Integrar Identidad, Comunidad y Misión

Compartimos la nota de espiritualidad del Mes de Junio, destinada a todos los jesuitas, religiosas y laicos que colaboran con la Compañía en la Misión de Cristo.

Por P. Jorge Cela, Sj – Presidente de la CPAL

Como las piezas de un rompecabezas, que sólo cobran sentido cuando se integran en el conjunto. Así son los elementos de nuestra vida. Sueltos, fragmentados, no alcanzan a darnos sentido. Sólo cuando se integran construyen identidad.

Entiendo que es lo que nos quiere decir la Congregación General 35 en el decreto 2: “La identidad del jesuita y la misión del jesuita están enlazadas por la comunidad; efectivamente, identidad, comunidad y misión son una especie de tríptico que arroja luz para entender del mejor modo posible nuestra condición de compañeros”.

Nuestro llamado a cuidar de la casa común no es sólo individual. Es un llamado como cuerpo en la misión que nos une. Es una misión común que afecta nuestro estilo de vida. No podemos sentir ese llamado como cuerpo y participar de la cultura del descarte, de la contaminación, del consumo abusivo de los bienes como el agua. Misión, vida comunitaria, identidad se confunden y entrelazan.

Por eso nos dice la Congregación que la comunidad es misión. No se trata ya sólo de una comunidad para la misión. Ella misma es misión en cuanto es anuncio de un modelo de convivencia marcada por la paz y la solidaridad. Vivir en comunidad transforma nuestra identidad borrando las fronteras que nos separan de los otros, haciéndonos una sola carne, un solo cuerpo, con el excluido, de forma que ser nosotros supone incluir a los otros en esta vida compartida.

La misión que nace del seguimiento de Jesús nos convierte en amigos en el Señor, y si esto es lo que nos une, el compartir nuestra fe y nuestra misión en el discernimiento y el trabajo en equipo es lo que nos constituye en comunidad y nos construye en nuestra identidad.

Si nuestra misión pasa por la reconciliación de un mundo dividido por la ruptura de la fraternidad, significa que nuestra misión es hacernos comunidad con los que están del otro lado de la frontera, los otros, los diferentes, los migrantes sin documentos, los excluidos de nuestros círculos.

Si lo que nos une es la misión de Dios, no nos pueden separar la raza, la religión, la clase social, la opción política, la nacionalidad, el género o la edad. Nuestra identidad de hijos de Dios es la que nos reúne en la fraternidad de la familia del Dios comunidad y nos involucra en la misión de la misericordia.

Nuestra oración, nuestro estilo de vida y nuestro trabajo tienen que estar marcados por esa condición de hijos y hermanos. Y será una contradicción tener comunidades cerradas al diálogo y la diversidad, que no se entrelazan en equipos y redes para realizar su trabajo, que marcan fronteras con verjas y alambradas en vez de confundirse en abrazos interculturales, que se defienden de los pobres y diferentes con puertas y cerrojos en vez de sentarse a la mesa con ellos.

Como preparación para la Congregación General 36 todos debemos comenzar a preguntarnos cuánto nuestra identidad y vida comunitaria están teñidas por nuestra misión. Cuánto nuestra vida en común es el resultado de esta apasionada búsqueda de la voluntad de Dios en este mundo complejo y fragmentado en que nos ha tocado vivir.

Fuente: CPAL SJ

 

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