Recibir la Buena Nueva de parte de los más pobres

¿Qué se puede recibir de personas que viven en un estado de extrema precariedad o incluso de miseria? ¿Se puede recibir de ellas la Buena Noticia del Evangelio? Es bastante frecuente escuchar la expresión «los pobres nos evangelizan». Pero, ¿qué significa exactamente esto y, sobre todo, cómo entender que se puede recibir la Buena Noticia de personas que, en general, no son consideradas muy confiables?

 

El Papa Francisco, en todo caso, lo ha afirmado claramente. Vale la pena citar en su totalidad este pasaje crucial de su exhortación apostólica Evangelii gaudium (EG): «Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga “su primera misericordia”. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener “los mismos sentimientos de Jesucristo” (Flp 2,5).

Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”. Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— “está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente.

Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (EG 198).

De este texto surgen varias ideas: los más pobres tienen mucho que enseñarnos; con sus sufrimientos conocen al Cristo sufriente; es necesario que nos dejemos evangelizar por ellos; es conveniente reconocer la fuerza salvadora de sus existencias y situarlas en el centro del camino de la Iglesia. Se trata, entonces, de descubrir a Cristo en ellos y acoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. ¡Este es, sin duda, un programa muy rico y ambicioso!

Sin embargo, tales afirmaciones no son en absoluto evidentes y pueden incluso parecer extrañas a muchos cristianos, aunque bien intencionados. ¿Puede realmente el encuentro auténtico con los más pobres ofrecernos todo esto? No faltan las objeciones o preguntas, y deben ser escuchadas. ¿No se idealiza quizá la pobreza al hablar de esta manera? ¿La pobreza no es, en primer lugar, destructiva? ¿No daña profundamente a las personas? ¿Y cómo podrían las personas profundamente heridas traernos el Evangelio? ¿Por qué la existencia de los pobres tendría una fuerza salvadora, cuando, muy a menudo, ellos mismos tienen dificultades para soportar su propia existencia? ¿No es esto una gran paradoja? ¿Cuál sería esa sabiduría de la que habla el papa Francisco? Si la pobreza hace vivir en un estado de emergencia, sin posibilidad de tomar distancia, entonces, ¿cómo puede haber sabiduría?

Es imposible intentar responder a estas preguntas sin antes describir la realidad de la pobreza extrema. No se trata de partir de una visión romántica de la miseria…

[…]

Étienne Grieu

@laciviltàcattolica | t.ly/ZEe-k

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