate” no nos atrevemos a hacerlo, nos da miedo, tememos perder…

Cuando Pedro le pregunta a Jesús “nosotros que te hemos seguido”, ¿qué?, Jesús le responde recibiréis mucho más de lo que dejáis. Y eso nos sigue diciendo a nosotros: recibiréis mucho más de lo que dejáis. Y recibiremos en el seguimiento de Jesús el don más preciado de todos: la libertad. Porque amarle a Él y seguirle, y dejarnos amar por Él es el secreto de la auténtica y plena libertad.

Darío Mollá, SJ –  @centroarrupevalencia

t.ly/Riqfj

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