“Esconderse” detrás del Papa Francisco

Sin duda, la figura del Papa Francisco con sus palabras sencillas y sus gestos cercanos, representa un cambio que abre y reconcilia a muchas personas con la Iglesia. Sin embargo, para generar un cambio en la Iglesia, no alcanza con las buenas obras del Pontífice, sino con que la Iglesia toda asuma con compromiso este cambio. Sobre eso reflexiona el jesuita Darío Mollá Llácer en el siguiente artículo.

Por Darío Mollá Llácer

La personalidad y las acciones del Papa Francisco impresionan e interpelan: por ejemplo, ese viaje a Lesbos que acaba con unas familias refugiadas en su propio avión. Su talante de misericordia conmueve cuando acoge las dificultades reales de personas y familias. Se alaba la claridad de sus discursos, homilías y palabras cuando es autocrítico, en palabras y hechos, incluso con la jerarquía de la Iglesia… Pero, y de eso no tiene culpa él, tengo la sensación de que mucha gente en la Iglesia se “esconde” -nos escondemos- detrás del Papa…

Se esconden, nos escondemos, cuando tras alabar y ponderar el compromiso del Papa con y por los pobres seguimos actuando con indiferencia hacia ellos y su suerte, e incluso tomamos decisiones que no tienen que ver con el bien de los pobres o que anteponen el bienestar personal o institucional a la suerte de los mismos.

Es posible que podamos hablar ya del Papa de los pobres, pero no creo que podamos hablar ya de esa Iglesia pobre y de los pobres que soñaba Francisco en los momentos primeros de su pontificado.

Se esconden, nos escondemos, cuando callada, aunque en ocasiones nada discretamente, seguimos manteniendo modos de conducta y niveles de vida que desmienten cualquier sueño o deseo de una Iglesia más sencilla, más cercana a la gente y a sus sufrimientos, más sometida a la intemperie y menos protegida y resguardada de las dificultades por las que pasan tantas personas y familias en todo el mundo.

Siempre se nos ha dicho, y qué verdad es también en la Iglesia, que no es nada fácil eso de renunciar a, de ir hacia abajo, de desprenderse de…. Tendemos (¿irremediablemente?) hacia arriba, a más: más nivel, más seguridades, más confort, más medios… Seguimos siendo maestros en coartadas y justificaciones.

Se esconden, nos escondemos, detrás del Papa y de sus palabras cuando no las criticamos en público (¡faltaría más!) pero las matizamos en privado, hasta casi condenarlas al modo que un lúcido filósofo llamaba “la muerte de los mil matices”.

O cuando repetimos el guión aprendido, pero, apenas escapamos del guión o levantamos la vista de los folios preparados, desmentimos con letra pequeña lo que afirmamos con letra mayúscula, pero prestada. Ya sabemos que cambiar el discurso es mucho más fácil que cambiar la mentalidad.

Por todo ello, tras un primer momento de alegría y consolación por las palabras y los gestos del Papa Francisco, uno siente siempre la necesidad de no sacar pecho como Iglesia demasiado fácilmente, de seguir siendo muy humildes y de seguir pidiendo al Padre que el Espíritu de Jesús remueva y renueve nuestros corazones.

Fuente: Blog Revista Cristianisme e Justícia

 

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