¿No puedes esperar?
Por Javi Montes SJ
Quiero resultados y ¡los quiero ya! Normal, si hoy todo vuela. Tuiteas algo y lo leen cientos de personas en segundos. Metes la comida en el microondas y en minutos está lista. No se tardan más que unas horas en estar en la otra punta de planeta. Y en cuestión de días me mudo a otra cuidad y, voilà, vida nueva.
Y ahora llega otra vez el adviento y nos invita a esperar, a pararnos, a prepararnos. Pues yo lo siento pero no puedo esperar, tengo muchas cosas que hacer. Dime de qué se trata rápido, y cuánto tiempo me va a llevar, o mejor mándame un email y ya te contesto. Y se nos pasan los días, las semanas volando… Pero es verdad que a tanta velocidad noto que algo no va bien, con tantas cosas en mi agenda noto que la vida se me escapa de la manos, como el agua entre los dedos.
Me encantaba sacar la cabeza del coche por la carretera cuando era pequeño; sentía la fuerza del viento en mi cara, era emocionante, pero no podía oír nada. A veces creo que tengo la cabeza siempre fuera de la ventanilla, y con tantas cosas en la agenda, y siempre con el viento en la cara no tengo tiempo para oír esa voz tierna y callada que invita a darme, a darme por completo.
Porque hay cosas que llevan su tiempo. Un proyecto de familia se cuaja a fuego lento, muy lento. Hay que pasar mucho tiempo juntos para amarnos incondicionalmente, con todas esas manías que tenemos cada uno. Hay que compartir muchos silencios para leernos las miradas. Hay que “perder” muchas horas de sueño para acoger con ternura esa vida nueva que se nos regala. Hay que bajar las revoluciones para descubrir que esta historia no es nuestra, sino que es el Señor el que está en el corazón de la familia haciendo latir el amor.
También la vocación jesuita necesita mucho adviento, mucha espera y paciencia. Porque hay muchas cosas que no se entienden a la primera. Hay que estar mucho tiempo esperando para que llegue esa persona que está buscando encontrarse con Jesús y poder llevarla a Él. Son muchos momentos de silencio orante los que necesitamos para estar siempre señalando al Señor, y no a nosotros mismos. Pero qué espera tan fecunda esa que nos lleva a hacer presente a Jesús en medio de la comunidad; y a descubrir que, a pesar de que somos pecadores, el Señor nos sigue llamando a ser compañeros suyos.
Ser Jesuita
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