Ante la DANA ¿Servicio o poder?
Otra pregunta es dónde radica la responsabilidad con relación a las medidas de prevención. En realidad, es transversal, desde los distintos niveles de la administración hasta la propia conducta personal. Y debería pasar por una reflexión profunda sobre el modelo urbanístico e hidrológico.
En la era de la inmediatez artificial, el grueso de la respuesta de las instituciones a la catástrofe ha tardado días en vertebrarse. Ello ha generado críticas e indignación entre la población afectada. Hasta el punto de que algunas autoridades que acudieron a las poblaciones afectadas fueron recibidas con insultos, abucheos y lanzamiento de objetos.
No está bien insultar y menos atacar, aunque la tensión emocional acumulada después de días de desolación sea comprensible. Sin embargo, parece que la clase política recoge indirectamente una parte de lo que ha ido sembrando a lo largo de los años: polarización, postureo e increpaciones mutuas subidas de tono. Cuando llega el momento de arrimar el hombro urgentemente entre gobiernos de alcance y afiliación política distinta para resolver un problema difícil e inesperado, cuesta más. No hay costumbre.
Paralelamente, una oleada de solidaridad anónima se ha volcado a favor de los damnificados, sorteando incluso las restricciones de circulación decretadas como precaución ante el posible colapso de las vías de comunicación, muchas dañadas por las riadas, y la posibilidad de nuevas lluvias. Voluntarios que se han unido a los profesionales de los cuerpos de seguridad y emergencias en trabajo abnegado.
La acción concertada y correctamente enfocada de los gobiernos es esencial, pero lenta, más aún al no haber tradición de estrecha colaboración en un sistema institucional complejo como el nuestro. Da la impresión de que no pocos dirigentes, de entrada, están más pendientes de preservar sus cuotas de poder y protagonismo. Y de que al final, cuando el infortunio es grave, no queda más remedio que fiarse primero de parientes, amigos, vecinos y samaritanos desconocidos que echan una mano. Servir está al alcance de casi todos, es eficaz y humaniza la respuesta ante el mal. Y en cualquier caso, completa la imprescindible actuación de los poderes públicos, a los que deberíamos insistir en que se concentren en el bien común, orillando las rencillas partidistas que merman su capacidad.
Muestras de solidaridad hacia las víctimas valencianas llegan de todas partes. El dolor propio nos hace más sensibles al dolor ajeno. Ojalá que múltiples ejemplos de empatía puedan contribuir al consuelo de los que han perdido tanto. Y desvelen en particulares y organismos una respuesta fecunda, aunque a veces sea silenciosa.
[Imagen de Manuel Pérez García and Estefania Monerri Mínguez., CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons]
Alfons Calderón | @blogcj | t.ly/3DQdZ
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